Faciolince: "Putin, Trump y Netanyahu son amenazas y creen que los débiles deben plegarse ante los fuertes"

El escritor colombiano Héctor Abad Faciolince en la Feria del Libro de Madrid

Héctor Abad Faciolince (Medellín, 1958) aceptó a mediados de 2023 una invitación para asistir al Festival Internacional del Arsenal del Libro de Kiev. Ya hacía un año que había comenzado la invasión rusa sobre Ucrania y el plan era estar allí tan solo una tarde para conocer y agradecer, al fin, a las dos jóvenes editoras, Maryna Marchuck y Anabell Sotelo, que habían publicado en ucraniano su novela El olvido que seremos.

Sin embargo, el programa inicial se extendió en el tiempo y (peligrosamente) en el espacio y el autor se encontraba en Kramatorsk, a 21,6 kilómetros del frente de guerra, cuando un misil ruso de alta precisión con seiscientos kilos de explosivos estalló a las 19:28 del 27 de junio de 2023 contra la pizzería en la que estaba cenando con cuatro acompañantes: el diplomático colombiano Sergio Jaramillo, la periodista igualmente colombiana Catalina Gómez, la escritora ucraniana Victoria Amelina y el guía local Dima Kovalchuk.

El ataque hirió a sesenta personas y asesinó a trece, entre ellas Victoria Amelina, fallecida pocos días después a causa de las heridas. La novelista fue la única víctima en esa mesa de cinco comensales que minutos antes de la salvaje agresión había cambiado sus asientos para que Faciolince, medio sordo de su oído derecho, pudiera escuchar mejor a Jaramillo. Y, sí, efectivamente, Victoria ocupaba la silla anterior del escritor cuando la luz se apagó y súbitamente la vida se transformó en muerte.

Todo eso y mucho más nos cuenta ahora Héctor Abad Faciolince en Ahora y en la hora (Alfaguara, 2025), una narración intensa, basada en una experiencia personal extrema. Una crónica a través de la cual el autor vuelve a los temas que han generado lo mejor de su literatura: los efectos devastadores de la violencia y la guerra, la indignación por la muerte de los inocentes, la culpa y el estupor de quien no ha caído, y su inapelable impulso de contar lo presenciado y reflexionar sobre lo azaroso de estar vivo para contarlo. Y en esta conversación con infoLibre lo cuenta.

¿Qué es Ahora y en la hora?

Ahora y en la hora es un libro que trata de contar un momento que ocurre en un ahora y en una hora en la que yo creí que no solo yo me moría, sino que nos moríamos muchos al mismo tiempo. Pero esa hora de nuestra muerte fue tan importante que no bastaba con contarla en un solo párrafo, sino que quise explicar en este libro cómo la vida nos llevó a varias personas, a cinco, concretamente, a estar juntas alrededor de una mesa donde, por un acto de malevolencia casi nos matan a todos. Pero no nos mataron a todos nosotros, aunque sí que mataron a trece personas más e hirieron a otras 62. Este libro es, además, la crónica y el ensayo de un viaje a Ucrania.

¿Es también una confesión catártica? Asegura que la guerra impide que salgan las palabras, que devora incluso los signos de puntuación.

Más que una catarsis, fue un esfuerzo. Porque a pesar de que escribir me enfermaba aún más que quedarme callado, yo sentía la obligación y la responsabilidad de hacerlo aunque mi mente y mi cuerpo me pidieran no hacerlo. Lo que yo quería era no pensar en eso, tratar de olvidarlo, dedicarme a otras cosas, de consolarme, consolar a mi familia, a los que quería y a los que les había pasado esto, por los horrores que habían ocurrido. Pero como mi oficio es escribir y quería entender bien qué había pasado, me obligué de todos modos, no por catarsis, sino a pesar de que fuera un atragantarse.

¿Ese es el destino del escritor?

