Adiós a la nocheAndrea BernalLa Isla de SiltoláSevilla2016Adiós a la noche
Adiós a la noche, de Andrea Bernal (Madrid, 1985), nos ha descubierto —si bien no es su primer poemario— una voz poderosa entregándonos un himno a la noche —a la manera de Novalis, que no en vano aparece en la cita inicial—y todo lo que representa su estirpe romántica. Ese es el eje por el que circula este poemario en el que un personaje extremadamente solitario puebla sus páginas con la desesperación de saberse abocado al vacío, de encontrarse o encontrarnos ante el silencio del lenguaje, de no tener ningún consuelo excepto quizás, a veces, la poesía como palabra depurada que nos libra de la mentira del lenguaje cotidiano, su falsa verdad. Como en "XXV": "No hables del péndulo azul, / el cielo narra otro azul inamovible. / Las horas son también / de quien busca una tormenta veloz. / De quien cierra los oídos, / una realidad que duele: / La certeza de todas las mentiras" (p. 38). En Adiós a la noche, como en este poema, hay una actualización de todos los mitos y tópicos románticos, empezando por el gran tema de la noche en el que el ser humano se encuentra ante un abismo, y terminando por el sensible de la flor azul, esa realidad misteriosa que solo anida en nuestros corazones. "Hablo al amor descalzo, / a mi alimento, / a mis noches que atraviesan mi ventana, / en las que a veces creo cierto / que su mano y mi mano no están en la distancia.» (p. 39). Y cómo no, el amor en todas sus dimensiones, pero en especial en su separación, en la soledad que es distancia, en la imposibilidad de encontrar nuestra correspondencia, aunque siempre estemos rebelándonos, porque «quién es capaz de ponerle llaves a la Luna" (ibíd.).
Pulula por estas páginas un personaje azorado y convulso que no tiene consuelo. La música romántica, lejos de aparecer aquí como una gran sinfonía, es más que nada lied, la canción íntima y frágil, herida en su fugacidad y en su delicadeza, transida por la tragedia de la realidad que nos atraviesa, el vacío de nuestra existencia, que acabamos de descubrir con la madurez, con la juventud rota de un tajo. "Canto porque en ocasiones / tal vez sólo la palabra y la música puedan consolar" (p. 24). La poeta sabe de su íntima realidad hipersensible: "El ruido del agua constante y lúgubre, / y cayeron hacia mí / una / a / una / las estrellas, / como olas que se rompen / duramente contra el pecho" (p. 27). La inmensidad del mar o el océano que no podemos domeñar —como el lenguaje becqueriano— que ya había aparecido anteriormente: "y sabré que la noche fue —más que un océano— una levedad negra contra el infinito" (p. 15). Nuestro vacío, nuestra nimiedad, y la inmensidad de la naturaleza, el universo, el mundo exterior. Por eso Big is not beautiful, y sobre todo su contrario: lo pequeño es hermoso, pues nos sentimos identificados en nuestra transitoriedad. "Sé que ese fue a veces mi único consuelo. / Sé que un verso puede a la vez ser vivo y enterrado" (p. 30).
Estructurado en fragmentos de un himno o discurso a veces amoroso, este Adiós a la noche nos descubre una voz nítida y sólida para los amantes de la buena poesía y, en general, para los amantes de ese puñado de verdades que la poesía puede arrancar. Todo un descubrimiento.
XVIISé que soy minúscula,como mis letras.Sé que no habrá nadasino el mínimo susurro de una palabra escrita.Sé que no nacieron estos labiospara decirla sin embargo.Sé que algún día me uniré a la naturaleza,bajo el cedro más viejo y deshuesado.Sé que alguien llamará de pronto,como suele sucederante todas las cosas.Sé que yo no abriré la puerta,ni sabré esperarlo.Sé que quedará esta hojacomo otras de los bosques,perdida,y la pisarán todos los pieshumanos.Sé que ese fue a veces mi único consuelo.Sé que un verso puede a la vez ser vivo y enterrado.
*Juan Carlos Abril es poeta y profesor de Literatura. Su último libro es Juan Carlos AbrilLecturas de oro. Un panorama de la poesía española (Bartleby, 2014).
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