Septiembre de 2009. El Observatorio contra la Violencia de Género del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) delibera. Sus miembros tienen que decidir a quién otorgan el reconocimiento simbólico que cada año conceden al compromiso personal contra la violencia machista. La decisión final pudiera resultar llamativa: se trata de la primera vez que el premiado lleva nombre de varón y también la primera vez que va a parar fuera de las fronteras estatales. El galardón es para Stieg Larsson, el autor que cuatro años antes comenzaría a dar forma a la saga que, sin saberlo, revolucionaría el mundo de la literatura. El escritor sueco, quien falleció de forma repentina antes de haber podido contemplar la repercusión mundial de su obra, fue el encargado de abrir la puerta a una historia, la protagonizada por Lisbeth Salander, atravesada por la violencia. Y lo hizo sin titubeos ni medias tintas, en un momento en el que la violencia machista arrasaba vidas, pero estaba fuera de todos los focos.
Después de Larsson fue otro hombre el que cogió el testigo, David Lagercrantz, encargado de escribir las tres novelas que siguieron a la primera trilogía. Y hoy, por primera vez, la saga da un paso hacia adelante de la mano de una mujer. Karin Smirnoff (Suecia, 1965) acepta el reto y da vida a Las garras del águila (Destino, 2023), la séptima entrega de la saga y un relato que hace de la ficción el canal para denunciar problemas estructurales como la violencia contra las mujeres, la corrupción, la crisis climática y el avance de la ultraderecha.
Smirnoff habla de forma pausada, reflexiva, arropada por el silencio sepulcral de un hotel ajeno al frenesí del centro de Madrid. Recibe a infoLibre en pleno escándalo por la agresión de Luis Rubiales y en un contexto de ofensiva ultra que recorre ya todo el continente europeo. Pero también en un escenario de ruptura del silencio y avance feminista. Lejos de apartar la mirada, la escritora y periodista hace una apuesta firme por la literatura como altavoz, a pesar de las resistencias.
Dice que el libro conecta con las tres primeras entregas, ¿en qué consiste esa conexión?
Los temas que apelaban a Stieg Larsson son los temas que me apelan a mí, por ejemplo la violencia contra las mujeres. David Lagercrantz escribía libros más de acción y sin conexión entre ellos. En este sentido me siento más identificada con la escritura de Larsson porque también tenemos una serie de personajes que se repiten y una historia que se cierra a lo largo de las tres entregas. Además los dos somos del norte de Suecia y compartimos las mismas ideas políticas. David Lagercrantz es de clase alta y no es una persona política, en el sentido de que no se preocupa demasiado por la situación en la que se encuentra la sociedad. Yo no pretendo compartir mi ideario político a través de mi escritura, pero sí creo que hay una serie de historias que tienen que tener visibilidad.
El libro incluye una nueva protagonista: una mujer, adolescente, marcada por la violencia, pero anómalamente fuerte. A priori parece un personaje inspirado en Lisbeth Salander, ¿por qué surge este personaje?
En realidad yo lo que quería era propiciar una evolución del personaje de Lisbeth Salander. Quería que fuera un personaje que proporcionara más cuidados, que fuera menos solitario y también quería convertirla más en mujer y menos en la adolescente que ha sido. Y esto es algo que logro justamente a través de los cuidados que tiene que darle a su sobrina.
Ya en las primeras páginas del libro se narra una violación, ¿cómo de presente está la violencia contra las mujeres en la novela?
Está muy presente y es el tema principal de los cuatro libros que he escrito hasta ahora. No sólo la violencia contra las mujeres, sino la violencia en general. La violencia está muy presente en todas partes del mundo y obviamente las personas que más la sufren son las mujeres. A mí no me interesa tanto encontrar soluciones, sino sobre todo explicar cómo funciona la violencia y lo que genera en las víctimas, en su entorno, en sus hijos, porque vivimos en un sistema de violencia que de alguna manera aceptamos. Me interesa el sistema que hemos construido, cómo aceptamos la violencia machista porque nos parece imposible derribarla.
La primera trilogía hace una exposición cruda, rompedora y contundente de la violencia contra las mujeres, pero son historias escritas hace veinte años. ¿Ha cambiado algo la concepción social que tenemos sobre la violencia machista?
Ha habido progreso. Hoy en día tenemos cada vez mayores tasas de igualdad entre hombres y mujeres, las mujeres hoy tienen mayor nivel de educación, más autonomía económica y más poder. Pero la violencia sexual contra las mujeres persiste. Yo con mi perspectiva femenina puedo escribir, por ejemplo, sobre violencia sexual contra las mujeres sin estar describiendo escenas como si fueran puramente sexuales. Los libros de Stieg Larsson contenían muchísimas imágenes de violencia y yo creo que hoy se le podría haber criticado por escribir una serie de escenas que pueden resultar excitantes sexualmente para algunos hombres. Con mi mirada femenina, yo puedo escapar de eso. Además, para mí es una cuestión de convicción personal: la violencia contra las mujeres nunca puede ser fuente o material de entretenimiento, siempre tiene que ser un relato aterrador.
Una de las protagonistas, víctima de violencia sexual, dice en un momento que tras ser agredida se "calló y lo pasó mal". ¿Cree que las víctimas están empezando a romper el silencio?
