Club de lectura
Cervantes en el World Trade Center
La tertulia que mantuvimos en el club de lectura de la librería madrileña Enclave de libros en torno a Don Quijote de Manhattan, de Marina Perezagua, se realizó en un día de lo más propicio para ambientar nuestra charla. Estábamos en pleno verano y el clima parecía haberse vuelto del revés: al diluvio se le unió una granizada.
Marina Perezagua, nacida en Sevilla y residente en Nueva York desde hace 15 años, es escritora y nadadora en mar abierto. Licenciada en Historia del Arte, ha trabajado en el Instituto Cervantes de Lyon y ha sido profesora en varias universidades de Nueva York. Es autora de las colecciones de relatos Criaturas abisales y Leche y de la desgarradora novela Yoro, por la que recibió el Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz en reconocimiento del "enorme poder discursivo que abarca historia, ciencia, ficción y denuncia desde la perspectiva del cuerpo". Toda su obra ha sido publicada por Los libros del Lince, fundada en 2008, bajo el cuidado del editor Enrique Murillo, a quien Marina dedica su novela más reciente: Don Quijote de Manhattan.
Con esta novela, Perezagua se aventura a presentarnos las peripecias de don Quijote y Sancho Panza —despojados de sus raíces, su gente y sus recuerdos— en el Manhattan actual. La fórmula no es nueva, pues —más allá de los numerosos ensayos que se le han dedicado al Quijote y de la inspiración que supuso para diversas obras de ficción de autores como Twain, Goethe, Stendhal, Dickens, Hawthorne o Melville, entre otros muchos— contamos con ejercicios literarios contemporáneos próximos al de nuestra autora, como Al morir don Quijote y El final de Sancho Panza y otras suertes, de Andrés Trapiello o Hazañas del capitán Carpeto, de Rafael Reig. En este Quijote de Perezagua encontramos una combinación del cuidado por recrear el estilo de Cervantes del primero con el tono humorístico y la crítica social del segundo, así como numerosas referencias al mundo clásico que también estaban presentes en el original y se suman a la singular mirada de la autora y a la presencia de algunos de los temas y rasgos estilísticos que encontramos en el resto de su obra. Además, si bien Cervantes daba origen con el Quijote a la novela como nuevo género literario, la novela de Perezagua nos llega en un momento en el que hay quienes reflexionan en torno a la quizá inminente transformación del género. ¿Tendrá esto algo que ver con el final distópico que incorpora la autora en su versión?
A partir de la interpretación literal de la Biblia, el nuevo Amadís de Gaula que desencadena la locura de un don Quijote que en su pretensión de cambiar el mundo sigue negándose a distinguir entre los libros y la vida, los protagonistas de nuestra novela realizan un recorrido desde Queens hasta el World Trade Center en el que emulan el itinerario que va del Génesis al Apocalipsis. En este nuevo camino volvemos a encontrarnos con el proceso de aprendizaje de sus protagonistas, que van construyéndose a sí mismos mientras salvan la distancia de sus caracteres antagónicos, se transforman recíprocamente y afianzan sus vínculos.
A lo largo de la narración, a través de un juego de espejos con el original y sin pretender dar respuestas al lector sino hacerle reflexionar, se ponen en cuestión toda una serie de aspectos característicos de la sociedad estadounidense que en buena medida son extrapolables al conjunto de la sociedad occidental actual y representan las injusticias que don Quijote pretende combatir. Para ello, la autora no solo nos presenta un buen número de referencias directas a la primera parte del Quijote, sino que introduce muchas otras correspondientes a la Biblia mientras señala un extenso y variado abanico de valores, prácticas, actitudes, inquietudes, contradicciones, miserias y despropósitos presentes en nuestro mundo y en quienes lo habitamos. Y lo hace siguiendo a Cervantes, pues para plantear las críticas, en lugar de señalar directamente al orden social y político, se sirve del encuentro de sus protagonistas con situaciones en mayor o menor medida cotidianas y con diversos personajes comunes que comparten con ellos sus relatos.
Llama la atención que al igual que en la historia del cautivo Cervantes se introduce a sí mismo en el Quijote, sea en el relato análogo de la novela de Perezagua donde la autora ficciona una de sus experiencias personales: su trabajo en cadenas de comida rápida. La libertad es, al fin y al cabo, uno de los temas fundamentales tanto del original como de esta versión actualizada; razón por la cual quizá Perezagua ha elegido a la pastora Marcela para hacer las veces de una Dulcinea representada esta vez por un edificio tan simbólico como la Freedom Tower.
