Los diablos azules
Glorierías
"Glorierías": la influencia de Ramón Gómez de la Serna en la visión poética de Gloria FuertesGlorierías
Bajo el título de Glorierías, formulado por la propia autora como versión personal a las greguerías del escritor Ramón Gómez de la Serna (1888-1963), aparecen sucesivamente en el ámbito editorial —con fines claramente divulgativos y comerciales— una serie de libros póstumos, siendo el primero de ellos Glorierías (para que os enteréis) (2001), publicado por Torremozas y, por desgracia, ya descatalogada. Le sigue la grabación sonora de Glorierías: la voz y la palabra de Gloria Fuertes (2001), que recupera la participación de nuestra autora el 22 de octubre de 1944 en el 4º Festival Internacional de Trovadores y Juglares de Granollers, y que incluye 22 de sus poesías. 365 Glorierías infantiles (2001), así como Glorierías y poesías de animales (2010), suponen otros títulos en esta línea; del mismo modo que unas escogidas «Glorierías» en la parte final de Gloripoemas (2012); a la manera todos ellos de la fórmula poética ideada y popularizada por el autor que nos ocupa. Amén de otras glorierías pacifistas, que podemos encontrar fácilmente en la red, que vienen así a incidir en uno de los grandes y reiterados núcleos temáticos en la obra de Gloria Fuertes (1917-1998), bien contraria a las guerras y a favor de la paz universal; y por lo que se le concediera, en consecuencia, en 1986 la Medalla del día Mundial de Cruz Roja, fuera nombrada un año más tarde «Dama de la Paz», así como meritoriamente reconocida Socia de Honor de UNICEF desde 1997.
Efectivamente, Gloria Fuertes fue gran conocedora y admiradora de la obra del autor vanguardista de principios de siglo XX, y no es otra nuestra intención a través de estas líneas que traer a colación las semblanzas y posible influencia de una poética en otra —al igual que marcar alguna dispar divergencia— entre estas dos grandes figuras de la literatura española contemporánea, más allá de una somera lectura literaria panorámica.
Desde el punto de vista del interés de la crítica especializada, no va a pasar desapercibido el paralelismo entre ambos escritores; en especial, atendiendo a la ligazón conceptual de sendas visiones y concepciones literarias, pese a haber pertenecido los autores a generaciones bien distintas –nacidos, respectivamente, en 1888 y 1917, recordemos- y de haber vivido y escrito en contextos de postguerra también diferentes; como bien es sabido, Ramón desde el exilio bonaerense y Gloria Fuertes en la Península. Así las cosas, la comparación entre ambos o posible influencia aparece por primera vez en el prólogo del estudioso colombiano Pablo González Rodas, en cuya introducción al poemario de la autora Historias de Gloria: amor, humor y desamor de 1980 hace mención a la «insularidad» como uno de los grandes temas recurrentes en la autora:
Nos encontramos al leer la obra de Gloria con una poeta sui géneris, independiente, “Cabra Sola” en el panorama literario español, quien al preguntársele a qué corriente pertenecía, contestaba que la “corriente-corrientita”, que “se mueve sola”, y que su poesía “está muy entroncada con Gloria Fuertes”, que se parece mucho “a Dios y a mí.”Vemos sí algo en común con la vena literaria de don Ramón Gómez de la Serna, a quien mucho admira, admiración que no es gratuita, puesto que encontramos en ella mucho del humor de las greguerías de don Ramón.Su poesía tiene un tono popular del más rico sabor madrileño. La nota fundamental de su obra es ese sano y volátil humor con el que aborda los temas más arduos de la vida y del mundo. Es un humor que recrea, que enseña y nos hace reflexionar. Para Gloria, el mundo es un circo y el hombre-poeta un payaso. Nos decía que ella quería ser el Charlot de la poesía española, nos hace reír con su poesía, y con sus trucos, aunque tras la sonrisa del payaso se filtren sentidas lágrimas. (González Rodas, 1980: 48-49)
Dicho respeto y admiración hacia el creador de las greguerías son puestos igualmente de manifiesto en dos ocasiones por el recientemente fallecido dramaturgo coetáneo y amigo de nuestra autora Francisco Nieva quien, en el prefacio a su Mujer de verso en pecho (1995), cita la existencia de una carta enviada por el escritor desde la Argentina y traspapelada por la destinataria:
Gloria Fuertes era para mí un Prévert femenino, que sonaba a Madrid, como la Piaff o Prévert sonaban a París en aquellos tiempos. Se lo confirmaba una carta de Ramón Gómez de la Serna, que éste le envió y que Gloria perdió después. Yo conocí esa carta y hubiera querido citarla textualmente en esta introducción a sus penúltimos, no digamos a sus últimos versos. (Nieva, 1995: 20).
