Pocos saben que los primeros pinitos literarios del grande de Aracataca fueron en la poesía. Gabo no sólo menciona sus años de efusión lírica juvenil en su libro de memorias Vivir para contarla (2002) sino que concibe su propia obra como un intento de conquistar a "los espíritus esquivos de la poesía". Así lo dice en el discurso que ofreció durante el banquete de celebración del Premio Nobel en Estocolmo, el 10 de diciembre de 1982. Mientras el discurso de aceptación había sido "La soledad de América Latina", para el momento de intimidad, en la cumbre de su consagración, elige homenajear su prehistoria poética con un Brindis por la poesía: "Cuál ha sido el sustento constante de mi obra, qué pudo haber llamado la atención de una manera tan comprometedora a este tribunal de árbitros tan severos. (…) Quiero creer, amigos, que este es, una vez más, un homenaje que se rinde a la poesía. (…) La poesía, en fin, esa energía secreta de la vida cotidiana que cuece los garbanzos en la cocina y contagia el amor y repite las imágenes en los espejos. (…) En cada línea que escribo trato siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus esquivos de la poesía, y trato de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus virtudes de adivinación, y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte. El premio que acabo de recibir lo entiendo, con toda humildad, como la consoladora evidencia de que mi intento no ha sido en vano".
En una entrevista ofrecida a Juan Gustavo Cobo Borda en abril de 1981, en la revista Cromos, García Márquez confiesa que, si no fuera por Piedra y Cielo, "no estoy muy seguro de haberme convertido en escritor. (…) Allí no sólo aprendí un sistema de metaforizar, sino lo que es más decisivo, un entusiasmo y una novelería por la poesía que añoro cada día más y que me produce una inmensa nostalgia." Gabo se refiere al movimiento poético colombiano que publicó unos cuadernos de poesía entre 1939 y 1940, de tono sentimental, admirador de Vallejo y Huidobro. Así recuerda a los "piedracielistas" y "arenacielistas" en sus memorias: "descubrí la existencia del movimiento Arena y Cielo, formado por poetas jóvenes que se habían propuesto renovar la poesía de la costa caribe con el ejemplo de Neruda. En realidad, eran una réplica local del grupo Piedra y Cielo". De adolescente se hace amigo del líder del grupo local, César Augusto del Valle, y a sus catorce años lo visita asiduamente en Barranquilla: "Así fue siempre en mis años del colegio San José, que me dieron la base retórica para soltar mis duendes". Se refiere al Colegio San José de Barranquilla, regentado por los padres jesuitas. Cuando más tarde Gabo ingrese al Liceo Nacional de varones de Zipaquirá, donde cursa sus últimos cuatro años de bachillerato, el nuevo rector será, afortunadamente, el más joven integrante de Piedra y cielo, Carlos Martín, quien le prestará libros de Alfonso Reyes y lo bautizará "poeta".
Gabo es un buen ejemplo de lo que el gran crítico uruguayo Ángel Rama afirmaba en el prólogo a La novela en América Latina. Panoramas 1920-1980 publicado en Xalapa por la Universidad Veracruzana: "Cuando llegamos a la nueva narrativa latinoamericana (…) no ha faltado quien la atribuyera a una perfecta generación espontánea, o quien la hiciera miméticamente dependiente de las vanguardias europeas, sin percibir el proceso interno, evolutivo y creciente, sin observar que previamente a ella hubo una revolución poética que facilitó la audacia renovadora de la prosa". En el caso de Gabo, a esta revolución poética continental se suma la declarada admiración por el Siglo de Oro. En sus memorias relata que durante los seis semestres que estudió Derecho se dedicó "a recitar de memoria la poesía irrepetible del Siglo de Oro español". Cuando en 1981 se publica Crónica de una muerte anunciada, el periódico El Espectador de Bogotá publica una reseña sin firma titulada García Márquez, entre Garcilaso y Sófocles, que acentúa el substrato poético de su narrativa: "bajo la fácil superficie de la prosa hay una osamenta dura, hecha de toda la memoria de los poetas del Siglo de Oro español. De ahí viene esa cerrada arquitectura precisa y suficiente, de soneto de Garcilaso, y ese ritmo infalible que tienen las grandes novelas de García Márquez: Cien años de soledad, El coronel no tiene quien le escriba, El otoño del patriarca, y esta más sobria, Crónica de una muerte anunciada. Respiración y arquitectura de soneto".
