Goya 2021: 'Las niñas' se consagran en la gran misa del cine español

5

Una misa cinematográfica. Eso fue la gala de los Goya celebrada el sábado noche en Málaga, sin duda la más extraña de la historia de los premios de la Academia de Cine. La ceremonia arrancaba sin música, con un Antonio Banderas cariacontecido y vestido de negro: el sacerdote. Con su discurso de apertura, el sermón, más institucional aún que el del presidente de la Academia, Mariano Barroso, buscaba convertir los Goya en una especie de catarsis colectiva... pero poco. Poco catarsis por muy contenida; poco colectiva por las medidas de seguridad. “Contaremos la historia de estos días”, decía, pensando en el futuro del cine español, “tratando de entender cómo nos ha afectado esta realidad, la profundidad de las heridas abiertas, qué fue aquello que nos emocionó, o que nos hizo llorar, o que nos enfadó, o que nos asustó”. Si alguien se preguntaba qué importa el cine en todo esto, qué importan las películas mientras la gente muere y el mundo se dedica a hornear panes y, básicamente, a renunciar a todo lo que merece la pena en esta vida, Banderas tenía una respuesta. Una respuesta que era una tarea para el sector y para los espectadores: “Reflexionar a través del cine de las circunstancias complejas que la vida nos ha puesto por delante”. No era quizás lo más apetecible para un sábado noche, pero estando en pandemia habría que conformarse.

Como misa que era, la ceremonia fue solemne. Sin humor, sin chistes, sin monólogos —excepto el de Carlos Latre como Pepe Isbert en homenaje a Berlanga, lo más flojo de la noche—. Era la apuesta del equipo: no estamos para bromas, lo que España necesita es seriedad y luto. Lo contrario a lo que habían supuesto los Feroz, entregados por la prensa cinematográfica el mismo martes, que asumieron que lo que España necesitaba era alegría y un poquito de poca vergüenza. Si aquello era Carnaval, esto era Semana Santa. Y parece que los Goya tenían razón, porque la gala funcionó. Y eso que uno de los empleos menos deseados de España este sábado era el de realizador de los Goya: una gala semipresencial, con una treintena de entregadores en directo y los 166 nominados desde sus casas —quien dice casas, dice hoteles, casas rurales o espacios varios alquilados para la ocasión—, conectados bien por Zoom o sucedáneos, bien gracias a los equipos de productoras televisivas. La disparidad de medios creaba, por cierto, una extraña imagen de castas dentro del mundo del cine, unos con la textura granulosa de la videollamada, otros con full HD. Una imagen para nada real: ¿cómo va a haber clases en un sector en el que menos del 10% de los intérpretes puede vivir de su trabajo?

Y, si hay clases en el cine español, la noche del sábado la ganaron los de abajo. Las de abajo. Las niñas, ópera prima de Pilar Palomero con 1,2 millones de presupuesto, se hacía con cuatro cabezones, pero qué cuatro: mejor dirección novel, guion original, fotografía... y mejor película. A quién no se le calentaría el corazón con cada celebración del equipo de una producción pequeña que se atrevió a estrenarse en plena pandemia. Ya metidos en el 7 de marzo, su triunfo tenía un regusto de victoria colectiva: cuatro estatuillas que irán a casa de mujeres. Y todavía más: de las 14 categorías mixtas, 10 tuvieron a mujeres como ganadoras, en un año en el que por primera vez las nominadas superaban el 40%. Era lo único que podía consolar al equipo de La boda de Rosa, con Icíar Bollaín a la cabeza, otra historia de mujeres y la otra gran favorita de la noche, que se llevaba solo dos galardones. En un año lleno de derrotas, esta seguramente no estaría entre las más amargas. Las victorias, sin embargo, tienen otro peso. La mascarilla y la videollamada no podían hacer justicia a la alegría de Pilar Palomero, que se convierte en la tercera cineasta, la primera mujer, en ganar el Goya a mejor película con su debut en el largometraje.