Años después, en sus memorias Las cosas como fueron, insiste Nieva en esta idea cuando afirma que «Gloria guardaba una carta de Ramón Gómez de la Serna, donde este mostraba tener mucho aprecio a su condición de musa infantil del arroyo, con dejes de un madrileñismo inconfundible.» (Nieva, 2002: 336). Dada la importancia de este texto, extraviado y publicado posteriormente en la edición manejada de Glorierías (Para que os enteréis) (2001) de Torremozas, nos permitimos transcribirla a continuación; no sólo como punto de partida de nuestro trabajo sino poniendo de relieve, además, tanto la relación y admiración del vanguardista por nuestra autora, como también aquellos rasgos poéticos destacables de sus visiones compartidas, entre los que sobresalen: el madrileñismo, el interés por lo lúdico y la importancia de la singularidad y originalidad del propio estilo.
8 octubre 1954Srta. Gloria FuertesMi querida y gran amiga: es tanto el trabajo que tengo que despachar a plazo fijo, que aunque quería no he podido escribirla antes, dandola [sic.] mi fervorosa enhorabuena por su libros.Ahora gracias al avión pretendo desquitar algo del tiempo que he tardado en contestarla.He leido [sic.] repetidamente sus poesías porque hay en ellas una manera especial de parar la vida, de descubrir el misterio de los pasillos, de revelar todas las bocacalles de la calle de Toledo.Su poesía es jugadora y madrileña, señalando muy bien los lunares secretos.Busque mas [sic.] los misterios del estilo –lea hasta la locura a Santa Teresa y Quevedo- y haga radiografía tras radiografía de nuestro Madrid.Yo vivo hace muchísimos años buscando las vueltas a lo mismo [sic.] y por eso me siento mas [sic.] su compañero.No deje llevarse mas [sic.] que por si [sic.] misma.Reciba la camaraderia [sic.] en el arte, en el ideal y en los tejados, de su devoto que estrecha su manoRAMÓN Gómez de la Serna.
Más adelante, en otro libro póstumo también de nuestro interés –el poemario en formato de álbum ilustrado Garra de la guerra (2002)- se vuelve sobre el paralelismo o acercamiento entre los autores y encontramos, de nuevo, otra de las constantes similitudes en cuanto al humorismo como actitud vital y existencial en sendas obras; esta vez en el epílogo del compilador de dicha antología antibelicista:
Ramón Gómez de la Serna no escribió poemas. Sin embargo, ejerció una influencia muy grande sobre muchos poetas, también sobre Gloria Fuertes. Los poemas de Ramón no rimaban, se llamaban “greguerías” y hablaban de cualquier cosa. Como las canciones de Unamuno, eran un ejercicio diario que tenía como objeto contar todas las cosas del mundo, lo que pasa y lo que no pasa. Ramón lo hacía con humor y para él el humorismo era sobre todo “una actitud ante la vida”. (Hidalgo, 2002: 104).
Del mismo modo y más recientemente, Pilar Monje Margelí, en su tesis doctoral sobre el lenguaje poético y el humor en Gloria Fuertes, dedica al autor madrileño algunas páginas pero sin profundizar, no obstante, en la influencia o transferencia que pudo tener la creación del particular estilo de Gómez de la Serna en la poética de nuestra autora. Si bien más adelante, analiza cómo las vanguardias prebélicas (De Chirico, Max Ernst, Picabia, Breton, Tzara etc. y, cómo no, nuestro Ramón Gómez de la Serna) fueron la clara inspiración en cuanto al aspecto lúdico de la poesía que retoma en sus bases el movimiento postista, llegando incluso a afirmar que el postismo fue una «locura inventada» (Monje Margelí, 2007: 172). Postismo al que la autora -única mujer del grupo y como bien es sabido- se sumara considerándose «aposta postista», declarado en sus propios términos y con sus habituales juegos de palabras en el prólogo de su autoría a Obras Incompletas (Fuertes, 1975: 27). Efectivamente, fue en torno a la revista El pájaro de paja (1950-1954), portadora de nuevas consignas poéticas durante esos años, en que aparecerán nombres tan relevantes como Ángel Crespo, Celaya, Ory, Cirlot, Labordeta y nuestra Gloria Fuertes; disgregándose posteriormente el grupo poético en dos corrientes temáticas bien diferenciadas, aunque cultivadas ambas y simultáneamente por la autora:
Unos apuntan lo humano; los otros, lo mágico y la sorpresa. La corriente primera pasará en la poesía social de hoy. La segunda se perderá en una especie de surrealismo, buscará acuciantes novedades o saltará rápida a otras cimas más trascendentes y seguras. (De la Rica cf. Payeras, 1986: 87-88).
Tras este recorrido testimonial sobre la aproximación crítica hacia ambos autores, nos planteamos seguida e ineludiblemente: ¿cuáles serían las coincidencias que han hecho incidir a los especialistas con reiteración en el paralelismo entre estas dos grandes figuras? Y también: ¿en qué convergen y en qué se separarían? Divergencias que serán fruto –inevitablemente- de ese salto generacional que comentábamos más arriba, así como de la melancólica y traumática experiencia del exilio en Gómez de la Serna y, por el contrario, del compromiso con cierta poética social de los años cincuenta por parte de Fuertes.