El 20 de abril de este año entrevisté en Bogotá al escritor José Luis Díaz-Granados, Premio Nacional de Periodismo y familiar de Gabo –por el lado paterno es sobrino-nieto de Tranquilina Iguarán Cotes, la abuela de Gabriel, y por el lado materno bisnieto del coronel Nicolás R. Márquez– para preguntarle sobre la pasión poética de su primo. Participaron en este encuentro sus hijos Carolina y Federico Díaz-Granados, añadiendo y apostillando datos bibliográficos y anecdóticos. Fue precisamente José Luis Díaz-Granados uno de los pioneros en difundir esta temprana faceta lírica prácticamente desconocida cuando dictó la conferencia "La poesía de Gabriel García Márquez" el 28 de marzo de 2007 en la Casa de Poesía Silva, que se conserva como grabación sonora en la Biblioteca Nacional de Colombia. Cuando lo vi, me contó una anécdota "terapéutica" de su primo en relación con la poesía aurisecular: "Gabo tenía que ir a Estados Unidos, cada cuatro meses, para hacer unos chequeos, y lo metían en unas cámaras durante dos horas. Era claustrófobo y muy miedoso por todos los miedos que le habían inculcado desde niño. Para pasar el trance de la resonancia magnética empezó a recitar de memoria todos los poemas del Siglo de Oro que recordaba".
El otro "lírico practicante" del Boom fue Julio Cortázar, cuya estatura poética ha ido creciendo a medida que se fueron descubriendo nuevos materiales inéditos. Cortázar publicó una temprana colección de poemas, Presencia (1938), compuesta de 43 sonetos de corte simbolista, el lúdico Pameos y meopas (1971) y la antología a la que dio forma poco antes de morir, Salvo el crepúsculo (1984), pero un hallazgo de hace pocos años obliga a reconstruir el corpus poético cortazariano: la publicación de los versos recobrados por el periodista mendocino Jaime Correas en su libro Cortázar en Mendoza (Alfaguara, 2014) en el que exhuma una serie de documentos, cartas inéditas, apuntes de las clases dictadas por Cortázar en 1944 y 1945 en la Universidad de Cuyo, reflexiones sobre la poesía y la creación, y algunos poemas inéditos como Goulash para el Oso, Enajenada vida, Blues de la media vuelta o Reconstrucción recíproca, entre otros.
En la Biblioteca Nacional de Colombia he consultado una carpeta con fotocopias de recortes de prensa, revistas, libros y documentos varios sobre Gabriel García Márquez, de 284 folios, con un título genérico asignado por la entidad catalogadora. Allí encontré siete poemas de Gabriel García Márquez fechados en 1945, es decir, escritos entre sus 17 y 18 años, con su firma o con el seudónimo Javier Garcés que menciona en sus memorias Vivir para contarla. Tres de estos siete poemas, Canción, Geografía celeste y Poema desde un caracol se pueden consultar en la Gaboteca de la página web de esta biblioteca. Sin embargo, ninguno de ellos ha sido recogido en volumen, ni tampoco los primerísimos escritos cuando tenía 13 años y publicados en los boletines escolares del Colegio San José, la revista estudiantil Juventud, bajo el título de Bobadas mías. Este sería su primer apartado bibliográfico, que Gabo define como "marrullerías bien rimadas", y que declara en Vivir para contarla:
"Desde mis comienzos en el colegio gané fama de poeta, primero por la facilidad con que me aprendía de memoria y recitaba a voz en cuello los poemas de clásicos y románticos españoles de los libros de texto, y después por las sátiras en versos rimados que dedicaba a mis compañeros de clase en la revista del colegio (…) eran sátiras amables que circulaban en papelitos furtivos en las aulas soporíferas (…) El padre Luis Posada (…) capturó uno, lo leyó con ceño adusto y me soltó la reprimenda de rigor, pero se lo guardó en el bolsillo. El padre Arturo Mejía me citó entonces en su oficina para proponerme que las sátiras decomisadas se publicaran en la revista Juventud, órgano oficial de los alumnos del colegio. Mi reacción inmediata fue un retortijón de sorpresa, vergüenza y felicidad, que resolví con un rechazo nada convincente:
–Son bobadas mías".
Sin embargo, el padre Mejía adoptó esa respuesta, Bobadas mías, como título de una sección del siguiente número de la revista, con la firma del joven autor. A esa época se remontan, también, unas "parodias de los corales sacros con letras paganas que por fortuna nadie entendió", dice en sus memorias. Estos primerísimos poemitas juveniles están inéditos y, hasta donde hoy en día alcancé a averiguar, no disponibles en bibliotecas o archivos accesibles al público.
