La resistencia gráfica

1

Toño Benavides

Es fácil concebir un sueño si se cuenta con la inocencia suficiente. Intentar llevarlo a cabo y mantenerlo vivo periódicamente ya es otra cosa. Para eso hace falta una determinación casi fanática y una especial conexión con el niño que fuimos como un punto de apoyo constante que nos ayude a conservar la ingenuidad, no como un síntoma de esa enfermedad que se cura con el tiempo; sino como la bandera más inteligente de la única resistencia posible. No importa el pretendido alcance de la etiqueta “cómic adulto”. No leemos, escribimos y dibujamos cómics para dar o recibir lecciones de filosofía, aunque esa pueda ser una derivada tan plausible como cualquier otra. Lo hacemos porque no hemos perdido de vista la primera fascinación juvenil por esos mundos de papel grapado, la emoción de acudir al quiosco tras una larga espera mensual y la intriga por el contenido del número siguiente que, por supuesto, no defraudaba nunca.

 

Las publicaciones de cómics que tuvieron su auge durante la década de los ochenta fueron un reservorio de la poética más transgresora del momento, un vehículo para la infinita combinatoria del relato corto y para la expresión identitaria de toda una generación. Supusieron, para muchos de nosotros, el descubrimiento de un terreno de gran plasticidad para la narración verosímil de lo imposible. Jugaron un papel esencial en la construcción de nuestro mundo, en el camino de la afirmación de la personalidad, en la búsqueda del contraste con los otros y en el aprendizaje del gusto por la variedad y el respeto por la diferencia.

Las cabeceras de aquel momento como Totem, 1984, Comix Internacional, Madriz o El Víbora, que respondían a la expectativa cultural de una generación baby boom tan bulliciosa como prolífica, resistieron hasta donde fue posible dentro de la abortiva realidad económica a la que los padres de la patria nos habían ido conduciendo.

 

Unas páginas de la revista La resistencia.

La primera víctima de toda crisis es la ilusión. Las crisis acaban con la confianza en uno mismo y en los otros. Nos disponen contra el vecino como un competidor intolerable en la lucha por la carroña y en este país de penantes hay una enfermiza inclinación a considerar este tipo de circunstancias como un merecido castigo divino, quizá por haber querido comernos una manzana de más del árbol prohibido y vivir por encima de nuestras posibilidades. En época de vacas flacas, se  alargan las faldas, se cierran los escotes, crecen los anuncios de teleadivinos y los dibujos se caen de los periódicos, de los libros y de los quioscos como pájaros frívolos que no merece la pena alimentar.

Hay una parte del espectro político cuyos programas están directamente inspirados por la idea de que el país sigue siendo su finca particular y, puestos a recortar, aprovechan siempre para empezar por la cultura, no porque suponga un gasto inasumible en un entorno de crisis económica, sino porque eso les permite rebanar las cabezas de una parte de la población tradicionalmente desafecta hacia sus posturas, además de hipotecar la mente de los más jóvenes para los que, por supuesto, han pensado en un futuro profesional centrado en los servicios (¡cómo está el servicio!) a base de chefs televisivos, camareros y triunfitos, cuando no de turistas forzados a la “movilidad exterior” en palabras de Fátima Báñez, ministra de empleo por la gracia de la Virgen del Rocío.

Recuperar la ilusión es una forma de resistir y en este empeño vuelven a la carga Ricardo Esteban y Juanjo el Rápido desde su atalaya particular de viñetas y dibujos, compartido por tantos de nosotros, para traernos el penúltimo proyecto editorial en torno al cómic por entregas llamado (no por casualidad) La Resistencia.

 

Portada de la revista La resistencia.

Historias cortas en cada número con formato libro que ronda las cien páginas donde se alterna la presencia de autores como Juan Berrio, Infame & Co, Miguel B. Núñez, Miguel Ángel Martín, Josep Busquet y Javi de Castro, Olaf Ladousse, Chipi y Pablo Velarde, Chema García, Manel Cráneo, Fermín Solís, Álex Fito, Ozanam y José Luis Ágreda, Carles Jofre e Ihrlie Serra, Pablo Auladell, Olga de Castro, Teresa Valero, Miguel Gallardo, Manolo Hidalgo, Juanjo el Rápido, Javier Olivares o Santiago Valenzuela.

No es la única iniciativa de este tipo en el mercado. Junto con La Resistencia, TentaclesTentacles y Voltio son las de más reciente aparición, pero ahí está El Jueves, que se mantiene a pesar del viento y las mareas tanto fascistas como monárquicas desde hace cuarenta años, o su escisión digital Orgullo y Satisfacción, Mongolia, creada en 2012 y Amaníaco, que se publica desde 1991.

Depende de autores y lectores cambiar la percepción que se tiene del cómic como un divertimento menor y afianzar la idea de que es un medio de comunicación perfectamente válido para un público adulto. Las revistas cumplen su labor de divulgación pero, sobre todo, son un bastión para la resistencia.

*Toño Benavides es poeta e ilustrador.Toño Benavides

Es fácil concebir un sueño si se cuenta con la inocencia suficiente. Intentar llevarlo a cabo y mantenerlo vivo periódicamente ya es otra cosa. Para eso hace falta una determinación casi fanática y una especial conexión con el niño que fuimos como un punto de apoyo constante que nos ayude a conservar la ingenuidad, no como un síntoma de esa enfermedad que se cura con el tiempo; sino como la bandera más inteligente de la única resistencia posible. No importa el pretendido alcance de la etiqueta “cómic adulto”. No leemos, escribimos y dibujamos cómics para dar o recibir lecciones de filosofía, aunque esa pueda ser una derivada tan plausible como cualquier otra. Lo hacemos porque no hemos perdido de vista la primera fascinación juvenil por esos mundos de papel grapado, la emoción de acudir al quiosco tras una larga espera mensual y la intriga por el contenido del número siguiente que, por supuesto, no defraudaba nunca.

Más sobre este tema
>