El grupo Afal, espejo de la España franquista

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En la primera sala de la exposición, una foto de grandes dimensiones recibe al visitante. Un sacerdote vestido con sotana se ha quedado suspendido en el aire cuando se lanzaba a parar un balón que entrará raso, triunfante, en la portería. Más allá están los demás jugadores, manchas negras, sotanas como la suya, a punto de celebrar o maldecir este probable gol de descampado. La imagen es de 1957. Su autor, Ramón Masats (Barcelona, 1931), refunfuña: "Yo la odio. Porque todo el mundo me quiere comprar esta foto. Me parece espléndida, no es que mi humildad llegue a ese punto. Pero todo el mundo me quiere comprar la misma". Al Museo Reina Sofía también debe de parecerle espléndida, cuando inaugura una nueva exposición sobre el grupo Afal, el colectivo fotográfico que revolucionó, desde la Almería de los cincuenta, toda la fotografía española.

La muestra Una aproximación a Afal. Donación Autric-Tamayo (hasta el 19 de noviembre, dentro de la programación del festival PhotoEspaña) hasta reconoce de nuevo el peso de este movimiento y completa, con 650 nuevas imágenes, el importante archivo inaugurado hace dos años con otra exposición y una sala en la colección permanente del museo madrileño. La nueva remesa de piezas proviene de la donación de Adolfo Autric y Charo Tamayo, un matrimonio de empresarios dedicados al coleccionismo desde hace 20 años que cede ahora parte de su catálogo, cuyo valor alcanza los 1,5 millones de euros según los mecenas. A la colección completada a lo largo de los años, Autric y Tamayo han sumado recientemente algunas obras que venían a completar "lagunas" temáticas o autorales, y que fueron compradas a los fotógrafos o a sus familias. En este proceso les ha guiado la comisaria Laura Terré, hija del fotógrafo de Afal Ricard Terré y responsable también de aquella primera muestra. 

 

La Chanca, Almería, 1965, de Carlos Pérez Siquier. / MNCARS

Masats es uno de los supervivientes de aquel grupo junto a Carlos Pérez Siquier y Leopoldo Pomés. Otra decena de autores les acompaña en la muestra, que reúne unas 200 piezas: Joan Colom, Gabriel Cualladó, Francisco Gómez, Gonzalo Juanes, Oriol Maspons, Xavier Miserachs, Francisco Ontañón, Alberto Schommer, Ricard TerréJulio Ubiña. Fueron algunos de los más cercanos al dúo fundador, Siquier y José María Artero, que en 1950 crearon una asociación para difundir nuevos trabajos fotográficos y seis años más tarde se lanzaron a la edición de la revista Afal, una modernísima rareza en medio de una tradición demasiado apegada aún a la pintura. "No es que quisiéramos hacernos los modernos, es que era lo que nos salía del corazón", objeta Masats detrás de un poblado bigote, bastón en mano. La publicación se mantuvo en pie solo hasta 1963, con 36 números, en parte debido a los problemas económicos de la asociación, y en parte por el avance de cada uno de los creadores en su propia trayectoria. Pero antes se las ingeniaron para publicar, en 1958, el ambicioso Anuario de la fotografía española, que recogía 100 piezas de 48 autores; para organizar una muestra en la embajada española en París y para dar a conocer en España algunas de las tendencias fotográficas europeas. 

