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Lejos del capricho, tuiteratura

"Hay un público en Twitter —dice Teju Cole, autor de un ensayo publicado en la red social—, un público que merece ser tratado con la misma seriedad que la multitud del papel".

"Ahora que el público lee cada vez menos, hay que condensar lo que uno sabe todo lo posible", afirma Guillermo Solana, director artístico del Museo Thyssen-Bornemisza.

Hace unos días, Teju Cole, el autor de la muy elogiada Ciudad abierta (que en España lleva el sello de Acantilado), puso A Piece of the Wall a disposición de los lectores, un ensayo sobre emigración de 4.000 palabras a cuya construcción los lectores habían asistido en Twitter (unos 250 tuits publicados en un plazo de siete horas).

Cole es un reincidente, ya en enero publicó en la red social un relato breve, Hafiz, con el concurso de otros 30 escritores cuyos retuits se integraron en el hilo. En esta ocasión, su apuesta incluía que cada persona que aparece en el ensayo tuviera su propia cuenta, de manera que los entrecomillados eran retuiteados e incluidos en el timeline.

A quienes quieren saber si Twitter es la mejor plataforma para presentar su trabajo, Cole responde con otra pregunta: ¿Por qué un trabajo de investigación tiene que aparecer necesariamente impreso en una revista importante? Y, apelando a su memoria (creció en Nigeria), recuerda que en África occidental se dice que "a la gente blanca le gusta tanto el papel, que incluso se limpian sus traseros con él".

"Me gusta el papel —dijo—. Me gusta lo impreso. Pero tal vez no todo tiene que estar en él. Y en el caso de Twitter (y, antes, de los blogs), tengo la fuerte impresión de que hay un público aquí, y un público que merece ser tratado con la misma seriedad que la multitud del papel."

Un público del que no hay que acordarse sólo en los momentos de promoción (quienes aún no escriben para Twitter sí se sirven de la red a la hora de promocionar sus novelas. Pérez Reverte lo hizo, y es sólo un ejemplo). Un púbico cada vez más numeroso.

Tuiteratura

La literatura tradicional se compadece mal con Twitter. Desde luego, la primera frase de El Jarama no cabe en un tuit...

Describiré brevemente y por su orden estos ríos, empezando por Jarama: sus primeras fuentes se encuentran en el gneis de la vertiente Sur de Somosierra, entre el Cerro de la Cebollera y el de Excomunión.

Camus

sí podría haber tuiteado, en dos veces, el inicio de El Extranjero. Primero:

Aujourd'hui, maman est morte. Ou peut-être hier, je ne sais pas. J'ai reçu un télégramme de l'asile : "Mere décédée. Enterement demain.

... 135 caracteres, y después:

Sentiments distingué." Cela ne veut rien dire. C'était peut-être hier.

Pero no es lo mismo. O pensemos en Nabokov...

Lolita, light of my life, fire of my loins. My sin, my soul.

... deteniéndose ahí para luego colocar el resto de ese celebérrimo inicio en un sólo tuit:

Lo-lee-ta: the tip of the tongue taking a trip of three steps down the palate to tap, at three, on the teeth. Lo. Lee. Ta.

Vale, hago trampa. Ellos ni conocían Twitter ni pensaron nunca en hacer una literatura que se escribiera como respiran los que hiperventilan: a arreones. Aunque es notorio que siempre hay voluntarios para hacer el resumen: en 2009, Penguin lanzó un libro, Twitterature, que dejaba algunos clásicos de la literatura universal reducidos a 20 tuits o menos.

Pero no todo se reduce a diverTUITmentos. Desde hace unos años, proliferan los encuentros, los retos, en los que se intenta escribir un texto largo y coherente en dosis de 140 caracteres. Que suelen ser menos, porque el texto ha de llevar un hashtag que lo mantenga unido al resto para conformar la obra única.

No se trata ya de adaptar un texto largo a ese formato castrante, sino de crear pensando en píldoras. Que es cosa bien distinta.

Volvamos atrás...

No sé quién fue el primero de todos, quizá Matt Stewart, quien harto de que las editoriales le dieran con la puerta en las narices, brincó al mundo The French Revolution en 3.700 mensajes de 130 caracteres cada uno. Oportunamente, la publicación empezó el 14 de julio de 2009.