En primer lugar, cabría atender a las cuestiones biográficas que comparten: con un mismo origen -ambos madrileños- y concibiendo la capital de España como centro de interés de sus miradas o escenario de sus poéticas; máxime desde el amargo exilio bonaerense de Ramón, reflejado en un título tan locuaz como significativo como sus Nostalgias de Madrid (1956). En palabras del escritor argentino Jorge Luis Borges: Sospecho que nunca estuvo aquí; siempre llevó consigo a su Madrid, como Joyce a su Dublín.» (Gómez de la Serna, 2002: 6). Ya lo vimos tanto en el testimonio de Nieva como en la carta enviada a la autora, pero incluso comparten el mismo título y especial inclinación hacia uno de los centros neurálgicos de la ciudad de Madrid más queridos y visitados por ambos: El Rastro El Rastro (1915 y 2006, respectivamente), o como evidencia igualmente el poema de la autora titulado «Puesto del Rastro» (Fuertes, 1975: 66-67). Nos lo menciona también, por su parte, Antonio A. Gómez Yebra en una reciente antología:
Y leía a otros, como Ramón Gómez de la Serna, madrileño como ella y, también como ella, gran visitador de El Rastro, donde se puede encontrar de todo:Muchas tijeritas, cintas bastidor.Entren en la tienda vean los armarios,Tresillos visillos mudas interioresHay camas cameras casi sin usar. (Gómez Yebra, 2013: 42).
Ambos comparten, pues, un idéntico sentimiento madrileño por el castizo Rastro que se torna, de manera más general, en interés y profundización ontológica por todo lo poético que entrañan los objetos de la vida real y cotidiana, tal como manifiesta del mismo modo la autora en su poema «Las cosas» (1975: 215-216): «¿Qué será de las cosas cuando el hombre se acabe?/ Como perros las cosas no existen sin el amo.». En una entrevista al estudioso y prologuista González Rodas, lo reconoce así Fuertes:
Nos manifiesta Gloria en una de nuestras conversaciones que lo impuro es más puro porque es más vivo y manifiesta su amor a los objetos como parte de nuestras vidas para concluir en la afirmación de una poesía nacida de una experiencia vital: “cada acto que hago es poesía; el poeta no es poeta si no hace lo que escribe, si no le ha pasado lo que escribe.” (González Rodas, 1980: 33).
Siguiendo con los aspectos biográficos en común, ambos tienen la desgracia de perder a sus madres muy pronto, padeciendo así pues una suerte de orfandad existencial que les hace madurar y forjar desde bien temprano su propia identidad como personas y artistas; relatado, por su parte, en el capítulo 28 de la Automoribundia de Ramón, y como alusión desgarradora en muchos de los poemas de la autora tales como: «la parturienta madre idolatrada» de «Mendigos medievales» (2008: 32) e «Historias de mi madre (Autobio)» (2008: 38); ambos de su Se beben la luz o bien la «Nota autobiográfica» introductoria de Obras incompletas («A los 15 años se murió mi madre/ se fue cuando más falta me hacía»; Fuertes, 1975: 41); por citar tan sólo algunos extractos.
En nuestra opinión, este aspecto tiene mucho que ver con el siguiente, que nos interesa especialmente: la singularidad, la independencia, el no querer adscribirse a movimiento alguno, el promulgado por ambos una y otra vez «no encasillamiento». Expresado en otros términos: el bien conocido sintagma de «generación unipersonal» en el caso de Ramón y la «insularidad» deseada, perseguida y esgrimida en tantas ocasiones por la autora. El primero de ellos, la «generación unipersonal de Ramón» -enunciado por primera vez en un artículo de Fernández Almagro (1923) y retomado más adelante por Víctor García de la Concha (1977: 63)-, es un término recurrente en su biografía en tanto que constante búsqueda de aislamiento, de singularidad y de redundante reivindicación de su propia exégesis: «No tengo generación. No soy de ninguna generación. Tanto he luchado solo, que tengo que hacer esta declaración.» (Gómez Redondo, 1989: 138). Incluso el autor –recordemos-, habiendo abordado a su manera y bajo su particular óptica crítica y estilo todos los movimientos artísticos de vanguardia del primer tercio del siglo XX en Ismos (1931), llega a reivindicar y denominar el suyo propio como «Ramonismo».
