Partes de guerra
Ignacio Martínez de Pisón
Catedral (Barcelona, 2022)
Nos encontramos ante una recopilación de relatos breves que tienen como tema la Guerra Civil española. Se trata de la reedición de la publicada en el 2009, en la editorial RBA, aunque ahora se han añadido cuatro cuentos nuevos: de Rafael Alberti, María Luisa Elío, Alberto Méndez y del propio autor, hasta un total de treinta y nueve. Excepto seis autores que escriben en catalán (Mercè Rodoreda, Pere Calders y Cèsar-August Jordana, el suegro de Juan Benet), gallego (Xosé Luís Méndez Ferrín y Manuel Rivas) y vasco (Bernardo Atxaga), el resto, la gran mayoría, son autores que utilizan el español. De todos ellos se incluye un único cuento, excepto de Manuel Chaves Nogales, Max Aub y Juan Eduardo Zúñiga, de quienes se recogen dos narraciones. Si seguimos con los números, veintiséis son hombres y cuatro, mujeres: Ana María Matute, María Teresa León, M. Rodoreda y M. L. Elío; once de ellos formaron parte del exilio republicano: Alberti, Chaves Nogales, María Teresa León, Max Aub, Arturo Barea (el único, como le gusta recordar a Muñoz Molina, que no tenía un origen burgués), Pere Calders, Francisco Ayala, Lino Novás Calvo, C.A. Jordana, Tomás Segovia y M. L. Elío; y solo tres se alinearon con los franquistas: Edgar Neville, autor del cuento más tendencioso del conjunto, Rafael García Serrano y Luis López Anglada. Por último, solo seis autores siguen en activo, si incluimos al responsable de la antología: M. Rivas, B. Atxaga, Juan Antonio Olmedo, X.L. Méndez Ferrín y Andrés Trapiello.
Estamos ante autores de varias generaciones, del 27 al presente, donde los más jóvenes son B. Atxaga, A. Trapiello, M. Rivas y Martínez de Pisón. Lo que significa que algunos de ellos vivieron la guerra, mientras que otros la recrean, a partir de lecturas, noticias diversas y de su propia imaginación. Otra singularidad supone que la narración de Rafael García Serrano sea un cuento de Navidad: la Nochebuena de la reconciliación, narrada desde el punto de vista de los franquistas. Asimismo, resulta curioso que algunos de ellos no hayan destacado precisamente como escritores de cuentos, sino en otros géneros, así sucede en los casos de Alberti y Trapiello, que apenas lo cultivaron.
Martínez de Pisón comenta que “ha intentado (…) contar la guerra civil, o al menos una gran parte de ella”, siguiendo el curso de los acontecimientos, “desde poco antes del 18 de julio del 36 hasta poco después del 1 de abril del 39” (página 13). La selección -continúa- se ha basado en “la excelencia literaria, pero también he buscado que cada una de las historias contribuyera al carácter sinfónico del conjunto” (página 14). Sea como fuere, debería aparecer en el título o en un subtítulo que se trata de cuentos. Parece que la palabra cuento asusta, que sea veneno para la taquilla… Además, una antología de cuentos no tiene por qué aspirar a ser “una novela colectiva”, como se dice en la contra, quizá podría tacharse -si tanto asusta el término cuento- de narración colectiva. En el prólogo se insiste en lo mismo, pues se habla de “novela colectiva”, de “hipotética novela coral”, a cargo de autores de distintas generaciones. Pero novelas sobre la guerra española hay muchísimas y algunas, muy buenas. El valor de este libro, que es mucho, estriba -en cambio- en que se trata de una antología de cuentos selectos sobre la guerra, casi la única hoy, la más reciente y la mejor armada. Entre las anteriores, pueden señalarse las siguientes: Cuentos de la guerra de España (San Martín, 1970), de José María Gárate Córdoba; Historias del 36 (Río Nuevo, 1974), al cuidado de J. León Ignacio; Contes de guerra i revolució (1936-1939) (Laia, 1982), de Maria Campillo, también muy atinada; 36 relatos de la guerra del 36 (Quirón, 2006), de Lucas Molina Franco; Granada, 1936. Relatos de la Guerra Civil (El Defensor de Granada, CajaGranada, 2007); y 1937. Vidas y bombas (2012), una auténtica rareza, sobre episodios de la guerra en el País Vasco, y en la que se compagina la fotografía con la literatura.
Creo que sabemos bastante sobre las novelas, la poesía y el teatro que tratan de la Guerra Civil española, pero muy poco sobre los cuentos, aunque en el caso de los grandes nombres sí se hayan estudiado. Sin embargo, no disponemos, como ocurre en los otros géneros citados, de un panorama que muestre cómo transcurrió y evolucionaron con el tiempo las narraciones breves que se ocuparon de la guerra civil.
