'Se llamaba como yo', un podcast de memoria contra el silencio: "La Historia deja a mucha gente fuera"

Begoña Urroz Ibarrola se acostumbró desde muy niña a visitar su propia tumba. Bueno, no exactamente. En realidad, su madre la llevaba a poner flores en la tumba de su hermana, también llamada Begoña Urroz Ibarrola, fallecida con apenas 22 meses de vida el 28 de junio de 1960 a consecuencia de las heridas recibidas el día anterior, cuando se produjo una explosión en la estación de tren de Amara (San Sebastián). Nadie reivindicó el atentado y a nadie se le atribuyó, si bien la familia dio por hecho que había sido entonces incipiente banda terrorista ETA, mientras el Ministerio de Gobernación solventaba el asunto culpando al "terror rojo".
El silencio se adueñó de un duelo de sanación imposible. Durante años, en esa casa no se habló. Ni de política, ni de la bomba, ni de la niña. Begoña heredó el nombre de su hermana asesinada y el callado peso de su memoria. No en vano, la bebé Begoña Urroz es considerada la primera víctima del terrorismo en España, si bien, durante mucho tiempo este asesinato quedó olvidado. Cuatro décadas de silencio roto cuando el político Ernest Lluch publicaba en el año 2000 (poco antes de ser igualmente asesinado por la banda terrorista vasca) un artículo en El Correo en el que exponía su tesis sobre la primera víctima de ETA, en la que defendía que no fue ni el Guardia Civil de tráfico José Pardines, ni el policía franquista Melitón Manzanas, sino la bebé Begoña Urroz Ibarrola.
Se tambaleaba así todo lo que la familia había creído saber hasta entonces, lo privado se hacía público, lo íntimo pasaba a ser colectivo. Medio siglo después, el nombre de Begoña ocupaba homenajes, titulares, portadas... hasta llegar al mismísimo Congreso de los Diputados y marcar una fecha en el calendario: el 27 de junio, Día de las Víctimas del Terrorismo. Sin embargo, las investigaciones de las asociaciones de víctimas concluyeron que el atentado no fue obra de ETA, sino del grupo terrorista Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación (DRIL), un efímero grupo hispanoluso antifranquista y antisalazarista.
"Todas las historias que hago nacen de la misma pregunta: ¿cómo pudo ser?", apunta a infoLibre la periodista Isabel Cadenas, directora del podcast De eso no se habla, que cuenta historias silenciadas a lo largo de la historia y que estrena estos días su tercera temporada, Se llamaba como yo. Una serie documental que sigue el viaje personal y político de la otra Begoña Urroz Ibarrola, desde el silencio de su familia hasta el centro del relato público sobre las víctimas del terrorismo en España. Una historia sobre lo que heredamos, lo que callamos y lo que, al fin, decidimos contar. Se llamaba como yo es, asimismo, una investigación periodística de tres años que pone en cuestión uno de los relatos más sensibles de nuestra historia reciente, al tiempo que reflexiona sobre lo difícil que es, todavía hoy, hablar de según qué temas.
"Lo que he querido todo el rato es entender qué pasó y darle a Begoña un relato de que no tenía. Eso ha sido para mí lo más importante", continúa Cadenas, que tardó un año en conseguir que Begoña, participante en el 'grupo de convivencia' de Lasarte —reuniones vecinales donde diferentes víctimas del conflicto se reúnen para hablar—, aceptara conversar con ella. "Las personas que se animan a hablar porque ha llegado su momento. Yo tengo la suerte de estar ahí en ese momento con una grabadora, con un café. Pero la primera vez que le pregunté no quiso hablar, no estaba bien y me dijo que no. Y un año después me dijo que sí de manera muy natural. Creo que hay momentos en los que la gente encuentra su momento para hablar y claramente este fue el suyo", relata la periodista, que le dio toda la confianza posible informándole de todo y dejándole escuchar todo antes de que saliera a la luz.