Los productores de Las niñas, abrazan a la directora y guionista Pilar Palomero. / EFE

Faltaba un Goya para el equipo de realización. La gala fue como un reloj, sin los errores que se podrían esperar de una plantilla que lidiaba con más de 160 conexiones en directo y las cámaras del Teatro Soho desde sus unidades móviles. La sala, heredera del primer cine malagueño, está gestionada por la productora de Antonio Banderas, convertido en uno de los grandes ganadores de la noche después de dos horas y media de medida producción televisiva en prime time. Ayudaba la velocidad de reparto de cabezonescabezones: los entregadores entraban por tandas al escenario, como azafatas del Telecupón, y por tandas se iban adjudicando las estatuillas. Los realizadores de futuras galas se puede apuntar el truco para que los discursos de agradecimiento sean concisos: hacerlos online. (Otro truco: si quieren retratar adecuadamente la enorme presencia del colectivo LGTBI en la industria, metan cámaras en sus casas). Daba tiempo incluso a emitir los mensajes de apoyo al cine español de los artistas internacionales que Antonio Banderas había podido reunir tirando de contactos, desde Glenn Close hasta Robert De Niro, desde Nicole Kidman hasta Al Pacino, desde Charlize Theron hasta Barbra Streisand —ella solo en audio, porque Barbra Streisand es mucho para mostrarse entera en una sola gala—.

Lo que los Goya 2021 perdían en espectáculo y en identidad cañí —poca picaresca española había en escena—, lo ganaban en intimidad. La intimidad de la emoción. En el patio de butacas, los premiados se aprestan a recomponerse para subir a escena y dejan para después los abrazos, las lágrimas y las babas. En casa, la sorpresa es genuina, como la de Jone Laspiur como mejor actriz revelación por su trabajo en Ane, que miraba atónita a sus compañeros de reparto, junto a ella, como si ni siquiera estuviera nominada. La alegría es genuina, como la de Adam Nourou, actor revelación por Adú, que mostró en pantalla y a lo Dogma 95 los brincos con familia y amigos. El amor es genuino, como el de Nerea Torrijos, premiada por su vestuario en Akelarre, que metió a su pareja en cuadro a la orden de “Ven aquí”. Y el llanto es genuino, como el de Maite Arroitajauregi, que se derrumbaba en ese llanto compungido tan real y tan poco fotogénico después de recoger, cantando, el Goya a mejor música original por Akelarre junto a su compañera Aránzazu Calleja. Por desgracia, no se vio a nadie recibir el premio en pijama, como Jodie Foster en los Globos de Oro, pero no hizo falta. Con ver a Sergi López gritarle a la cámara del portátil “Tongo, tongo” después de haber perdido contra Alberto San Juan, nos vale.

Y era difícil no emocionarse, también de manera genuina, con la celebración del equipo de Las niñas, que aplaudía —en el mismo espacio, con una foto del rodaje de fondo— el Goya a la mejor fotografía para la boliviana Daniela Cajías, la primera mujer de la historia en hacerse con este galardón. Era difícil no reírse con los gritos de Nathalie Poza, que ganaba inesperadamente el Goya a mejor actriz de reparto por La boda de Rosa, acompañada de Carmen Machi y Carolina Yuste: “Venimos del teatro, de hacer una función”, decía sobre la obra que comparten, Prostitución, mientras estas intentaban retirarse del plano. Y con la risa de Natalia de Molina, gran favorita de la categoría, que se había plantado de punta en blanco en un hotel de Madrid... y que recibía el revés a carcajadas. Otra receta para los productores de galas futuras para lograr reacciones y agradecimientos espontáneos: que los ganadores se queden en casa, a ser posible con un número indeterminado —ejem, restricciones— de excitados amigos y familiares. Estos pequeños resplandores, la felicidad ajena después de tantos meses de tristeza generalizada, se convertían en la verdadera alma de la gala. Qué paradójico que en la distancia se acabara viviendo una de las galas más emotivas de la historia de los Goya. 

