En las aguas de octubreMarta López VilarPrólogo de Antonio Crespo MassieuBartlebyMadrid2016En las aguas de octubre
Marta López Vilar (Madrid, 1978) ha publicado, de la mano de la editorial Bartleby, un libro exquisito dentro del panorama poético español de las últimas décadas. Una fuente bien cercana podría ser la poesía de Aurora Luque, pero, en general, En las aguas de octubre atiende a la tradición clásica, grecolatina y mediterránea, aunque también mira, desde las costas de Lisboa (pág. 68), hacia el Atlántico. La Península Ibérica bien podría ser —según Estrabón— las Hespérides en una de tantas localizaciones —sin duda fue de las más acertadas, pues se trataba del finis terrae, del non plus ultra— que se hallaban en Occidente. Y ahí se crea y recrea este bello poemario, que recorre desde las islas griegas hasta las costas lisboetas, pasando por otras tradiciones vernáculas, como la catalana, de la que —por cierto— nuestra autora es una excelente traductora.
Más allá de un espacio geográfico concreto, En las aguas de octubre nos propone una particular cartografía de estirpe fronteriza donde la creación se alza como resultado, articulándose fundamentalmente como interpretación del mito, en el propio nacimiento del lenguaje. Así, en la dialéctica mythos/lógos podríamos encontrar quizá la clave basilar o matricial de este libro, pues brota el lenguaje del silencio, de su reflexión y meditación lírica: "Entra mi ceguera en el cuerpo tibio del lenguaje, / lo hace grito o silencio / antes de borrarse o convertirse en deseo transparente, / figura de polvo que muere al ser tocada" (de "Walter Benjamin escribe (…)", pág. 50). Silencio como territorio de exploración, hibridación desde la que se rebela —y revela— la voz. Nos lo asegura también Antonio Crespo Massieu en su lúcido prólogo: "Desde este desierto, este destierro, esta no tierra, este vacío, esta absoluta desnudez, esta no certeza, desde este silencio roto por una palabra que no sabe causa ni destinatario; desde aquí nos habla la poeta porque este es el lugar en el que nace la poesía" (pág. 11). El poema "Etna" lo propone de otro modo, tratándose del volcán mitológico por excelencia, donde poseía su fragua Vulcano o Hefesto: "Nada de ti puede durar más allá de su nombre / en la distancia, como una línea azul / que cruza el horizonte al pronunciarse / ya no es cielo ni mar, solo vacío" (pág. 58). El vacío —y no la ausencia— podrían concebirse como otra de las claves argumentativas de este libro. Vacío o no-lugar. En las aguas de octubre plantea una serie de monólogos como método argumentativo y hermenéutico de los mitos, para hacerlos propios, proponiendo una vía estética a la desolación de ese presente sin espacio, esa presencia sesgada del ser, siempre agonal y exhausto, siempre recién roto, luchando como una ananké o necesidad frente a la fugacidad del tiempo o la melancolía del otoño, desde ese octubre quebrado y nostálgico que nos arrastra hacia el pasado y sus bucles, como en el breve pero intenso "Anámnesis" (pág. 64): "A veces, es tan leve el dolor / que el cielo se me ofrece / como un recuerdo tibio de los dioses. / Es cuando busco mi nombre, / su frágil consistencia, su silencio".
Todo ello y mucho más nos ofrece este poemario, altamente recomendable, de una autora que ha dado un salto cualitativo, cruzando las aguas del Rubicón de la lírica, y que se ha convertido en una referencia imprescindible para los lectores de poesía en lengua española.
Eurídice
Quédate así un instante,
que esta luz que ahora me cubre
la memoria —ese paraje inhóspito y helado—
nunca convertirá en final lo que ahora brilla
como una lluvia débil cayendo de los árboles.
Es la prueba más hermosa
de estar vivos para siempre.
La única, tal vez.
*Juan Carlos Abril es poeta y profesor de Literatura. Su último libro, Lecturas de oro. Un panorama de la poesía española (Bartleby, 2014).
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