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Otro sorbo de Lucia Berlin

Una noche en el paraísoLucia BerlinTraducción de Eugenia Vázquez NacarinoAlfaguaraMadrid2018Una noche en el paraíso

 

Fui una de tantas que se quedaron impactadas con el primer libro de Lucia Berlin, Manual para mujeres de la limpieza. Disfruté de unos cuentos sorprendentes, pequeñas piezas literarias, me daba igual que fueran autobiográficas o no, y al terminar el libro tuve la sensación de que cada uno de ellos había sido una pieza de un puzle que se terminó de componer para mostrarme un personaje fascinante, la autora, con una vida llena de dificultades a las que supo sobreponerse y enfrentarse con admirable entereza. Me gustó esa forma de acercarse a personajes, familiares o no, hermana, madre, abuelos, otros alcohólicos, yonkis, músicos, médicos, hijos, maridos, o lugares de trabajo como hospitales, consultas, casas para limpiar… con  humor, delicadeza y ternura, pero sin tomar partido, sin juzgar, sin hacer moral, solo mostrando situaciones y personajes, bien en su esplendor, bien en su decadencia, con sus alegrías y sus horrores.

Trabajé también el Manual para mujeres de la limpieza en uno de los talleres juveniles que imparto y pude comprobar el entusiasmo que despertó, para mí la prueba del algodón, hasta el punto de que me pidieron más. Pensé leer tres o cuatro, pero fueron requiriendo más hasta que prácticamente trabajamos casi todos los cuentos. Y cuando digo trabajamos no digo leer solo, sino hincarles el diente, lo que cuenta, lo que quiere contar, cómo lo hace, las voces del narrador, los diálogos, etc., etc.

Por todo ello, cuando salió el segundo volumen, Una noche en el paraíso, sentí una mezcla de atracción y miedo. Atracción por beber más de la autora, miedo por si me desilusionaba, por si esta segunda selección de cuentos no alcanzaba la calidad de los primeros. Suele pasar cuando un autor te gusta mucho, al menos a mí. Luego pensé que aunque no me produjera el impacto del primer libro, seguro que estarían muy bien escritos y formarían parte también del universo Berlin.

Y así ha sido. Si hay algo innegable es que Lucia Berlin domina la técnica del cuento con maestría. Veintidós cuentos intensos, algunos de ellos con títulos de connotaciones chejovianas, como "Tiempo de cerezos en flor", otros que quizá suenan más a la literatura del llamado gótico sureño, como "La casa de adobe con tejado de chapa" o "Un día brumoso".

El cuento que da título al libro, "Una noche en el paraíso", narra, desde el punto de vista de un camarero de hotel, la llegada al mismo de todo el equipo de rodaje de la película La noche de la iguana, en Acapulco. Por él desfilan el director, John Huston, los amores de Ava Gardner con un gigoló, Richard Burton y Liz Taylor, todo ello mezclado con mexicanos y gringos expectantes por ver la extravagancia de sus vidas. Da la sensación de que la autora hubiera sido testigo de lo que ocurrió en aquel hotel (no es de extrañar, con la de oficios que tuvo), pero poco importa. Lo importante de este relato es lo que nos plasma, el contraste de los famosos gringos y la vida de los mexicanos alrededor de ellos.

Lo bueno de un libro de cuentos es que te da para escoger los que más te gustan aunque no coincidas con otros. Yo tengo mis favoritos, como "Andado. Un romance gótico", ambientado en Chile, entre agentes de la CIA y millonarios hacendados, donde a las mimosas se las llama aromo, donde las descripciones son tan fuertes como para hablar de la señora Fenzalida, a la que llaman Fiat: "Parecía un automóvil. Baja, recia, casi negra, con unas gafas de espejo redondas como faros".

