Literatura
Literatos a la greña
¡Lo que nos gusta una buena pelea! Estos días atrás, hemos asistido con delectación al duelo sostenido por Francisco Rico y Arturo Pérez Reverte, académicos de la lengua ambos.
Como probablemente saben, el enfrentamiento comenzó cuando don Arturo criticó a la Real institución a la que pertenece, que en la RAE, dijo, “hay de todo. Eso incluye a acomplejados y timoratos (…) algún tonto del ciruelo y alguna talibancita tonta de la pepitilla”, porque se habían desentendido cuando “funcionarios y profesores andaluces pidieron amparo ante unas nuevas normas que pueden obligar a los profesores, en clase, a utilizar el ridículo desdoblamiento de género”.
El periodista Jesús Ruiz Mantilla se hizo eco de la polémica en el artículo Los académicos y las académicas, antesala de otro titulado a la inversa, Las académicas y los académicos, firmado por Francisco Rico, que sin duda se había dado por aludido. Recordaba a su colega, el “alatristemente célebre productor de best sellers”, que la docta casa no está para entremeterse en cuestiones políticas y le acusaba de caer en el vicio que aborrece al hacer la distinción antes reproducida.
En su réplica, el excorresponsal sacó el arsenal completo, incluidos el que se podría pensar que es el verdadero motivo de tanta inquina: Rico “lleva fatal el intrusismo de quienes, aunque sea sin cobrar y para beneficio de la Academia, dentro o fuera de ella, interfieren en su negocio”.
Al poco, el anotador de Don Quijote dio por finalizado el combate con una nota, Soez insulto, a la que Reverte se acogió para cerrar la polémica.
Hasta ahí, el altercado. En el que, como en todos de este jaez, se dirimían cosas que nada tienen que ver con la razón que lo desencadenó. Al cabo, por muy ilustrados que sean, los académicos (no me atrevo a escribir “y las académicas”, no vaya a ser que la liemos) tienen sus querencias, y sus animadversiones, como todo quisque.
Ocurre que las del señor Rico no son de dominio público, en tanto que el señor Pérez Reverte acostumbra a airearlas. Se ha curtido en mil batallas.
Dijo de Francisco Umbral, que previamente había mencionado su falta de estilo, que adolecía de "frivolidad superficial", "incultura camuflada" e "ignorancia asombrosa", e incluso que "a todo eso añade una proverbial cobardía física, que siempre le impidió sostener con hechos lo que desliza desde el cobijo de la tecla".
Dijo de Roberto Bolaño, cuando éste ya había fallecido que se le antojaba “increíblemente avinagrado y aburrido cuando estaba vivo, y me lo sigue pareciendo muerto. Lo de avinagrado se explica porque en vida nadie le hizo caso ni compró sus libros; eso lo malhumoró mucho y solía meterse con otros autores como si ellos tuvieran la culpa”.
Y al decir eso, se convertía en digno heredero de una larga estirpe de literatos polemistas que no han dudado en utilizar la pluma como arma.
Los clásicos
A estas alturas todos estamos ya pensando en Quevedo y Góngora, cuya enemistad se plasmó en mil versos, algunos de los cuales están entre lo mejor de la producción literaria en español.
Se profesaban un odio que aún retumba, se despreciaban en rima y con salero. Escribió Quevedo de Góngora:
Ya que coplas componéis,ved que dicen los poetasque, siendo para secretas,muy públicas las hacéis.Cólica dicen tenéis,pues por la boca purgáis;satírico diz que estáis;a todos nos dais matraca:descubierto habéis la cacacon las cacas que cantáis.
Y Góngora de Quevedo:
Cierto poeta, en forma peregrinacuanto devota, se metió a romero,con quien pudiera bien todo barberolavar la más llagada disciplina.
Pero Góngora también se las tuvo tiesas con Lope de Vega, que había escrito contra los culteranos en general:
Por la lira de Apolo soberanote conjuro, cultero inexorable, que le des libertad para que hable en su nativo idioma castellano.
Pero se dio por aludido:
Patos de la aguachirle castellana,que de su rudo origen fácil riega,y tal vez dulce inunda nuestra Vega,con razón Vega por lo siempre llana:pisad graznando la corriente canadel antiguo idïoma y, turba lega,las ondas acusad, cuantas os niegaático estilo, erudición romana.