Esta tendencia a lo autobiográfico, a la auto-denominación o auto-referencia a sus nombres en sendas obras es otra de las constantes coincidencias que encontramos en ambos autores. La recurrencia y la obsesión por la autobiografía puede constatarse tanto en los diversos y sucesivos escritos autobiográficos del autor en prosa —Morbideces (1908), El libro mudo (Secretos) (1910), Mi Autobiografía (1923), Automoribundia (1948), Cartas a mí mismo (1956) o Nuevas páginas a mí mismo (1957)-; así como en verso, en los numerosísimos poemas titulados «Autobio» de Fuertes. Recuerdos vitales que parten en el caso de ambos precisamente del día de nacimiento: «Nací, o me nacieron –que no sé cómo hay que decirlo en estricta justicia- el día 3 de julio de 1888, a las siete y veinte minutos de la tarde, en Madrid, en la calle Rejas número 5, piso segundo» (Gómez de la Serna, 1998: 65), al igual que en la «Nota autobiográfica», con la que abre la poeta su auto-editada antología Obras Incompletas:
Gloria Fuertes nació en Madrida los dos días de edad,pues fue muy laborioso el parto de mi madreque si se descuida muere por vivirme.7 (Fuertes, 1975: 41)
Se trata de una «coincidencia onomástica», en términos de Leuci (2015: 338), que entronca radicalmente con la insularidad -pongamos sólo aquí el ejemplo del «Isla ignorada» de Fuertes, escrito con apenas 17 años- y reivindicación de la figura y discurso en ambos pero de naturaleza bien diferente; pues, tal y como confiesa nuestra autora, su «yoísmo» no es egoísta sino expansivo, ya que responde a su necesidad imperiosa de conectar y comunicar con la Humanidad (Fuertes, 1975: 30). Resulta así, bien diferente por lo tanto, al «yoísmo/ ombligo de orangután» con el que calificó la escritora feminista Carmen de Burgos —conocida bajo el pseudónimo de «Colombine»— a un jovencísimo Ramón Gómez de la Serna, quien fuera su compañero sentimental en los inicios de su carrera literaria:
Ramón tiene muchas virtudes pero un solo defecto: yoísmo, ombligo de orangután, lo que mejor sabe conjugar es el “yo, me, mí, conmigo” en unos ataques de hedonismo que sólo se le pueden permitir a los genios o a los intelectuales más grandes de este siglo. Y Ramón lo era. (Utrera, 1998: 175)
Por su parte, la autora introduce su propio nombre y/o apellidos reiteradamente en un juego de auto-referencialidad tanto en el título de algunas de su obras como las ya citadas Historia de Gloria (Amor, humor y desamor) (1980) o Glorierías (2001), como en sus composiciones «Carta explicativa de Gloria» (1975: 293), «Luciérnaga Fuertes» (Fuertes, 1975: 354), «Yo en la Gloria» (Fuertes, 1980: 100) o «Productora Gloria Fuertes» (Fuertes, 1995: 130) -por citar tan sólo algunos-, al igual que en uno de sus muchos autoepitafios:
Me alegra poder decirpara la futura historiaque no pasé por la tierrasin pena ni Gloria [sic.]. (Fuertes, 1980: 364)
Incluso llega a disculparse por este hecho en un verso de su poema «De profesión: soltera»: «(Perdonad que me autonombre tanto.)» (Fuertes, 1980: 91). Por lo que, coincidiendo con la argumentación de Leuci:
En uno de los ejes más atractivos de su escritura, la poeta introduce su propio nombre de autora en el orbe poético. Esta sugerente irrupción nos posiciona como lectores en el cruce de la biografía y la ficción, entre el rostro civil de la poeta y su inscripción como personaje poético. Debemos resaltar sin embargo que si esta coincidencia onomástica por un lado abona una lectura autobiográfica por la identificación entre poeta/personaje, por otro, ratifica su estatuto ficcional, a partir de abundantes desplazamientos y contorsiones gramaticales y enunciativos. (Leuci, 2015: 338)
Por todo lo dicho anteriormente, es difícil catalogar la producción de ambos autores como pertenecientes a una generación o grupo poético, y los dos trataron de reforzarlo en su obra literaria pues, como la misma autora se encarga de subrayar, «cuando empecé a escribir, niña-adolescente, como no había leído nada, mi primera poesía no tenía influencias» (Fuertes, 1975: 28). Añadiendo más adelante que ni siquiera el paso del tiempo le hizo aceptar influencias externas –«Aunque después, como es lógico, leí y leo poetas, a mí no hay quien me influya, así que, como en 1934, sigo siendo huérfana e independiente» (Fuertes, 1975: 29)– ; estos dos últimos, aspectos que ambos autores se afanan en declarar y subrayar en sus poéticas. Influencias de una tradición literario-cultural que obviamente la autora sí tuvo, tal y como nos recuerda Emilio Ramón (2006):
Teniendo influencias que van desde autores del Siglo de Oro, como Góngora o Sor Juana, hasta otros más coetáneos, como Gil de Biedma o Ángel González, pasando por Rosalía de Castro o Machado, la poesía de Fuertes goza de una poliglosia que desdice lo que parece mostrar en una primera lectura, requiriendo del lector una lectura más acompasada, casi exigiendo su estrecha colaboración para crear el significado del mismo. […] El uso del lenguaje coloquial viene ya desde Bécquer y posteriormente se aprecia también en Machado y en Alberti y su manera de presentar las cosas como si de una enumeración caótica se tratase puede ser, como apuntan algunos, influencia de su pasión por el mundo de los niños, si bien también hay quien apunta, como Browne, que puede tener su origen en la obra de Mallarmé o en la escritura automática asociada con el surrealismo. En cualquiera de los casos, su poesía presenta esa doble capa de lectura que da lugar a interpretaciones menos ingenuas de lo que aparentan.8
