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El animal despierta en su guarida

Juan Manuel Romero

La parte blanda

Sandra Santana

Pre-Textos (Valencia, 2022)

La poesía de Sandra Santana (Madrid, 1978) se centra en el cuestionamiento de la estabilidad del lenguaje, el desvelamiento de sus tramas de poder y la exploración de sus zonas de significación posibles. Ya en el mismo título de sus libros destaca el interés por denunciar la falta de solidez del lenguaje y, en consecuencia, de lo real, desde un tono más metafórico en Marcha por el desierto (2004, 2020) o Y ¡pum! un tiro al pajarito (2014) hasta los más explícitos Es el verbo tan frágil (2008) o La parte blanda (2022), entrega esta última que aquí nos ocupa.

La denuncia no se presenta en clave cínica o pesimista sino desde el análisis melancólico, con instrumentos imperfectos, de un antiguo mito: la referencialidad. Incluso se intuye una reivindicación de la condición carencial, falible, del lenguaje y del ser humano. La lengua, ese “animal / que despierta en la guarida / de la boca” es una parte blanda del aparato fonador, así como las personas somos (por estar llenos de necesidades, de temores, de anhelos) la parte blanda del mundo. Y precisamente en la debilidad, en lo que no funciona siempre bien, en la incertidumbre, también hay una fuerza, un camino: “el valor de lo que / nunca se deja poseer / del todo. Del hambre / que os hace querer / volver a devorar / lo eterno”.

Breves, elípticos, despojados, los treinta y cinco poemas de que consta La parte blanda interpelan al lector mediante un voluntario descolocamiento. Entre lo abierto y lo cerrado, entre lo cotidiano y lo extraño, la comunicación encuentra una grieta, un lugar de apertura del sentido, un lugar de encuentro. De hecho, el uso de la segunda persona del plural, el “vosotros” tan poco frecuente en poesía, funciona como una ruptura de la cuarta pared, una manera de salirse del marco y acercarnos a un discurso que nos concierne: “Os pensáis libres / cuando, exhaustos, corréis / como cazadores”.

Todo el conjunto, que puede leerse como un único poema fragmentado, con sus modulaciones, giros y avances, supone la construcción de ese lugar común. La voz que nos habla lo hace de manera tan directa y apelativa porque dice lo que quiere decir sin paliativos, aunque incomode, o porque sabe que perturba: “Vosotros sois / los imitadores”, dice en el primer poema del libro, comparando la autonomía y la invisibilidad del simio frente a la “capacidad de querer / ser lo que no / es” del hombre, su identidad basada en un deseo que nos ata “a los espejos” y al otro.   

El deseo, en relación permanente con el lenguaje, es el motor primero de La parte blanda y uno de los hilos conductores fundamentales de todo el volumen. Quizá por ello la elección de las citas iniciales: la primera, de Barthes, en defensa de una lengua “visceral, eréctil”, frente al habla “civilizada” simbolizada en la dureza de los dientes; la segunda, más irónica, del Diario de Moscú de Walter Benjamin, donde se materializa una poética de la falta y la insatisfacción: “Quería pedir sopa, y me trajeron dos lonchitas de queso”. También para Deleuze el deseo sería una construcción, un productor de realidad, sólo que el sujeto es igualmente producto del deseo: los deseos, disfrazados de voluntad, “decidieron / hacer nido en vosotros”, afirma Santana. De ahí surge igualmente el aprendizaje de “nombrar / la ausencia”. Los ojos se abren y quieren abarcar “todos los paisajes”, aun sabiendo que lo que aguarda es la decepción, vivir en la pobreza, en la torpeza, en la distancia insalvable entre sujeto y objeto, en la precariedad de los signos para contener la existencia. Estos son los acordes de la secreta “melodía triste” que escuchamos todos de fondo. Y, efectivamente, con las palabras podemos hacernos daño a nosotros mismos: “Es, / en definitiva, su propia rabia / el animal / que muerde al dueño”.

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Lo que más seduce de La parte blanda es la pronunciación leve, contenida, antiretórica, como en voz baja, de un lúcido monólogo interior capaz de instantes de resonancia filosófica y lírica. Hay un tono reflexivo profundo en el que se engarzan de raíz la argumentación semiótica con los grandes dilemas de la vida, aunque sin recurrir ni a lo discursivo ni al anecdotario biográfico, sino que se manifiesta en la sugerencia, la tensión metafórica, la ambigüedad y la indeterminación, es decir, haciendo sitio al silencio. Así, la memoria, la libertad, el desamparo, la percepción, el valor de las cosas, lo humano y lo animal, el amor, la fe y la sospecha, la fugacidad del tiempo, son las cuentas de un collar indescriptible, visible e invisible, que empieza en el simio y acaba en un planeta silencioso, con un ruido blanco de radio abandonada como única señal, aleatoria, del origen.

En versos limpios, austeros, sin un gramo de ornamentación, Sandra Santana nos ofrece un puñado de dudas y certezas sobre los límites de la palabra y la falta de consistencia de la realidad. Poemas inteligentes e intensos, evocadores y certeros, con algunos guiños irónicos, para repensar desde el asombro nuestro lugar en el mundo.

* Juan Manuel Romero es poeta. Su último libro, 'Contra el rey' (Hiperión, 2020).

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