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'A puerta cerrada' de Luis García Montero viaja a Italia y Alemania

Luis García Montero, en una imagen de archivo.

Marisa Martínez Pérsico

A puerta cerrada (2017) reúne 63 poemas en los que se reitera 138 veces el adverbio "no". Lejos de tratarse de un detalle estilístico o estructural, la negación caracteriza el tono del libro entero. Se trata de un poemario de crisis, como el mismo autor declara en una entrevista ofrecida a Clara Morales para el suplemento Los Diablos Azules de infoLibre, en 2017: "Tenía que ver con la crisis de la política pero también con una crisis personal muy fuerte". Este declarado desencanto de la vida pública y de la intimidad privada encarna en la lengua poética mediante el desdoblamiento subjetivo: la presencia de un doble interno, que se evidencia en las perennes contradicciones del personaje poético, y de un doble externo o Doppelgänger, materializado en la figura de un lobo. La ruptura de la unidad del sujeto lírico se confirma, además, con el uso peculiar de los pronombres, que refleja la percepción extrañada de la propia identidad y la pérdida de una conciencia unívoca que, aun así, se mantiene alerta y vigilante. Ahora, este poemario —cuya traducción corre a cargo de Antonella Cancellier y la edición y el prólogo es de Marisa Martínez Pérsico— acaba de ser publicado en Italia y será uno de los libros que viajarán a la Feria de Frankfurt 2022 en la que España es Huésped de Honor.

En A puerta cerrada la negación sirve para expresar un yo que elude la obediencia y la autocomplacencia. "Yo honro las preguntas y paladares selectivos que han aprendido a decir ‘Yo’, ‘Sí’ y ‘No’. […]. Decir siempre ‘Sí’ sólo lo aprendieron los asnos y los de su especie", dice Friedrich Nietzsche en Así habló Zaratustra. Jorge Monteleone apela a esta cita para analizar el uso del adverbio no en la poética de la uruguaya Idea Vilariño como forma de rechazo de imposiciones externas y estrategia de autoafirmación subjetiva: "Nietzsche realiza un juego de palabras en alemán para este fragmento: "Ich ehre die widerspenstigen wählerischen Zungen und Mägen, welche ‘Ich’ und ‘Ja’ und ‘Nein’ sagen lernten […]. Immer I-a sagen –das lernete allein der Esel, und wer seines Geistes ist!–". La palabra ja, , se pronuncia en alemán como la onomatopeya para el rebuzno del burro: I-a".

Según la polifonía de la enunciación formulada por Oswald Ducrot en Le dire et le det, los enunciados negativos son polifónicos porque revelan un choque entre dos puntos de vista antagónicos, uno que afirma y otro que niega. A través de la semántica argumentativa este autor se opone a la concepción monolítica del sujeto apoyándose en la problemática del dialogismo en Mijail Bajtin y en la compleja relación del sujeto con el lenguaje a partir de Sigmund Freud y de Jacques Lacan. La significativa y original operación de A puerta cerrada es que ambos puntos de vista antitéticos conviven en el yo lírico, presentando un sujeto desgarrado, escindido. "Estoy salvado, llamo,/ digo que no soy yo" leemos en La fiesta. Y en Oficio: "Yo me convierto en un desconocido/ para que puedas confiar en mí". O "en un libro de Luis Cernuda": "igual que yo me borro para darme/ […] Yo rompo lo que soy/ para poder estar conmigo mismo".

A veces esta escisión se da entre la razón y el sentimiento, como sucede en El otro espejo: "Cuando llegues a mí/ no estará el corazón. Estaré yo para pensarlo todo". Y en Pasos de ladrón: "Hay ruidos en la noche./ No son hojas perdidas,/ lamentos de ascensor/ o lluvia mal cerrada.// Son mis pasos". La desconfianza de un "yo" sin fisuras irrumpe en el segundo poema del libro, Veneno, y ya no lo abandona:

"Todo lo que te une a la palabra yo

es ahora un peligro.

Nunca te des la espalda.

Vigila ese puñal que espera en tus razones.

Vigila las miradas del espejo,

pues conoce la pólvora.