Esta necesidad de no adscribirse a movimiento alguno, de no reconocer influencias, de «no pertenecer a ningún rebaño» se refleja perfectamente en el poema «Cabra sola» (Fuertes, 1975: 25) o en «Sola como una ostra», en el afán de la artista por aislarse para trabajar, componer, libar la esencia poética y ofrecernos el hermoso producto:
Sola como una ostra,me escondo para escribir.Pensad que en soledadpiensa en vosotros la ostray después os da su perlahecha en tristeza y a solas (Fuertes, 1980: 99)
Y en Ramón Gómez de la Serna, del mismo modo encontramos ese pliegue y cerrazón en sí mismo físicamente en la creación de sus diversos despachos-torreones o en lo que en otro lugar denominados «la tercera capa de la espiral u obsesión por sí mismo, por la construcción de su personaje» (Elwes, 2010: 229-243), que puede verse reflejado en numerosísimas ocasiones de sus escritos autobiográficos. Como muestra, tan un solo botón:
Soy tan yo mismo, que no puedo hablar conmigo. Toda la vida he estado identificándome conmigo mismo. […] Entremedias de esa ímproba labor para ser independiente, sonriente y sin obligaciones políticas de intriga, he escrito y conglomerado numerosas obras literarias; pero siempre medio sonámbulo y salido del mundo, ya más allá de las horas probables de la vida, sin esas largas horas de tranquilidad que necesita la obra literaria. (Gómez de la Serna, 1998: 770-771)
Autores –ambos, por tanto- de productividad peculiar de difícil categorización, de imposible catalogación, tal y como se afana y empeña en destacar la poeta –una vez más- en el final de su auto-prólogo «Medio siglo de poesía de Gloria Fuertes o vida de mi obra»:
Ahora una minoría vendrá a catalogarme, a “etiquetarme” o a encasillarme literaria o sociológicamente; la etiqueta se me desprenderá con el sudor de mis versos, y si me encasillan, me escapo. […] Que me llamen lo que quieran/ que a mí no me importa nada/ mientras que a mí no me llamen/ la finada. (Fuertes, 1975: 33-34).
En este sentido, coincidimos plenamente con Browne cuando afirma, rescatando las palabras de González Muela:
No se puede encasillar a Gloria Fuertes. No entra en ningún “movimiento” preconcebido, ni escuela de moda; como ella dice: “me muevo sola”. Es poeta “social”, pero no marxista; es cristiana, pero la Iglesia no la utilizaría como apologista; poeta de protesta… pero protestaría siempre que viera una injusticia; celayesca, pero en lo más hondo: en el sentido y valor que da Celaya al Hombre, no a los hombres; poetisa (odia el término) con una enorme dosis de apasionamiento y entrega, pero con un rigor masculino por limar el sentimiento o purificarlo -no explotarlo- se queda con él, como una cabra sola. (Browne, 1997: 14).
Así pues, tanto Ramón como Gloria emergen como voces nuevas, auténticas, y originales «en la que se combinan el sarcasmo, la ironía, la denuncia y el humor con la búsqueda de la comunicación, la angustia, el dolor y la soledad.» (González Rodas, 1980: 30). Humorismo, pues, como el otro tuétano esencial que les une, como vía y válvula de escape para huir de lo trágico, frente a la crueldad y el horror de la guerra y postguerra que les tocó vivir a ambos de uno y otro lado del Océano. De ahí, su no encasillamiento, su reivindicación permanente como seres solos y singulares, así como la necesidad de la construcción de su figura o “personaje” en torno a las personas reales, de carne y hueso, como seña especial de identidad, insularidad y personalidad: éstas son las razones del «a ningún rebaño pertenezco» de Fuertes y de la «generación unipersonal» del creador de la greguería, pretendemos argumentar.
En todo ello, para la creación del “personaje” supusieron de gran relevancia tanto las procaces conferencias de corte marcadamente surrealista (pintado de negro, subido a un trapecio o a lomos de un elefante, imitando el cacareo del gallo al amanecer etc.), que le ocasionaran algún que otro percance al autor —como aquella rememorada intervención sobre el cante jondo en Granada, junto a Zuloaga y Falla, donde un espectador espontáneo apuntándole con una pistola decía: «¿Qué? ¿le mato ya?» (Gómez de la Serna, 1998: 461-462)— tanto así como las intervenciones de Gloria Fuertes en TVE —Un globo, dos globos, tres globos (1974-1979) o La cometa blanca (1981-1983)—, que sirvieron no sólo para acercar la poesía a los más pequeños sino para instaurar un diferente modelo de mujer en la España de la transición democrática. Dichas intervenciones televisivas y recitales poéticos de Gloria Fuertes mostraban una marcada auto-representación auténtica como mujer bien distinta al patrón femenino mayoritario de la época —más bien masculino, usando habitualmente corbata— y buscaban, como en Ramón, no sólo una cierta hilaridad sino, más importante si cabe, una fuerte dosis de desaliño, espontaneidad, naturalidad y, ciertamente, de familiaridad y humanidad por parte del creador literario:
Contra la mentira de la conferencia yo quería oponer la conferencia que nace del alma como una creación espontánea.Una de las cosas que más irritan de mí es que descompongo la seriedad y tiesura de los otros –sus chaquets y sus levitas- […] Desprecio y odio esa grotesca seriedad humana de los actos públicos que creen que no es estéril toda sensación académica que no aporte ni nueva cordialidad, ni nuevo conocimiento, ni nueva literatura. Por eso descompongo esos actos públicos siempre que puedo y rompo su patrón. (Gómez de la Serna, 1998: pp. 455-456).