Sí, eso es muy importante. Tan solo hace algunos años, tal vez antes del #MeToo, la actitud que se esperaba de las mujeres era sobre todo una sensación de profunda vergüenza. Hoy en día las cosas están cambiando y además se está legislando de manera distinta para beneficiar a las mujeres y para protegerlas.
Hace algunos años, antes del #MeToo, lo que se esperaba de las mujeres era sobre todo una sensación de profunda vergüenza
En España ha ocurrido un caso muy paradigmático: el del beso no consentido por parte del expresidente de la Real Federación Española de Fútbol a una de sus jugadoras. El país ha dicho de forma rotunda que es una forma de violencia machista, pero también hay quien piensa que las mujeres están exagerando.
Un clásico. Es terrible por varios motivos: porque es un hombre con poder y porque tiene enfrente a una mujer joven, que está en una posición clara de desigualdad. Es terrible también porque es un hombre que representa a un país y que se comporta claramente como un capullo. Además el beso no fue lo único, hubo una serie de actos, digamos, bastante deleznables y realmente me pregunto cómo puede alguien querer mantenerlo en el poder. Es una actitud clásica de los hombres, que terminan por minimizar sus acciones. Probablemente este hombre nunca pensó ni por un momento que había una desigualdad de poder y que aquella jugadora no quisiera en absoluto recibir su beso. Me parece terrible.
Habla habitualmente de la reconversión de las mujeres de víctimas a vengadoras. ¿Cuál es el papel que juega la venganza como respuesta a la violencia sexual?
Lo hago en los libros porque en la vida real no se puede. Me encanta la idea de que las víctimas no tienen por qué serlo toda su vida, pueden hacer algo con respecto a lo que que les pasó. Si las personas comienzan a entrar en este círculo de sentir lástima por sí mismas al final se convierten casi en víctimas profesionales y pierden todo su poder y todos los recursos que podrían utilizar justamente para poder conseguir una vida mejor. Me encanta contar estos relatos en la literatura porque de esta manera le doy fuerza a estos personajes.
En España existe un partido de ultraderecha, Vox, que niega las especificidades de la violencia de género. ¿Le parece un discurso preocupante?
Sí, absolutamente. Este tipo de ideas tan extremadamente conservadoras las defienden hombres que tienen unos propósitos muy específicos y también una serie de mujeres que quieren darles apoyo. Yo creo que estas personas consideran que hay un orden mundial en el que los hombres están por encima y que hay mujeres que merecen sufrir ciertos tipos de violencia si no respetan ese orden que ellos consideran natural de supremacía masculina. Los conservadores lo odian absolutamente todo: detestan el matrimonio homosexual, los derechos de la comunidad LGTBI, a los inmigrantes y todo aquello que no entienden. Tienen miedo de la vida.
¿Cree que es un discurso, el de la extrema derecha, que se extiende por Europa? En Suecia han sido clave para formar gobierno. ¿Estamos ante una ola reaccionaria?
Sí. Yo les tengo mucho miedo y por muchas razones. Por ejemplo, en el caso de la cultura: ellos no la entienden porque no le dan valor. La creatividad es algo fundamental para todos los seres humanos, pero ellos se empeñan en determinar qué tipo de literatura tenemos que consumir, qué tipo de películas tenemos que ver, a qué tipo de arte tenemos que tener acceso y es tremendamente desalentador.
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Yendo al caso de los Demócratas de Suecia [formación de extrema derecha], es un partido que tiene un historial nazi, pero hoy se están reconvirtiendo en políticos tradicionales, limpiando su imagen, tratando de blanquear sus ideas y su discurso. Hay muchas personas que votan por ellos y yo honestamente no entiendo por qué. Hacen una política que está en contra de todos. Hay incluso gente de izquierdas que votaba a la socialdemocracia y que ahora vota a Demócratas de Suecia, creo que son personas que han cambiado su intención de voto tal vez porque pretenden llegar a cierto punto de orden o porque pretenden volver al pasado. Son partidos que se alimentan del miedo de la gente y es lo que les hace crecer.
Rubiales es un hombre con poder, un hombre que ha representado a un país y que se comporta claramente como un capullo
¿Es la ficción una herramienta para poner sobre la mesa problemas sociales y políticos como la extrema derecha, la violencia machista, la corrupción o el greenwashing?
Sí, yo creo que es que es uno de los recursos que tenemos. La literatura nos permite abordar los temas de una manera amplia. El periodismo, por ejemplo, tiene que hacer un relato muy exacto de los sucesos, pero en la literatura tenemos más libertad. Sí, es un recurso muy importante.
Septiembre de 2009. El Observatorio contra la Violencia de Género del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) delibera. Sus miembros tienen que decidir a quién otorgan el reconocimiento simbólico que cada año conceden al compromiso personal contra la violencia machista. La decisión final pudiera resultar llamativa: se trata de la primera vez que el premiado lleva nombre de varón y también la primera vez que va a parar fuera de las fronteras estatales. El galardón es para Stieg Larsson, el autor que cuatro años antes comenzaría a dar forma a la saga que, sin saberlo, revolucionaría el mundo de la literatura. El escritor sueco, quien falleció de forma repentina antes de haber podido contemplar la repercusión mundial de su obra, fue el encargado de abrir la puerta a una historia, la protagonizada por Lisbeth Salander, atravesada por la violencia. Y lo hizo sin titubeos ni medias tintas, en un momento en el que la violencia machista arrasaba vidas, pero estaba fuera de todos los focos.