No tomes el café que tú mismo te sirves"

 

Este poemario, como señala Laura Scarano en una reseña temprana del libro, es un homenaje al drama existencialista de Jean-Paul Sartre A puerta cerrada (Huis clos) estrenado en 1944 poco antes de la liberación de París durante la Segunda Guerra Mundial. Junto a un doble interno que no ahorra advertencias sobre sus contradicciones y peligros encontramos un doble externo, la figura inquietante del lobo, hilo conductor del volumen, que aparece, vigila, pregunta, va de compras y acompaña al protagonista hasta su despedida, poco antes de que termine el libro. Se trata de un guiño a Rubén Darío y "Los motivos del lobo" (1913), publicado en la revista Mundial Magazine y posteriormente incluido en Canto a la Argentina y otros poemas (1914). Así explica García Montero el sentido de dialogar con Darío, en esta entrevista en infoLibre: "Han sido años de crisis política, que ya no es solo la ideología neoliberal, sino la descomposición de la izquierda en la que he militado siempre y que no fue capaz de articularse para dar una respuesta al dominio de la derecha. El cinismo y la cólera, que es otro sentimiento que creo que hay en el libro. Pero ahí acudí a la poesía y a Rubén Darío para buscarme la complicidad del lobo. Hay un maravilloso poema suyo que se llama "Los motivos del lobo". Cuando San Francisco está hablando con el hermano lobo, este le dice "Hermano Francisco, no te acerques mucho", porque no responde de sí mismo. En el lobo he intentado encajar esa parte de indignación, de cólera, de venganza, de ganas de romperlo todo, del grito que a veces te asalta. Después, desde la poesía, he buscado una serenidad para dialogar con el lobo en busca, no de la mordedura, sino de un espacio de esperanza".

El autor, militante de Izquierda Unida desde el año 1986 y candidato a diputado por ese partido para la Comunidad de Madrid en 2015, refleja en esta entrevista que se remonta al año 2017 un escenario político que cambiaría radicalmente al año siguiente: la moción de censura contra Mariano Rajoy que se debatió en el Congreso de Diputados provocó la caída de su segundo gobierno en 2018 y la posterior investidura de Pedro Sánchez, secretario general del Partido Socialista Obrero Española (PSOE), como presidente del Gobierno de España. En julio de ese año convocó al poeta para ocupar el cargo de director del Instituto Cervantes, organismo dependiente del Ministerio de Asuntos Exteriores, en el que se mantiene hasta la actualidad.

Pero lejos todavía de este nuevo cuadro político, los poemas de A puerta cerrada narran la historia de una convivencia tensa y conflictiva con este lobo compañero, que ha pasado a convertirse, simultáneamente, en voz de la conciencia e interlocutor. La capacidad de aullar es un atributo compartido, como leemos en Final de año: "Ha llegado el reloj para pedir mi aullido./ No busca un calendario./ Sólo quiere mi aullido". El animal, como ya fue señalado, es sosías interno y externo; esta dialéctica entre "yo" y "otro" se verifica en Caminos de ida y vuelta: "Fuera de mí,/ dentro de mí,/ el lobo es un camino de ida y vuelta". Y en "El lobo se despide": "El lobo se lamenta mientras desaparece./ Es una despedida. Tú lo sabes…/ Conoces lo que viene de ti mismo". Se trata de una figura que, en la obra de García Montero, condensa múltiples significaciones. Aparecen lobos en el poemario Habitaciones separadas (1994) con el que obtuvo el Premio Nacional de Poesía: "Como en noche de nieve,/ el lobo que cruzó los almanaques/ ha marcado sus huellas. Las conoces,/ sabes qué significa/ dejar de amar, dejar de ser amado,/ sentir que los minutos se corrompen/ en el embarcadero de la vida". Aquí el lobo representa el paso del tiempo, que repercute en la intensidad del amor y del deseo.

Hay otra representación del lobo en un poemario temprano, El jardín extranjero (1983), de signo positivo: "Abramos el balcón,/ aullémosle a la luna/ estirados de cuerpo para arriba,/ hermosos como lobos/ que ahora entienden el rumbo del que vienen,/ que ahora saben el tiempo en el que habitan". El lobo de este poema es un bello animal que "participa de la complicidad amena del juego amoroso", como escribí en la introducción a su antología Un mundo navegable publicada por Monte Ávila en 2017. Pero en A puerta cerrada se transforma en una sombra que acecha al protagonista con sus apariciones, movimientos y preguntas: "El lobo de la noche ha llegado a mi casa/ Sus colmillos se abren y se cierran/ como una campanada de reloj […] Está a mis pies, respira" (Aparición del lobo); "El lobo reaparece con un libro en la boca./Se sienta y me sorprende la pregunta:/ ¿qué es un endecasílabo?" (Poética). García Montero adopta el formato de poema narrativo dialogado que Rubén Darío había utilizado para hacer interactuar a Francisco de Asís con el lobo de Gubbio. En Vigilancia del lobo resuenan ecos de El Leviatán (1651) de Thomas Hobbes, con su tópico homo homini lupus:

"Algo

está a punto de pasar,

porque la rama sigue después de los disparos

atenta al ruiseñor.

