Los besos en el pan

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Eduardo Mendicutti

Los besos en el panAlmudena GrandesEditorial TusquetsBarcelona 2015

Almudena Grandes viene contando en pasado perfecto – diga lo que diga la gramática, ese pasado verbal que se ajusta como un guante reversible a lo que fuimos y a lo que somos – sus Episodios de una Guerra Interminable, ese espectacular proyecto narrativo sobre nuestra posguerra y la resistencia antifranquista – de 1944 a 1964, con profundos travellings hacia el tiempo anterior y posterior – del que hasta el momento se han publicado tres títulos: Inés y la alegría, El lector de Julio Verne y Las tres bodas de Manolita. Miles de lectores se han embarcado ya en esa larga y potente travesía que Almudena Grandes está trazando con los mimbres básicos de la novela del XIX y los recursos técnicos y expresivos de la novela rabiosamente contemporánea. Miles de lectores esperan ya el próximo título de la serie, que será, como ya está anunciado desde el primer volumen, Los pacientes del doctor García. Y, de pronto, como sin avisar, el instinto, el interés, la mirada, la voz y las voces de la novelista se fijan y comprometen en un exigente y acaparador presente de indicativo: lo que somos en este mismo instante en este país, lo que padecemos nosotros y quienes nos rodean, lo que disfrutamos a pesar de todos los pesares, lo que decimos y cómo lo decimos, los dolorosos restos del naufragio y los admirables ejemplos de supervivencia en medio de las crisis que no sólo los más vulnerables siguen padeciendo, los miedos antiguos amortiguados por la experiencia y la resistencia y los nuevos miedos agudizados por la arrogancia del dinero fácil y por los espejismos de los años de bonanza, y las vidas – captadas por la narradora con sabiduría tan atinada como acogedora y fraternal, de un grupo de hombres y mujeres que viven un barrio céntrico de Madrid – un barrio mestizo en todos los sentidos – y que conforman esta hermosa novela de tan hermoso título: Los besos en el pan.

Cuando la vida en este país era dura de verdad, cuando la pobreza era el paisaje habitual durante las cuatro estaciones del año, nuestros mayores – sobre todo, ellas – enseñaban a besar el pan que se caía al suelo, porque el pan era entonces la referencia casi sagrada de la lucha por la vida y la dignidad. Luego, a lo largo de los años exuberantes que desembocaron en el derrumbe económico y social que tanto nos sigue afligiendo, a todo el mundo le dio por besar coches pretenciosos, pisos aparentemente fáciles de pagar y segundas residencias muy apelotonadas en su mayoría, viajes supuestamente fabulosos a no tan cómodos plazos, toda la cacharrería electrónica habida y por haber… pero el pan no lo besaba nadie, seguramente porque besar el pan era cosa de pobres.

Volvimos a ser pobres y, con el pan en entredicho, hemos tenido que aprender a besarnos al menos a nosotros mismos. Las consecuencias de los desatinos de aquel fugitivo esplendor, y del doloroso pero noble proceso de reconciliación con nuestra propia vulnerabilidad, están es las páginas de esta novela tan vitalista a pesar de tanto quebranto, tan emocionante a pesar de su absoluta falta de paños calientes, tan real a pesar de que lo que para tantos de sus protagonistas tiene de perturbadora pesadilla. A pesar de las penalidades que cuenta, y gracias a que también cuenta pequeños prodigios cotidianos de entereza, pasión y solidaridad, Los besos en el pan es una novela esperanzadora.

Ese barrio inconfundible de Madrid, escenario de la novela, es un barrio que la autora conoce bien porque lleva viviendo en él, en calles diferentes, casi toda su vida. En ese barrio, en el que se mezclan los edificios y las viviendas con mucho empaque con otras corrientes y molientes, en ese barrio en el que “viven familias completas, parejas con perro y sin perro, con niños, sin ellos, y personas solas, jóvenes, maduras, ancianas, españolas, extranjeras, a veces felices y a veces desgraciadas, casi siempre felices y desgraciadas a ratos”, el reto cotidiano de salir a flote, de sobrevivir, se cobra algunas víctimas que no consiguen superarlo, pero propicia también un empeño colectivo, emocionante, en ocasiones lacerante, pero también risueño y luminoso de valentía, fuerza y resistencia.

Como en otras grandes novelas corales que narran tiempos difíciles, y con un registro estilístico que combina con extraordinaria naturalidad la sobriedad palpitante del relato con la prosa más cálida y expresiva, esta historia de historias está poblada por personajes admirables y algún que otro personaje odioso, por amores que salvan vidas y amores que las arropan, por apuestas que salen bien y alguna que sale mal, y por renuncias que desembocan en triunfos y otras que sólo se curan con el tiempo. Todos ellos están muy cerca de todos nosotros, nosotros somos todos ellos.

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ha sido, en cierto modo, una sorpresa – no tanta si se piensa que Almudena Grandes, en sus columnas y artículos, lleva muchos años atenta a la España de cada día – pero es, sobre todo, una nueva demostración de que su autora es una novelista necesaria.

*Eduardo Mendicutti es escritor y periodista. Su última novela publicada es 'Otra vida para vivirla contigo' (Tusquets).

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