Una misa, decíamos, con su Banderas sacerdote —alguien que maneje de Photoshop podría probarle el alzacuellos de The body— y su Virgen triunfante, una Ángela Molina que recitaba su discurso de aceptación del Goya de Honor con el tono de quien parece estar conjurando los malos espíritus. Una misa un poquito pagana, eso sí, que seguramente incluya algún akelarre, y no solo por los cinco Goya que ganó esta película, la más premiada, sino porque seguramente caería alguna fiestecilla privada poco covid-free. Quizás para 2022 no necesitemos sermones ni lutos, las mujeres desaparezcan de nuevo del palmarés y regresemos a la charanga y pandereta habitual. Pero si al cine español se le pedía estar a la altura, el cine español supo dar la homilía correcta y compungida que el espectador necesitaba. Un milagro. 

Lista completa de ganadores

Mejor película

  • Las niñas, de Pilar PalomeroLas niñas,
  • La boda de Rosa, de Icíar Bollaín
  • Adú, de Salvador Calvo
  • Ane, de David Pérez Sañudo
  • Sentimental, de Cesc Gay

Mejor dirección

  • Salvador Calvo, por Adú
  • Icíar Bollaín, por La boda de Rosa
  • Juanma Bajo Uloa, por Baby
  • Isabel Coixet por Nieva en Benidorm

Mejor actor protagonista

  • Mario Casas por No matarás
  • Javier Cámara por Sentimental
  • Ernesto Alterio por Un mundo normal
  • David Verdaguer por Uno para todos

Mejor actriz protagonista

  • Patricia López Arnaiz, por Ane
  • Amaia Aberasturi, por Akelarre
  • Kiti Mánver, por El inconveniente
  • Candela Peña, por La boda de Rosa

Mejor dirección novel

  • Pilar Palomero por Las niñas
  • David Pérez Sañudo por Ane.
  • Bernabé Rico por El inconveniente.
  • Nuria Giménez Lorang por My Mexican Bretzel.

Mejor guion original

  • Pilar Palomero por Las niñas
  • Alejandro Hernández por Adú
  • Claro García y Javier Fesser por Historias lamentables
  • Alicia Luna e Icíar Bollaín por La boda de Rosa

Mejor guion adaptado

  • David Pérez Sañudo y Marina Parés Pulido por Ane
  • Bernardo Sánchez y Marta Libertad Castillo por Los europeos
  • David Galán Galindo y Fernando Navarro por Orígenes secretos
  • Cesc Gay por Sentimental

Mejor música original

  • Aránzazu Calleja y Maite Arroitajauregi por Akelarre
  • Roque Baños por Adú
  • Bingen Mendizábal y Koldo Uriarte por Baby
  • Federico Jusid por El verano que vivimos

Mejor canción original

  • Que no, que no - Compositores: María Rozalén por Que no, que no -La boda de Rosa
  • Sababoo - Compositores: Cherif Badua y Roque Baños por Adú
  • El verano que vivimos - Compositores: Alejandro Sanz y Alfonso Pérez Arias por El verano que vivimos
  • Lunas de papel - Compositores: Carlos Naya por Las niñas

Mejor actor de reparto

  • Alberto San Juan por Sentimental
  • Álvaro Cervantes por Adú
  • Sergi López por La boda de Rosa
  • Juan Diego Botto por Los europeos

Mejor actriz de reparto

  • Nathalie Poza por La boda de Rosa
  • Juana Acosta por El inconveniente
  • Verónica Echegui por Explota explota
  • Natalia de Molina por Las niñas

Mejor actor revelación

  • Adam Nourou por Adú
  • Chema del Barco por El plan.
  • Jannick por Historias lamentables.
  • Fernando Valdivieso por No matarás.

Mejor actriz revelación

  • Jone Laspiur por Ane
  • Paula Usero por La boda de Rosa.
  • Milena Smit por No matarás.
  • Griselda Siciliani por Sentimental.

Mejor dirección de producción

  • Ana Parra y Luis Fernández Lago por Adú.
  • Guadalupe Balaguer Trelles por Akelarre.
  • Carmen Martínez Muñoz por Black Beach.
  • Toni Novella por Nieva en Benidorm.