[…]

Algo puede pasar,

porque el consejo de ministros

guarda un silencio fúnebre,

el rey está en su trono

meditando la carta de renuncia

y el policía admite su derrota

[…]

Oigo al lobo en la puerta.

 

Algo puede pasar.

Ya están aquí, me dice.

Ya están aquí, le digo"

 

A puerta cerrada inaugura un nuevo ciclo de soledad. El filósofo marxista Juan Carlos Rodríguez hablaba de distintos tipos de soledades en la poética de Luis García Montero: "Tres tipos de soledad aparecen en la poesía de Luis: la absoluta, la dubitativa y la compartida". El título A puerta cerrada da una pauta importante si consideramos la relevancia de la imagen de la puerta de calle en la ensayística y en la poesía de este autor. Laura Scarano se detiene en el significado profundo de esta metáfora espacial, auténtica bisagra entre las esferas pública y privada: "La idea que plantea un pensamiento del arte desde el yo individual, pero articulado con los otros, es la que lo conducirá a plasmar una metáfora espacial decisiva en sus ensayos: la puerta de la calle, que funciona […] como gozne entre individuo y sociedad, […] cada cual usa como quiere la puerta de la calle, sale al sol a la lluvia para opinar, discutir, criticar o rectificar, de acuerdo con su propia intimidad […] la puerta de la calle es la frontera de cruce entre su mirada personal y los espacios de interés colectivo".

Sin embargo, en A puerta cerrada la metáfora pierde esta función. Mientras antes se aludía a la puerta de calle y a las habitaciones separadas en plural, en este libro el yo lírico exige "mi habitación", guarida de una vida en singular, como sucede en Entretiempo. Hay un repliegue en el individualismo doméstico, una soledad desengañada. Asistimos a la desarticulación del espacio público y privado a la vez, lo cual introduce un giro novedoso en la poética monteriana, refuncionalizando los espacios de su lírica:

"No necesito el mundo

que discute y se ama y se desborda

con sus reglas ajenas

en el piso de abajo.

 

Quiero mi habitación, aunque la casa

sea un árbol enfermo"

 

El uso del conector adversativo pero, según la teoría de la argumentación, es significativo y polifónico: para Jean-Claude Anscombre y Oswald Ducrot (1983) esta conjunción pone en escena a dos enunciadores sucesivos, E1 y E2, que argumentan en sentidos opuestos, donde el locutor se asimila a E2, que se opone a E1. El conector pragmático pero une dos proposiciones con orientaciones argumentativas opuestas. Como en el caso de la negación, el pero contribuye a transmitir la sensación de extrañamiento de sí mismo, de escisión subjetiva, por ejemplo, en el poema Mi habitación:  

"Lo confieso: mis cosas son las cosas

que se cansan de mí.

–Pero dejadme en paz

como yo mismo"

 

Resume con eficacia Gabriele Morelli la estética de García Montero al señalar que rechaza tanto el canon de la poesía evasiva de principios del siglo XX como el modelo literario tradicional entendido como mímesis pasiva de la experiencia objetiva. Al poeta, dice, no le está concedido huir de la realidad así elija el camino del esteticismo, de la especulación metafísica o se sienta atraído por la rebelión vanguardista. De aquí "la concepción de una poesía que tiene como punto de partida la experiencia individual y sentimental frente a los hechos de la historia, y por ende, el diálogo con un referente que va más allá del círculo endogámico de la literatura impuesta por el gusto simbolista". A puerta cerrada es un buen ejemplo de negociación entre el compromiso y la pureza que el propio García Montero destaca en la poesía de dos de sus maestros, Rafael Alberti y Ángel González: "Se pueden hacer buenos y malos poemas políticos, como se pueden hacer malos y buenos poemas religiosos, metafísicos, urbanos, rurales o de amor. […] Como cualquier asunto que afecte a la vida de las personas, la política es una materia posible para la poesía. […] la política ha supuesto en determinados momentos históricos una exigencia nutritiva para la poesía, una demanda que ha motivado la indagación en caminos estéticos enriquecedores, aprovechados después en obras de carácter no político. […] Alberti matiza su relación con la poesía al reconocer que puede trabajar en un doble ámbito, la belleza y la política, o el canto a la vida y la participación en el combate. Uno de sus libros se tituló entonces Entre el clavel y la espada (1941) […] Alberti quiere recuperar el inédito asombro de crear. Si nos situamos en la dinámica entre pureza y compromiso, podemos distinguir, al igual que el poeta, entre una lírica creativa y otra política. Pero como lectores de su obra somos más justos al reconocer que también hay una poesía política que nos sugiere el inédito asombro de crear y que se escapa a los lazos de la urgencia y el efecto inmediato".