Pero, sin duda, el aspecto que más les une es el tratamiento similar del lenguaje: un lenguaje accesible, que llegara a todo el público en pequeñas píldoras poéticas, que son las que nos ofrecen su similar visión del mundo, de los objetos, del milagro prístino de lo cotidiano con un tono entre hilarante, reflexivo, emoción sorpresiva y ternura. Como expresa la misma autora en su poema «Sola en la sala»:
Por fin,Ya no destrozo la poesía;Toco más la realidad que la fantasía;Me gusta más la violada realidadQue la santísima pureza juanramoniana. (González Rodas, 1980: 32)
La metáfora, los juegos metalingüísticos, el acercamiento de imágenes dispares, la repetición de fonemas en bastantes ocasiones —como Gloria Fuertes nos tiene acostumbrados en muchos de sus títulos infantiles tales como Don Pato y Don Pito (1970), La oca loca (1977) o Coleta la poeta (1982), por citar los más célebres— suponen «desde un punto de vista formal, un ensayo continuo con el lenguaje con fines fundamentalmente lúdicos.» (García-Page, 1990: 243). No es otra, así pues, la ligazón conceptual que comparten tanto la greguería ramoniana como la gloriería en un constante afán de plasmar las miradas en los lugares y personas ignorados por la poesía de minorías, de huir de lo «oscuro, difícil, cerebral y culto» y de hacer de los dedos unos «muslos creadores» (Fuertes, 1975: 31-32) —por otra parte, toda una greguería en sí— en el asombroso hallazgo de la imagen del poema para la inmensa mayoría. Dado que componer y crear, en palabras de la autora, suponen:
[…] la mayor expresión con el menor material; con las menos palabras, al resumir y exprimir la idea, obtuve la esencia, el zumo, el tuétano de la poesía que yo tenía que dar en esa época –en la que yo físicamente también vivía a base de zumos y extractos. El lector puede comprobar esto en mis poemas de un solo verso. (Fuertes, 1975: pp. 30-31)
Poemas de un solo verso (glorierías) que, al igual que la greguería, busca el atomismo y la fragmentación de la realidad, al mismo tiempo que la quintaesencia poética («la séduction brève», en términos de la especialista ramoniana francesa Laurie-Anne Laget) en un juego constante que sobrepasa la conocida y manida fórmula de «humorismo + metáfora = greguería» porque, además, no siempre se producen o apoyan en la colisión o contraste de significantes (Senabre, Cardona, Hoyle, Nicolás… cf. Laget, 2012: 311), sino sobre un juego analógico que nos produce la sorpresa, la incongruencia o el humor. Gloria Fuertes consigue así, a través de sus composiciones más breves, hacer de la gloriería una poética broma de la vida a la manera de su admirado Ramón. Pongamos tan sólo algunos ejemplos de la obra de nuestro interés:
Envidio a Eva: no tuvo pasado.La normalidad es una locura controlada.No me basta con ser poeta, necesito que se me note.Entiendo de electricidad: tú no eres corriente.La vejez es la niñez de la muerte.Escribir poesía es una manera de rezar.Cuando surge el amor no nos consulta.El aburrimiento es una enfermedad contagiosa.El bandoneón se abre como un abanico para dar aire al tango.Nunca nos morimos la víspera.Al nacer, nos hacemos enfermos terminales.El pueblo es la patria del poema.Cualquier cargo es una carga.En esta vida estamos solamente una vez y pocas horas. Aprovecha la percha.10
En la misma línea de la greguería-gloriería, el lenguaje llano y cotidiano se reivindica en los muchos poemas que la autora titula «Poética», trasladándonos a la sencillez del verbo para ese público en general, para hacer de la poesía el «pan nuestro de cada día» y de «andar por casa», en expresiones de Emilio Ramón (2006). Como muestra, apenas un breve ejemplo de «Pacifista de verdad»: «No matemos al vecino/ invitémoslo a tocino» (Fuertes, 2002: 85). Por todo ello, podemos afirmar que, como la greguería ramoniana, la gloriería es poesía profunda pero sencilla; poesía cotidiana, en definitiva:
Poesía cotidiana debe ser «al pan, pan y al vino, vino» (pero con belleza, que para eso es Poesía). Algo directo, emotivo, con gracia. Demostrar que cualquier sentimiento, idea, tema o cosa tiene poesía. No hay nada antipoético en la vida (a no ser el verbo «matar» y sus derivados). Cuando la Poesía es clara, viva, jugosa –sin salirse del tiesto-, escrita con emoción y con gracia, es cotidiana y útil como un traje barato de diario. Cuando la poesía es así, llega a los superfinos, a los críticos, a los catedráticos y llega (¡oh milagro!) a la masa –no quiero decir masa-, a la mayoría, sin educación ni cultura, porque para sentir lo poético no hace falta ser bachiller. No es un problema educacional, porque hay cierto tipo de poesía con la que se puede llorar o reír un analfabeto –te lo digo por experiencia propia-. (Herrín en Fuertes, 2002: 101).
