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La gira por Ucrania de Fetén Fetén tocando para refugiados: "La música tiene un poder absoluto"

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Un violín no puede parar un bombardeo. Un acordeón tiene poco que hacer para detener un tanque. Pero si juntas ambos instrumentos y un par de músicos los hacen sonar en el momento preciso, pueden crear un universo paralelo donde todo sea posible. Donde haya vida y no muerte. Donde no haya guerra.

Vida es lo que precisamente han creado Jorge Arribas y Diego Galaz, Fetén Fetén, de gira durante la última semana por Ucrania tocando para refugiados. Y así lo resumen al unísono para infoLibre: "Realmente la música es capaz de hacer que levante los brazos, baile y sonría una madre con un niño que lo ha perdido todo y que tiene a su marido en la guerra. Eso no hay nada que lo pueda provocar, ni siquiera la comida, aunque sea más importante. La música tiene un poder absoluto".

El dúo musical burgalés viajó hasta Cracovia y dio dos primeros conciertos en la parte de Polonia en unos campos de refugiados ubicados en dos colegios de Podhalanin y Tarnow. Acto seguido cruzaron la frontera para otros seis recitales en territorio ucraniano en Chervonograd, Lviv, Modrychi y Drohobich en un hospital infantil, un centro de rehabilitación, colegios, una iglesia, guarderías... "Todo tipo de sitios que han puesto colchones en el suelo y se han convertido en centros de refugiados", explica Arribas.

La motivación de este periplo era, en esencia, acompañar a la gente de allí, darles un rato de música para desconectar del mundo real. De manera que allí se plantaron Jorge y Diego, con la ayuda desinteresada de una empresa de Burgos llamada Grupo Julián, y con un arsenal de instrumentos de lo más variopinto e insólito, como siempre hace Fetén Fetén: violín, acordeón, serrucho, silla de camping, flauta, escoba y recogedor, flautas, sartén, cucharas o una gaita reciclada. Y funcionó.

"Lo que nos pasaba, sobre todo en los primeros conciertos, es que cuando tocábamos algunas madres o abuelas se ponían a llorar. Sentíamos un poco de miedo de lo que estábamos provocando", relata Arribas, quien plantea que, en cualquier caso, "es bueno también llorar". "La música te ayuda a soltar emociones, remueve esa parte y sacaba un lloro pero también esperanza, porque los niños en ese rato estaban sonriendo, se ponían a bailar y estaban a lo que estaba ocurriendo en ese momento", remarca.

Tercia entonces Galaz para confesar que para ellos ha sido una "revolución" vivir esta experiencia que, en última instancia, les ha hecho a ellos ser aún más conscientes del "legado" que les ha llegado a las manos: la música. Y lo resume así: "La música es muy poderosa. Si consumimos muy mala música el espíritu se va a venir abajo. Si seleccionamos un poco y entendemos la música como algo transformador, puede cambiar el mundo, absolutamente, aunque sea muy complejo que adquiera un protagonismo como el que ha adquirido en esta expedición".

Con las emociones aún sin procesar, pues regresaron a España en la madrugada del viernes, destacan ambos el sentimiento en cierto modo inesperado de haber tocado para "gente que podría ser de cualquier ciudad española", con una manera de vivir muy parecida a la nuestra. "Eso es lo que más impresiona, porque cuando estás con la gente de allí te das más cuenta de que estamos muy cerca y que lo que está pasando es muy grave", admite Arribas.

Perfectamente compenetrado con su otra mitad, Galaz reconoce que ha sido "muy impresionante sentir el miedo continuo", pues no eran conscientes de "lo que supone pisar un territorio en guerra". Y abre sus emociones: "Sabíamos que detrás de todo esto hay un mundo que nos va a cambiar la vida y que íbamos a hacer una labor. Cuando paremos unos días en casa nos daremos cuenta de que lo hicimos sin medir las consecuencias buenas y malas. Pero esto se hace porque la música y el arte de alguna manera te enseñan a ver, sobre todo cuando está todo tan mercantilizado, que detrás de eso la música es algo muy puro y también una herramienta que hace posible levantar y desbloquear las emociones de una gente que ha colapsado y tiene esas emociones absolutamente anuladas".

Esta gira de Fetén Fetén ha sido, en términos generales, tranquila. Pero durante su último recital en un hospital infantil tuvieron que ponerse a cubierto en un refugio en el sótano por un aviso de alarma. "Ahí estaban todos los niños con las madres y las abuelas", relata Arribas, que vuelve a poner en valor el poder de la música en las situaciones más adversas: "Al principio no sabíamos si en esa situación la música iba a ser bienvenida, pero con todo el respeto sacamos los instrumentos y nos pusimos a tocar. La gente agradeció la música en esa situación tan dura".

Esta es una cuestión de odio a nivel mundial que en España nos está empezando a afectar en las instituciones por delante de otros países

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Siempre es momento de recapitular al término de una gira. Pero las conclusiones que saca Fetén Fetén de esta expedición son muy diferentes a las de cualquier otra gira. "No es solo llegar y decir que estamos aquí, no. Es que van pasando las semanas y parece como que normalizamos la situación. Pero analizando lo que está pasando, nos damos cuenta de que estamos en un mundo muy peligroso", plantea Arribas.

Y prosigue: "No es lo mismo votar a alguien que defiende el odio que a alguien que no lo hace. Y una de las conclusiones que sacamos es que estamos en zona tranquila, pero en un proceso aquí en nuestro país donde el odio está empezando también a impregnarse de una manera muy grande, sobre todo en las nuevas generaciones. De manera que los discursos que se basan en un absoluto fascismo y odio por lo diferente no están tan lejos de lo que hemos visto allí".

"La sensación es que logísticamente estamos bien, pero esta es una cuestión de odio a nivel mundial que en España en concreto nos está empezando a afectar en las instituciones por delante de otros países", destaca Arribas, para luego rematar: "A Putin le votaron y era un político más. Es una sensación de que esto es global y estamos todos en la misma mierda".

Un violín no puede parar un bombardeo. Un acordeón tiene poco que hacer para detener un tanque. Pero si juntas ambos instrumentos y un par de músicos los hacen sonar en el momento preciso, pueden crear un universo paralelo donde todo sea posible. Donde haya vida y no muerte. Donde no haya guerra.

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