No creo que el destino del escritor sea sufrir mientras escribe. Afortunadamente, he escrito muchos libros con gran alegría, divirtiéndome, riéndome, con placer de salirme de mí mismo, de no tener que pensar en mí mismo, de contar cosas que me parecían literarias, hermosas, simétricas. No siento que mi destino sea sufrir, así como mi destino no tiene señalado el día de mi muerte. Pero, a veces, cuando eres escritor, aunque seas un escritor hedonista que lee y escribe por gusto, nos toca por obligación escribir. No digo por obligación leer, porque ahí no hay ninguna obligación, pero en este caso concreto yo sentí la obligación de escribir este testimonio porque había una persona que se dedicaba a denunciar crímenes de guerra y ya no lo podía hacer porque padeció ella misma un crimen de guerra. Y como esa mensa en la que estábamos juntos yo era el que escribía, sentí el deber moral de hacerlo yo.

No creo que el destino del escritor sea sufrir mientras escribe. Afortunadamente, he escrito muchos libros con gran alegría, divirtiéndome, riéndome, con placer de salirme de mí mismo

Esa persona era Victoria Amelina, que terminó siendo la víctima número trece del ataque. ¿Quién era ella? Su corazón late en estas páginas.

Así es. Victoria era una mujer muy joven, de 37 años, nacida en Leópolis en 1986, poco antes de la catástrofe de Chernóbil. Una mujer que había estudiado Sistemas Informáticos pero se había dedicado a la literatura, a los cuentos infantiles y a la novela, con una de hecho excelente traducida al español que se llama Un lugar para Dom, narrada por un perro. Pero después de la invasión de Rusia y Putin a Ucrania, en su indignación, en su dolor y en el duelo de tanta gente y en la destrucción de su propio país, resolvió dedicarse a documentar los crímenes de guerra y a tratar de impedir que una vez más Ucrania padeciera el exterminio de toda una generación de escritores, artistas, músicos, científicos y pensadores, como había ya ocurrido en el país varias veces en los últimos dos siglos. Ella pensó: "Esto no nos puede volver a pasar, tengo que luchar para que esto no nos pase a los escritores, para que no nos maten, y para que el mundo sepa que nos están matando me voy a dedicar a escribir contra los que nos matan". En esa lucha contra los que les estaban matando, la mataron también a ella.

Me llené de pensamientos supersticiosos, de culpas y confusión

Victoria Amelina estaba sentada en la silla que usted ocupaba minutos antes del ataque. Un cambio de posiciones en la mesa que lo cambió todo.

Uno vive en un azar permanente, tira dados todo el tiempo, pero todo es como medio intrascendente. Uno piensa en coger el Metro o coger un taxi porque tiene prisa, y luego si de repente el taxi se accidenta y uno se fractura la columna vertebral y queda inválido para siempre se queda pensando: "¿Por qué cogí ese taxi, maldita sea, en lugar de haber cogido el Metro como siempre?". Uno todo el tiempo está tomando decisiones en las que no sabe si va a correr un riesgo o no. Cuando esto pasa, cuando yo me cambio de sitio en una mesa por sordo, porque quiero oír a una persona que vocaliza poco, y alguien ocupa esa silla y sobre esa silla cae metralla, un trozo de metal, un vidrio y penetra en el cráneo de esa persona y la mata, uno se enloquece pensando: "Este era el sitio y el momento y el ahora y la hora de mi muerte". Cuando eso pasa, como a mí me ocurrió, uno pierde la capacidad de razonar ordenadamente. Me llené de pensamientos supersticiosos, de culpas y confusión. Por el libro no es solo el relato de lo que Victoria ya no puede decir, sino también el relato de mi confusión.

Putin, Trump y Netanyahu piensan que es legítimo repartirse el mundo por el simple hecho de que son más fuertes que los otros

Ahora y en la hora también es el dibujo histórico de un país, Ucrania, que es en realidad un perfecto desconocido para la gran mayoría de nosotros, tanto en América como en Europa.

