Carlos Hernández: "Las democracias van a desaparecer, nos dirigimos a una ley de la selva"

Carlos Hernández de Miguel

¿Qué harías si recibieras un mensaje desde del futuro advirtiéndote de que todo lo (terrible) que parece que está pasando, efectivamente, termina pasando? Descreído como cualquiera, es altamente probable que lo mandaras directamente a la papelera de reciclaje por pura inercia, como tantas veces hacemos todos rutinariamente día tras día. Eso mismo iba a hacer Carlos Hernández de Miguel (Madrid, 1969), pero por fortuna para todos se detuvo a tiempo y se puso a indagar en ese correo electrónico convencido de que ahí había algo. Y vaya si lo había.

Es así como hemos podido conocer el relato de Anne Watts, una periodista que nos escribe desde 2149 para alertarnos de lo que nos espera si no lo evitamos. Que no es otra cosa, como tampoco es tan difícil de vislumbrar, que una época de odio, violencia, bulos y desarrollo tecnológico descontrolado, que a su vez derivará con naturalidad en el fin de las democracias a cambio de una dictadura global en la que viviremos felices, creyendo que habitamos un mundo perfecto, aunque en realidad padeceremos una esclavitud total y eterna.

De semejante magnitud y calado es el aviso de esta famosa periodista del futuro, que presenta el informativo más visto en todo el mundo (ahora conocido como La Comunidad), y que Hernández de Miguel, como buen 'elegido', se ha encargado de corregir, editar y adaptar para hacerlo público en ¡Créeme! (Editorial Soldesol, 2024). "Uno de los objetivos de esta 'no novela' es que venga alguien de fuera a decirnos lo que nos está pasando, porque a veces nosotros mismos no somos conscientes. Ese es el juego que he intentado hacer, que venga alguien, en este caso del futuro, que nos diga '¿pero os estáis dando cuenta de la situación en la que estáis?'", resume a infoLibre el periodista.

Y lo cierto es que ahora, en el año 25 del siglo XXI, somos una sociedad en la que aparentemente no somos conscientes de estar constantemente vigilados por los infinitos dispositivos electrónicos que nosotros mismos introdujimos gustosamente en nuestros hogares, trabajos, centros educativos y vehículos. Al principio nos hacía gracia por inverosímil, pero luego nos acostumbramos y dejamos de darle importancia, porque los teléfonos se anticipaban a lo que queríamos ver después de haber escuchado nuestras conversaciones. Pero esta invasión de nuestra privacidad, marinada con el crecimiento exponencial del odio y un tsumani de desinformación que impide distinguir entre mentira y verdad nos pone a todos a caminar por un desfiladero de ida, pero seguramente sin vuelta.

"Los acontecimientos que vemos día a día nos están atropellando, se está adelantando todo a lo que se advierte en esta 'no novela'. Cosas que parecían impensables empiezan a ocurrir, como acabamos de ver con Zuckerberg subiéndose al carro de la desinformación, diciendo que elimina los verificadores de sus redes sociales (Facebook, Instagram, Threads, Messenger Live y WhatsApp). Eliminar los verificadores es eliminar a quienes se encargaban de acabar con los bulos, ni más ni menos, es así de grave, y encima lo justifican en aras de la libertad de expresión. Muchas de las cosas que se cuentan en esta no novela las estamos viendo ya", remarca Hernández de Miguel.

Y todavía continúa: "Hace no tanto tiempo sería impensable que un presidente de un país democrático amenazara con anexionarse territorios de países aliados, como está pasando con Trump con Groenlandia o Canadá. Eso ya está ahí en lo poquito que llevamos de año, por lo que me temo que este mensaje que llega desde el futuro cada día se parece más a la realidad que vamos a tener que afrontar. Por eso, este libro pretende alertar y agitar conciencias para que seamos conscientes de que, como no hagamos algo para evitarlo, nos dirigimos a una ley de la selva donde las democracias van a desaparecer. No hay otro camino. Van a desaparecer las democracias y nos vamos a ver sumidos en una ley de la selva dirigida por regímenes tiránicos".

Según lo que desde el siglo XXII nos cuenta Anne Watts, tampoco se lo pondremos especialmente difícil, pues la gran mayoría de la humanidad querrá voluntariamente implantarse un chip en el cerebro para no tener que andar con aparatos intermediarios. Habrá, por supuesto, una resistencia en la sombra que luche por encontrar la verdad, que vea en la implantación de esos chips el paso definitivo para la sumisión total, pero en un mundo monitorizado en tiempo real su batalla será especialmente complicada. Quienes controlan la tecnología controlan la velocidad a la que gira el planeta: nunca fue tan fácil para el poder eliminar sin dejar rastro a la disidencia.