En este sentido, se entiende perfectamente que la mitad de la producción literaria de Gloria Fuertes esté destinada al público infantil, por lo que viene siendo mayormente recordada; hecho coincidente aunque más desconocido en la producción de un joven Ramón Gómez de la Serna, quien publicara los Cuentos de Calleja, «drama para los niños», en 1909; si bien no fuera llevada a las tablas porque Jacinto Benavente se «inspirara y aprovechara» de ella para componer su comedia infantil El príncipe que todo lo aprendió en los libros (Gómez de la Serna, 1996: 17). Independientemente de la veracidad de esta anécdota relatada por el autor en sus memorias, lo que aúna genéticamente la greguería con la gloriería es, sin lugar a dudas, no sólo la brevedad sino también la sorpresa de la poeticidad de la imagen significante; todo ello, no lo olvidemos, con una clara intencionalidad lúdica, a la par que filosófica-existencial en su gran mayoría. En definitiva, se trata en el caso de ambas composiciones hermanadas por su brevedad de unas dosis o píldoras poéticas de lo que encierra lo cotidiano, expresado en un lenguaje sencillo para todos los públicos.
Pese a estos paralelismos, toca apuntar algunas de las grandes divergencias. Fundamentalmente, se refieren al compromiso ético y estético con la realidad que a ambos tocó vivir, y que mucho tiene que ver con los distintos posicionamientos de exilio y periferia en Gómez de la Serna frente a la centralidad desde la que escribe Gloria Fuertes desde la Península; participando activamente esta última en movimientos literarios que han pasado al canon de la poesía social y de cierto compromiso en el contexto de la postguerra española. No es así en el caso de Ramón Gómez de la Serna, pues como bien sabemos soslaya la problemática del conflicto civil, dedicándose hasta el final de sus días al cultivo de la greguería o de los retratos literarios. Igualmente, en su última producción inédita (conservada en los manuscritos de la Universidad de Pittsburg) vemos un creciente interés por lo espiritual en su tratamiento de lo religioso, que recuerda al primer Ramón de Los muertos, las muertas y otras fantasmagorías (1935), en una constante apelación u obsesión ante objetos mortuorios tales como: cementerios, nichos, ataúdes, lápidas, esqueletos, osarios, epitafios etc. Igualmente, otro de los temas recurrentes en Gloria Fuertes en esa auto-referencia onomástica a la que hicimos mención más arriba, tomada con mucha hilaridad en sus diversos «autoepitafios».
La divergencia mayor la vemos, por tanto, en que el yo creador o la constante recurrencia a lo autobiográfico surgen y nacen en Ramón Gómez de la Serna y Gloria Fuertes de circunstancias y necesidades bien diferentes. Necesidad de reivindicación de su obra y su figura desde el tristísimo exilio por parte de Ramón; de ahí, su insistencia en lo memorístico autobiográfico como a los retratos literarios de personalidades con las que compartió su vida; en especial durante los locos y alegres años de vanguardia, frente al «yoísmo individualista e insular» de Gloria Fuertes, no tanto como «ombligo de orangután» sino como voz personalísima y genuina que quiere ir de lo particular a lo universal, de la desgracia individual o desamor propio a la injusticia global. De ahí igualmente, su constante mirada posada en los marginales y desposeídos, que no encontramos tanto en Gómez de la Serna, bien consciente él de una clase social y estatus perdido, mientras que nuestra autora jamás reniega de sus orígenes humildes –sino todo lo contrario- identificándose, en consecuencia, con los desarrapados, dolientes, solitarios o injustamente tratados. Por todo ello, su obra ha de leerse encarnada en lo humano, en lo tremenda y profundamente humano, tal y como afirma categóricamente en primera persona la autora en su prólogo de Historia de Gloria: «Esto no es un libro, es una mujer» (Fuertes, 1980: 50).
En definitiva, y coincidiendo con esta afirmación del estudioso prologuista: «Creemos que, así como la poesía española del siglo XX se divide en dos etapas, antes y después de Hijos de la ira, de Dámaso Alonso, la poesía femenina española de este siglo se divide también en dos etapas: antes y después de Gloria Fuertes.» (González Rodas, 1980: 28). Lo mismo había ocurrido unas décadas antes con la figura de Gómez de la Serna: rupturista, introductor y elemento bisagra desde la generación algo trasnochada y tremendamente preocupada del 98 a los jóvenes del 27, que pudieron experimentar y jugar con el lenguaje tanto gracias a su influencia y a seguir, por tanto, el modelo del «personaje» procaz, iconoclasta y provocador de Pombo que fue Ramón y que les llevara al grupo artístico de los «putrefactos» en la Residencia de Estudiantes de Madrid, por poner tan sólo algún ejemplo.