Otra suerte tuvieron los poemas fechados en 1945 escritos en el Liceo Nacional de Zipaquirá, disponibles, como dije, en fotocopias en la BNC. Gabo, en sus memorias, recuerda que en esta época colaboraba en un periódico que se llamó Centro literario de los Trece y que los redactores se reunían una vez por semana: "Cada uno llevaba lo suyo, lo leía y sometía a juicio de todos. Asombrado por ese ejemplo, yo contribuía con la lectura de sonetos que firmaba con el seudónimo Javier Garcés, que en realidad no usaba para distinguirme sino para esconderme. Eran simples ejercicios técnicos (…) escribía, además, los que algunos internos me pedían para dárselos como suyos a sus novias dominicales".
Analizando este puñado de poemas se podría decir que todos ellos son una suerte de "protohistorias líricas", que desarrollan temas, motivos y atmósferas que más tarde serían ampliados en las novelas y cuentos del autor. Vamos a ello. El poema Canción es inaugurado por un epígrafe del piedracielista Eduardo Carranza, Llueve en este poema. García Márquez convierte a la lluvia en anáfora, la repite al inicio de las primeras estrofas del poema y cada repetición sugiere una lluvia incesante, una meterología insistente: "Llueve. La tarde es una/ hoja de niebla. Llueve./ La tarde está mojada/ de tu misma/ tristeza./ A veces viene el aire/ con su canción. A veces/ Siento el alma apretada/ contra tu voz ausente./ Llueve. Y estoy pensando/ en ti. Y estoy soñando./ Nadie vendrá esta tarde/ a mi dolor cerrado". En sus versos juveniles asoman diluvios y excesos atmosféricos de su ficción posteriores, recordemos los meses de lluvia en Cien años de soledad con José Arcadio Buendía encerrado en un cuartito para que nadie perturbara sus experimentos, la lluvia interminable de La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y su abuela desalmada, la "lluvia aburridora" de "Isabel viendo llover en Macondo" que no deja de sonar rítmicamente en el patio hasta convertirse en un barro líquido que corre por las calles y arrastra objetos domésticos, cosas y cosas; "destrozos de una remota catástrofe, escombros y animales muertos". Pero la lluvia es tema también tema recurrente en artículos periodísticos de Gabo, como Viendo llover en Galicia, publicado en El País en 1983. Algunos estilemas temáticos de sus grandes obras ya estaban presentes, aunque inmaduros, en su poesía, especialmente los fenómenos atmosféricos como factores desencadenantes de la trama: la lluvia y el viento. Claro que estos escenarios climáticos obedecen a una realidad caribeña con sus temporadas de lluvias y sus vientos huracanados. Gran parte de sus ficciones atmosféricas fueron recogidas en su primera antología de cuentos, Ojos de perro azul (1972), que reúne los catorce relatos publicados entre 1947 y 1955 en el periódico bogotano El Espectador.
Otro poema de su etapa de bachiller, Soneto matinal a una colegiala ingrávida, tematiza la fuerza que el viento ejerce sobre una muchacha hasta hacerla volar, una suerte de prefiguración de Remedios La Bella: "Si viste de azul y va a la escuela/ no se distingue si camina o vuela,/ porque es como la brisa tan liviana// que en la mañana azul no se precisa/ cuál de las tres que pasan es la brisa/ cuál es la niña y cuál es la mañana". El crescendo de la brisa, el viento de agua, y finalmente el viento huracanado suelen ser desencadenantes de revelaciones de su prosa: destrucción individual y de las estirpes, de los Buendía, del pueblo de Macondo. Es el origen de las catástrofes climáticas y familiares, de tormentas capaces de desquiciar a casa enteras: "Eréndira estaba bañando a la abuela cuando empezó el viento su desgracia", dice Gabo en uno de sus cuentos. También el viento "desordena las rosas" por intervención de un fantasma, en otro cuento cercano a la escritura de estos poemas. Por lo general, los vientos fuertes suelen preceder a la lluvia cuando hay nubes, todos elementos climáticos que Gabo puso a funcionar en su ficción mágico-realista.
El viento y sus variantes vuelve a tener un papel protagónico en el poema temprano La muerte de la rosa, que se conserva escrito a mano alzada en la BNC, con su caligrafía cuidada y clara. Este poema introduce un sutil juego irónico, porque se trata de una rosa imperfecta, "que murió de mal aroma", que "subsistió a su belleza" pero "sucumbió a su fragancia", a quien más le habría valido "ser siempreviva, Dalia". Así, Gabo nos presenta una imagen disruptiva, caricaturesca, de la tradicional rosa literaria. La elegía festiva se cierra con un dístico en homenaje a la rosa maloliente: "Dios le guarde en su reino/ a la diestra del alba".