"El desarrollo tecnológico que estamos viendo parece que conduce hacia eso", asegura el autor, recordando algo obvio: cada vez se incrementa más el número de dispositivos electrónicos en nuestras vidas y nuestro nivel de dependencia hacia ellos: "En una fase muy inicial, pero ya se han empezado las pruebas de esos chips cerebrales para que la conexión sea más fácil, directa y sencilla. Eso puede provocar una dependencia mayor de la que ya tenemos, que es enorme, y ser una puerta abierta al control absoluto por parte de quienes manejan esas tecnológicas".

Inquietantemente relacionada con la actualidad, la carta de Anne Watts pone el foco en el tecnofeudalismo de figuras como Elon Musk, quien pareciera que solo ahora está empezando a mostrar sus verdaderas intenciones ultraderechistas. "Siempre hemos dado por hecho que quienes controlan esas tecnológicas, esas redes, son 'entre comillas' buenas personas. Ese es un acto de fe que deberíamos replantearnos y el caso de Musk nos lo pone de frente y nos da un bofetón", subraya. "Hoy damos por hecho que hay unos controles y unos sistemas para impedir su uso indebido, pero es que todo está en manos de las tecnológicas y siempre hay alguien detrás", prosigue.

Si de hoy para mañana una democracia se convierte en dictadura, esos gobernantes tiránicos tienen muy fácil identificar a los enemigos

Políticos totalitarios hablando falsamente de democracia y libertad. Multimillonarios que actúan como señores feudales y que detienen, si quieren, la rotación del eje terráqueo desde su teléfono móvil: "Pasado mañana puede estar todo bajo control de unas personas a las que no les preocupe absolutamente nada que se salten esos controles y utilicen toda la información que tienen para controlarnos y para saber todo de nosotros. Si de hoy para mañana una democracia se convierte en dictadura, esos gobernantes tiránicos tienen muy fácil identificar a los enemigos, porque todos hemos mostrado nuestra ideología en las redes sociales. Pero, además, qué fácil tendrían localizarnos y eliminarnos".

Mentir no es libertad de expresión

El ambiente de confusión y confrontación permanente en las redes sociales no es otra cosa que otra pata más de este plan para acabar con las democracias y revertir el orden mundial. Desde la ultraderecha globalizada se ha normalizado insultar y lanzar bulos con la impunidad que otorga el anonimato en nombre de la libertad de expresión. "Pero vamos a ver, mentir no es libertad de expresión. No lo es. Libertad de expresión es dar una opinión, pero mentir sobre un hecho constatable es mentir a secas, y hay que luchar contra eso con todos los medios a nuestro alcance", remarca Hernández de Miguel, lanzando de paso el enésimo aviso a partir de ejemplos como Brasil o el propio Trump en Estados Unidos: "En realidad, quienes quieren restringir y restringirán la libertad de expresión en el momento que lleguen al poder serán ellos, la ultraderecha". 

Este es un proceso que ya estamos viendo, pues esa ultraderecha ha "conseguido darle la vuelta al relato y hacer su discurso más atractivo al presentarse como los antisistema" que en absoluto son. "Hoy hay muchos jóvenes, un porcentaje altísimo de jóvenes de todos los países democráticos, que consideran que los antisistema son personas como Trump o Musk. Estamos hablando de multimillonarios súper poderosos, pero ellos son los antisistema, lo cual es una falacia absolutamente clara que sin embargo ha calado entre la gente", denuncia, al tiempo que insiste en que "se han apropiado de la palabra libertad, se están apropiando de este término, ‘antisistema’, y se presentan como la resistencia frente a un poder oculto, cuando ellos son los millonarios más millonarios con más poder de este planeta".

"Es un salto muy importante y es uno de los elementos que ha hecho variar la balanza y que esa ultraderecha marginal, poco organizada y poco amenazante, se haya convertido en lo que hoy es: una internacional ultraderechista bien coordinada, con un relato bien armado, que no solo seduce a jóvenes, sino también a gente humilde que cree que son los millonarios los que van a salvarles eliminando, encima, los impuestos o el Estado. Ese cambio de discurso y de época debe hacernos muy conscientes de que está ocurriendo y que como no hagamos algo, sobre todo nuestros gobernantes, nos puede conducir al abismo", avisa, mientras habla de una "ingenuidad y quizás algo de impotencia" que está llevando a la "inacción" a los mandatarios "verdaderamente democráticos".

