‘El último encuentro’, de Sándor Márai

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Portada de 'El último encuentro', de Sándor Márai.

Chary Arbolí

Gracias al club de lectura a veces tenemos la gran suerte de tropezarnos con lecturas sorprendentes, con libros singulares de escritores menos conocidos, pero sí destacados y relevantes. Eso nos ha ocurrido este mes con El último encuentro, de Sándor Márai (1900-1989). Escrito cuando este novelista y periodista húngaro tenía 42 años, de sus páginas emanan sentimientos y pensamientos inherentes al género humano que están por encima de épocas, culturas y geografías. Tal vez las circunstancias vividas por Márai siendo un escritor de gran prestigio en su país y prohibido después por la ocupación soviética, emigrante en diversas ciudades, antifascista y anticomunista, moldearan un espíritu libre y crítico con la sociedad que le tocó vivir, realizando una prosa realista y descarnada que hace plantearse muchas cuestiones y cuestionarse planteamientos aceptados, no dejando al lector indiferente.

Henrik y Konrád, dos ancianos que habían sido amigos inseparables en su juventud se encuentran después de 41 años sin verse. En ese reencuentro existe una deuda pendiente que uno de los personajes le exige al otro. “Uno se pasa toda la vida preparándose para algo. Primero se enfada. A continuación quiere venganza. Después espera”, piensa Henrik mientras prepara la cita con su amigo. La historia se sitúa a comienzos del siglo XX en Hungría, en un castillo de caza que ha perdido el brillo de otros tiempos y donde vive este general ya retirado. Mientras espera, Henrik rememora su niñez acomodada y segura, su juventud complaciente, su destino heredado y predecible. La amistad de Konrád fue la relación más intensa de su vida pero esta extraordinaria circunstancia es precisamente el desencadenante de la acción en la novela. En un tono cordial pero frío comienza un combate sin armas, un duelo de palabras que hace vibrar hasta los muros del viejo castillo.

Y a través de las palabras vamos conociendo a los personajes, las inquietudes que los atormentan y los ideales que los definen. El sentido profundo de la amistad como pilar fundamental de la vida; la búsqueda de la verdad como único objetivo, a pesar de que la verdad no es absoluta y tiene múltiples apreciaciones; la venganza serena y paciente que se debate entre la traición y la culpa; el poder hacia los otros cuyo dominio acaba en desprecio; la responsabilidad en las acciones personales que a veces acarrean consecuencias negativas que debemos asumir; el bienestar heredado que produce una felicidad confortable difícil de mantener; la aceptación de quiénes somos por encima de nuestro carácter y nuestras circunstancias; la seguridad y la confianza que nos regalan quienes amamos; el valor subjetivo de la lealtad antepuesto a la libertad del otro; las inevitables máscaras que llevamos para no parecer vulnerables y que ocultan nuestro auténtico yo; la pasión como verdadero motor de la existencia, como el impulso necesario para una vida plena.

A través de un estilo cautivador y personal, con una prosa ágil y costumbrista plagada de bellas y singulares comparaciones, el autor nos transmite también una profunda melancolía no exenta de nostalgia. El ritmo es sosegado y la comunicación entre los personajes va pausando la acción hasta casi detenerla. Sin embargo la pulsión de las palabras y la incertidumbre nos atrapan de tal modo que tenemos que seguir leyendo. El pasado se transforma en presente y el narrador omnisciente deja de ser protagonista para convertirse en espectador cambiando el tono del relato, como un pintor que plasmara la realidad de un paisaje.

Aunque los protagonistas son masculinos existe un contrapunto femenino en los personajes de dos mujeres fundamentales que forman parte de la historia: Nini y Krisztina. La primera es discreta y permanece siempre en la sombra, pese a ser un soporte indispensable. La presencia de la segunda es paradójicamente tan importante como su inevitable ausencia.

Esta singular novela puede parecer a veces un ensayo filosófico, pero incluso las disertaciones contienen pequeños relatos con una fuerza narrativa que atrapa al lector. Y mediante las precisas herramientas de la literatura “todo depende de las palabras, de las que uno dice a su debido tiempo, o de las que calla, o de las que escribe”, Sándor Márai nos cuenta hechos, expresa ideas, confiesa emociones y nos regala esta sencilla y a la vez compleja historia que remueve, agita y cuestiona hasta los más sólidos principios. Aunque para ello tengamos que asimilar lo leído y estar dispuesto a seguir usando las palabras en aras de una apasionante conversación.

*Chary Arbolí es la responsable del club lectura de la biblioteca pública Juan Ramón Jiménez de Sanlúcar la Mayor.Chary Arbolí

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