Si la obra de Alberti concilia el clavel y la espada, la de Ángel González es un ejemplo de poética pendular entre el violín y el revólver. Para García Montero: "Junto a la dulce caja del violín, junto al destello de la adorada y cálida trompeta, también hay un revólver, la amenaza de una pistola. La conciencia se resiste, no quiere que la memoria olvide los cadáveres, las situaciones críticas que había vivido desde su infancia a causa la Guerra Civil y de la represión de la posguerra.

En la imaginación poética del autor se reiteran sustantivos bisémicos que ponen en comunicación realidades individuales y colectivas: puertas, habitaciones, lobos y aulas. Esta última es escenario del poema alegórico Vigilar un examen:

"Vigilar un examen

sobre historia de España.

Ser dos ojos

de persona mayor

doctorada en antiguas esperanzas

que una vez más observa

la fatuidad, la corrupción, la falta

de pudor en los jefes de la tribu.

 

Nada me cansa más

que corregir exámenes.

Ver cómo pasa el tiempo,

envejecer, sentirse tachadura

sobre papeles amarillos,

víctima y responsable

de un amargo suspenso general"

 

El poema evoca el período de escolarización del autor en el Colegio de los Padres Escolapios de Granada, pero la experiencia individual refleja un cuadro colectivo. En su reciente título No puedes ser así (breve historia del mundo) (2021), el poema 1492 recuerda al "niño que repite la lección/ con la España de Franco sentada en las rodillas". La relación indisociable entre educación y responsabilidad histórica es una constante en la obra de García Montero, no sólo poética sino también prosística, como vemos en su ensayo Inquietudes bárbaras (2008). Al respecto señala José Luis Morante en la antología Ropa de calle que: "Una inquietud de largo alcance en el ensayista es el papel del sujeto como miembro de un proyecto colectivo. En sus ideas hay continuos puntos de encuentro con una tradición de pensamiento que acoge contribuciones intelectuales de Jovellanos, Francisco Giner de los Ríos o Antonio Machado, horizontes que fusionan progreso y pedagogía […] El ensayista defiende que el centro público debe consolidarse como un espacio para educar en libertad, lejos de cualquier dependencia sectaria y enaltece la figura del maestro como referente ético concretando su tesis en un nuevo homenaje a la personalidad docente de Antonio Machado y Ángel González".

Hace más de diez años, Laura Scarano sostenía que Luis García Montero se identificaba con el ideario ilustrado a partir de una reivindicación del hedonismo y de la felicidad, y recuerda que su poemario Completamente viernes se abre con una cita de madame Émilie du Châtelet, la amante de Voltaire, quien escribió un discurso sobre la felicidad donde resume la utilidad del ser humano en la construcción de la felicidad pública y privada: "La clave del pensamiento ilustrado reside en esta idea de contrato (el poético, el pedagógico, el lingüístico, el matrimonial, el social). Los pactos regulan las libertades subjetivas con las reglas de convivencia".

Sin embargo, los poemarios publicados con el nuevo siglo revelan un viraje espiritual que detecta Francisco Díaz de Castro en su artículo Continuidad y cambio en la poética reciente de Luis García Montero. Aunque en La intimidad de la serpiente (2003) y Vista cansada (2008) no hayan variado significativamente los planteamientos estéticos de Habitaciones separadas y Completamente viernes, estos dos libros suponen "un mayor grado de distancia y desconfianza en la indagación de la propia intimidad", dice Díaz de Castro. Hay una mezcla de perplejidad y de recelo ante los propios sentimientos y convicciones, un aire de balance, de ajuste de cuentas con la propia conciencia, y una constatación decepcionada del presente colectivo del primer cuarto de mileno. Balada por la muerte de la poesía (2016) y A puerta cerrada (2017) radicalizan esta posición: "Resisto como un niño sin familia/ esperando en la casa del extraño/ que me dejen volar una cometa", dirá en La cometa.