Tercera presencia del amor es otro soneto que se conserva mecanografiado, firmado como Javier Garcés en 1945, y también en una fotocopia borrosa de un boletín escolar, con dibujos de una rosa y de un rostro masculino, sin referencia de fuente pero con fecha y firma. Este poema habla del amor que dura más allá de la muerte, el guiño quevediano es palpable en su último terceto: "Tan eterno este amor, tan resistible,/ que comparado al tiempo es imposible/ saber dónde limita con la muerte". Un amor que no se marchita a pesar del tiempo, como el de Florentino Ariza y Fermina Daza que debe esperar medio siglo para consumarse y que Gabo, en sus memorias, reconoce haber "saqueado" de los relatos asombrosos de amores contrariados que le contaban sus padres y que usó para escribir La hojarasca, su primera novela, a los 27 años, y más tarde El amor en los tiempos del cólera: "con más de cincuenta años, no supe distinguir los límites entre la vida y la poesía", dice en sus memorias, al hablar de esos relatos de amor oídos de niño y recreados de adulto.
Otro soneto manuscrito, firmado con seudónimo en 1945, es Si alguien llama a tu puerta, que presenta un encadenamiento de condicionales y presenta al amor como redención, alegría, celebración: "y cabe todo abril en una rosa/ y por la rosa se desangra el día" para concluir en el terceto: "Si aún la vida es verdad y el verso existe,/ si alguien llama a tu puerta y estás triste,/ abre, que es el amor, amiga mía". En la misma carpeta de la BNC este mismo poema aparece impreso como Sin título y al pie se puede leer "Armenia, 11 de marzo de 1984 (en la voz del doctor Nestor Padilla)", sin indicación de fuente.
La BNC conserva, además, dos recortes del diario La Razón, fundado por el poeta Juan Lozano y Lozano, que corresponden a la columna Poetas Universitarios dirigida por Luis E. Villar Borda, Camilo Torres Restrepo y J. A. Currea Blanco. Allí apareció, firmado como Gabriel García Márquez, el poema Geografía celeste con el antetítulo Elegía la Marisela, de corte creacionista, que plantea una relación espontánea entre el plano cósmico y el terrenal, se naturalizan conversaciones con arcángeles y se ensayan imágenes sorprendentes (y logradas) de bueyes que siembran luceros o arcángeles de lino, una imaginería fabulosa que más tarde poblará su narrativa. Por ejemplo, el anochecer se presenta de esta forma: "Y a las seis de la tarde/ el ángel de servicio/ saldrá a colgar la luna/ de un clavo vespertino".
Por último, en la misma página de La Razón y en el mismo año, Gabo publica su Poema desde un caracol, muy logrado en estructura e imágenes, escrito en cuartetos eneasílabos. Es un planto por la pérdida de la niñez. En él se nombra (y anuncia) el "otoño" como metáfora de la madurez vital. Se trata de un duelo por la domesticación de la mirada adulta: "era mi mar/ el mar eterno/ mar de la infancia, inolvidable/ (...) Era el mar de los caracoles,/ mar prisionero, mar distante, que llevábamos en el bolsillo/ como un juguete a todas partes/ (...) Un día quise ver el mar / –mar de la infancia– y ya era tarde".
Uno de los deseos declaradamente insatisfechos de García Márquez fue el de escribir letras de boleros. En sus memorias recuerda con gratitud el libro de Alfonso Reyes que le prestó el rector piedracielista Carlos Martín porque: "Me alegró que un ensayista de tanto prestigio se ocupara de estudiar las canciones de Agustín Lara como si fueran poemas de Garcilaso: las canciones populares de Agustín Lara no son canciones populares. Para mí fue como encontrar la poesía disuelta en una sopa de la vida diaria". Volverá a añorar los boleros en una entrevista concedida en 1981 a Coralibe. Revista internacional del Caribe, en el número 43, publicada con el título Cuando Escalona me daba de comer en alusión a Rafael Escalona, célebre compositor colombiano de vallenatos:
–Yo nunca me he cansado de decir que Cien años de soledad no es más que un vallenato de 350 páginas.
–¿Usted nunca ha compuesto nada, maestro?
–No, hombre, eso es lo más difícil que hay, incluso yo siempre he tenido un proyecto con Armando Manzanero: hacer un Long play de boleros, con letras mías y música de él, pero esa es la vaina más difícil que hay. ¿Te imaginas meter toda una cantidad de argumentos en siete u ocho líneas? Esa es la admiración que yo le tengo a Escalona y a todos esos compositores vallenatos.
