La inspectora Salazar ya tiene sustituta en Baztán

Begoña Curiel (El libro durmiente)

El libro durmiente comenzó su andadura como club de lectura en junio de 2003. Su nombre hace referencia a la necesidad de rescatar los valores y principios que duermen en el seno de los libros. El libro durmiente se define como una entidad creada sin fin de lucro. Nuestra acción adquiere la condición de voluntariado cultural. Desde el año 2012, correspondiendo con el período lectivo, impartimos los talleres de escritura creativa en dos niveles: básico y avanzado. Finalmente, la invitación a los autores para presentar sus obras o impartir clases magistrales sobre las técnicas de escritura ha dado lugar a la creación de un foro literario donde confluyen los lectores, libros y escritores, compartiendo ideas e inquietudes en pro de la cultura.

Las que no duermen. NASH - Dolores Redondo

Ediciones Destino (2024)

La Dolores Redondo de siempre, pero con algunas novedades. No podía faltar el halo de leyendas intrigantes para crear atmósfera y un cadáver, aunque no fuese el que estaba previsto. El hallazgo activa la adrenalina con la reapertura de una investigación, de la que surgirá una curiosa hermandad entre mujeres. Gracias Dolores Redondo, por enredarme con 600 páginas más en tu universo particular.

Su emblemática inspectora Salazar aparecerá en segundo plano en favor de Nash Elizondo, una psicóloga forense. En la sima de Legarrea, donde documenta una leyenda sobre brujería en Navarra, encuentra –estamos en 2020– el cadáver de una joven desaparecida tres años atrás. Crimen, por el que otra mujer cumple condena. Así que toca reabrir la investigación.

Qué es un psicólogo forense

La trama permitirá conocer, entre otras cosas, la función de l@s psicólog@s forenses. Indagan en el estado mental del fallecido o fallecida, en el momento de su muerte. No son policías, no tocan el cuerpo; van a la caza de sus pensamientos. Para llegar a conclusiones, Elizondo hurga en su entorno, rutinas, la forma de relacionarse y hasta la ropa que vestía. Lo fundamental no son los porqués de la muerte, sino el contexto. El rastreo de Elizondo deriva en una intensa conexión emocional entre la investigadora y la víctima.

Una anécdota: me agobiaba el índice alzado de la mano en la portada de la novela. Aunque aquí no haya terror, Redondo exprime los detalles inquietantes para sugestionar al lector. Si estamos hablando de un muerto, ¿cómo puede mantenerse un dedo en esa postura? Cada vez que cogía la novela, qué quieren que les diga, procuraba no mirar demasiado la portada...

Otra curiosidad. Las letras que componen el nombre de Nash responden al código forense que resume las causas de una muerte: natural, accidental, suicidio y homicidio. No es una idea que me vuelva loca precisamente; el nombre adherido al título parece “un pegote”, metido con calzador en la portada.

Ficción y realidad

Lo repito muchas veces: me encanta cuando la ficción se basa en un hecho real. Cuenta la escritora en sus entrevistas que se inspiró en la investigación del antropólogo forense Francisco Etxebarría, que buscaba los cadáveres de una mujer y sus hijos que fueron arrojados en la sima en 1936. Parece ser que la contienda civil vino bien a algún vecino, o vecinos, para quitar del medio a alguien a quien relacionaban con prácticas de brujería. Ya saben, una bruja más, que debía desaparecer por ser diferente...

Del suceso real parte del trabajo de documentación de la psicóloga forense, que inesperadamente se topa con el cuerpo de la joven Andrea Dancur. Todo sucede en los días previos a la declaración de la pandemia del covid-19. No es un detalle menor, sino el contexto adecuado para que Nash Elizondo acabe en el hogar de las mujeres Mitxelena, secundarias de peso pesado.

La escritora repite patrón: creando una historia partiendo de un hecho real, como ocurriera con el caso de Ainara en la Trilogía del Baztán (El guardián invisibleLegado en los huesos y Ofrenda a la tormenta) o el de John Biblia en Esperando al diluvio.

Sororidad

Las Mitxelena son Las que no duermen, título ligado a esas mujeres que no saben lo que es la tranquilidad. Viven ajenas a la dinámica general de los hogares, son anárquicas, no hay horarios ni reglas, al cuerpo se le da lo que pide y punto. Los comentarios ajenos les importan poco o nada. Rebeldes de manual, vamos. Un perfil hecho a medida para que la narración fluya por el cauce que desea la autora.

El confinamiento al que obliga la pandemia aportará el marco idóneo para generar ese ambiente opresivo tan característico de los relatos de Dolores Redondo, y de paso, pondrá aún más difícil la tarea que la psicóloga forense tiene entre manos.

A principios de marzo de 2020, los personajes desconocen aún hasta qué punto se paralizará el mundo y las escasas certezas de tiene la vida. Por eso, el lector juega con ventaja en información pero, la escritora lo hace con nosotros; nos predispone a la angustia y la incertidumbre que está por venir.

Las Mitxelena, madre y dos hijas, son propietarias de una funeraria rural. Parece ser un homenaje a los trabajadores que tuvieron que vérselas con el drama del momento, como acompañantes muchas veces de los fallecidos que arrojó la pandemia. Pero hecho el guiño, Redondo se centra en lo suyo, encajando a su gusto, situaciones y personajes.

La casa de las Mitxelena es una pieza importante de la novela, a disposición del suspense que calienta la lectura, sobre todo, en determinados espacios de la vivienda, donde te ves venir el impacto. La escritora lleva años poniéndolo en práctica.

Salazar y otros secundarios

Los seguidores de la Trilogía del Baztán conocemos de sobra a la inspectora Amaia Salazar: dura, contenida, inquisitiva. Casi un robot. Su intervención es pequeña, pero no cambia de registro en Las que no duermen. Nada que ver con Nash: supongo que la autora ha querido probar con una personalidad más empática y humana y ver cómo respiran los lectores con la novedad.

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Ya hay previstas otras dos novelas tras esta, para formar tetralogía (titulada Los valles tranquilos. Me río yo de la tranquilidad...) con Esperando al diluvio como comienzo.

Veremos si hay cameos con Salazar o Nash continúa de protagonista y si rescata a otros conocidos como al investigador escocés Noah Scott de Esperando al diluvio, o incluye a otro nuevo como Laurent Herzog de esta última, que, por cierto, no funciona tan bien en mi opinión. Es difícil creer, por muy empática que sea Nash, que aguante el narcisismo que se gasta. Veremos...

Y atención, porque la propia autora se incluye entre las páginas, mencionándose a sí misma, a través de algunos comentarios. Tiene su punto, aunque –tal y como he leído en reseñas de lectores– no ha gustado a todo el mundo. Pero, con lo que ha ido demostrando Dolores Redondo a lo largo de los años, ¿por qué no?

El libro durmiente comenzó su andadura como club de lectura en junio de 2003. Su nombre hace referencia a la necesidad de rescatar los valores y principios que duermen en el seno de los libros. El libro durmiente se define como una entidad creada sin fin de lucro. Nuestra acción adquiere la condición de voluntariado cultural. Desde el año 2012, correspondiendo con el período lectivo, impartimos los talleres de escritura creativa en dos niveles: básico y avanzado. Finalmente, la invitación a los autores para presentar sus obras o impartir clases magistrales sobre las técnicas de escritura ha dado lugar a la creación de un foro literario donde confluyen los lectores, libros y escritores, compartiendo ideas e inquietudes en pro de la cultura.

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