Araceli Iravedra, en su introducción al volumen Poesía de la experiencia (2007), Palabras de familia gastadas tibiamente (Notas para la historia de un paradigma lírico), estudia los procedimientos discursivos de esta corriente en la que confluyen poetas de al menos dos generaciones que practican un desvío del modelo culturalista implantado anteriormente por la práctica novísima: la ficción autobiográfica, el pacto realista, la adopción programática y metapoética de las nociones de complicidad lectora, normalidad del poeta y utilidad colectiva (no en un sentido mercantilista), la figuración irónica, el locus urbano, la narratividad, el lenguaje coloquial y el uso del monólogo dramático. Sin embargo, también es posible estudiar la Poesía de la Experiencia como una deriva española del "hiperrealismo objetual" y de la "mirada infraordinaria" postulada en los años sesenta por el escritor francés Georges Perec, reelaborada originalmente por los españoles, con un cambio de signo.

En Aspectos de la desaparición. Calles y subterráneos (2020) Enric Bou recuerda que fue Perec quien en 1973 quien inventó el término infra-ordinaire para referirse a los aspectos de la realidad en apariencia insignificantes, menores, pero que pueden llegar a ser particularmente interesantes y digno de interés de estudio: "Ce qui se passe vraiment, ce que nous vivons, le reste, tout le reste, où est-il? Ce qui se passe chaque jour et qui revient chaque jour, le banal, le quotidien, l’évident, le commun, l’ordinaire, l’infra-ordinaire, le bruit de fond, l’habituel, comment en rendre compte, comment l’interroger, comment le décrire?". Perec, dice Bou, cuestiona lo que se repite, aquello a lo que estamos acostumbrados, lo que nunca ponemos en duda. Denuncia una vida sin pensar, una vida bajo anestesia, invitándonos a tomar el control y a recuperar el sentido de nuestro espacio más cercano a partir de la oposición entre lo endótico y lo exótico:

Vivimos nuestras vidas en un sueño profundo. Pero ¿dónde está nuestra vida? ¿Dónde está el cuerpo? ¿Dónde está nuestro espacio? Gracias a las reflexiones de Perec nos damos cuenta de que nuestros ojos están acostumbrados a buscar en nuestro hábitat solo cosas inusuales, prestando poca atención o olvidando lo que es ‘endótico’, en contraposición al término ‘exótico’. Para iniciar el estudio de lo ‘infraordinario’ hay que utilizar la extrañeza, una técnica de observación que requiere perseverancia e imaginación y que es difícil de sistematizar. Este enfoque permite observar la vida cotidiana desde una perspectiva diferente e innovadora.

La mirada sensible y afectiva que se detiene en los pequeños utensilios de uso cotidiano, incluso en los objetos descartables y producidos en serie, es una seña de estilo –un estilema– de la palabra monteriana. Los objetos industrializados que para Walter Benjamin eran fetiches desprovistos de aura para el poeta español recuperan su dignidad al contacto con la vida de sus propietarios. En El libro de los pasajes, Benjamin sostiene que la industria transforma a la naturaleza a través de la técnica y que la vence para satisfacer la comodidad de los hombres, pero que estos objetos pierden su singularidad porque son producidos en serie.

En las antípodas de este razonamiento, en un libro de prosa inclasificable como Una forma de resistencia (razones para no tirar las cosas), el poeta granadino sostiene que "las cosas son vigilantes del recuerdo" que "las cosas son un relato, un curso abreviado de filosofía, una forma de cuidado" y dedica un capítulo a una serie de objetos que podrían resultar prosaicos, pero cuya singularidad queda en evidencia tras el relato de las experiencias de vida a ellos asociadas: una copa, un jersey, una butaca, espejos, bolígrafos, gafas, monedas, la ducha, la ropa, las sandalias, los relojes, la nevera, un disco, un libro, las sillas, el periódico, la cama, los cuadernos, la mesa, el despertador, la escoba, las cajas vacías, los billetes de aviones perdidos, los carnés, los libros de sus hijos, un televisor, las cartas, la nieve, las flores, la corbata de Alberti, una postal, los posavasos, el móvil, etcétera. En esta misma órbita encontramos, en A puerta cerrada, el poema Mi cuaderno y tus gafas, donde dos objetos se pierden voluntariamente juntos para vivir una experiencia compartida, lejos de sus propietarios:

"La verdad es que nunca coincidimos.

Si mi cuaderno es día, tus gafas son invierno.