Claro que Lope también sufrió la ira de Cervantes, un enfrentamiento que, según defendió Antonio del Rey Hazas, puede ser la génesis de El Quijote. "Lope de Vega se identifica con sus héroes moriscos y a partir de 1602 comienza, no sabemos el porqué, una enemistad muy fuerte entre Cervantes y él que se refleja en múltiples puyas literarias y elogios envenenados en sus obras. En los primeros capítulos de El Quijote hay una clara parodia de Lope de Vega". Como en tantas historias, la de estos dos genios empezó siendo de amor, y desembocó en el aborrecimiento. Lo cual hace pensar a algunos que Lope de Vega tuviera mucho que ver en la redacción del Quijote de Avellaneda. "La idea de que Lope de Vega escribiera el Quijote apócrifo es una teoría de Nicolás Martín. Parece ser que sí escribió el prólogo y que también era amigo del autor."
Y Quevedo protagonizó una fea pendencia con el dramaturgo Juan Ruiz de Alarcón, de cuyo talento dudaba y cuyo físico le proporcionaba material:
¿Quién tiene espaldas con moñode jibas y, bien mesadotiene el pecho levantadocomo falso testimonio?¿Quién para el propio demonioes Coco, con su carilla?Corcovilla
Claro, que el mencionado también encontró argumentos en la miopía y la cojera de su antagonista, y tampoco se andaba por las ramas:
¿Quién el que de bujarrónprofesó en Sicilia y Roma?¿Quién de bardaje en Sodomapudiera ganar ración?¿Quién es este gran varónel señor de Juan Abaden quien toda suciedadcomo en su centro, se moja?Patacoja
Dando un salto de siglos, cuenta la histeria (no hay errata) de nuestra literatura que hallándose Valle-Inclán en el trance de necesitar una transfusión, rechazó la sangre que José Echegaray le ofrecía: "Esa sangre no, que está llena de gerundios".
Y también hubo muchos rencores en la relación entre los poetas del 27 y alrededores. Un botón de muestra: “J.R.J. asesinado en 1934 por sus discípulos: PS, JG, DA, JB y sus paniaguados”. Léase: Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Dámaso Alonso y José Bergamín.
En fin.
En el día de hoy
Pero volvamos a tiempos (más o menos) actuales. Entre quienes no esconden sus fobias está Javier Marías, que cargó contra Cela en un artículo publicado en El Semanal y luego recogido en una recopilación:
“Cuando nuestro actual premio Nobel recibió el premio Nobel que lo ha convertido en premio Nobel, declaré que me parecía la peor noticia posible para la literatura española, ya que suponía la entronización anacrónica de la novela más folklórica, castiza y rancia, contra cuya dictadura los escritores más jóvenes veníamos luchando hacía tiempo. El señor Premio no ha perdonado la osadía de esos novelistas jóvenes que ya no lo somos, necesitado como parece el buen hombre de perpetua unanimidad en la adulación, lo cual hace pensar que tampoco anda muy seguro de su valor.”
“Bien merecido se lo tenía don Camilo”, pensará alguno, porque él también repartió estopa a conveniencia: llamó a Muñoz Molina “doncel tontuelo”.
“Cualquier intento de agotar el asunto en una sentada choca con la profusión de ejemplos”, escribió el crítico literario y periodista Ernesto Escapa en un artículo en el que repasaba alguna de las más sonoras grescas literarias de todos los tiempos.
Quien desee profundizar en el tema, puede (debe, me atrevería a escribir) visitar el blog de Neorrabioso, que recopila más de mil polémicas prolijamente transcritas, tanto de autores de aquí como de otros lejanos.
Y también ha de leer el Manual de literatura para caníbales de Rafael Reig (que recientemente ha publicado unas Señales de humo que se subtitulan “Manual de literatura para caníbales 1”. 1, porque son la precuela: ahora se fija en la literatura española medieval y del Siglo de Oro). Porque, lo escribió el propio Reig, novelistas y poetas “son siempre caníbales: se devoran unos a otros”, de hecho, con su estudio aspiraba a exponer “de forma accesible la compleja cadena trófica del canibalismo literario, en el que cada especie tiene su propio depredador y, a su vez, se alimenta de otra especie diferente”.
“Benet es un tostón”, ha dicho, y también ha criticado al albacea del creador de Región, Javier Marías. "Marías está bien, es como la mortadela, que es nutritiva y barata y yo se la pongo a mi hija en el bocata". Y la puntilla: "Lo que me jode es que me quieran vender la mortadela como si fuera el jamón serrano".
Pero él sabe, o al menos lo proclama, que “el odio entre los escritores llegar a ser amor muchas veces. Todo odio tiene una ración, una parte de amor porque para odiar con inquina a lo largo del tiempo hay que tener mucho interés en la otra persona. Odiar a alguien que te es indiferente es muy difícil. Todo odio tiene amor pero entre los escritores más”.