Encontramos otras muchas analogías entre ambas novelas, entre las que destaca la confrontación del protagonista con su presente histórico y con los tres pilares del estado moderno y contemporáneo: la administración burocratizada, la economía basada en el dinero y la policía (equivalente contemporáneo al ejército regular de la época de Cervantes). Sin embargo, parece que en el momento presente el peso de la economía es mayor que antaño y quizá Perezagua quiere reflejarlo así a través de la importancia que concede en la trama a las alegorías de las aves y de los doce asaltantes mandarines a la piscina de Flushing Meadows.
Además, encontramos numerosos juegos de palabras y metaliterarios que, siguiendo al original, Perezagua utiliza para hablar tanto del lenguaje como de la concepción pasada y presente de la poesía y la novela; así como dos elementos de gran valor simbólico que ya aparecían en la primera novela de Perezagua y resultan fundamentales en Don Quijote de Manhattan: el tiempo y el agua. La autora juega con el tiempo superando su linealidad y reivindicando una sincronía que no solo ayuda al dinamismo de la trama, sino que nos lleva tanto a una estupenda reflexión sobre la novela como género literario como a contemplar el curso de la Historia y la Cultura como un todo; mientras nos recuerda, por otra parte, el anacronismo que representan tanto los protagonistas como los textos que les sirven de guía. El agua, por su parte, permite incorporar a la trama diversos mitos universales presentes en la Biblia que la autora transforma y parodia a su antojo, relacionándolos en ocasiones con problemas actuales como la contaminación de las aguas en el episodio de la ballena.
Una vez en la tertulia, Marina comenzó contándonos cómo surgió la idea de escribir Don Quijote de Manhattan. Nos explicó que después de haber tratado temas sórdidos tanto en su novela anterior como en los relatos que la precedieron, le apetecía trabajar con el humor. Su idea inicial era hacer una "reactualización de la Biblia", recogiendo sus mitos y llevándolos a temas actuales como la inmigración. En ese sentido, nos dijo, EEUU es un desastre. Supone que por influencia de las celebraciones del cuarto centenario de la publicación de la segunda parte del Quijote, se le ocurrió combinar ambas obras presentando en este caso la Biblia como el Amadís a través de una mezcla de humor y tragedia. Más adelante, comentamos las dificultades que puede entrañar la traducción de esta novela —Yoro ha sido traducida a varias lenguas y se publicará en inglés en 2018—, que resultaría más sencilla con un lenguaje contemporáneo que con el remedo creado por la autora.
A diferencia de lo que había sucedido con sus obras anteriores, la autora nos explicó que con esta novela vivió un proceso rápido de escritura que le llevó aproximadamente tres meses a los que se sumó el posterior proceso de edición. Aunque no acostumbra a releer libros, la autora confesó que ha leído el Quijote varias veces, y nos explicó que la redacción le resultó fresca y fluida. En cuanto a la Biblia, nos contó que al ponerse a escribir no fue demasiado consciente del itinerario que va del Génesis al Apocalispsis, pues no suele trabajar con esquemas. Además, nos habló del proceso de edición, en el que no hubo cambios de estructura pese a la tendencia de su editor y su agente a sugerirlos en sus obras anteriores.
A lo largo de la tertulia comentamos diversos aspectos de la novela: la adaptación del lenguaje, para la que se sirvió de un audiolibro del Quijote que le ayudó a establecer el tempo, así como de las sugerencias del cervantista mejicano Ignacio Padilla sobre el uso de palabras del Siglo de Oro; la voz narrativa, que tenía claro desde el principio que debía ser una tercera persona; la explicación del estado en que aparecen Sancho y Quijote al inicio de la novela, y de lo que les sorprende (y lo que no) de este nuevo tiempo y lugar; los motivos para ubicar la historia en el Nueva York actual, donde la autora encuentra lo peor y también lo mejor de la conducta humana y donde además resulta verosímil que los protagonistas pasen desapercibidos. Hablamos también de la presencia del agua y la ausencia de coches en la novela, así como de algunas descripciones de gran impacto como la de la Torre de la Libertad llorando o la de la masacre en la piscina de Flushing, que nos llevaron a comentar las secuelas de los atentados del 11-S en los habitantes de Nueva York.