Si tus gafas verano,

mi cuaderno la noche de diciembre.

Destinos que se cruzan en la tierra baldía,

no consiguen hablar el mismo idioma.

Menos mal que hay lugares y ocasión de perder.

Lo sé por experiencia.

Un café, un silencio, un matiz nos confunde.

Cuando dices ahora que has perdido las gafas,

me alegra haber perdido mi cuaderno.

Deben estar los dos en algún sitio,

no muy lejos de aquí, pero en su mundo,

dispuestos a olvidarse de nosotros"

 

Se trata de un hiperrealismo objetivista de signo inverso al postulado por Georges Perec en Las cosas. Una historia de los años sesenta (1965). Perec, a través de esta novela, ejercía una crítica irónica y amarga de la sociedad de consumo, con sus espejismos de confort y banalidad, a través de sus personajes, Jérôme y Sylvie, una pareja de jóvenes publicistas pequeñoburgueses que sienten dependencia a la compra de electrodomésticos y productos varios.   

Lo que sucede con las cosas sucede, también, con los espacios. Así como la obra de García Montero humaniza y convierte a los objetos en cómplices del afecto gracias a una mirada infraordinaria y endótica, los supuestos "no lugares de la sobremodernidad" se convierten, en su poesía, en "lugares antropológicos" gracias a experiencias de intercambio interpersonal, muchas veces amoroso, que aunque han cambiado de códigos –incorporan el desplazamiento, la velocidad, los medios remotos de comunicación– no por ser transitorios o "líquidos" dejan de ser epifánicos ni de posibilitar vínculos humanos significativos. Los no-lugares, espacios emblemáticos de la sobremodernidad, considerados territorios sin memoria y carentes de identidad étnica, lugares de tránsito como Las Vegas, los hipermercados, las estaciones de metro, los resorts, los aeropuertos, los parques temáticos que reproduccion experiencias turísticas y recreativas en un marco ilusorio, sí pueden ser lugares antropológicos a pesar de su isomorfismo, es decir, de la identificación del todo con el todo. Viajes relámpago, taxis y aeropuertos, en la poesía de García Montero, propician vivencias significativas, como en el poema Mónica Virtanen:

"Aterrizó el avión muy de mañana.

Tenía cinco horas de vida en el trasbordo.

Como si fuese un súbdito,

cerré en una consigna mi equipaje.

Quería comprobar lo que nunca he dudado:

que Buenos Aires sigue siendo el rey.

Un taxi me dejó en la Recoleta.

Avenida Alvear, Callao, Pueyrredón…

El caminar sin rumbo

me llevó hasta Sarmiento y Libertad"

 

Un vuelo por la poesía vanguardista latinoamericana

Un vuelo por la poesía vanguardista latinoamericana

Por paradójico que resulte, en la poesía monteriana la toma de conciencia de la propia identidad e intimidad –incluso doméstica– se produce a través del viaje, por el proceso de desautomatización y extrañamiento de la experiencia cotidiana que conlleva. Este entrenamiento en el autoconocimiento y la introspección se verifica, especialmente, en aquellos que Marc Augé denomina no lugares: hoteles, pensiones de frontera, aeropuertos, aviones, mesas de bar, casas de amigos extranjeros, trenes y butacas de teatro. El yo lírico parece decir "cuanto más lejos estoy de casa, más cerca estoy de mí; cuanto más anónimos son los espacios que transito y más viajeros desconocidos o transeúntes ocasionales tengo alrededor, más cerca estoy de reencontrarme con mi historia y con mis puntos de referencia individuales".

En A puerta cerrada aparecen dos nuevos lugares/no-lugares: salas de espera de hospitales (poemas Marcapasos o Punta Candor) y centros de rehabilitación (poema Rehabilitación). El autor explica en la citada entrevista a Clara Morales que este poema nace de un accidente que tuvo mientras escribía el libro, en el que se partió una rodilla y un hombro: "estuve yendo muchos meses a rehabilitación para poder recuperar la movilidad. Sentí que estaba haciendo un proceso de reconstrucción de la propia identidad". En el reciente No puedes ser así (Breve historia del mundo) (2021) dirá que "vivimos años que no saben/ sin van a una cita, a un centro comercial/ o a una funeraria". En la poesía de García Montero los espacios nunca son decorados superficiales sino prolongaciones del fermento espiritual de sus moradores.

Marisa Martínez Pérsico es poeta y profesora universitaria. Su último libro es 'Principios y continuaciones' (Pre-Textos, 2021)

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