En la "La barca de la ilusión" nos lleva con maestría primero por unos escenarios idílicos, con una casa, un jardín, los niños libres jugueteando… y, tras una frase en el diálogo —"Es duro, esto de vivir en el paraíso"—, nos lleva de cabeza al infierno, a la recaída del marido en la heroína tras un tiempo de estar limpio, mostrándonos cómo todo se va al traste. Este es un tema recurrente que ya apareció también en el anterior libro. Me gustaron mucho también dos de tintes autobiográficos, "Mi vida es un libro abierto", o el titulado "Las (ex)mujeres", un encuentro de dos de ellas, que amaron al mismo hombre heroinómano. Ambas son presentadas de la siguiente manera:

 

Decca era la única mujer alcohólica que Laura conocía que no escondiera el licor. Laura aún se negaba a sí misma que bebiera, pero escondía las botellas. Para que sus hijos no se las vaciaran, para no verlas ni hacerles frente.

La forma de presentar al personaje masculino, el ex de las dos, se hace a través de un diálogo:

 

—Es curioso que sus dos mujeres acabáramos beodas.—Más curioso aún es que no acabáramos yonquis.—Yo sí –dice Decca—. Durante seis meses. Me di a la bebida para salir de la heroína.—¿La droga te hizo sentirte más cerca de él?—No. Pero hizo que no me importara.

De nuevo marca de la casa: abordar las adicciones sin problemas, con toda naturalidad, sabiendo lo terrible que sigue siendo para las dos, para los hijos que lo sufren, pero sin moralina, aceptando a los personajes como son.

Ahí está también "Guardas de nuestros hermanos", sobre una mujer asesinada por el marido y la mala conciencia de todos los que la conocieron, por sobrevivirla y por no hacer, quizá, lo suficiente para evitarlo. Tema de gran actualidad.

De todos modos, si tuviera que escoger un cuento, si fuera imprescindible quedarme con uno solo, escogería "Navidad. Texas. 1956", por lo que cuenta, por su aversión a la Navidad (algo en común), porque el personaje femenino que describe me encanta, una mujer que se enfada con el marido por tener la "osadía" de invitar a toda la familia, toda, y no sólo la del marido, ¡también la de ella, a la que no soporta! Y además, sin consultárselo, como una sorpresa. Total, que decide pasar las Navidades en el tejado de la casa para no tener que ver a nadie, para no soportar las tonterías familiares de esas fechas:

 

(…) Pues sí, estoy en el tejado, y qué. Lo que no saben es que a lo mejor no me muevo de aquí nunca más. (...) Cómo odio y detesto la Navidad… para empezar [él] invita a mi madre. Va y la saca de la residencia Bluebonnet. Donde la tienen atada, donde debe estar. Luego llama a su hermano alcohólico tuerto, John, y a su hermana alcohólica, Mary. Vamos a ver, yo bebo. Jack Daniel es mi amigo. Pero aun así conservo el sentido del humor, no soy mala como ella…

A la única que salva es a la mujer que les ayuda en la casa:

 

Esther, bendita sea, me subió una bandeja con comida y una jarra de ponche, además de una botella del gran Jack para estrenar. Iba vestida muy pulcra toda de negro con un delantal ribeteado de puntillas y el pelo blanco recogido en dos trenzas enrolladas en la cabeza. Parecía una reina. Es la única persona que me cae bien en este dichoso mundo, o quizá la única que me tiene simpatía.—¿En qué anda la furcia de mi cuñada?— le pregunté.

Lucia Berlin en busca de hogar

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Con estos mimbres construye un cuento demoledor, no deja títere con cabeza, y lo hace con un humor quizás más grotesco de lo que suele ser habitual en ella, un humor más gamberro, de sacar más los pies del tiesto, y, por tanto, me parece un cuento más original en ella. Para los amantes del género corto,  para los que admiraron el primer libro de cuentos y para quienes quieran descubrirla, ahora tienen la oportunidad. De nuevo en este libro pueden encontrar a Lucia Berlin en estado puro.  _________

Carmen Peire es escritora. Su último libro es Cuestión de tiempo (Menoscuarto, 2017).

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