Exacto. Un país lejano, con una lengua más extraña, que se lo han repartido varias veces Polonia, Sucia, Austria, Alemania, casi siempre Rusia... No sabemos de verdad bien cuál es la historia de ese país, qué es lo que quiere, qué es lo que los jóvenes están diciendo allí, qué pretenden. Pero después, cuando uno acaba de entender algo tan sencillo como que los jóvenes de Ucrania prefieren pertenecer a la Unión Europea que a la Federación Rusa, algo lógico para cualquier persona más o menos sensata, le parece una preferencia bastante normal. Si yo fuera joven haría lo mismo, y yo siendo viejo también votaría por eso.

Putin, como Trump, quiere 'make Rusia great again'

Afirma que "Putin es el dictador más parecido a Hitler desde 1945". ¿Es Putin la amenaza más peligrosa en este mundo repleto de amenazas?

Yo creo que tenemos tres amenazas muy parecidas, tres hombres que creen en la autoridad y en la fuerza y en que los más débiles se deben plegar ante los más fuertes. Putin fue quien inauguró esta tendencia, pero tiene sus discípulos amados en Netanyahu y Trump, pues todos ellos piensan que es legítimo un poco repartirse el mundo y crearse zonas de influencia y de protección alrededor de sus países por el simple hecho de que son más fuertes que los otros. Putin, como Trump, quiere 'Make Rusia great again'. En el caso de Netanyahu, entiendo que hayan querido construir el Estado de Israel por el trauma judío desde el holocausto y desde antes, pero no entiendo que lo hagan cada vez más grande invadiendo cada vez más territorios palestinos y además exterminándolos.

Espero que Europa se pellizque y se dé cuenta de que lo han construido es algo que para los que venimos de otras partes del mundo es el referente de libertad, de democracia y de unión de países distintos

Todo esto y mucho más está ocurriendo en un momento en el que, remarca, "el fascismo se obstina en renacer en muchas partes del mundo". ¿Igual el siglo XXI no era tan futuristamente bonito como lo imaginábamos en el XX?

Las últimas cosas que están pasando, por lo menos en la parte norte de América, son aterradoras. Europa resiste pero también hay síntomas gravísimos en Europa de gente que prefiere el autoritarismo y las figuras de hombres fuertes que 'rediman del desorden y de la decadencia moral a los europeos'. Yo espero que Europa se pellizque y se dé cuenta de que lo han construido desde 1945 es algo que para los que venimos de otras partes del mundo es el referente de libertad, de democracia y de unión de países distintos, con lenguas diferentes, que resuelven no hacerse la guerra. Ese es un referente muy importante para el mundo. Si ustedes lo dejan caer, ya no sabremos para donde mirar, porque ahora, seguro, ya no estamos mirando ni a la ex Unión Soviética ni a los ex Estados Unidos.

En Gaza los niños tratan de salir por un túnel a buscar comida y si asoman la cabeza les disparan

Hay un aviso bien claro en Ahora y en la hora: "El siglo XXI avanza entre guerras genocidas e imperialistas".

De hecho, a mí me atormentaba tanto la venganza criminal de Netanyahu que, mientras escribía este libro de testimonio directo y crónica sobre Ucrania, quise también escribir una novela sobre la hambruna de Gaza, porque me había impresionado mucho la hambruna de Ucrania, el 'holodomor'. Y es que estaba viendo en directo, en el mismo año en que estaba escribiendo sobre la historia de Ucrania, una hambruna, un exterminio por hambre y por sed de todo un pueblo que está viviendo como en un gueto, como el gueto de Varsovia, donde los niños tratan de salir por un túnel a buscar comida y si asoman la cabeza les disparan en la cabeza. Por eso, también traté de escribir al mismo tiempo una novela sobre un viejo que va a Gaza a tratar de meter comida de contrabando. Eso no salió porque a mi mujer, que es editora, y mis editoras de Alfaguara, les pareció que era muy raro eso de mezclar la ficción y la realidad. Por eso, esa parte de ficción fue podada del libro, lo cual me parece muy acertado estilística y literariamente. Pero quiero declarar que no porque me ocupo de la guerra de Ucrania y no porque condene a Putin bendiga lo que al otro lado del Mediterráneo están haciendo.