Todos los países son conscientes de que su democracia está hoy mucho más debilitada que hace veinte años

Porque, en su opinión, no se está tomando ninguna medida realmente eficaz para evitar los bulos, el odio o la impunidad en las redes sociales y los medios de comunicación, lo cual nos está conduciendo a una situación en la que "todos los países son conscientes de que su democracia está hoy mucho más debilitada que hace veinte años". "Uno de los problemas es pensar que las democracias son eternas. Otro es mirar alrededor y comprobar que, bueno, el resto de países son también democracias. Pero claro, el problema es que todas se están también viendo agrietadas y son conscientes de ello, con lo que si una de ellas cae, esto puede ser un efecto cascada absoluto en el que detrás de una vayan todas las demás", anticipa.

El germen, para Hernández de Miguel, "ya está ahí", asegura, recordando la reciente encuesta que decía que aproximadamente al 25% de los jóvenes no le importaría vivir en una dictadura siempre y cuando ellos tuvieran una serie de ventajas o de calidad de vida determinada. "Estamos a tiempo, pero esto no se soluciona hablando, esto se soluciona con legislación, medidas y formación en el sistema educativo. Cada día que pasa va a estar más difícil poder revertir esta tendencia", vaticina. "¿Alguien se imagina cualquier televisión o periódico difundiendo imágenes de pedofilia?", se pregunta retóricamente. Y se responde: "Nadie, porque habría una acción inmediata del Gobierno y la Justicia. Pues aquí todas las redes sociales y las aplicaciones de mensajería difunden con absoluta impunidad imágenes de pedofilia, violencia o asesinatos y animan al odio, pero no se les puede meter mano. Soy incapaz de comprender por qué hay esta tolerancia con las grandes tecnológicas, cuando la única respuesta democrática que puede dar un gobierno es castigar, perseguir y exigir responsabilidades si los contenidos son delictivos".

La Justicia y los gobiernos tienen que exigir que estos gigantes tecnológicos cumplan la ley

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Es por ello que subraya que "la Justicia y los gobiernos tienen que exigir que estos gigantes tecnológicos cumplan la ley" y, si no la cumplen y hay que cerrarlos, "se cierran, aunque sea cautelarmente". Lo que para él es "incomprensible" es que, "sabiendo como sabemos todos que corren todo tipo de delitos por estas redes sociales, nadie haga nada". "Están en un estatus muy superior al de los periodistas y los medios de comunicación, que tenemos que responder en cuanto nos pasamos en una apreciación o si mentimos, como es lógico. Toda esta gente puede ayudar a cometer delitos porque da el soporte para su difusión. Legislación, legislación y legislación sin ningún tipo de complejo", plantea, lanzando de paso una "reivindicación del periodismo tradicional por ser, además, "una de las soluciones complementarias" a la legislación de los gobiernos: "Es más necesario que nunca ese periodismo de estar en los sitios para contar lo que ves realmente y no dejarte llevar por lo que se dice, se oye o te llega a través de una red social".

"Es que estamos en el momento en que es más fácil manipular a la sociedad probablemente de toda la historia. Lo estamos viendo día a día", continúa el periodista y escritor. Porque, según explica, el nacimiento de internet y las redes sociales fue una gran esperanza de democratizar la comunicación y dar altavoz a quienes no tenían voz, pero con el devenir de los lustros ha terminado en manos del gran capital de las mastodónticas compañías tecnológicas para "enriquecerse", convertidas ya en "arma de control político". "Nadie duda de que Elon Musk lo hace por motivos ideológicos, pero también puramente económicos", apostilla, antes de añadir un último elemento a la ecuación: la inteligencia artificial, cada vez más y más presente en nuestras vidas, a pesar de estar aún en las primeras etapas de su potencial desarrollo.

Porque, de la misma manera que con la inteligencia artificial sin duda las tecnológicas van a ganar mucho dinero, también van a aumentar su capacidad de distorsión de la realidad y por ello control de la población, como ya estamos igualmente viendo a día de hoy. "Hay que ponerse siempre en lo peor", aconseja Hernández de Miguel, ante una novedosa herramienta que ya nos está impidiendo distinguir la realidad de lo inventado, y que puede alcanzar altos niveles de influencia a través de la mentira en hechos de violencia o en procesos electorales: "Esto ya está ocurriendo, pero aún no hemos visto ese caso extremo. Y parece que a veces tiene que ocurrir un caso extremo, como que haya muertos, por decirlo claramente, para que los gobiernos reaccionen. Creo que no deberíamos llegar a eso y actuar con antelación y legislar para que ese tipo de herramientas no se usen para otro tipo de objetivos como puede ser el de derrocar gobiernos".

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