Hablamos de la sincronía como mundo ideal que está presente en sus dos novelas, y de cómo la autora tiene interés por romper lo lineal y le gusta que, en sus obras, desde el principio se pueda intuir el final y que al final te puedas remitir al principio; es decir, que en cada parte esté el todo. Emilia comentó que el mundo práctico, real, es la diacronía y que en la novela está representada por Sancho. Esto nos llevó a comentar que este personaje adquiere en Don Quijote de Manhattan un protagonismo mayor que en el Quijote de Cervantes, así como a constatar una mejor relación entre los protagonistas que podría venir explicada por aquella historia previa que no recuerdan. Hablamos también del juego especular que propone la autora, sobre todo con la primera parte del Quijote, y del juego entre ficción y realidad donde lo real (aquellos aspectos del Nueva York actual que son criticados por la autora) resulta increíble mientras que las peripecias de los protagonistas resultan de lo más verosímiles; hecho que Marina explicó afirmando que cuando leemos estamos dispuestos a creer más fácilmente en aquello que se nos presenta de forma alegórica.
Marina nos explicó que en sus obras trata temas sociales de manera espontánea, no con una intención explícita sino porque los observa en el día a día y le preocupan. Nos habló de casos reales como aquellos que han inspirado la historia de Zoraida o la de la ballena en la novela; de la dureza de las leyes estadounidenses que se ceban con los jóvenes y con frecuencia con las minorías étnicas y los estratos socioeconómicos más bajos; del sistema sanitario estadounidense, privado y muy costoso y en el que apenas tiene cabida la prevención; de la comunidad china adinerada de Nueva York; así como de la situación política que atraviesa EEUU y que ha empeorado con la presidencia de Trump, llegando a afectar incluso a las relaciones entre vecinos.
Al hilo del comentario de Carmen acerca de la osadía de la autora al trabajar sobre los dos libros más publicados, traducidos y leídos de la Historia, Marina reflexionó en torno a los lectores, la crítica literaria y el mundo literario español, y nos habló de la comunidad de escritores latinos residentes en EEUU de la que forma parte y de la dificultad de vivir solo del oficio de escritor. Debatimos sobre los contrastes entre EEUU y Europa, tanto en cuanto a los medios académicos y los recursos destinados a la investigación como en cuanto a las bibliotecas, el coste de la educación universitaria, de la sanidad y de la vida o el día a día de quienes habitan ciudades como Nueva York. Y la autora nos habló de la buena acogida que ha tenido su obra en México, a donde viaja con frecuencia y donde ha encontrado también llamativos contrastes.
Toda la conversación estuvo salpicada de numerosas anécdotas personales de Marina o de su entorno próximo que explicaban diversos aspectos de la novela o de los temas en ella tratados. Además, la autora nos habló de su faceta de nadadora en mar abierto y de sus entrenamientos en apnea, práctica acuática que aparece en sus dos novelas.
Marina nos confesó que aunque su idea inicial era escribir una segunda parte de este Quijote suyo, al terminarlo se le ha ocurrido algo inesperado y actualmente trabaja en una novela documental sobre el corredor de la muerte. Nos contó su experiencia en proyectos carcelarios y cómo la trama de este nuevo trabajo es ficción pero la atmósfera y algunos testimonios son reales, nos habló de la población reclusa que lleva desde 2001 en espera de juicio tras el 11-S y de la arbitrariedad en la imposición de medidas de aislamiento, poniendo como ejemplo el caso de Damien Echols cuya inocencia se demostró tras casi 20 años en el corredor de la muerte, diez de los cuales estuvo recluido en celdas de aislamiento. Puesto que Marina no lee ni escribe varias cosas a la vez, tendremos que esperar a que llegue el momento de animarse a escribir esa segunda parte de Don Quijote de Manhattan.
Para finalizar, la autora nos habló de la obra de autores españoles residentes en EEUU como Eduardo Lago, Willy Uribe, Elvira Lindo o Antonio Muñoz Molina, y nos recomendó leer, también, a algunos autores latinoamericanos como Alberto Chimal, Mario Bellatin, Rosa Beltrán o Jorge Volpi, así como la obra del neurólogo británico Oliver Sacks. Estas recomendaciones se vieron complementadas por Inés que, al hilo de la novela en que está trabajando Marina actualmente, nos habló de El vagabundo de las estrellas, de Jack London. Por mi parte, aprovecho para recomendar Quijote y los invencibles, de Erri de Luca, que leí la misma noche de la tertulia y resultó en interesantes reflexiones, así como en un auténtico descubrimiento de algunos poetas y el reencuentro con otros ya conocidos.
A lo largo de la tertulia pudimos tratar más temas que harían esta crónica aún más extensa, y hubo otros que se nos quedaron en el tintero. Será un placer volver a contar con Marina Perezagua en próximos encuentros. La esperamos.