Abril y mayo son meses en los que florece el amor por la lectura. Días de libros y rosas, encuentros con lectores y ferias del libro en las ciudades. Su reflejo en los medios nos hace olvidar que más de un 40% de los jóvenes dicen no leer “porque no les gusta” y que los índices de lectura son muy bajos en los territorios y clases sociales que más los necesitarían.
“El tiempo de leer, como el tiempo de amar, dilata el tiempo de vivir”, escribió Daniel Pennac, pero cada vez tenemos menos tiempo para leer. Los horarios del mundo de hoy se han reducido tanto para la lectura profunda (generalmente en papel) que –paradójicamente— leyendo más, se lee menos o peor. Leemos en el móvil, tablet o en el ordenador mensajes a cien por hora, una lectura hiperactiva e intermitente, saltando sobre palabras o fragmentos escritos como si quemasen, sin saborearlos, sin que se queden en nuestra memoria profunda… Olvidándonos al final del día de esa “saturación digital”, a excepción apenas de algún “meme” irónico rescatado entre segundos de nuestro tiempo de trabajo y ocio.
Parece que leer no estuviese socialmente de moda, frente al culto al cuerpo tan sobrevalorado; que la lectura y la cultura fuesen cuestión de tribus minoritarias o de culturetas con ego; o que es un hábito del pasado y en retroceso. ¡Qué cantidad de prejuicios para una causa tan noble como, sencillamente, defendible!
La evolución cultural de la humanidad fue posible, especialmente, gracias al lenguaje, y se aceleró exponencialmente cuando este supo construir narraciones y las pudo escribir, cuando las pudo multiplicar a través de los libros impresos y cuando convirtió el conocimiento en ciencia, en democracia y en derechos humanos.
“La lectura es una necesidad social de la que va a depender nuestra relación con el lenguaje, nuestra comunicación con los demás y la calidad de la democracia”, como ha escrito José Antonio Marina, en un hermoso manifiesto titulado “Elogio de la Lectura”, por eso los dictadores la prohíben y los regímenes neoliberales no la favorecen como un elemento esencial del pensamiento crítico. Por el contrario, los países que tienen índices más altos de lectura están entre los que mejores resultados educativos ofrecen en las pruebas PISA, y entre los de mayor índice de desarrollo humano, generalmente con un coeficiente de Gini de más igualdad entre sus habitantes.
Quienes creemos que sin lectura no hay cultura, y que esta es la bisagra perfecta para una mejor educación y una cultura de más calidad, proponemos planes locales para el fomento estratégico de la lectura, con resultados evaluables en unos pocos años. Nuestra propuesta, planteada como una movilización local desde la Universidad de Padres online, se basa en una experiencia local, el Plan Integral para el Fomento de la Lectura y la Comprensión Lectora de Alcalá de Guadaíra (Sevilla) —promovido por José Antonio Marina y su ayuntamiento en 2008. Pese a haber quedado interrumpida por la crisis económica en 2010, esta experiencia y su documento base se ha ido extendiendo por Internet, y ha despertado el interés de la revista CLIJ, que ha publicado una síntesis de ese plan en su número 279, y traspasó fronteras, al habérseme invitado a exponerla en el X Congreso de Promotores de Lectura de Medellín (Colombia), ciudad que ha hecho de la lectura y la educación dos acciones estratégicas clave para su desarrollo local.
Leer es un hábito individual, pero su efecto es profundamente social, porque es semilla y fruto de una sociedad mejor. Si los planes estatales o comunitarios son complejos, y apenas se quedan en campañas de marketing con poca incidencia, nuestra propuesta es hacer planes locales, pueblo a pueblo, barrio a barrio, ciudad a ciudad, como experiencias piloto. Por supuesto, no sería posible sin la complicidad de diferentes agentes unidos por un mismo proyecto. ¿Tan difícil sería coordinar la labor de ayuntamientos y asociaciones, de bibliotecarios y clubes de lectura, de maestros de primaria y profesores de literatura, de creadores y gestores culturales, de librerías y de educadores sociales, de colectivos pedagógicos y de AMPAS… por contagiar el valor, el placer y los logros del hábito lector?
Quiero dejar constancia de mi pasión por la lectura porque he enseñado a leer a niños como maestro de escuela y ahora la promuevo entre las familias como tutor de padres en la Universidad UP , ejerciendo al mismo tiempo de modesto editor y escritor. Como creativo he puesto en marcha una campaña de marketing social, “Leer distingue”, en la que lectores anónimos “dan la cara por los libros”. Fui el redactor y el coordinador del plan local de Alcalá de Guadaíra y creo, sinceramente, que esta experiencia podría replicarse en nuevos planes con una estructura parecida (6 líneas estratégicas, 30 programas posibles y 60 acciones), puesta en marcha por con un Consejo Local de Coordinación de unas diez o doce personas y con un apoyo social de un centenar de colaboradores, aunque en municipios más pequeños podría ajustarse a sus posibilidades. Pero, ¿por qué promover con urgencia la lectura como una necesidad social?
Porque es ahora, más que nunca, en la llamada sociedad del aprendizaje, cuando necesitamos fomentar una ciudadanía lectora, educada y culta, curiosa, creativa e innovadora para generar un modelo productivo y social nuevo, más sostenible, dinámico y equitativo. Recuerden que hay una fórmula demostrable (aunque eso exigiría otro artículo) por la que podemos asegurar que la lectura desarrolla la imaginación, esta posibilita la creatividad y esta última puede generar innovación (creadores, emprendedores sociales e innovadores tecnológicos).
¿Qué nos impide –a todos los que amamos los libros– conocernos, tejer redes y asumir esta causa por la lectura, tan común como progresista, tan local como escalable?
*Pedro Molino es educador de la Universidad de Padres online, promotor de lectura y editor.
Abril y mayo son meses en los que florece el amor por la lectura. Días de libros y rosas, encuentros con lectores y ferias del libro en las ciudades. Su reflejo en los medios nos hace olvidar que más de un 40% de los jóvenes dicen no leer “porque no les gusta” y que los índices de lectura son muy bajos en los territorios y clases sociales que más los necesitarían.