Por esas fechas, Rick Moody se animó a publicar una historia en 153 tuits, en un experimento que realizaba en colaboración con la publicación multimedia Electric Literature. En su defensa, arguyó que en cuanto su mujer le abrió una cuenta en Twitter empezó a ver el contador de caracteres como "una extraña y poética limitación con la que sería divertido trabajar". Lo llamativo es que confiaba en que ese experimento llevara a la gente de vuelta a los libros tradicionales, formato del que se confesaba "verdadero creyente".

En 2010, y en el marco de la Semana Negra de Barcelona, Jordi Cervera se animó con Serial Chicken. Las informaciones de agencia aseguraban que "ni en España ni en Europa hay antecedentes de novelas escritas en o con Twitter, aunque sí han encontrado ejemplos en Estados Unidos y en México".

Precisamente allí, en México, un año después, Mauricio Montiel Figueiras se animó a escribir la novela, @ElHombredeTweed. El reto, declaró, es "mantener la continuidad narrativa; mi estrategia es hacer párrafos novelísticos de 140 caracteres. Y darles una ilación. No se trata de escribir capítulos 'normales', cortar y pegar. El desafío es crear párrafos de 140 caracteres”. Al tiempo, mostraba su sorpresa porque encontraba a los lectores, acostumbrados a leer de forma atomizada, muy receptivos.

En mayo de 2012, Jennifer Egan, ganadora de un Premio Pulitzer, publicó en Twitter un relato de ciencia ficción de 8.500 palabras, en una iniciativa que compartió con The New Yorker.

Sí, los experimentos menudeaban, en solitario o en grupos, y cuando en diciembre de 2012 se puso en marcha el Twitter Fiction Festival, los impulsores subrayaron que, a diferencia de otros, éste reunía a participantes de los cinco continentes, que escribirían en inglés, italiano, coreano, francés y árabe. Eso por no hablar de las normas, puesto que cada participante tenía una hora asignada por día para construir su relato, que venían planificando y que podía incluir enlaces con foto, música e incluso retuits.

Pocos meses después, el director Steven Soderbergh, que acababa de anunciar su adiós a las cámaras, se lanzó a escribir un relato titulado Glue:

Your first memory of her was her neck. Neither of you said anything worth hearing that night, the first of three at the Nacional.

— Bitchuation (@Bitchuation) April 28, 2013

... la historia de un crimen narrada en segunda persona, ilustrada (utilizó fotos) y contada en capítulos que podían contener desde dos tuits hasta decenas de ellos.

Una inspiración

Lo que el exdirector quizá no sepa es que su ejemplo ha cundido. "Durante el puente de mayo del año pasado leí en Twitter que Steven Soderbergh estaba escribiendo una novela corta en Twitter", rememora Guillermo Solana, director artístico del Museo Thyssen-Bornemisza. "Pensé que yo no podía escribir una novela, pero sí una guía del museo Thyssen. No lo pensé más. Retrospectivamente, supongo que mis propósitos eran (1) la promoción del museo en las redes sociales; (2) la promoción de mi presencia (entonces muy reciente) en Twitter; y, quizá lo más importante (3) el experimento de inyectar contenido en grandes dosis en el medio menos adecuado para ello." El resultado se puede leer en #Thyssen140. "Estoy contento. Yo creo que es lo mejor que he escrito hasta la fecha (eso puede dar una idea de cómo es lo demás)."

En cuanto a si se puede escribir un texto largo, más largo que ése, y sesudo tuit a tuit... "Los lectores deben juzgarlo. Desde Heráclito hasta Nietzsche hay grandes filósofos que escribieron aforismos —dice Solana—. No me comparo con ellos en absoluto, jajajaja, mi desafío era más práctico. Ahora que el público lee cada vez menos, hay que condensar lo que uno sabe todo lo posible."

Y buscarle allí donde se encuentre.

"Hay un público en Twitter —dice Teju Cole, autor de un ensayo publicado en la red social—, un público que merece ser tratado con la misma seriedad que la multitud del papel".

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