Canta Joaquín Sabina en Peces de ciudad que "al lugar donde has sido feliz no deberías tratar de volver". No dice nada de los sitios impregnados por la fatalidad pero, desde luego, lo que ha hecho en la noche de este martes 23 de mayo es regresar al lugar de los hechos para restablecer el orden del universo desde el escenario del WiZink Center. El gran pabellón de Madrid donde hace 39 meses, el 12 de febrero de 2020, se despeñaba desde las tablas en una terrible caída y salía en camilla directo el hospital con un hematoma intracraneal.
"Buenas noches, muchas gracias por venir. ¡Por fin, carajo!", ha exclamado nada más terminar la primera canción a ritmo de blues rock, Cuando era más joven, queriéndose quitar el peso de la responsabilidad y despejar las dudas de un público expectante. "Han sido unos años un poco durillos, para que nos vamos a engañar", ha confesado divertido, recordando además que nada más salir del hospital llegó el covid. "He estado a palo seco un tiempo", ha bromeado, con el alivio de quien sabe que ha dejado atrás la adversidad y la energía de quien no quiere ya mirar atrás: "¡Pero hoy estoy aquí! Como el fugitivo que celebra el milagro de estar vivo en el mismo escenario de Madrid".
Arrancaba así una velada emocionante de reencuentro largamente esperado por el jienense, por su banda, por su gente y por los 12.000 asistentes entregados sin fisuras a la causa, que ya regalaron la primera ovación en pie antes de que empezara a sonar la música (algo que se repetiría incesantemente). Después de una veintena de fechas, la gira, llamada con sorna Contra todo pronóstico, llegaba bien engrasada a la capital, fecha clave donde nada iba a fallar. Y así ha sido durante las dos horas en un WiZink Center ahora exorcizado y reconquistado para júbilo, alegría y alboroto de un público que también acudió a darlo todo.
Una vez dejadas las cosas claras, con las sensaciones desatadas, coge velocidad el recital con Sintiéndolo mucho, Lo niego todo (con dedicatoria a Leiva) o Mentiras piadosas. Se nota el barro de la vida en la voz de Sabina, que canta sentado prácticamente todo el rato mientras sonríe, agradece y resplandece feliz ante un WiZink Center efervescente que aúlla con él ese grito de guerra que corona el rock portentoso de Lágrimas de mármol y que cobra esta noche un significado aún más propicio y especial: Superviviente, sí, ¡maldita sea!
Cuando aprieta el frío baja las revoluciones. Acto seguido se sienta Joaquín en una silla junto a una mesita con un vaso. "Es agua. Qué vergüenza, con lo que ha sido una", lanza entre risas antes de recordar a Chavela Vargas coreando Por el bulevar de los sueños rotos. La banda de siete músicos protege y arropa constantemente a su jefe, es consistente y potente en el rock y más que solvente en todo lo demás, apretando cuando debe y sabiendo ser delicadamente gozosa cuando el momento lo merece. Y tiene su momento en ese Llueve sobre mojado compuesto por Sabina junto a Fito Páez que sirve para presentarles a todos uno a uno y como preludio del interludio.
Por fin hemos conseguido romper el maleficio y cantar aquí con todos ustedes. Hoy, aquí y con ustedes, no me cambio por nadie
"Me voy para que os canten canciones que yo no puedo cantar", anuncia Joaquín, quien sale por un lateral a recargar las pilas de sus 74 primaveras, dejando todo el protagonismo a Mara Barros cantando Yo quiero ser una chica Almodóvar y a Antonio García de Diego en La canción más hermosa del mundo. El público, que se dispersa ligeramente durante estas canciones, recupera súbitamente el pulso cuando reaparece Sabina, ya más tranquilo y confiado a mitad del repertorio, para levantar la enésima ovación con sus palabras: "Por fin hemos conseguido romper el maleficio y cantar aquí con todos ustedes. Hoy, aquí y con ustedes, no me cambio por nadie".
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Hay cierta fragilidad en la desnudez de Tan joven y tan viejo, pero ahí está Sabina burlándose con su presencia de todos los pronósticos agoreros que tantas veces le dieron por muerto. Es este un tramo de cierto recogimiento A la orilla de la chimenea y con Una canción para la Magdalena, pero está el concierto a punto de partirse en dos con la siguiente concatenación: 19 días y 500 noches, Peces de ciudad, Y sin embargo (con homenaje a la copla en Y sin embargo te quiero con una Mara Barros esplendorosa) y el vendaval rockero a lo E Street Band que siempre es Princesa. "Un sombrero verdaderamente sirve para quitárselo en el Wizink Center delante de vosotros", sentencia Sabina.
Breve descanso para el bis que retoma la intensidad con El caso de la rubia platino cantada por el guitarrista Jaime Asúa, y una noche que se convierte ya sin posibilidad de retorno en un karaoke multitudinario de los de altas horas de la madrugada. Contigo, Noches de boda, Y nos dieron las diez mantienen al público levantado de sus asientos. El respetable en pie y el cantante manifestando su agradecimiento y "enorme placer" con esa sonrisa permanente que le va a dejar surcos de felicidad especialmente profundos en las arrugas de la cara.
Pero no se vayan todavía, porque aún hay más: la algarabía de Pastillas para no soñar que, ya sí, es despedida y cierre de una fecha festiva marcada en rojo especialmente fuerte en el calendario sabinero y que sirvió para olvidar todo lo malo de estos tres últimos años. Una noche que, por cierto, tiene continuidad este jueves con un segundo concierto en el mismo recinto y que, tras otro buen número de citas por España y América durante los meses venideros, regresará de nuevo por partida doble al WiZink Center como colofón final de gira en diciembre. ¿Habrá más Joaquín Sabina después de eso en 2024? Teniendo en cuenta desde donde regresa dando la vuelta a los peores pronósticos, no está la cosa como para apostar en su contra.
Canta Joaquín Sabina en Peces de ciudad que "al lugar donde has sido feliz no deberías tratar de volver". No dice nada de los sitios impregnados por la fatalidad pero, desde luego, lo que ha hecho en la noche de este martes 23 de mayo es regresar al lugar de los hechos para restablecer el orden del universo desde el escenario del WiZink Center. El gran pabellón de Madrid donde hace 39 meses, el 12 de febrero de 2020, se despeñaba desde las tablas en una terrible caída y salía en camilla directo el hospital con un hematoma intracraneal.