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Juan Herrera: "La paz no está conseguida, es un trabajo y un anhelo"

Me reúno con Juan Herrera, sabio maestro y amigo, para charlar sobre su novela, La radio de piedra. Un día, el autor sintió la necesidad de recopilar la memoria de su infancia en un pueblo de la Mancha, en los cincuenta. A partir de hechos que sucedieron y personajes reales —trasplantados con maestría al tiempo de la guerra civil—, Herrera crea una ficción de gran riqueza literaria en la que une reflexión, poesía, ternura y humor.

– ¿Por qué escribiste esta novela?

– A la muerte de mi hermano caí en la cuenta de que el mundo de nuestra infancia estaba desapareciendo: las palabras, las formas de vida, los usos y la memoria común de aquella España rural. “De lo que sabemos entre todos, eso nadie lo sabe”, decía Machado. De la guerra quedan los hechos históricos, las batallas, pero las historias humanas, la comedia y la tragedia que hubo entonces, desaparece. Yo había ido almacenando, durante años, historias y personajes. Al morir mi hermano, aquella memoria cuajó como un yogur y de ahí salió La radio de piedraLa radio de piedra.

– ¿Hay mucha verdad en esta novela?

– Sí, pero no creo que sea un valor positivo en estos tiempos. Vivimos en mundos virtuales, la gente va pendiente de su móvil y mientras mira la pantalla, se pierde la vida efervescente que hay a su alrededor.

– ¿Siempre creemos que no va a haber guerra?

– Es que la guerra no avisa. No hay síntomas en el cielo que avisen de que un vórtice va a arrasar con la vida. El día que estalló la guerra en España, hubo gente que se casó, que inauguró una tienda, que tuvo un hijo, que tuvo un sueño. La gente cree que la paz está conseguida, pero no es así,  la libertad es un deseo siempre en riesgo y cuando la conquistas es una victoria pírrica, porque al día siguiente la puedes perder. Los personajes de mi novela trabajaron para que hubiera paz en aquel pueblo, en plena guerra.

– En La radio de piedra hay ternura, poesía y humor. ¿Es la fórmula para vivir a pesar del dolor?La radio de piedra

– Vivir es el arte. En las culturas tradicionales, el arte forma parte de la vida cotidiana, en las culturas consumistas el arte es mercancía, no gozo habitual. En Jerez de la Frontera, mi segunda tierra, la gente habla por soleá y no lo sabe. Con cualquier motivo hace una fiesta, no espera que se celebre un evento que organiza el ayuntamiento, cualquiera saca una guitarra y un vinito y hay fiesta. Si la vida no nos permite “vivir”, diariamente, esa vida no merece la pena.

– ¿No nos enseñan a vivir?

– En las culturas tradicionales, los wagogo de Tanzania, por ejemplo, existen los “ritos de paso”, los hombres y las mujeres se hacen adultos a través de un conocimiento pleno de su cultura y en ese conocimiento pleno están la vida y la muerte. A nosotros se nos da información pero no conocimiento, se nos dan datos sin estructura, sueltos y fácilmente manipulables.

– ¿Qué es la radio?

– La radio es el instrumento de comunicación por excelencia, el oído es lo que te emociona. Pero has de tener el amor por la palabra, el amor por el sonido, no utilizar la radio como mercancía. Ahora hay dos tipos de radio, la gritada y la opinada. No hay radio de contar historias de seres humanos que lleguen al corazón y que sirvan de referente.

– Ya apenas la escuchamos en compañía, nos ponemos auriculares...

– La radionovela se escuchaba en un silencio religioso, antes la gente sabía escuchar porque de la oralidad se hacía la vida cotidiana. Yo aprendí mucho asando patatas en una lumbre de fuego bajo, escuchando las historias de los viejos que habían luchado en la guerra, de la siega, de los oficios... Si no escuchas, no grabas y si no grabas, no vas a poder rebobinar, no vas a poder recordar.

– ¿Por qué se apela continuamente a  “lo español” como algo peyorativo y rancio?

– Cuando se produjo la Transición, la izquierda  no recuperó el trabajo de los liberales de Cádiz, el proyecto ilustrado, el camino iniciado por la Institución Libre de Enseñanza. Se resolvió todo con “buen rollito” pero no se profundizó. El proyecto ilustrado a nadie le interesa hoy, no existe un proyecto integrador a través de la cultura y el idioma.

– Sueles poner como ejemplo lo que sucedió en Italia tras el fin del fascismo.

– Un grupo de intelectuales, cada uno en su lengua vernácula, emprendió un proyecto quijotesco, recuperar una mirada que les devolviera el orgullo de ser italianos partiendo de la realidad. Entre ellos Pasolini, Tonino Guerra... así nació el neorrealismo.  Aquella era una mirada de piedad, perdón y esperanza que nace del dolor, de la derrota y de la frustración. Aquí optamos por la amnistía, la frivolidad y una especie de olvido.

– Tonino GuerraTonino Guerra, novelista, poeta, dramaturgo y  guionista de Fellini, Tarkoskvy, Antonioni... es uno de tus maestros, tuvisteis una gran amistad.  ¿Qué aprendiste de él?

– La épica de la pobreza. Tonino decía que no tiene sentido poner adjetivos encima de un palacio porque ya están todos en la arquitectura, pero hace falta sensibilidad para ver la belleza de un pedrusco. Cuando estuvo en el campo de concentración hizo un poema, el de la mariposa y el hambre. “Contento, lo que se dice contento, he estado muchas veces en la vida, pero el día que más contento estuve fue cuando me liberaron del campo de concentración y pude ver una mariposa sin deseos de comérmela”. No hacen falta enciclopedias llenas de palabras para describir el dolor y lo importante que es la belleza, pero si tienes hambre no existe la belleza.

– Creaste el universo “Humor amarillo”. ¿El humor tiene color?

– Sí, es una herramienta y se puede usar para muchas cosas, el humor también puede humillar o atontar. El humor, como yo lo concibo, es el humor poético, la mezcla de los dos lenguajes más elevados, humor y poesía. Gracias a mi trabajo, he conocido a cientos de personas brillantes, ninguna de ellas carecía de sentido del humor. Cervantes era un humorista en el sentido más profundo de la palabra.

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– ¿Qué te gustaría que quedara de ti, allá por el siglo XXVIII, cuando no estés?

– El amor por la vida y por el conocimiento. Los que nacemos en la meseta estamos rodeados de horizonte y necesitamos pasarlo para ir más allá. Soy un eterno aprendiz, un alumno repetidor, me gustaría que quedara esa necesidad de ir más allá de lo obvio, de lo que te dan, para seguir preguntándote ¿y después, y después?  y ahí entra la luz.

Juan Herrera es el hijo del Lucero, su padre era el único empleado de Eléctrica Castellana en aquella zona cuando, como cuenta en su novela, la luz era algo misterioso que aparecía y desaparecía a su antojo. Será por eso que él está lleno de luz y su novela también. Léanla.

Me reúno con Juan Herrera, sabio maestro y amigo, para charlar sobre su novela, La radio de piedra. Un día, el autor sintió la necesidad de recopilar la memoria de su infancia en un pueblo de la Mancha, en los cincuenta. A partir de hechos que sucedieron y personajes reales —trasplantados con maestría al tiempo de la guerra civil—, Herrera crea una ficción de gran riqueza literaria en la que une reflexión, poesía, ternura y humor.

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