El Ministerio de Cultura, en el punto de mira de la derecha: "Eliminarlo sería volver a la casilla de salida"

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El desencuentro sobre la pertinencia o no de un Ministerio de Cultura es en realidad un clásico. Una de esas tradiciones políticas patrias que se reavivan cíclicamente y que forman parte de la rutina democrática que enfrenta sin remedio a derecha e izquierda. Dos modelos contrapuestos en permanente vaivén cada vez que hay un cambio de color político en el gobierno.

Durante los gobiernos de Felipe González, desde 1982 hasta 1996, la cultura tuvo siempre su propio ministerio con Javier Solana, Jorge Semprún, Jordi Solé Tura y Carmen Alborch como ministros del ramo con dedicación total. Se consolidaba así una práctica establecida ya en los ejecutivos de Adolfo Suárez, quien en su segundo gobierno, en 1977, convirtió a Pío Cabanillas Gallas en ministro exclusivamente de Cultura, después de haberlo sido de Cultura y Bienestar.

Al contrario de lo que hizo su predecesor, Carlos Arias Navarro, quien tras la muerte de Franco presidió un primer gobierno sin representación ministerial de la Cultura, Suárez lo tomó por costumbre y lo afianzó en su tercer mandato entre 1979 y 1981 con tres ministros de Cultura: Manuel Francisco Clavero Arévalo, Ricardo de la Cierva y Hoces e Íñigo Cavero Lataillade. Este último aún siguió siéndolo con Calvo-Sotelo antes de dejar el puesto a Soledad Becerril y del ascenso del PSOE al poder en 1982.

Con la llegada a la presidencia de José María Aznar en 1996 el PP iniciaba su propia costumbre de unir Educación y Cultura en un único Ministerio. Así fue durante cuatro años con Esperanza Aguirre y Mariano Rajoy. y durante otros cuatro con Pilar del Castillo (como Educación, Cultura y también Deporte), antes de que el triunfo de José Luis Rodríguez Zapatero en 2004 devolviera la entidad ministerial propia a la Cultura, representada al máximo nivel durante sus dos mandatos por Carmen Calvo, César Antonio Molina y Ángeles González-Sinde.

La cineasta sigue siendo, de hecho, la última ministra dedicada en exclusividad a la Cultura, pues al alcanzar la presidencia Mariano Rajoy fusionó Educación, Cultura y Deporte en un único Ministerio, comandado por José Ignacio Wert e Íñigo Méndez de Vigo (quien fue incluso portavoz del Gobierno). Ninguna sorpresa, en realidad, no al menos como la protagonizada por Pedro Sánchez con la decisión durante sus presidencias de crear el Ministerio de Cultura y Deporte, con la argumentación de que el segundo no es un ámbito que requiera tantísima dedicación al tener vida propia al margen de la política.

Feijóo promete reducir ministerios

La proximidad de las elecciones generales del 23 de julio es la culpable de que haya vuelto al centro del debate este departamento, actualmente dirigido por Miquel Iceta después de José Manuel Rodríguez Uribes, José Guirao y (muy fugazmente) Máximo Huerta. "Hay ministerios que en mi época en el Gobierno de Aznar eran subdirecciones generales, y comprenderá que no estamos para esto", dijo días atrás a Onda Cero el candidato del PP, Alberto Núñez Feijóo, avisando del siguiente vaivén para la política cultural.

"El Ministerio de Consumo era una subdirección general en el Ministerio de Sanidad. El Ministerio de Igualdad era un departamento dentro de otro ministerio. El Ministerio de Seguridad Social fuera del Ministerio de Trabajo no lo entiendo", argumentó. Y remató: "El Ministerio de Universidades, el Ministerio de Cultura, el Ministerio de Educación, en un momento con este exorbitante gasto público que tenemos, bien merecen una consolidación. Por tanto, habrá cinco o seis ministerios que sobren en España". 

Fuera caretas con la ya conocida promesa de la austeridad, aunque sea sin aportar cifras y con una cantinela que en realidad suena familiar de cierto ninguneo a la cultura, vista tradicionalmente como de izquierdas desde la derecha. "Entiendo que buena parte de lo que para la cultura se hace desde las administraciones públicas está transferido y que las comunidades autónomas tienen en ese sentido una tarea esencial, pero encuentro imprescindible la existencia del Ministerio de Cultura por al menos dos razones: porque España en su conjunto tiene que tener una voz y porque la cultura no es solamente cultura, es también economía. Por tanto, hace falta que desde el Gobierno central, en coordinación con las comunidades autónomas, se trabaje por la cultura del país en su conjunto", plantea a infoLibre la directora de la Feria del Libro de Madrid, Eva Orúe.

El director del Círculo de Bellas Artes de Madrid, Valerio Rocco Lozano, coincide en la importancia de tener un Ministerio de Cultura "fundamentalmente por una razón simbólica" al considerarlo un "gesto que demuestra el interés de un gobierno por, en primer lugar, un sector económico muy relevante con unas enormes posibilidades de desarrollo y, en segundo lugar, por lo que la cultura representa desde un punto de vista más amplio como idea de que hay también dimensiones del ser humano más espirituales o más ligadas al cultivo intelectual que es muy importante atender". "Ahora bien, creo que tener un Ministerio de Cultura, aún siendo importante, no es lo más importante que tiene que hacer un gobierno por la cultura. Al mismo tiempo que defiendo la presencia de un Ministerio de Cultura, también defiendo que se hagan políticas que vertebren la cultura en toda la acción política de un gobierno, algo que no siempre se hace", argumenta a infoLibre.