Los poemas publicados en el diario La razón en 1945 son los últimos que escribe antes de publicar su primer cuento en 1947, "La tercera resignación", en el suplemento cultural capitalino coordinado por Eduardo Zalamea, más tarde recogido en el citado volumen de cuentos del '72: "Nunca imaginé que nueve meses después del grado de bachiller se publicaría mi primer cuento en el suplemento literario Fin de semana de El Espectador de Bogotá. Cuarenta y dos días más tarde se publicó el segundo", recuerda en sus memorias. Se había materializado el rito de paso de la poesía a la prosa.
Lo cierto es que no existe bibliografía crítica que haya ahondado en los sedimentos que la poesía dejó en la obra del grande de Aracataca, a excepción, quizás, de un ensayo de corte pedagógico publicado por el Fondo Mixto para la Cultura y las Artes de Caldas en 1999 escrito por Luis Mario Patiño Betancur y José Jesús Ortiz Giraldo y titulado ¿Por qué la narrativa es poesía en Gabriel García Márquez? , Northrop Frye en Anatomía de la crítica (1957) distingue dos direcciones del lenguaje que pueden resultar útiles para abordar esta prosa impregnada de lírica de García Márquez: "Una dirección centrífuga (referencial o denotativa) hacia los objetos, y una dirección centrípeta hacia la misma estructura verbal. En la estructura poética se sienten ambas fuerzas, aunque predomina la segunda función. Por un lado, las palabras se valoran en virtud de la precisión con que remiten hacia lo externo (descripciones, aseveraciones, etc.); por otro, son apreciadas por su función en el mundo verbal autónomo de la composición. Una literatura que sea muy centrífuga tenderá al realismo, a la didáctica y al descriptivismo". La narrativa de García Márquez combina las dos direcciones: centrífuga y centrípeta, referencial y autónoma.
Aquí hablé de un puñado de poemas que da cuenta de un estadio prematuro, de inmadurez creativa del universo garciamarquino, pero aun así valdría la pena reunir estos textos para cartografiar las diferentes facetas de la riqueza expresiva del autor. Hay rescates valiosos de "ejercicios técnicos" o curiosidades de la producción creativa temprana en esta línea, valgan como ejemplo los diecisiete poemas rumanos que Paul Celan escribió antes de adoptar la lengua alemana como idioma de expresión literaria, o los Poemas recobrados de Idea Vilariño, que cubren el período 1931-1944 cuando la poeta tenía entre 11 y 24 años, un proyecto del Departamento de Investigaciones de la Biblioteca Nacional de Uruguay que rescató todos los poemas que la autora dejó fuera de su Poesía completa.
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De todos modos, no es cosa de lamentar que los "espíritus esquivos de la poesía" hayan "condenado" a Gabriel García Márquez a conformarse con la prosa, como declaraba en Estocolmo, durante el banquete del Nobel. Con ese resultado, es de agradecer que se le resistieran las musas de la poesía, y de los boleros.
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Marisa Martínez Pérsico es poeta y crítica argentina. Su último libro es 'Los parques interiores' (Ayuntamiento de Talavera de la Reina, 2023).
Pocos saben que los primeros pinitos literarios del grande de Aracataca fueron en la poesía. Gabo no sólo menciona sus años de efusión lírica juvenil en su libro de memorias Vivir para contarla (2002) sino que concibe su propia obra como un intento de conquistar a "los espíritus esquivos de la poesía". Así lo dice en el discurso que ofreció durante el banquete de celebración del Premio Nobel en Estocolmo, el 10 de diciembre de 1982. Mientras el discurso de aceptación había sido "La soledad de América Latina", para el momento de intimidad, en la cumbre de su consagración, elige homenajear su prehistoria poética con un Brindis por la poesía: "Cuál ha sido el sustento constante de mi obra, qué pudo haber llamado la atención de una manera tan comprometedora a este tribunal de árbitros tan severos. (…) Quiero creer, amigos, que este es, una vez más, un homenaje que se rinde a la poesía. (…) La poesía, en fin, esa energía secreta de la vida cotidiana que cuece los garbanzos en la cocina y contagia el amor y repite las imágenes en los espejos. (…) En cada línea que escribo trato siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus esquivos de la poesía, y trato de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus virtudes de adivinación, y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte. El premio que acabo de recibir lo entiendo, con toda humildad, como la consoladora evidencia de que mi intento no ha sido en vano".