Yeruldelgger. Muertos en la estepa Ian Manook Traducción de José Fajardo GonzálezEditorial SalamandraBarcelona2016
Hacía mucho tiempo que no leía con tanta fascinación una novela negra que produzca las emociones que provoca Yeruldelgger. Los amantes de este género están de enhorabuena, porque hay vida después de John Connolly, Jo Nesbo y Pierre Lemaitre gracias a Ian Manook (Patrick Manoukian es su verdadero nombre), escritor francés que debutaba en Francia con esta poderosa novela, ganadora de múltiples premios de Polar –nombre con el que se conoce popularmente en el país galo a la novela negra- que nos sitúa en Mongolia en la actualidad, un país inmenso y de inhóspita belleza que lucha por establecer la modernidad (con sus miserias) en una sociedad con milenarias tradiciones.
Yeruldelgger es comisario en Ulán Bator, el policía más efectivo del cuerpo aunque completamente atormentado desde que en la investigación de un caso anterior asesinaran a su hija menor, Kushi, provocando la locura y huida de su mujer, y la caída en las drogas de su otra hija adolescente, Saraa. Solo su intrépida compañera Oyun, y su querida amiga, la eficaz forense Solongo, parecen acompañar al comisario a su descenso a los infiernos. Yeruldelgger, duro pero sensible, honesto y honorable con los que merecen serlo, pero completamente temperamental y de certidumbres inquebrantables, vive solo para su trabajo, ha olvidado las enseñanzas de los monjes budistas que lo educaron en su juventud y sufre una espiral de autodestrucción y rabia interna que provocan el temor en sus compañeros y entre quienes le rodean.
La novela comienza con el encuentro fortuito por parte de una familia nómada del cuerpo de una niña en las estepas mongolas, enterrada extrañamente con su triciclo. A la vez en la capital, aparecen los cuerpos atrozmente mutilados de tres chinos y dos prostitutas que aparentemente no tienen relación con la muerte de la menor, pero poco a poco irán apareciendo los vínculos entre todas los asesinatos, en una red tejida desde las más altas esferas de poder, donde la corrupción y el dinero son las verdaderas motivaciones de los abominables crímenes que acaban sacudiendo hasta sus entrañas, al corrupto cuerpo de policía.
Una auténtica novela policial con sabor a clásico, que describe y critica la miseria que viven miles de personas en las cloacas de Ulán Bator, una ciudad creciente, construida según los parámetros soviéticos durante la segunda mitad del siglo XX y que, llena de contrastes entre la tradición y la modernidad, mantiene todavía la influencia del poder político y el control económico de sus antiguos ocupantes rusos y chinos, de la emergente Corea y de la explotación capitalista donde los negocios priman por encima de las personas.
Así describe Manook en boca de Oyun, una parte de Mongolia: “Dejando aparte el nuevo corazón de Ulán Bator y la perfección infinita de las estepas y las montañas, Oyun se preguntaba con frecuencia por qué su bella Mongolia parecía tan en ruinas. Cuando atravesaba los arrabales y los pueblos, siempre se llevaba una impresión extraña, como de abandono resignado. Como si la vida cotidiana de la gente, en aquel país inmenso y magnífico, se hubiera tornado mezquina en un presente raquítico, sin más ambición que sobrevivir al paso de los días. No sabía decir si el interior del país era una obra abandonada o una construcción en descomposición. Y siempre la perseguía esa certeza inquietante de que un pasado de que un pasado y un futuro sin vida que habían condenado a esa pobre gente a un presente sin ambición, hecho de mínimas esperanzas cotidianas. O de mínimas desesperanzas…”.
Lo subyugante del libro es la calidad literaria de su autor para narrar con esa pasión y elegancia, emplear con brillantez la ironía –especialmente contra la impunidad de los chinos-, y crear la serie de inolvidables personajes que pueblan sus páginas, como la terca y fiel Oyun, compañera inseparable de Yeruldelgger, que no dudará en arriesgar su vida por su compañero para esclarecer los casos, o la brillante forense Solongo, algo más que una amiga para el protagonista y que deparará intensas sorpresas en su relación a lo largo de la trama. Manook consigue que la potencialidad de todos los personajes femeninos de la novela sea sublime. También el joven Gantulga, ayudante extraoficial, pura nobleza y valor, y por supuesto, Erdenbat, su suegro, un personaje imprescindible de la trama, un poderoso canalla hecho a sí mismo que será el antagonista perfecto para Yeruldelgger.
Manook es capaz de escribir sobre la maldad, la belleza, la amistad y la venganza, la inmensidad de la naturaleza, la miseria de los sentimientos y la violencia atroz con una soltura y precisión asombrosas, con una fuerza poética absolutamente subyugante y con un conocimiento etnográfico de las costumbres mongolas admirable. Los diálogos son parte fundamental del libro, llenos de exclamaciones para acentuar la intensidad de las relaciones, también empleando la ironía como arma para la crítica social. Como este ejemplo, demoledor, del diálogo entre Yeruldelgger y su suegro, Erdenbat en el inicio del capítulo 30 y la descripción del paisaje y momento del protagonista:
“-Ya no eres el hombre que eras -dijo Erdenbat.
-Usted tampoco es el que pretende ser -respondió Yeruldelgger.
-Tal vez, pero todavía soy alguien, mientras que tú, poquito a poco, estás dejando de serlo.
-…
-No puedes continuar así, Yeruldelgger. Vas camino de perderlo todo. Te has convertido en un policía viejo, irritable y violento. Golpeas a los testigos, a tu propia hija, disparas a tus informadores, no respetas ninguna jerarquía, sólo investigas para ti sin rendir cuentas a nadie…
Yeruldelgger se había despertado antes del alba, a la misma hora a la que los pájaros se despiertan para cantar. La escarcha de los bosques húmedos le había irritado la nariz y se le había agarrado a los riñones. Había admirado cómo el alba invisible plateaba la laguna y el horizonte, y cómo se sonrosaba después el cielo tras las brumas azulonas, para inundar al fin el valle con una luz cálida y dorada que hacía humear las orillas alrededor de la yurta. Luego había entrado a prepararse un té salado con mantequilla bien caliente y sacado un taburete bajo la terraza de madera para sentarse de cara a la laguna, a la espera de Erdenbat. Su suegro había aparecido poco después, seguro de que el policía ya lo esperaba”.
Lean esta tremenda novela negra sobre una Mongolia oculta y déjense atrapar por este inmenso relato y la belleza de su lenguaje, que además de la corrupción y el crimen describe unos valores ancestrales muy intensos, que el propio protagonista necesita recuperar para redimirse. No es solo un potente thriller, sino también una crónica social y cultural certera sobre un país desconocido. Esperemos que no se nos haga larga la espera y pronto el futuro nos depare más apasionados encuentros con el gran Yeruldelgger, un personaje que quedará para la historia del género negro y que junto a su autor me han recordado las palabras del escritor Jack Kerouac: “La única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por contar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas”.
*Pablo Bonet es librero de guardia en la Librería Muga.Pablo Bonet Librería Muga
Yeruldelgger. Muertos en la estepa Ian Manook Traducción de José Fajardo GonzálezEditorial SalamandraBarcelona2016