Para acabar el paralelismo, nos gustaría traer a colación una cita de la especialista María Payeras de su obra dedicada a tres grandes autoras de la postguerra (Ángela Figuera, Celia Viñas y Gloria Fuertes) cuando apunta la excepcionalidad y originalidad de la autora, consciente de no querer entrar en ninguno de los moldes, reivindicando así el consejo que le había dado Ramón Gómez de la Serna en la carta que reprodujimos al principio: «No deje llevarse más que por sí misma.»
Por otra parte, y pese a las concomitancias apuntadas en relación a distintas líneas poéticas de la postguerra, nada impide considerar a esta autora como un fenómeno excepcional, cuya índole ecléctica se materializa, sin embargo, en una voz bien diferenciada. Ella es consciente de su singularidad literaria, que sin duda toma por una más de sus solitarias rarezas de «cabra sola» o «sola en la sala» y no vacila en autodefinirse irónicamente como «maletilla de las letras» o en adoptar ocasionalmente el estilo del vendedor ambulante o el charlatán de feria. (Payeras, 2003: 130)
Pose natural y desaliño humorístico con el que igualmente Ramón Gómez de la Serna ha pasado a nuestro canon de las letras, participando ambos de esta máxima vital y poética que encarna la siguiente greguería-gloriería: «Sólo es genial el que no se parece a nadie» (Fuertes, 2001a: 98). En este sentido, queremos afirmar para concluir que, paradójicamente, dicho afán de originalidad y de reivindicación de una voz singular y personalísima es la que nos ha hecho aproximar y hermanar como hilo conductor la monumental obra de estos dos grandes autores españoles del siglo XX, sobre los que no nos cansamos de posar ni nuestra atención ni nuestra mirada.
*Olga Elwes Aguilar es profesoras de la Universidad de Castilla-La Mancha . Este texto se incluirá en el libro Olga Elwes AguilarPoesía y posguerra (Editorial Visor, 2017), preparado por la profesora Encarna Alonso Valero dentro del proyecto de I+D "La configuración del patrón poético español tras la Guerra Civil: relaciones literarias, culturales y sociales" (FFI2013-44041-P), financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad y FEDER. Encarna Alonso Valero
1. Es una obra interesantísima para nuestro estudio, ya que incluye y reproduce una carta inédita hasta la fecha del propio Ramón, exiliado en Buenos Aires, animándola en su quehacer literario (Fuertes, 2001: pp. 9-10), y que reproducimos seguidamente en el cuerpo de este trabajo. Con motivo de la celebración del centenario del nacimiento de la poeta, Torremozas acaba de reeditarla (2017), aunque nosotros hemos manejado la edición de 2001.
2. Se trata, más bien, de una recopilación de algunos de sus poemas antibelicistas. Recuperado de: http://es.calameo.com/read/002017881c57221636761
3. Textos compilatorios antibelicistas de Gloria Fuertes con ilustraciones de Sean Mackaoui, al que dedicamos una reciente publicación: ELWES AGUILAR, Olga y RAMÓN TORRIJOS, María del Mar (2016).
4. Recuperado de: http://www.tdx.cat/handle/10803/8782
5. Editado este último por la editorial Torremozas, recoge una serie de relatos cortos en torno al Rastro que la autora publicara entre los años 1951 y 1954 en Chicas, la revista de los 17 años, e ilustrados por el genial Antonio Mingote.
6. «Ya tenía a mi madre en el sepulcro, ya tenía madre en la muerte, ya la muerte era mi madre. […] Mientras me dedicaba a estas cosas tenía bien fijo lo que no quería ser, y esta concepción negativa y prescindidora [sic.] de la propia vida tiene más importancia que el saber precisar la ambición que se tenga. Lo que más me ha valido para no equivocarme y no emborronarme, es mantener en mí lo que no he estado dispuesto a ser. » (Gómez de la Serna, 1998: 253).
7. Sería interesante abordar la relación afectiva con su madre con más profundidad en otro lugar, ya que en una estrofa de «Desentrenamiento», incluido en este mismo poemario, confiesa la voz poética: «A altas horas del día/ se me suele aparecer/ ¡mi madre!/ (señora la cual no se hizo querer por servidora [en vida.])» (Fuertes, 1975: 356).
8. Recuperado de: http://pendientedemigracion.ucm.es/info/especulo/numero32/gfuertes.html
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9. Véase, como ejemplo, el magnífico catálogo en torno al despacho de la calle de Velázquez número 6, con texto de Juan Manuel Bonet: Ramón en su torreón (2002), Madrid, Fundación Wellington.
10. Recuperados de http://www.torremozas.com/Glorierias-Para-que-os-entereis y de Fuertes, 2001a: la edición que nos ocupa.