La isla del padre. Ése es el título de la novela con la que Fernando Marías se ha hecho este año merecedor del premio Biblioteca Breve, que convoca la editorial Seix Barral.
El jurado, en su fallo, destacó que Marías, "entre el remordimiento y la lucidez, ha sido capaz de abordar un itinerario a través de la memoria y de la sombra del padre en busca de la propia identidad".
¿Una biografía? "Una obra escrita a partir de la desaparición del padre del narrador –reveló el periodista Xavi Ayén–, un conjunto de anécdotas, recuerdos, reflexiones y pensamientos, a la vez un homenaje a la lectura y una indagación en el azar y las cosas que pudieron haber sucedido".
¿Una novela biográfica, entonces? Quería, explica el autor, "tirar junto a mi padre muerto del hilo invisible de una palabra jamás pronunciada".
De momento, nos tendremos que contentar con esa explicación: nos pusimos en contacto con Marías para saber más, pero la editorial le ha pedido "que espere a que el libro esté en la calle". Se impone un silencio táctico.
Sea como fuere, le agradecemos la idea de este reportaje. Porque lo que sabemos de esa isla paterna nos ha traído a la memoria otras " "autobiografías noveladas con progenitor" que, en los últimos años, han sido publicadas con éxito notable de crítica y público, obras como las firmadas por Marta Sanz (La lección de anatomía), Marcos Giralt Torrente (Tiempo de vida) o, más recientemente, Milena Busquets (También esto pasará). Con los tres hemos hablado para entender las razones y exigencias de este subgénero.
Por dónde empiezo
"Lo difícil es asumir que te vas a desnudar, pero, una vez desnudo, la vergüenza no es mayor que con un libro de ficción", nos dice Giralt Torrente, que en la obra que lo trae a este texto "resucitó" al padre al que había "matado" en Los seres felices. "Adquieres cierta distancia contigo mismo que te permite juzgarte como si fueras un personaje de ficción".
Desnudarse, y desnudar a su entorno, es algo que los escritores hacen continuamente, en todas y cada una de sus creaciones. Siempre hay pinceladas autobiográficas, a veces escondidas en lo más recóndito de una trama, o de un carácter; y muchos rasgos de sus personajes han sido donados sin saberlo por quienes, en el mundo real, rodean al autor.
Por eso, cuando leemos estas novelas donde lo inventado acompaña, más que oculta, la realidad, el sintagma "striptease integral" surge inevitable.
"Yo escribo La lección de anatomía, porque tengo la sensación de haber sido deshonesta al encubrirme detrás de voces y ficciones literarias. Luego me doy cuenta de que usar un yo autobiográfico no es más que otro recurso retórico y de que, en realidad, ya me había desnudado en mis anteriores libros –afirma Marta Sanz–. Siempre he dejado ver la patita por debajo de la puerta. Vestirse es un modo de desnudarse y desnudarse puede ser una pose. O no. Mi desnudo en La lección es más revelador que encubridor y me ayudó a descubrir algunas cosas mientras lo escribía: por ejemplo que la violencia y la ternura, las dos palabras a la vez, son las que mejor me definen. Probablemente. O sea que me quedé un poco preocupada (como siempre), pero bien."
Busquets sin embargo niega la mayor: "No tengo en absoluto la sensación de haber hecho un striptease integral", y pide que se lea su obra como lo que quiere que sea, "una buena novela".
¿Novela, pues?
Sin embargo, la necesidad misma de clasificar estos textos híbridos para encontrarles acomodo en estanterías organizadas por géneros, nos hace dudar. Biografía novelada, ¿no es una contradicción en los términos? ¿Podemos hablar de biografía? ¿Podemos hablar de novela?
Giralt Torrente viene en nuestra ayuda. "Suelo definirlo como una ficción sin invención. El libro no contiene un gramo de ficción, todo lo que describo en él es real. Pero pretende ser una obra literaria y está escrita con forma de novela, utilizando técnicas narrativas de novelista".
Marta Sanz también acude dispuesta a echar una mano en este afán clasificatorio nuestro. La lección de anatomía "es un desnudo expresionista donde para ver bien la figura es imprescindible observar el fondo del cuadro. O como dice mi amigo Javier Pérez de Andújar, una lección de geografía e historia. O un selfie comunista. O, como dice Rafael Chirbes, una novela picaresca. O una nueva versión de 'Yo (no) soy rebelde porque el mundo me hizo así'. O un cuestionamiento de ciertos límites como dentro/fuera, texto/contexto, individuo/comunidad..." ¿Complicado? "A mí las etiquetas y las taxonomías me gustan mucho; los eslóganes publicitarios, no". Entendido.
A quien este reportaje escribe se le ocurre que, dados algunos contenidos, sería más adecuado colocar estas… vale, novelas, en el estante de "ajustes de cuentas". Pero ellos dicen que no (o sí, pero con matices).
"No creo que la literatura sirva para ajustar cuentas –precisa Busquets–. Como mucho sirve para ajustar cuentas con uno mismo, nunca con los demás."
Me corrige también Marta Sanz. "Más que un ajuste de cuentas, es un canto de amor hacia las mujeres de mi vida y muy especialmente hacia mi madre. Pero un canto de amor que la retrata también en sus aristas y en sus facetas oscuras, en esa parte ensimismada y pródiga que tenemos cada uno de nosotros y que nos convierte en personas y personajes interesantes. Solo ese tipo de amor –y ese tipo de escritura– no baboso, no plano, no incondicional, lleno de preguntas, merece la pena. Además creo que todos los libros y los autobiográficos muy en particular son una herramienta de conocimiento del entorno".
Y también me corrige Marcos Giralt Torrente. "Un libro autobiográfico no es necesariamente un ajuste de cuentas. Hay muy variados tipos de libros autobiográficos, y cada tipo obedece a una intención diferente. Las memorias convencionales (de una actriz, de un futbolista, de un mago, de un militar....) pretenden, por ejemplo, representar los hitos de una vida o retratar esa vida en todos sus aspectos con la representación proporcionada de cada uno de ellos. Libros como El olvido que seremos [de Héctor Abad Faciolince] o La isla del padre, además de presentar ante el lector una porción de la vida de su autor, tienen una intención literaria. Eso es lo que los define primordialmente. Además, puede haberlos que alberguen en su interior un afán de ajustar cuentas. Pero ni es obligado ni sucede siempre".
Epílogo
Ver másMás que vender libros
Los tres autores con los que aquí hemos hablado no son desde luego los únicos que han decidido emprender este camino. Ni serán los últimos. La "biografía novelada" es un subgénero que atrae desde siempre a los escritores, y que para algunos de ellos (pensamos ahora en Amélie Nothomb) de ha convertido en una seña de identidad.
"Contamos con el arte para que la verdad no nos destruya", dice Nietzsche en la cita que abre Tiempo de vida. Puede valer como explicación. Porque necesitamos una: ¿qué necesidad tenía de contarnos esto?
Hace unos años, Juan José Millás estaba en plena gira promocional de su novela El mundo, con la que había ganado el premio Planeta y en la que narraba las peripecias del niño que fue… "Escribir consiste en rehacer aquello que se rompió", declaró. Quizá sea así siempre, pero hay veces en las que parece especialmente cierto.
La isla del padre. Ése es el título de la novela con la que Fernando Marías se ha hecho este año merecedor del premio Biblioteca Breve, que convoca la editorial Seix Barral.