Lo colectivo no existe sin la carne y sin el cuerpo de lo individual
Después de esas conversaciones y con el podcast ya en el aire, aunque faltan episodios semanales por estrenar, Begoña "ha conseguido entender cosas que antes no entendía", explica Cadenas, usando las palabras consensuadas con la protagonista de la historia. "Cosas que no entendía pero que no son tanto preguntas intelectuales que ella tenía, sino cosas que ella sentía con el cuerpo, por así decirlo", continúa detallando. "Cosas sobre su madre, sobre su padre, cosas que ella había recibido y que de repente ahora las ha podido poner cuerpo también. Ella no entendía por qué su padre se murió tan triste. Sí entendía el duelo de su madre, pero había algo que iba más allá. Y y yo creo que a Begoña, y a todas las personas, nos hace bien hablar y que nos escuchen", señala.
Más aún, seguramente, en el caso que nos ocupa, pues se produce en una familia que pierde a una hija y sufre el durante toda su vida "un duelo silenciado y no resuelto porque no hay culpables". Pasados los años, cuando el nombre de Begoña se pone en el centro del debate público, todo cambia de golpe y se convierte en algo colectivo. "Yo misma crecí bajo el mandato de que los trapos suyos se lavan en casa, de que había cosas de las que uno sabía que no podía hablar. Pensaba que era una cosa de mi casa, pero con el tiempo me di cuenta de que eso pasaba en otras muchas casas, y luego me di cuenta de que igual pasaba en todo el país, que no era una cosa solamente personal, sino que tantas cosas personales juntas crean una constelación de silencios y al final es algo mucho más sistémico, que nos define bastante como sociedad", reflexiona.
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Y aún prosigue: "Yo quería entender lo que había pasado en esta historia, y eso te iba llevando a tener que hacer una radiografía de los últimos 20 años de nuestro país, de nuestros países. Porque la memoria es para mí la historia individual. La historia íntima es la memoria, que acompaña a la historia oficial. Es decir, está la Historia oficial escrita en mayúsculas, en los libros, y luego está la de las personas, que es la memoria, porque la Historia deja a mucha gente fuera. Esa Historia con mayúsculas es lo que escriben unas personas con determinado poder, que tienen acceso a determinadas cosas, por eso hay muchas otras historias que se quedan relegadas y que el ángel de la Historia tiene que recuperar. Tú miras hacia atrás y ves todas las historias que no se han contado, que están ahí y que son contrahistorias. Por eso, es súper importante para mí hacer memoria, que es lo único que hago en la vida".
Está la Historia oficial escrita en mayúsculas, en los libros, y luego está la de las personas, que es la memoria
Aunque desconoce Cadenas para qué puede servir concretamente este podcast, defiende que, eso sí, "siempre hacen falta relatos que además no sean evidentes". Eso es, a su juicio, lo que ocurre en esta historia, "donde no hay buenos y malos, que tiene muchos grises y por eso en el fondo entiendes a todo el mundo". "Hay gente que se ha equivocado, gente que no, es una historia muy compleja", agrega, lanzando una pregunta: ¿Cómo haces para resignificar tu memoria? Piensas que ha sido ETA, es decir, tus vecinos, luego te das cuenta de que no. Eso te cambia. Y luego está ya el tercer plano, que es cómo se ha vivido esto a nivel de sociedad, a nivel estatal, porque se fue construyendo una historia alternativa de esta niña y se la convirtió en un símbolo. Me interesaba cómo una historia que ha pasado tanto tiempo en silencio, de repente empieza a a tener tanto ruido".
Esta es, en definitiva, "la historia de una excepción", a través de la cual se puede contar "todo lo que vivimos". "Hay un momento en el que Begoña dice 'aquí en los ochenta ponían bombas a los bancos'. Y eso todos lo sabíamos y lo teníamos súper admitido como algo normal en aquellos años en el País Vasco", indica. "Muchas estamos tratando de hablar de cosas pequeñas, historias individuales que generan constelaciones que, de repente, si agrandas el foco, te das cuenta de que no son individuales. Pero es que si no es individual, no construyes lo colectivo. Lo colectivo no existe sin la carne y sin el cuerpo de lo individual", termina.