El secreto de las fiestasFrancisco CasavellaAnagramaBarcelona2018El secreto de las fiestas
“Has de saber distinguir a los Hombres-lobo y huir de ellos, porque eres Hombre-tachán. Te lo noto. Es muy fácil ser Hombre-lobo y muy difícil ser Hombre-tachán. Lo malo es que se es una cosa u otra de nacimiento y no hay remedio. (…) Y cuando consigas pensar en eso bien pensado empezarás a averiguar algo sobre el Secreto de las Fiestas”. Desde las primeras páginas de la novela, en las que el joven Daniel Basanta, nos explica, con su voz, honesta, inocente y directa, las historias que le contaba su abuelo, entramos en esa íntima cosmogonía, queremos ser Hombre o mujer/tachán, sin remedio, y descubrir el secreto.
Cuando Francisco Casavella (Barcelona, 1963-Barcelona, 2008) escribió, por encargo de una colección juvenil, El secreto de las fiestas en 1997, supo que tenía entre manos una muy buena novela. Y la reescribió en 2006 en versión adulta, “notablemente corregida y crecida, pero no aumentada”, como escribió el mismo en la Nota del autor a la publicación de la nueva versión. Ahora, Anagrama edita de nuevo la novela y la atrayente voz de Daniel Basanta, nos envuelve y nos obliga a reír, como Chenta, o a sonreír, como Laura, o a intentar mantener la compostura ante el desencanto, como el propio Daniel.
Casavella escribió un relato de iniciación a la vida, una Bildungsroman, una novela de formación en la que el personaje transita de la adolescencia a la madurez, que equivale a transitar de la inocencia al conocimiento, y debe buscarse en un mundo que no entiende y que no desea. El protagonista, y narrador de la historia, nos explica ese recorrido y lo hace seduciéndonos desde la primera frase que nos dirige: “Soy un raro de concurso”.
Esta novela rebosante de comicidad y dolor es la historia de los raros de este mundo, de nuestra historia. La primera persona, el discurso de ese narrador autodiegético, desde una focalización interna fija, egocéntrico, ingenuo, ingenioso y torpe a partes iguales, permite de manera magistral que sintamos junto a él, que dudemos con él, que entendamos sus interpretaciones erróneas, que busquemos con él argumentos para seguir amando la vida. Y nos resulta fácil encontrarlos, porque toda la obra de Casavella transpira vida y pasión.
Las novelas del escritor barcelonés El triunfo (1990), Quédate (1993), Un enano español se suicida en Las Vegas (1997), la trilogía El día del Watusi: Los juegos feroces (2002) Viento y joyas (2002) y El idioma imposible (2003) y Lo que sé de los vampiros (que obtuvo el premio Nadal 2008) destilan un estilo muy personal, una enorme capacidad de contar, de conectar con la cultura popular. El tratamiento de los personajes y una ternura crítica, lumpen y humorística han hecho de él un escritor de culto para muchos. El paso del tiempo y la justicia poética le han convertido en uno de los grandes narradores de la literatura española actual.
La historia narrada en El secreto de las fiestas se inicia en una Galicia rural, poblada de vacas y leyendas, donde Daniel, huérfano de madre y con un padre músico que no puede ocuparse de él, ha vivido con su abuelo y sus tías desde los seis años. Una travesura, fruto de la necesidad de descubrimiento, le devuelve junto a su padre a una Barcelona plagada de modernidad. Es destacable la manera magistral con la que Casavella dibuja el contraste entre la vida de esos dos espacios: una España rural, detenida en el tiempo y una urbe que oculta su gris bajo el disfraz de lo moderno. Dos espacios que, a pesar de convivir en un mismo tiempo, los inicios de la Transición española, nos resultan antitéticos. La soledad del recién llegado a la gran ciudad, una historia familiar que necesitará conocer para conocerse, máquinas del millón que generan sueños, los días de novato en el instituto, que le descubren las relaciones de poder entre iguales, y el primer amor en el que se descubre a él mismo, vertebran el relato.
La historia es una búsqueda de la identidad y en esa búsqueda, como en todas las búsquedas, los mitos juegan un papel imprescindible y las sietes reglas fundamentales en las que, según su abuelo, se basa el secreto de las fiestas van a acompañar a Daniel Basanta en esa exploración hacia si mismo. En la narrativa de Casavella siempre queda demostrado que los mitos se sitúan en la condición humana.
Quimeras y realidades llevan al personaje a un viaje hacia su interior en el que la rareza y la normalidad se cuestionan y se funden. Daniel siempre ha querido ser normal, sin embargo, cuando Chenta, “rara” de la que se enamora perdidamente, le pregunta qué quiere ser de mayor, Daniel le responde: “Normal. (…) Bueno, quería. Últimamente, me va bastante bien siendo raro...”.
Avanzamos a través del relato, llevados magistralmente por la combinación del hechizo del mito, del hechizo del personaje, de un gran dominio del lenguaje y de un ritmo interno que consigue atraparnos, unidos a esas congas que resuenan en toda la novela y que son las congas de la vida a la que Casavella nos quiere sujetar. Y a pesar de que, paradójicamente, él tuviera que abandonarlas muy pronto, seguimos bailando con él, porque El secreto nunca termina.
*Mònica Vidiella Bartual es profesora de Literatura.Mònica Vidiella Bartual
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