Cuando sientes que la muerte te respira en la nuca se te despierta un deseo enorme de vivir rápido

Relata también en Ahora y en la hora cómo la vida emerge en tiempos de guerra, con la cultura como arma de resistencia.

Es que la gente se sigue enamorando en tiempos de guerra. Cuando tú sientes que la muerte te respira en la nuca se te despierta un deseo enorme de vivir rápido. Eso no impide el deseo de vivir, sino al contrario. Lo que tú piensas es 'si me van a matar yo tengo que vivir pronto todo lo que pueda'. Eso en Colombia es clarísimo, y por eso cuando era el país más violento del mundo, salía altísimo en los índices de felicidad humana, porque la gente vivía haciendo fiestas antes de que la mataran. Los jóvenes decían 'no hay futuro' y algunos se dedicaban a matar o lo que sea, pero otros se dedicaban a tratar de gozar en un carpe diem absoluto, a vivir que son dos días. Y ahí era literal que podían ser dos días. Yo creo que las guerras siempre han sido así, porque no se puede guerrear a todas horas, todo el tiempo en todas partes, y por eso las guerras tienen batallas, aunque ahora no hay que movilizar un ejército contra otro, pueden mandar un misil supersónico desde cientos de kilómetros de distancia y matar un montón de gente sin ver la sangre de nadie.

¿Organizar una feria del libro en Ucrania, o en cualquier lugar en conflicto, es un acto heroico?

Sí. Porque, entre otras cosas, a los rusos les encanta tirar misiles donde hay aglomeraciones de personas. Claro que la cultura es un acto de resistencia, y es justo lo que intentaba organizar Victoria. Ella fundó, en una ciudad que se llama Niu York, en el este de Ucrania, un festival literario infantil, porque quería que los niños leyeran para empezar a gestar el nuevo renacimiento cultural ucraniano. Por eso también era tan bonito que estas dos chicas de 23 y 24 años, Maryna y Anabell, fundaran una editorial que se llamara Macondo para traducir al ucraniano a escritores latinoamericanos.

Ese es el inicio de esta historia, de hecho, cuando allá por 2019 le escriben para contarle que quieren traducir al ucraniano El olvido que seremos. Una novela que, además, una vez empezada la invasión, leían en voz alta en los sótanos del Teatro Inglés de Kiev, convertido en refugio.

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Efectivamente, y ese es otro acto de resistencia cultural. Después, en los primeros días de la invasión, cuando Putin creía que iba a ganar en cuestión de semanas, igual que lo creía Biden y por eso le ofrece a Zelenski un avión para sacarle de allí, una de mis editoras, que también es actriz, Anabell, cuyo compañero es director del Teatro Inglés de Kiev, organizó un refugio antiaéreo en los sótanos del teatro y allí leían libros en voz alta para los vecinos, entre ellos El olvido que seremos. Esto me emocionó mucho e hizo que se afianzara todavía más mi cercanía con ellas y con Ucrania.

¿Es Ahora y en la hora un ejercicio de memoria casi en tiempo real?

Lejos de pintarlo como algo heroico, yo ni siquiera quería ir al frente de guerra, a duras penas quería ir a la feria del libro de Kiev. No fue un acto heroico, pero en vista de que me pasó todo esto, en vista de que me salvé y conservé la voz y la capacidad de escribir, sentí la absoluta responsabilidad de darle vida y voz a quien ya no la tiene, a Victoria Amelina. Ese es el propósito principal de este libro.

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