La comisaria Laura Terré habla de Siquier y Artero como esa "pareja de locos de Almería". El primero tenía 26 años y el segundo 35 cuando empezaron a publicar la revista. Aunque luego Barcelona cobró un protagonismo geográfico importante en la historia del grupo, el desierto de Andalucía oriental seguiría siendo el epicentro de aquella improbable revolución fotográfica. "Afal fue la mejor revista que ha habido nunca de fotografía en España", defiende Masats con voz queda. Recuerda que, cuando recibió la propuesta de participación, el proyecto parecía efectivamente una locura: "Que unos rotos de Almería hicieran eso... Decíamos, ¿pero quiénes son estos?". Los rotos armaron un proyecto plural que iba del neorrealismo frenético del propio Masats o de Ubiña a los intereses formalistas de Francisco Gómez, pasando por los poéticos claroscuros de Cualladó. "No tenían un manifiesto, no era un grupo con un programa", apunta Terré, "por tanto, no tenemos una estética común". Lo que sí hubo, defiende, es "un espíritu común": el de "la libertad", tan escasa en unos asfixiantes años cincuenta. 

 

Semana Santa en Murcia, 1959, de Julio Ubiña. / MNCARS

"A veces la gente se olvida de lo que es una dictadura desde un punto de vista vivencial", protesta la comisaria. Es decir, que retratar la pobreza de La Chanca, el barrio almeriense sobre el que Pérez Siquier trabaja entre 1962 y 1965, era una osadía. Que retratar los Sanfermines entre 1957 y 1962 como lo hizo Masats, señalando la animalidad de la fiesta, y no su gloria, era prácticamente un desafío. Que editar el libro Costa Brava Show, una genialidad en la que Miserachs amontonaba pescadores y veraneantes ingleses, suponía una denuncia del turismo incentivado por el Gobierno, que arrasaba ya la vida y el paisaje a cambio de un puñado de monedas. Por mucho que este último se anunciara en prensa como "el libro del verano"... en inglés, alemán y francés. "Nos autocensurábamos. Había muchas fotos que hacíamos solo para nosotros", admite Masats. Sobre Vivir en Madrid, libro que recogía el trabajo de Ontañon, advertía el editor Guillermo Díaz-Plaja de "las dificultades con la censura y con el público". 

Leopoldo Pomés, Premio Nacional de Fotografía

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El año Nuevo, 1959, de Gabriel Cualladó. / MNCARS

Al final de la muestra, una sala recoge algunas muestras de todos los autores junto a textos escritos sobre ellos (o por ellos) en aquellos años fundacionales. Sobre Alberto Schommer, en una carta de Pérez Siquier a Terré, en el 58. "Os sorprenderá conocer que en España contábamos con un elemento así, hasta ahora completamente desconocido (...). Está en evolución todavía". Francisco Gómez dice de sí mismo en 1958: "Soy propietario de un negocio de tejidos y confecciones, aficionado a la fotografía desde 1943". De Ontañón se podía leer, en el Anuario del 58: "28 años, natural de Barcelona. Trabaja en banca. En las horas libres en profesional y, si de estas le queda alguna más, es aficionado". De Miserachs: "21 años. Estudiante de medicina. Procedente del campo amateur". Confiesa Masats que, a sus ochenta y tantos, ni hace fotos —"Voy por la calle mirando para no meterme una hostia contra el suelo...", dice, resignado— ni está pendiente de las fotos de otros. Allá afuera, tomándole el relevo de mirar a la calle con curiosidad, quizás estén los próximos Afal. 

En la primera sala de la exposición, una foto de grandes dimensiones recibe al visitante. Un sacerdote vestido con sotana se ha quedado suspendido en el aire cuando se lanzaba a parar un balón que entrará raso, triunfante, en la portería. Más allá están los demás jugadores, manchas negras, sotanas como la suya, a punto de celebrar o maldecir este probable gol de descampado. La imagen es de 1957. Su autor, Ramón Masats (Barcelona, 1931), refunfuña: "Yo la odio. Porque todo el mundo me quiere comprar esta foto. Me parece espléndida, no es que mi humildad llegue a ese punto. Pero todo el mundo me quiere comprar la misma". Al Museo Reina Sofía también debe de parecerle espléndida, cuando inaugura una nueva exposición sobre el grupo Afal, el colectivo fotográfico que revolucionó, desde la Almería de los cincuenta, toda la fotografía española.

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