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Aroa Moreno novela el dolor de las madres: "Más que secretos, en las familias hay preguntas que no se hacen"

Aroa Moreno Durán junto a Clara Morales y Lara Moreno durante la presentación este viernes en la Libreria Alberti.

Memoria histórica e incomunicación familiar. Tres mujeres de un mismo linaje y generaciones distintas. Una saga de nieta, madre y abuela en la que los límites entre lo íntimo y lo político se funden para recorrer un siglo de nuestra historia más reciente y comprobar lo que queda al descubierto cuando baja la marea. 

Ese es el recorrido que hace Aroa Moreno Durán (Madrid, 1981) en La bajamar (Literatura Random House), nueva novela en la que traza una genealogía que, con sus voces y silencios, se entrelaza con el devenir histórico del País Vasco, desde la Guerra Civil hasta el presente, pasando por la violencia y el miedo de los año de plomo.

"Más que secretos o silencios, en las familias hay preguntas que no se hacen. Más o menos sabemos que las respuestas nos pueden doler y por eso vamos dejando que pasen las generaciones sin obtener las respuestas", plantea la autora en conversación con infoLibre, añadiendo: "Es difícil disociar la memoria histórica de la memoria familiar". 

Y prosigue: "Yo no tengo en mi familia episodios violentos, mis abuelos participaron en la Guerra Civil cada uno de una manera porque les tocó así. Pero me parece que todas las familias pasaron por ahí y no sé qué está por encima, si la memoria histórica que sucedió, que es el vaivén de las olas, o la memoria familiar que somos los barquitos que intentan sobrevivir encima. También puede que las familias estuvieran debajo y solo veamos la superficie".

En la novela, la nieta, Aridane, quiere saber sobre su familia, pero su curiosidad nace del mismo lugar que querer saber sobre el pasado en general. Esa es la premisa con la que deja atrás a su pareja y a su propia hija en Madrid para volver al pueblo norteño donde viven su madre y su abuela (que vivió de niña un exilio en Bélgica durante la Guerra Civil).

"¿Cómo te vas a explicar el presente y cómo te vas a explicar a ti misma si no sabes quien estuvo antes de ti y no sabes lo que pasó en la historia de tu propio pasado?", lanza Moreno aglutinando la esencia de este relato atravesado por el dolor, la memoria, el desarraigo, la herencia y la inquietante sombra de los secretos.

Y que es, asimismo, una honda reflexión acerca de la maternidad y qué significa criar y cuidar de alguien en contextos signados por la violencia, la desesperación, la angustia o la miseria. Inmersas en una marea de emociones tan intensas como contradictorias, las madres de La bajamar cuidan y se asoman con sus cuerpos y sus gestos al amor y la ternura de los vínculos maternofiliales, pero también conocen su reverso: la necesidad de delegar, renunciar, alejarse de sus hijos para protegerlos del mundo y de ellas mismas.

Esas madres son, a su vez, hijas que buscan su lugar y sus verdades en la delicada y cambiante trama de los vínculos familiares, en contextos absolutamente cambiantes. "La novela tiene también un poco de eso, de reconocer la fragilidad de las madres", plantea la escritora: "A las madres les permitimos muy poco sufrimiento, que se tambaleen muy poquito, y en ese sentido los hijos somos muy egoístas".

Es muy duro pensar que alguien se va a ir sin que le hagas la pregunta que siempre has querido hacerle

Una historia trágica nunca bien explicada y sobre la que está prohibido preguntar es la causa de la incomunicación que se transmite por consanguinidad durante las distintas generaciones de esta familia. "Desde ese primer tema del que no se pregunta se levanta un primer muro que pasa después por toda la cadena de generaciones", remarca Moreno.

"Es muy duro pensar que alguien se va a ir sin que le hagas la pregunta que siempre has querido hacerle. Que puede ser desde 'cómo estás', 'qué hacéis' o 'qué te pasó en aquel momento, cómo decidiste irte a vivir a no sé dónde'", reflexiona, animando precisamente por esto a sentarse a hablar y hacer todas esas preguntas antes de que sea demasiado tarde. 

A mantener viva la memoria familiar que es la que, en última instancia, confirma la memoria histórica colectiva por todos compartida. Por eso, señala que cuando escucha eso de que 'hay que pasar página porque ya está bien de la guerra de los abuelos', ella en realidad siente la necesidad de saber porque esos abuelos son los padres de nuestros padres. "Un nexo vital para la vida de alguien, como si yo permitiese que mi hijo no tuviera conocimiento sobre la vida de mis padres", apostilla, reconociéndose en este punto como "el eslabón del medio".

Políticamente, como país, es necesario ya reconocer que hubo dolor y un daño que no ha sido reparado. Es una conversación que hay que tener, pero no tan politizada, sino de reconocimiento y reparación de las víctimas

"Hay que sentarse a hablar, imagina que tus hijos no sepan quién eres tú en realidad", plantea en este punto. "Políticamente, como país, es necesario ya reconocer que hubo dolor y un daño que no ha sido reparado. Es una conversación que hay que tener, pero no tan politizada, sino de reconocimiento y reparación de las víctimas. Socialmente no está tan lejos, porque enciendes la tele y está ahí. Y familiarmente no quiero perder eso porque son nuestros abuelos", reflexiona.

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"Ahora que Ayuso ha dicho que a ella no le hablaron de esto para no mover el odio, creo que en realidad los abuelos y abuelas no hablaban porque se abría otra vez la herida y se hacía cada vez más profunda", remarca la autora, que se ha basado para escribir La bajamar en una historia real de una de las miles de niñas y niños que salieron del País Vasco, de Pasajes (Pasaia), concretamente, donde está ambientada la historia, desde 1936 hasta el final de la guerra.

Esta historia le llegó de la siguiente manera: "Presenté La hija del comunista —aclamada novela de 2017— en un club de lectura y, cuando acabó, una de las personas que estaba allí se me acercó para decirme que quería contarme una historia. Me contó la historia de su madre, de allí de Pasajes, una de los miles de niños que salieron del País Vasco. Que su madre la metió con su hermana en el vapor Habana y acabaron en Bélgica viviendo unos años de exilio para luego regresar a la posguerra española más dura".

El dolor de las madres de distintas generaciones y épocas es el motor de esta historia. El dolor que ha recorrido la intimidad de tantas casas españolas durante el último siglo, pero con una perspectiva diferente. "Hemos hablado mucho de la guerra, de la posguerra, incluso del terrorismo, pero no hemos hablado todavía de qué estuvieron haciendo las mujeres y en concreto las madres. No se ha hablado tanto de la memoria desde la maternidad", remacha Aroa Moreno Durán.

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