El título me gusta, procede de un verso de Juan Bonilla, suena bien, aunque creo que no responde al contenido, porque los cuentos no son partes de guerra, mera prosa administrativa, sino literatura y, en algunos casos, la mejor que se ha escrito sobre el tema. Hay relatos, lo recuerda el antólogo, que surgen de la decantación de sus autores hacia uno u otro bando, pero lo que ahora nos interesa es su compromiso con la verdad, “la precisión expresiva, la construcción de personajes de carne y hueso, la hondura del conflicto abordado, la sutileza en la creación de atmósferas, la fluidez narrativa…” (página 12). En suma, su entidad literaria y, en segundo lugar, su valor testimonial, sin duda meritorio.
Lo importante es que se recogen cuentos de los mejores libros que ha dado el género: A sangre y fuego (1937), de Chaves Nogales; La cabeza del cordero (1949), de Francisco Ayala; Primeras historias de la guerra interminable (1977), de Ramiro Pinilla; la Trilogía de la guerra civil (2011), de Zúñiga, compuesta por Largo noviembre de Madrid (1980), La tierra será un paraíso (1989) y Capital de la gloria (2003); los Cuentos de Alicante y Albatera (1985), de Jorge Campos; Arraianos (1991), de Méndez Ferrín; y Los girasoles ciegos (2004), de Alberto Méndez. Y es una pena que no llegara a publicarse el libro que, en la primera mitad de los sesenta, proyectó Max Aub para Mondadori, aunque sabemos qué cuentos había elegido, traducidos al italiano, del conjunto de sus narraciones sobre la Guerra Civil.
Nos encontramos con relatos que podrían formar parte de las antologías del cuento del siglo XX más exigentes, tales como “El cojo”, de M. Aub; “El Tajo”, de F. Ayala, aunque yo hubiera preferido el Diálogo de los muertos (Elegía española); Campo de los almendros, de Jorge Campos, aunque prefiera Las naranjas; La gesta de los caballistas, de M. Chaves Nogales; El idioma de los muertos, de A. Méndez; La lengua de las mariposas, de M. Rivas; y Los deseos, la noche, de J.E. Zúñiga.
Y aunque resulte imposible incluir en una antología como ésta a todos los autores significativos, podría haberse añadido a Luisa Carnés (La mujer de la maleta), María Luz Morales, José Jiménez Lozano (La masía), Julia Otxoa (La confesión) o Pablo Andrés Escapa (Cielo distante), por solo sumar unos pocos nombres, entre los otros muchos que podrían añadirse. Sea como fuere, la antología creo que es imprescindible para entender mejor, desde la perspectiva de la ficción narrativa, lo que fue la Guerra Civil española.
Si las novelas sobre la guerra a menudo tienen algo de crónica o reportaje, los cuentos, en cambio, suelen ser fragmentos cruciales de una vida, episodios concretos que a veces simbolizan una existencia entera. En ellos, los personajes muestran una actitud diferente según el momento de la guerra en que transcurre la acción. Desde el punto de vista republicano, transitan de las ilusiones del comienzo de la contienda, y la violencia de los descontrolados, a la exaltación del combate y al deseo de sobrevivir en el largo peregrinaje hacia el exilio y en la derrota. Se han señalado los componentes románticos y novelescos que pudo tener la guerra, el deseo de alguno de sus protagonistas de entrar en acción, y ese aspecto se refleja a veces en los relatos, aunque quizá los que nos impresionen e interesen en mayor medida, aquellos que más nos conmueven hoy, sean las narraciones en las que las víctimas, los perdedores, los meros supervivientes aparecen humanizados, en toda su complejidad vital.
Los cuentos muestran muy bien lo que fue la intrahistoria de la guerra, la vida privada de aquellos que la vivieron o cuyos efectos padecieron, condicionando su existencia y la difusión de su obra literaria. Sea como fuere, la muerte por sí misma se convierte, al fin y a la postre, en la gran protagonista, como han afirmado los historiadores (por ejemplo, Alberto Reig Tapia), pero lo es también de estas ficciones, de estos cuentos. En suma, lo que se desprende de la lectura de la presente antología es que los relatos sobre la guerra civil aportaron importantes matices a los valores que ya tenían la novela, la poesía o el teatro.
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P.S. Buena prueba de que las huellas de la guerra en la literatura continúan interesándoles a los investigadores es el volumen que ha coordinado Joan Oleza, Claves Ibéricas de la Guerra Civil. Memoria y narrativas (Renacimiento, Sevilla, 2023), de próxima aparición; el libro de José Jurado Morales, Soldados y padres. De guerra, memoria y poesía (Fundación José Manuel Lara, Sevilla, 2021); y las publicaciones anuales del Grupo de Investigación Bibliográfica de AMESDE, encabezados por José Manuel Pérez Carrera, quienes desde el 2014, el último volumen aparecido se ocupa de los libros del 2020, están haciendo una labor utilísima para el mejor conocimiento de dicha literatura, sin olvidarse, además, de las ficciones escritas en las otras tres lenguas oficiales españolas. Además, seguimos a la espera de que Movistar + se decida a rodar la serie sobre la Guerra Civil de Rodrigo Sorogoyen.
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Fernando Valls es profesor de Literatura Española Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona y crítico literario.