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El mejor partido es una gran novela

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Empieza el mundial de fútbol.

Ya sé que no descubro nada.

Sólo quería justificarme. Porque sí, voy a hablar de fútbol y literatura.

No es la primera vez; de hecho, hace cuatro años, en vísperas de otro mundial (de infausta memoria para los aficionados españoles), hice lo propio. Y no soy la única: con excusa o sin ella, son legión los periodistas y autores que han reflexionado sobre la relación entre el balompié y la escritura, o los escritores.

“Aunque hubo un tiempo en que no parecía posible interesarse por la literatura y por el fútbol ―dejó dicho Patricio Pron―, hace mucho que ese tiempo parece haber quedado atrás, y hoy son numerosos los escritores que se interesan –nos interesamos, debería decir– por las dos cosas, al punto de que la intersección de ambos intereses es ya, de algún modo, un género o subgénero de la literatura, en particular de la hispanohablante”.

Podría parecer, por tanto, que el desprestigio intelectual que arrostraba este deporte quedó arrinconado hace tiempo. Sin embargo, Galder Reguera, autor de La muerte y el hincha (La Caja Books), piensa que aún hay que picar mucha piedra.

“No creo que esté superado ese debate. Sí lo está por parte de los escritores, que no tienen reparos a la hora de confesarse hinchas o de hacer del fútbol tema o escenario de sus obras. Pero, en realidad, el mundo de la cultura sigue considerando los libros de fútbol como obras menores por el mero hecho de que el balón aparezca en sus páginas. Y es algo muy injusto”.

Ilustra su tesis con dos obras de Nick Hornby. Fiebre en las gradas, dice, que “se suele plantear como un libro de fútbol dirigido a hinchas”, en tanto que Alta fidelidad es leída “como una novela que trata temas universales en un escenario que es el de la música. A mí ―añade― me gustaría Alta fidelidad aunque no conociera la mitad de los grupos que aparecen en sus páginas. ¿No puede suceder lo mismo con un libro cuya historia se enmarca en el mundo del hincha?”

Reguera trabaja en la Fundación Athletic Club, y recuerda que cuando publicó su obra anterior, Hijos del fútbol ('Lince'), “tenía muchos reparos en incluir la palabra ‘fútbol’ en el título porque sabía que espantaría a algunos lectores y que el libro se trataría con cierta condescendencia por parte de parte de la crítica y prensa”, cuando en realidad, es un libro sobre la paternidad y sobre qué queda de nosotros del niño que un día fuimos. “Pero parece que no se puede leer en esa clave si el balón está por medio. No ―concluye―, no está superado”.

Y eso que el fútbol lo puede (casi) todo. “Y lo que resta, lo pone la literatura.” Quien habla es Eduardo Verdú, cuya última novela se titula Todo lo que ganamos cuando lo perdimos todo ('Plaza & Janés') y está protagonizada por un futbolista.

Cree Verdú que “el acercamiento entre literatura y fútbol es responsabilidad de las dos partes”. Por un lado, afirma, “el fútbol se ha convertido en cultura, en la gran cultura universal, con sus ingredientes de adoración, entretenimiento y aprendizaje –la competición es una lección vital sobre el esfuerzo, el azar, la derrota y la victoria–”; por otro, “la cultura en los últimos tiempos se ha bajado de su pedestal. Cualquier obra busca conquistar a la mayor parte del público posible (los libros, las películas, los discos…). Ya no se trata de que algunos intelectuales se acerquen a la cultura, sino que es ésta la que sale a la calle (‘La noche de los museos’, conciertos gratuitos, ‘La fiesta del cine’…) para ponerse a los pies del ciudadano. Y con los pies se juega al fútbol”.

Planteamiento, nudo, desenlace

¿Por qué el fútbol es tan literario?, pregunto a mis interlocutores.

“Fundamentalmente, porque es una representación que pone en juego conceptos tan potentes a nivel narrativo como éxito, fracaso, destino, suerte… ―asegura Galder Reguera―. Nos vemos reflejados en las historias de los jugadores, de los equipos, de los hinchas. El fútbol es una narración continua. Desde el origen del deporte, éste nació para ser narrado. Muchas veces me pregunto si a los hinchas nos interesa más el fútbol como juego o las historias del fútbol”.

Además, el fútbol es, como la novela, una mixtura de realidad y ficción. “Consiste en un discurso narrativo con unos protagonistas definidos ―explica Eduardo Verdú―. Es un deporte lleno de metáforas donde se desarrollan los grandes temas de la literatura: el amor, el sacrificio, la ilusión, el dolor, la esperanza, el fracaso y la gloria. Pero, el fútbol también alberga incertidumbre, como las buenas obras literarias. El argumento del encuentro se va desarrollando a medida avanzamos con él y no es interactivo –la gran virtud o el gran defecto de la literatura en nuestros tiempos–. La trama del partido está minada de sorpresas, el final es una incógnita, feliz o triste. Como el de las buenas novelas”.

Y en este escenario deportivo-futbolero, el lector no se limita a desempeñar el papel de hincha o colaborador-necesario: La muerte y el hincha, por ejemplo, es una novela sobre el aficionado

“Siempre me he preguntado si antes de morir me arrepentiré, en ese último instante, de haber malgastado mi vida”, se justifica Reguera. "¿Cuánto tiempo he dedicado a ver fútbol, a aprender alineaciones de memoria, a leer crónicas? ¿Cuántas conversaciones giraron en torno al balón?” Su texto le sirve para intentar responder a la pregunta de hasta qué punto es realmente importante el fútbol en la vida de un hincha.

“¿Sabes eso que nos recriminan a los hinchas cuando celebramos una victoria de nuestro equipo? ¿Esa pregunta maliciosa de qué ganamos o perdemos los hinchas cuando nuestro equipo vence o cae? Ahí se inscribe la novela. A esa respuesta quería preguntar: antes de morir, cómo mira el hincha por el retrovisor. Mi intención es que a quien no le gusta el fútbol nos comprenda y que a quien le gusta se sienta identificado en los cuatro locos que pueblan la novela.”

Y por si hiciera falta, en un a modo de reivindicación o de justificación, me recuerda que “el mejor cuento de fútbol de la historia es sobre un hincha: 19 de diciembre de 1971, de Roberto Fontanarrosa. En el fútbol ―concluye― las historias de los hinchas son fundamentales”.

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Más que un deporte

Sucede a veces que esos hinchas se convierten en peones de una batalla apenas deportiva, en la medida en la que el fútbol ha sido o es la continuación de la política por otros medios… En su última novela, Eduardo Verdú cuenta una historia en la que un aclamado futbolista lo abandona todo: a su mujer, a su hija de dos años, Sandy, su trabajo y su patria, la Alemania comunista, en busca de libertad.

“En ocasiones ―me dice Verdú― los políticos han utilizado al fútbol como herramienta para lograr sus intereses apropiándose de los valores, los colores y la pasión de una afición por su club. Pero el fútbol es, en realidad, impermeable a cualquier apropiación política porque es un deporte basado en la fe. Quizá la religión está más próxima al fútbol que la política. La política se fundamenta en la razón y en la emoción, pero el fútbol se sustenta en la creencia y la querencia. Existe un punto de fantasía, de delirio, de locura en el fútbol y su mundo inadmisible en la política, pero imprescindible en la religión. Quizá la política siga deseando instrumentalizar el fútbol, pero el balón no da mítines, obra milagros.”

Empieza el mundial de fútbol.

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