Mejor dirección de fotografía

  • Daniela Cajías por Las niñas
  • Sergi Vilanova por Adú
  • Javier Agirre por Akelarre
  • Ángel Amorós por Black Beach

Mejor montaje

  • Sergio Jiménez por El año del descubrimiento
  • Jaime Colis por Adú
  • Fernando Franco y Miguel Doblado por Black Beach
  • Sofi Escudé Las niñas

Mejor dirección artística

  • Mikel Serrano por Akelarre
  • César Macarrón por Adú
  • Montse Sanz por Black Beach
  • Mónica Bernuy por Las niñas

Mejor diseño de vestuario

  • Nerea Torrijos por Akelarre
  • Cristina Rodríguez por Explota Explota.
  • Arantxa Ezquerro por Las niñas.
  • Lena Mossum por Los europeos.

Mejor maquillaje y peluquería

  • Beata Wotjowicz y Ricardo Molina por Akelarre
  • Elena Cuevas, Mara Collazo y Sergio López por Adú
  • Milu Cabrer y Benjamín Pérez por Explota Explota
  • Paula Cruz, Jesús Guerra y Nacho Díaz por Orígenes secretos

Mejor sonido

  • Eduardo Esquide, Jamaica Ruíz García, Juan Ferro y Nicolas de Poulpiquet por Adú.
  • Urko Garai, Josefina Rodriguez, Frédéric Hamelin y Leandro de Loredo por Akelarre.
  • Coque Lahera, Nacho Royo-Villanova y Sergio Testón por Black Beach.
  • Mar González, Francesco Lucarelli y Nacho Royo-Villanova por El plan.

Mejores efectos especiales

  • Mariano García Marty y Ana Rubio, por Akelarre
  • Raúl Romanillos y Jean-Louis Billiard, por Black Beach
  • Raúl Romanillos y Míriam Piquer, por Historias lamentables
  • Lluis Rivera Jove y Helmuth Barnert, por Orígenes secretos

Mejor película de animación 

  • La gallina Turuleca (única nominada)La gallina Turuleca

Mejor película documental

  • El año del descubrimiento, de Luis López CarrascoEl año del descubrimiento,
  • Anatomía de un dandy, de Alberto Ortega y Charlie Arnaiz
  • Cartas mojadas, de Paula Palacios
  • My Mexican Bretzel, de Nuria Giménez Lorang

Mejor película iberoamericana

  • El olvido que seremos
  • El agente topo
  • La llorona
  • Ya no estoy aquí

Mejor película europea

  • El padre
  • Corpus Christi
  • El oficial y el espía
  • Falling

'Nación', la historia de las mujeres que se construyeron a sí mismas en las fábricas gallegas

Ver más

Mejor cortometraje de ficción

  • A la cara
  • 16 de decembro
  • Beef
  • Gastos incluidos
  • Lo efímero

Mejor cortometraje documental

  • Biografía del cadáver de una mujer
  • Paraíso en llamas
  • Paraíso
  • Solo son peces

Mejor cortometraje de animación

  • Blue & Malone: Casos imposibles
  • Homeless Home
  • Metamorphosis
  • Vuela

Una misa cinematográfica. Eso fue la gala de los Goya celebrada el sábado noche en Málaga, sin duda la más extraña de la historia de los premios de la Academia de Cine. La ceremonia arrancaba sin música, con un Antonio Banderas cariacontecido y vestido de negro: el sacerdote. Con su discurso de apertura, el sermón, más institucional aún que el del presidente de la Academia, Mariano Barroso, buscaba convertir los Goya en una especie de catarsis colectiva... pero poco. Poco catarsis por muy contenida; poco colectiva por las medidas de seguridad. “Contaremos la historia de estos días”, decía, pensando en el futuro del cine español, “tratando de entender cómo nos ha afectado esta realidad, la profundidad de las heridas abiertas, qué fue aquello que nos emocionó, o que nos hizo llorar, o que nos enfadó, o que nos asustó”. Si alguien se preguntaba qué importa el cine en todo esto, qué importan las películas mientras la gente muere y el mundo se dedica a hornear panes y, básicamente, a renunciar a todo lo que merece la pena en esta vida, Banderas tenía una respuesta. Una respuesta que era una tarea para el sector y para los espectadores: “Reflexionar a través del cine de las circunstancias complejas que la vida nos ha puesto por delante”. No era quizás lo más apetecible para un sábado noche, pero estando en pandemia habría que conformarse.

Más sobre este tema
>