Entre Jean Rhys y Charlotte Brontë

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Imaginemos a una joven nacida en Dominica, una isla en mitad del Caribe, que emigra a Londres, donde tiene que trabajar de bailarina para sobrevivir. Una joven huérfana que transita entre Inglaterra y Francia durante las dos guerras mundiales; lectora, hipocondríaca, friolera. Una escritora que relata la vida de otras jóvenes como ella en cuatro novelas cortas que pasaron desapercibidas para la crítica, a pesar de contar con el favor de un escritor de prestigio como Ford Madox Ford, con quien mantuvo una relación triangular que nuestra autora, Jean Rhys, relató en una de ellas, Cuarteto —las cuatro han sido publicadas en España por Lumen en un único volumen, Una vida sin ti (2011)—. Sus protagonistas llevan vidas precarias, casi en la pobreza, algunas sobreviven al amparo de sus amantes, presas en las redes de un mundo patriarcal que ni siquiera saben identificar; de ahí que Jean Rhys tampoco contase con el favor de la crítica feminista posterior. Imaginémosla tiritando, recurriendo al alcohol para calentarse, para evadirse de una realidad que apenas permite que la roce (las referencias a la guerra en sus novelas de los años treinta son escasísimas), escribiendo además algunas cartas y un diario.

Un día, esta joven lee Jane Eyre, la magnífica novela de Charlotte Brönte, y conoce el personaje de Bertha Mason, la esposa loca del señor Rochester, el esquivo dueño de la hacienda donde Jane trabaja de institutriz, y de quien se enamorará.

En la novela de Brönte, Bertha Mason nació en Jamaica y se trasladó con su esposo a Inglaterra tras el matrimonio. En la isla, como la misma Jean Rhys, pasó frío. Quizás, solo quizás, por eso a Bertha le apasiona el fuego. Todo lo que se dice de la loca desconocida en Jane Eyre es peyorativo. Una esposa lunática, inadaptada, extranjera, una Melusina. A saber qué misterios esconde para el joven Rochester ese calificativo desmesurado, Melusina, que impacta en la mente de la otra joven, nuestra querida Jean Rhys. Durante casi 50 años, la novela de Charlotte persigue a la escritora anglodominicana; le ha dado mil vueltas, cuenta en sus cartas, pero no consigue encontrar ni la estructura ni el tono apropiados a lo que, me gusta pensar, será su definitiva venganza, su respuesta a la mentalidad fría y antisensual que ella misma sufre en Inglaterra, como le sucede a Bertha Mason en Jane Eyre.

Por fin, en 1966, tras titubeos, paréntesis, parálisis, muchos ensayos y mucho error, publica Ancho mar de los Sargazos cuando roza casi los ochenta años y vive aislada en Cornualles, sospechando siempre de sus vecinos, refugiada en el alcohol, quejándose de la humedad y del frío. Ancho mar… , por el contrario, transcurre en una Jamaica cálida y lujuriosa, de naturaleza exuberante, cuya clase acomodada asiste con temor a la revuelta de los esclavos. Allí nace y se educa la joven Bertha Mason, cuyo nombre convierte Rhys en Antoinette Cosway.

Antoinette es hermosa y alegre cuando conoce a Rochester, el hijo menor desfavorecido de un padre tiránico. Se enamoran, se casan, pero la convivencia de los esposos no es la que cabría imaginar. Rochester sospecha de su esposa, a quien calumnian atribuyéndole una relación anterior con otro hombre, y no soporta su temperamento impulsivo y sensual; él es frío (el frío es una constante en la obra de Jean Rhys, tanto tuvo que sufrir en el cambio del Caribe por Inglaterra), reservado y asustadizo. Antoinette, por el contrario, es apasionada, está enamorada y lo desea. Los diálogos de la pareja, donde se entrecruzan malentendidos íntimos, son de una agudeza y de una desolación impresionantes. Antoinette recurre a su nodriza para que practique vudú y recuperar así el amor de su esposo. Para Rochester el mundo se ha invertido, ya no tiene poder, el colono ha perdido sus prerrogativas; afirma sobre Antoinette: "Su expresión de súplica me molesta. No la he comprado, ella me ha comprado a mí".

Ancho mar de los Sargazos no es solo una precuela de Jane Eyre, es una novela que dialoga y confronta el mundo victoriano con la sensualidad de las Antillas, el catolicismo con la magia, el frío con el calor, el cuerpo con la razón, el orgullo colonialista con el perdido poder de la metrópolis.

A Antoinette/Bertha le gustaba el fuego, ha visto cómo ardían las casas de los colonos blancos en su isla natal y, ustedes ya lo saben, emprende su cruzada contra quien la encerró en esa lóbrega torre, sirviéndose de él.

Refugio en la lectura

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Lo que les propongo, ahora que las torres se multiplican, que todos estamos encerrados en las nuestras, tan aislados como nuestra pobre loca antillana, es que lean Ancho mar de los Sargazos y continúen con Jane Eyre; que disfruten del privilegio que tenemos los lectores de poder unir el magnífico diálogo intertextual Brönte/Rhys en un texto único, plural, inolvidable, y que observen cómo se aviva la llama, cómo se enciende el fuego inextinguible de la buena literatura.

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Lola López Mondéjar es psicoanalista y escritora. Su último libro es Qué mundo tan maravilloso (Páginas de Espuma, 2018).

En el segundo viernes de confinamiento por la crisis sanitaria provocada por el coronavirus, los colaboradores de Los diablos azules proponen lecturas que sirvan de compañía durante la cuarentena. Aquí puedes leer todas las recomendaciones de este número y aquí, los contenidos de números anteriores. Aquíaquí

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