En la mejor de las compañías posibles, la de los buenos amigos, presentó este miércoles Luis García Montero su última novela, la tercera de una carrera dedicada a las letras, a la poesía y también a la enseñanza y el estudio. Dos de ellos, los músicos Miguel Ríos y Joaquín Sabina, aportaron, además de su presencia y un buen puñado de anécdotas, la confirmación del aserto del tercer compañero, el periodista y escritor Javier Rioyo, de que "el novelista se inventa su propia memoria". Y en el caso de García Montero, lo hace bien. Porque ambos cantantes, de una generación anterior a la del autor y, como él, granadinos (de nacimiento o adopción), han servido de inspiración a través de sus recuerdos para recrear la ciudad de la Alhambra de principios de los años sesenta retratada en Alguien dice tu nombre (Alfaguara), una historia de iniciación en el amor y en la implicación política, ambos influjos de un mismo espíritu.
Ver másVersos y pentagramas
En una época de cambios sociales que precedió a la de la Transición política, el joven protagonista, León Egea, estudiante de Filosofía y Letras, vive su propia transformación personal al ritmo de la sociedad, también al de los nuevos sonidos que comenzaban a emanar entonces de las radios, el de los Beatles o el de un Mike Ríos que, en realidad, en aquel 1963 aún no había sido coronado Rey del twist, aunque enseñe la pata en la novela. Esa influencia de lo musical, que ha permeado la obra de García Montero, se dejó también sentir en el acto en la voz de Quique González, quien ha colaborado y colabora con el poeta para componer algunas de las letras de sus canciones, de las que interpretó dos en una abarrotada sala de presentaciones de la FNAC en Madrid.
Como buenos amigos, los ponentes no dejaron de bromear y de recordar andanzas, pero también supieron ponerse serios a la hora de valorar el trabajo de García Montero, colaborador de infoLibre. "Luis es uno de esos raros capaces de escribir poesía o novela", subrayó Rioyo, a quien sucedió en el turno de palabra Miguel Ríos, quien, texto en mano, describió la novela como "poética, poliédrica y excitante". Sabina, que reconoció haber leído el libro "en artículo mortis", o sea, en el último minuto, quiso calificar ese tiempo sumergido entre las páginas de “gozoso”. “Yo también en Granada tuve mi primer compromiso político y eché mi primer polvo, y tuve el mismo profesor de literatura, Juan Carlos Rodríguez”, recordó el cantautor –que, aunque de Úbeda, fue a la universidad en aquella ciudad–, para seguidamente revelar ante las risas del público que este “tuvo la ocurrencia de acostarse con mi novia, aunque en la novela Luis no pone que era un cabrón”.
Con otro nombre, también, quizá, con retales de su propia experiencia como educador, García Montero ha querido otorgar en la novela un papel clave a un profesor de literatura, el de León, que despierta en él una profunda admiración que le mueve y que, dice el autor, “es la mejor vacuna contra la indiferencia”. “He querido hacer un homenaje a la gente que es capaz de renunciar a ella, y que se vuelca en las causas públicas”, sentenció. “Los sesenta eran una época de cambios, pero había optimismo por el avance. Ahora vivimos la incertidumbre desde la pérdida”, afirmó, para cerrar la charla con un final esperanzador, también en cierto modo resumen de la intención y el mensaje de la novela: “Es posible encontrar zonas luminosas en los momentos más tristes”.
En la mejor de las compañías posibles, la de los buenos amigos, presentó este miércoles Luis García Montero su última novela, la tercera de una carrera dedicada a las letras, a la poesía y también a la enseñanza y el estudio. Dos de ellos, los músicos Miguel Ríos y Joaquín Sabina, aportaron, además de su presencia y un buen puñado de anécdotas, la confirmación del aserto del tercer compañero, el periodista y escritor Javier Rioyo, de que "el novelista se inventa su propia memoria". Y en el caso de García Montero, lo hace bien. Porque ambos cantantes, de una generación anterior a la del autor y, como él, granadinos (de nacimiento o adopción), han servido de inspiración a través de sus recuerdos para recrear la ciudad de la Alhambra de principios de los años sesenta retratada en Alguien dice tu nombre (Alfaguara), una historia de iniciación en el amor y en la implicación política, ambos influjos de un mismo espíritu.