España no es un único adjetivo
España diversa. Claves de una historia plural
Eduardo Manzano Moreno
Crítica (2024)
El tiempo pasa, la Historia se reinterpreta, y nada es inamovible, ni siquiera en el pasado. De las interpretaciones estáticas de una historia de España concebida como unidad de destino en lo universal que enturbiaron muchos conocimientos —y lo siguen haciendo, vuelven trompeteras—, hemos alcanzado una concepción de la historia de España que puede desembarazarse de las riendas de la catolicidad y el seno castellanista.
En esa nueva tradición se imbrica España diversa, de Eduardo Manzano Moreno. Nueva, sí, pero abierta con una cita de Baltasar Gracián que ya avisaba de la diversidad española. El empeño unitarista ha tenido como centro de gravedad la unión espiritual y religiosa del país y su engarce con la lengua franca castellana que a la mayoría de los habitantes de este país une y sirve de entendimiento común. Manzano nos muestra la historia de la riqueza lingüística, de las comunidades marginadas de posición dentro de esa interpretación limitada de la historia: así como al-Andalus no fue un paréntesis, la tradición de Sefarad no es un exotismo ni la herencia visigoda fue un legado incólume, ni la romanización un proceso homogéneo, ni la unificación borbónica un éxito, ni el carlismo se evaporó. Estos no son ni pueblos extranjeros solapados en la historia de España, ni ideologías y procesos extintos sin consecuencia, sino parte esencial de su construcción, y explican quiénes somos hoy.
Por mucho que se niegue la existencia de esta diversidad, que tozudamente sigue mostrándose entre los habitantes quienes, al fin y al cabo, son los que conforman el presente y conformarán el futuro del país. España no es, como algunos insisten en presentarla, un resultado espiritual, pulcro, puro y esencial. La homogeneidad, apenas presente en la naturaleza o la cultura, tampoco existe en la historia de España. No hay un espíritu único que defender en el pasado, y no es necesario crear ese mismo concepto espirituoso en Cataluña, Euskadi o Andalucía, si no es válido para España. Son construcciones. Todo nacionalismo adolece de la misma limitación.
Las interpretaciones restrictivas son excluyentes, ya que el exégeta tiende a proyectar en los hechos del pasado sus propias convicciones, y eso solo puede realizarse por una interpretación conscientemente sesgada, ideológicamente tasada y vocacionalmente embrolladora. Un mosaico, como la historia de España, es incómodo para la visión unitarista. Ese mosaico exige la asunción de incómodas disquisiciones. Hay un interesante paralelismo que abre el libro: sitúe la península ibérica en el corazón de Europa, traslade mentalmente esa extensión de tierra y verá cómo pueden convivir el carácter y la lengua de los frisones con la singularidad de los piamonteses. Ese contraste es con el que convivimos en la península ibérica desde tiempo inmemorial, de hecho, es el tiempo el que nos hizo diversos. Las ideas arrolladoras de igualamiento son fenómenos modernos, y ni siquiera la globalización consigue aplanarnos a las comunidades humanas, homogeneizarnos del todo, al punto de convertirnos a un único adjetivo.
Cerrando círculos
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La intención de aplanar la diversidad y fomentar un igualamiento cultural, tal y como se vocea desde la derecha más rancia —poco documentada y con una torticera voluntad de confusión y aprovechamiento—, se suele fundamentar en el miedo al exterior, en frases como “por la caridad entra la peste”, sacadas de contexto. Ni la izquierda, como señala el autor, tiene una consistente manera de interpretar la historia del país. Sea como sea, la exclusión es tan difícil de mantener como imposibles son las expresiones con pretensiones de puridad genética como “raza”, “patria” o “nación”. La diversidad española se manifiesta en sus lenguas, en sus sistemas jurídicos, en su historia institucional y administrativa, y en las características culturales de pueblos transversales (como los gitanos, por ejemplo). Esta variedad no solo abarca el territorio, el tópos, sino también las diferencias socioculturales.
Somos el producto de lo sucedido, y en ello abunda Manzano, en localizar los orígenes silenciados de esta variedad en la que vivimos, de esta España Diversa, los verdaderos tesoros no se encuentran en borrar las líneas y efectos de la Historia, sino en hallarlas, integrarlas, comprenderlas y asumirlas. Valga para el concepto “España” como para el concepto “Cataluña”, o, como se pretende en los últimos años, incluso el concepto “Madrid”.
* Alfonso Salazar es escritor.