En su llegada a la presidencia del Gobierno en 2011, Mariano Rajoy se encontró en una disyuntiva prácticamente calcada a la actual, con un mensaje electoral de austeridad que implicaba reducir departamentos y que, tras sopesar la rentabilidad política y económica del recorte, terminó con Cultura compartiendo cartera ministerial con Educación y Deporte. Ahora Feijóo ha anticipado ya su intención, en caso de alcanzar la presidencia, de reducir el número de ministerios, secretarios de estado, directores generales y asesores, incidiendo en la idea de austeridad: "Vamos a hacer un ajuste importante en el gasto político".

No me parece nada sorprendente por parte del PP porque su desprecio por la cultura es llamativo. La cultura tiene que ver con la gente, con el diálogo, con la pluralidad, y no creo que eso sea algo que les divierta mucho

"No me parece nada sorprendente por parte del PP porque su desprecio por la cultura es llamativo. La cultura tiene que ver con la gente, con el diálogo, con la pluralidad, y no creo que eso sea algo que les divierta mucho", apunta el periodista y escritor Bob Pop, quien aprovecha para defender "firmemente" que la cultura es "fundamental en un país y en un gobierno". "Pero también creo que hay que replantearse la cultura institucional. Hay que repensarla porque un Ministerio de Cultura debería ser un contenedor de un montón de culturas diferentes que tengan mucho más que ver con cultura de base, y que se dedique a coordinar y no a institucionalizar", señala a infoLibre.

En esta línea, Rocco Lozano ve "muy importante" que la cultura tenga una voz en el Consejo de Ministros, si bien puntualiza que es "incluso más importante lograr conexiones" de ese Ministerio con Educación, Ciencia, Universidades... "con toda una serie de mundos y sectores sin los cuales la cultura se queda coja", por lo que a veces puede producirse la sensación que un Ministerio de Cultura aislado tiene "ventajas" pero corre un "mayor riesgo" de aislamiento de las "políticas culturales con respecto a otros departamentos ministeriales".

"Sin socavar las competencias autonómicas y trabajando en colaboración con todas las administraciones implicadas, pero tiene que haber alguien en lo alto del pináculo con una categoría administrativa que refleje la importancia que se le da al Ministerio. Una Secretaría de Estado está muy bien pero no es un Ministerio. Y un ministro o una ministra de Cultura tiene que llevar la representación de España en su conjunto de manera unitaria y respetando la diversidad, que es la grandeza de este país. Me parece irrenunciable un Ministerio de Cultura porque como país tenemos que hablar con una sola voz, por supuesto de diversidad, pero nuestra", reflexiona Orúe.

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La gestora cultural, responsable de Cultura y Deporte en el PSOE y diputada en la Asamblea de Madrid Manuela Villa subraya la importancia de la cultura en nuestro país recordando que supone un 3,5% del PIB, "incluso más que otros que pueden ser incontestables como la agricultura", siendo un sector que cuenta con unos 700.000 trabajadores culturales. Por eso, considera que eliminar o diluir el Ministerio de Cultura es "ningunear a un sector con una potencia que siempre está por brillar", indicando asimismo a infoLibre que "la cultura es uno de los grandes tractores de nuestra principal industria, que es la turística".

Y aún añade: "Habíamos avanzado en que la gente comprendiese la importancia de la cultura, pero eliminarlo sería como volver otra vez atrás a la casilla de salida, a que la gente vuelva a ver la cultura como entretenimiento, como una cosa más de la que se puede prescindir y que no tiene la importancia que realmente tiene. También veo cierto populismo porque en el PP ellos tienen que decir, según su argumentario, que hay que reducir ministerios aunque no tengan el cálculo de cuánto dinero van a reducir. ¿Cuánto dinero ahorran reduciendo el Ministerio de Cultura? ¿Van a echar a los funcionarios? No. ¿Cambiar de edificio? No. No es serio decir que vas a acabar con ciertos ministerios sin decir cuánto dinero vas a ahorrar, eso me parece una propuesta vacía más allá de que la gente les aplauda por rebajar ministerios y políticos. No se creen que la cultura sea lo importante que es y esa es la clave".

"La cultura es un terreno de guerra política en el que lo que menos importa en muchas ocasiones es la cultura en sí misma", apunta Orúe, quien a su vez lamenta que el Ministerio de Cultura se haya visto en determinados momentos como "una asignatura floja, como una maría", mientras Rocco Lozano apuesta por una política de Estado como ocurre en Francia u ocurrió en anteriores gobiernos italianos en los que el ministro de Cultura llegó a tener una vicepresidencia del gobierno: "Esa es una declaración de intenciones porque es poner a la cultura en un nivel preeminente sobre los demás ministerios. Y creo que estamos muy lejos de tener en España esa concepción de la cultura como una política de Estado, independientemente de la creación de un ministerio o no. Dicho esto, yo estoy totalmente a favor de que siga siendo un Ministerio, pero trabajando más en red y en colaboración con otros".

El desencuentro sobre la pertinencia o no de un Ministerio de Cultura es en realidad un clásico. Una de esas tradiciones políticas patrias que se reavivan cíclicamente y que forman parte de la rutina democrática que enfrenta sin remedio a derecha e izquierda. Dos modelos contrapuestos en permanente vaivén cada vez que hay un cambio de color político en el gobierno.

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