La Academia de Hollywood ha dado este miércoles uno de sus pasos más decididos en la lenta marcha hacia la diversidad en los Premios Oscar: el establecimiento de unos requisitos para optar a la categoría de mejor película a partir de la edición de 2024. El pasado junio, la Academia anunciaba que impondría una serie de criterios sobre inclusión de género, raza, orientación sexual y diversidad funcional, siguiendo los pasos de su homóloga británica. Ahora se ha dado a conocer el detalle de estos criterios, que buscan impulsar la contratación de creadores de colectivos minorizados y la producción de historias consideradas marginales. Algunos han visto el movimiento como una "locura" (en palabras del actor James Woods), mientras otros argumentaban que los requisitos son tan flexibles y laxos que no supondrán ningún cambio en las películas elegidas.
De hecho, un análisis de los filmes que triunfaron en esta categoría en las últimas 10 ediciones permite concluir que 6 de ellos ya cumplían entonces con las nuevas exigencias, otros 3 hubieran pasado probablemente el examen (la vaguedad del comunicado de la Academia en ciertos puntos no permite asegurarlo sin fallo) y solo 1 tendría que haber establecido modificaciones no ya en el guion o en el elenco, sino en la política de contrataciones de algunos de los departamentos de productoras o distribuidoras. Así, Parásitos, Green book, La forma del agua, 12 años de esclavitud y ParásitosGreen bookLa forma del agua12 años de esclavitudEl discurso del rey ya cumplían con los mínimos; y Spotlight, Birdman y ArgoSpotlightBirdmanArgo hubieran sido probablemente aprobadas. Solo la francesa The artist parece algo más lejos de satisfacer los nuevos requisitos, tal y como fue rodada.
En el comunicado hecho público el miércoles, la Academia defiende la necesidad de "impulsar la representación igualitaria dentro y fuera de la pantalla, para reflejar mejor la diversidad del público cinematográfico". En enero de 2015, parte de la profesión y de los espectadores comenzaron a llamar la atención de la industria con el hashtag #OscarsSoWhite, que denunciaba que no hubiera una sola persona no blanca entre las 20 nominadas en las categorías de interpretación, algo que se repetiría en la siguiente edición. "Tenemos que mandar un mensaje: que la inclusión es importante. No basta con escuchar y decir que se está de acuerdo, hay que tomar medidas", dijo Cheryl Boone Isaacs, presidenta de la Academia, en su discurso institucional de 2016. Las medidas llegaron, primero, facilitando la entrada de nuevos miembros, doblando el número de mujeres y triplicando el de personas de color. La nueva iniciativa viene a acelerar un proceso en marcha que ha resultado demasiado lento.
¿Cómo se puntúa la diversidad?
La única categoría para la que la Academia tendrá en cuenta el nivel de diversidad de un proyecto es la de mejor película, para las otras 23 categorías no hay ningún tipo de prerrequisito: si una obra no lo cumple, podrá competir por todas las estatuillas excepto por la de mejor película. Con este nuevo formato, se establecen unos mínimos de inclusión en cuatro campos distintos: la "representación en pantalla" (el tema y el elenco), el "liderazgo creativo" (los integrantes del equipo técnico y artístico), el "acceso a la industria" (la diversidad entre quienes tienen acceso a prácticas y becas remuneradas) y el "desarrollo de públicos" (la diversidad entre quienes gestionan los equipos de distribución, publicidad y marketing). Para resultar elegible a la categoría de mejor película, no hay que aprobar en todos estos campos, sino solo en dos, para lo que existen además varias vías.
El estándar de "representación en pantalla" es el más claro. La Academia considera que la hay si al menos uno de los protagonistas o un secundario relevante pertenece a un colectivo racializado (es una persona latina, negra, árabe, norafricano o de algún pueblo originario, entre otros). Pero también, alternativamente, si el 30% del elenco es racializado, mujer, del colectivo LGTBI o tiene alguna diversidad funcional. O también si la temática tiene que ver con estos colectivos. Basta con cumplir uno solo de estos requisitos para sumar este punto. Aquí, aprueban películas como Parásitos (tratándose de una película coreana, todo su elenco es asiático), Green book (sobre la relación entre un músico negro y su chófer blanco), 12 años de esclavitud y La forma del agua (Octavia Spencer da vida a un secundario relevante, y es una alegoría sobre la xenofobia y el racismo). Pero también, de manera menos obvia, El discurso del rey (la tartamudez o disfemia de Jorge VI es clave en la trama) o The artist (Bérénice Bejo, francoargentina, podría considerarse latina).
El requisito sobre "liderazgo creativo" se fija en quiénes están al frente de los distintos equipos. Aquí, se aprueba si al menos dos de los jefes de los principales departamentos —como dirección, guion, fotografía, montaje, música, maquillaje, peluquería o vestuario, entre otros— pertenecen a colectivos racializados y LGTBI, o son mujeres o personas con diversidad funcional. Además, al menos una de esas dos personas tiene que ser racializada: la mayoría de las películas cuentan con mujeres a la cabeza de los equipos de peluquería, maquillaje o vestuario, por lo que sin ese segundo requisito todas se apuntarían el tanto. Si eso no sucede, basta con que otros seis responsables del equipo técnico sean personas racializadas. O, si no, vale con que el 30% de todos los trabajadores técnicos sean personas racializadas, LGTBI, mujeres o con diversidad funcional. Estos mínimos los cumplen incluso filmes aparentemente menos diversos, como Birdman, Spotlight o Argo.
