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La lucidez de Firdaus

Portada de Mujer en punto cero, de Nawal El Saadawi.

Mujer en punto ceroNawal El SaadawiTraducción de Mireia Bofill AbellóCapitán SwingMadrid2017Mujer en punto cero

 

Hace más de 40 años, la escritora egipcia Nawal El Saadawi publicaba una de sus obras más leídas y conocidas, Mujer en punto cero, una breve novela en la que recoge el testimonio de una mujer a la que llama Firdaus y que espera en la cárcel su ejecución en la horca. Autora y protagonista apenas se reunieron unas horas –que El Saadawi reescribió frenéticamente en las semanas posteriores al encuentro—, pero la potencia y clarividencia del relato de Firdaus han dejado una profunda huella en la carrera de esta prolífica activista feminista y escritora.

Resulta igual de relevante la situación personal de El Saadawi en el momento en el que se gesta Mujer en punto cero. En aquella época, tanto ella como su familia vivían hostigados por el gobierno egipcio después de que viese la luz, en 1972, su ensayo Mujeres y sexo, libro en el que abordaba asuntos tabú como la extirpación del clítoris. El Saadawi, doctora y psiquiatra de profesión, fue destituida como directora de Educación para la Salud y como redactora jefa de la revista Salud. Serían los primeros ataques de un gobierno que terminaría encarcelándola en 1981 en la misma prisión en la que entrevistó a Firdaus y forzando su exilio entre los años noventa y la primera década de este siglo.

Tras ser apartada de su trabajo, la escritora se volcó de lleno en una investigación sobre la salud mental de las mujeres para tratar de vincular “la represión psicológica y corporal con la represión social, política, económica, cultural, religiosa y moral”. Firdaus había sufrido humillaciones en cada uno de esas facetas: de origen humilde, un familiar abusó sexualmente de ella cuando no sabía ni siquiera lo que era el sexo, le practicaron la ablación genital y fue casada a la fuerza con un hombre que le triplicaba en edad. Narrado en primera persona, con una excepcional sensibilidad para entender el mundo que la rodea, el testimonio de Firdaus destila entereza y dignidad. El suyo es un relato común, pero su lucidez resulta inusual.

En esa tesitura de vejaciones constantes, Firdaus comienza a ejercer la prostitución. El dinero que gana le ofrece la posibilidad de gestionar su tiempo y su vida. Le devuelve parte del poder que le ha arrebatado la sociedad egipcia de mediados del siglo XX. Para ella, la prostitución se convierte en una forma de empoderamiento frente a la esclavitud sexual que era, y continúa siendo para muchas mujeres, el matrimonio. Esta solitaria valentía dejó posos en El Saadawi. En una reciente entrevista en La Vanguardia, la escritora decía: “El cambio no emana de una única batalla, requiere toda una vida. Pero el paso fundamental es cambiarse a una misma, eso te convierte en poderosa”.

La novela, rechazada en todas las editoriales de Egipto, fue publicada en Beirut, donde muchos otros escritores de la región también pudieron imprimir obras censuradas en sus países de origen. En España, se hicieron varias ediciones entre finales de los ochenta y principios de los noventa hasta ésta, de Capitán Swing, que coincide en el tiempo con la reedición de La cara oculta deEva, la mujer en países árabes en la editorial Kailas.

Capitán Swing incluye asimismo una introducción de El Saadawi fechada en 2016, en la que evalúa la importancia de Mujer en punto cero después de más de cuatro décadas. “Es normal que Firdaus le cambie la vida a cualquier chica que sepa su historia, pero ¿puede tener el mismo efecto en los chicos? Sí, el número de chicos que afirmaban que su vida había cambiado tras leer la novela era el mismo que de chicas. Hubo quien dijo que las palabras de Firdaus le hicieron replantearse la masculinidad, convirtiéndole en humano y no en hombre”, escribe.

Aprovecha también la escritora, autora de más de medio centenar de libros traducidos a 40 idiomas, para valorar cómo Firdaus ha cambiado su propia vida. Ambas pagaron –en mayor o menor medida— el coste de haber defendido de su independencia, criterio propio y libertad de expresión. El resto, la férrea sociedad patriarcal, no les ha tolerado poner tantas costumbres (y prejuicios) en cuestión. Esa es la moraleja con la que concluye Firdaus en un desgarrador alegato final: “Yo maté con la verdad, no con una navaja (…). Lo que les da miedo es mi verdad”.

*Saila Marcos es periodista de Saila MarcosinfoLibre y tintaLibre

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