La categoría de acceso a la industria busca incorporar a las producciones a personas de colectivos infrarrepresentados que no suelen tener acceso a becas y prácticas remuneradas, por lo que para cumplir con este criterio la productora debe tener entre sus filas a becarios pertenecientes a estos colectivos: en el caso de los grandes estudios, deben ser unas becas "sustantivas" sin que se determine el número mínimo de beneficiarios; en el caso de los estudios independientes, deberán ser al menos dos personas. Además, las productoras tendrán que ofrecer "oportunidades de trabajo" o "aprendizaje" a miembros de estos colectivos, sin que se determine la manera o el baremo mínimo. Como la identidad de los becarios con los que contaba cada productora en el momento de filmar las películas ganadoras de los últimos años no es una información pública, aquí es imposible conocer qué estudios cumplirían o no los nuevos mínimos.
El último estándar que señala la Academia es el de "desarrollo de públicos", que tiene en cuenta si en la productora o distribuidora del filme hay "múltiples" (no se especifica un mínimo) ejecutivos senior de publicidad, marketing o distribución pertenecientes a los colectivos minorizados ya mencionados (con, al menos, una persona racializada). Sobre el papel, este requisito es el más vago y el que más margen ofrece a los estudios. ¿Lo cumpliría, por ejemplo, cualquier película distribuida por Warner Bros, que cuenta con varias ejecutivas senior en marketing y publicidad, alguna de ellas racializada?
¿Unos mínimos demasiado duros o demasiado flexibles?
Los dos primeros baremos han sido criticados por quienes consideran que la iniciativa coarta la libertad creativa, y quienes ven en estos requisitos una forma de forzar a la industria a contar historias de minorías que pueden no interesar al público, o a contratar a intérpretes que se ajusten a unas determinadas categorías raciales, de género u orientación sexual. Pero las dos últimas categorías ha sido criticadas como demasiado laxas por quienes consideran que los prerrequisitos son una buena idea: un estudio que ofrezca becas a estos grupos minorizados, y que tenga unos departamentos de marketing y publicidad más o menos diversos podrá considerar nominables sus películas incluso aunque en ellas no trabaje un solo miembro de los colectivos mencionados. Recordemos que las producciones tienen que cumplir solo con dos de los cuatro criterios para ser elegibles.
Si se observa una película como Birdman, en la que la historia gira en torno a personajes predominantemente masculinos y blancos, las dos últimas categorías habrían sido especialmente relevantes. Si la película de Alejandro G. Iñárritu (2014) se hubiera medido con los baremos que estarán vigentes en 2024, quizás no hubiera cumplido los mínimos del estándar de representación en pantalla (aunque es relativamente sencillo lograr que un 30% del casting pertenezca a los colectivos mencionados, teniendo en cuenta que las mujeres son la mitad de la población), pero sí los referidos al equipo técnico: Iñárritu es latino, como el compositor Emmanuel Lubezki. Ya tendría un punto. El otro punto podría venir, por ejemplo, de la diversidad en la distribución: se encarga de ello Fox, que cuenta con varias mujeres entre sus ejecutivos, incluida alguna mujer racializada.
De las 10 últimas ganadoras del Oscar, solo The artist, del francés Michel Hazanavicius (2011), no hubiera cumplido los mínimos de la Academia. Sí contaría con el punto de representación en pantalla, gracias a Bejo. Pero no el del equipo técnico, porque ninguno de sus responsables es una persona racializada, aunque sí hay mujeres en los departamentos de peluquería y maquillaje, y se queda al límite de alcanzar el 30% de trabajadores de colectivos minorizados (incluyendo mujeres) en todo el equipo. Las productoras y distribuidoras responsables tampoco contaban con ejecutivos racializados, hasta donde ha podido saber este periódico. ¿Lo hubiera tenido todo perdido The Artist, de haberse producido hoy? ¿Tendría que haber modificado su guion o su propuesta artística? No, habría bastado con establecer becas inclusivas, por ejemplo.
Lo explicaba en Twitter el periodista cinematográfico del New York Times Kyle Buchanan: "Cuando más lo miro, más veo que los estándares C [de prácticas] y D [de distribución y marketing] son tan fáciles de cumplir —los estudios solo necesitan un programa de becas sólido y un departamento de marketing más o menos diverso— que las películas que esos estudios distribuyen podrían seguir siendo bastante homogéneas y aun así ser elegibles". Pese a eso, la nueva normativa plantea también desafíos en asuntos inesperados, como la privacidad: ¿los trabajadores LGTB, ya sean intérpretes o técnicos, se verán obligados a salir del armario ante sus empleadores?, ¿o el hecho de que su orientación se vea como algo positivo para la película allanará el camino para ser aceptados y contratados?
Las productoras tienen cuatro años para tomar nota, o para emprender una guerra contra la Academia. En las ediciones de 2022 y 2023 tendrán ya que incluir en sus candidaturas un informe de inclusión (confidencial), sin que aún se les exija llegar a ningún mínimo. La de 2024 será la primera con este nuevo sistema. ¿Y hasta entonces? Para empezar, habrá que esperar a abril.
La Academia de Hollywood ha dado este miércoles uno de sus pasos más decididos en la lenta marcha hacia la diversidad en los Premios Oscar: el establecimiento de unos requisitos para optar a la categoría de mejor película a partir de la edición de 2024. El pasado junio, la Academia anunciaba que impondría una serie de criterios sobre inclusión de género, raza, orientación sexual y diversidad funcional, siguiendo los pasos de su homóloga británica. Ahora se ha dado a conocer el detalle de estos criterios, que buscan impulsar la contratación de creadores de colectivos minorizados y la producción de historias consideradas marginales. Algunos han visto el movimiento como una "locura" (en palabras del actor James Woods), mientras otros argumentaban que los requisitos son tan flexibles y laxos que no supondrán ningún cambio en las películas elegidas.