LA PORTADA DE MAÑANA
Ver
El Gobierno recompone las alianzas con sus socios: salva el paquete fiscal y allana el camino de los presupuestos

Taylor Swift, Rosalía, Robe y otros músicos con los que aprendemos literatura tarareando sus canciones

1

Los caminos de la cultura popular son inescrutables y los de Taylor Swift insondables. Solo así se explica que la artista estadounidense sea el tema de moda en las universidades de medio mundo. Y no por su música en general, que también, sino por sus letras muy en particular. No en vano, tratan sobre temas universales como el amor, los corazones rotos, el verano infinito que ojalá fuera la vida, las traiciones, el autodescubrimiento, la nostalgia, la igualdad o, en última instancia, las relaciones humanas.

Los grandes asuntos de este mundo a ritmo de un pop que encandila a (muchos) millones de personas, todas ellas diferentes, pero que terminan habitando en un único mismo estribillo cargado de verdades globales que ahora son objeto de análisis en universidades como Gante, Stanford, Harvard, Nueva York, Melbourne o el Berklee College of Music de Boston. Cursos que exploran su capacidad de ir de lo más personal a la universalidad total y que emparentan a Taylor Swift con clásicos literarios como Sylvia Plath, Pablo Neruda, Lewis Carroll, Mary Wollstonecraft, Geoffrey Chaucer o incluso William Shakespeare.

El mundo universitario resultó ser (también) swiftie. Claro que ella no es la única que se inspira en la literatura para escribir las letras de sus canciones. Porque ahí tenemos, por ejemplo a Lana Del Rey, otra rutilante estrella pop con multitud de referencias literarias en su obra, como Lolita, de Vladimir Nabokov, presente en Off the races, que empieza con las primeras líneas de la novela: "Light of my life, fire of my loins (Luz de mi vida, fuego de mis entrañas)". Otros autores presentes en sus composiciones son Oscar Wilde, Allen Ginsberg, Friedrich Nietzsche, Tennessee Williams o, de nuevo, Slyvia Plath. En cualquier caso, la pasión principal de Lana Del Rey parece ser la Lolita de Nabokov, pues incluso así nombró a esta canción.

Hablando ya artistas españolas, es conveniente no olvidar el detalle de que Rosalía se inspiró para componer El mal querer en un texto medieval anónimo, olvidado durante siglos. Con el título original de El roman de Flamenca, cuenta la historia de una mujer que vive prisionera en una torre por culpa de los celos de su marido, a pesar de lo cual un caballero que responde al nombre de Guillem de Nevers se disfraza de clérigo y seduce y libera a la dama. "Un clásico feminista del siglo XIII", se apresuró a decir la editorial que reeditó el libro a toda prisa en cuanto se difundió la conexión que llevó a Rosalía a la fama planetaria.

Menos comercial pero más penetrante en su esencia literaria es el último disco de Christina Rosenvinge, titulado Los versos sáficos y que recoge los temas compuestos por la artista para el proyecto teatral Safo, dedicado, claro, a la poetisa griega que Platón definiría como la décima musa. "Sabemos que Safo fue toda una estrella del pop en el mundo grecolatino y que su estela brilló mucho después de su muerte. Dio nombre a un tipo de métrica poética y a una forma de amor. Posteriormente se transformó en una figura mitológica que habita cuadros, textos y óperas, y en el siglo XX en un referente para las vanguardias que vieron en sus versos fragmentados una forma de escritura sabiamente editada por el paso del tiempo", destaca Rosenvinge.

Un caso similar es el de María Rodés adentrándose en la figura de Lilith. Primero, con un espectáculo teatral a petición del Festival de Arte Saco de Madrid y, después, publicando todo un álbum con el nombre de esta figura del folclore hebreo considerada como la primera mujer de Adán, que abandonó el Edén para irse con los diablos y convertirse en bruja (luego ya llegaría la sumisa Eva). Dentro de este relato encontramos por ejemplo una composición como Les bruixes tormen, escrita a partir del libro Espill, o Llibre de les Dones, de Jaume Roig, del siglo XV, en el que habla de una cueva en la que se reúnen mujeres para hacer pactos con el diablo.

Un cambio drástico. El que fuera líder de Berri Txarrak, Gorka Urbizu, acaba de publicar su primer LP en solitario, Hasiera Bat. Como en el caso de su conocido anterior grupo, todas las letras están escritas en euskera y no faltan varias referencias literarias reconocidas por el propio músico: "El miedo convierte a cualquiera en profeta" (extraída de un poema de Libe Goitia llamado Fast Fatum); "y la gente es feliz y me parece bien, se necesita de todo para crear un mundo" (perteneciente a La peste, de Albert Camus); y "he abandonado la espada y el escudo a la orilla del río" (de la novela Beloved, de Toni Morrison).

Si hay un caso español de vigente actualidad y que seguro tendría buena acogida en entornos académicos es el de Robe Iniesta. El que fuera alma de Extremoduro supo construir un imaginario propio que con el paso de los años es recurrentemente analizado tanto por holgura filosófica como por su riqueza literaria. Y es que Robe, mezcla de Quijote y Bukowski, empezó su carrera 35 años atrás ya cogiendo prestados unos populares versos de Marcos Ana para su canción Te juzgarán solo por tus errores (yo no): "No puedo seguir, escucho los pasos del funcionario". A lo largo de todo este tiempo, han aparecido por sus canciones referencias de Raúl Lomas, Antonio Machado, Homero, Miguel Hernández, Federico García Lorca, Santos Isidro Seseña o Pablo Neruda, de quien toma para su canción Sucede el primer verso de Walking around: "Sucede que me canso de ser hombre". Tan obnubilado vive Robe la poesía que cayó rendido en los inicios de su grupo con un poeta desconocido que conoció una noche cualquiera en la sierra de Béjar: se trata de Manolo Chinato, quien se convirtió en su musa particular, en emblema del rock español más lírico de los noventa, y a quien debemos ese clásico atemporal que es Ama, ama, ama y ensancha el alma.

"Ando por la calle descalzo como Tom Sawyer", recitan los gemelos más famosos del Albaicín, Ayax y Prok, acudiendo al personaje del escritor Mark Twain en su canción Macondo, en la que a ritmo de rap recrean en su extensa letra un mundo fantástico y surrealista donde todo es posible, como en el Cien años de soledad de Gabriel García Márquez. "El realismo mágico del pueblo de Macondo", dicen en otro verso del mismo texto, mientras que en otra canción tan crudamente callejera como Toblerone se las apañan para citar nada menos que a Hermann Hesse y Edgar Allan Poe. También tienen incluso una cancón llamada Bukowski, gran inspiración para tantos músicos de diferentes generaciones y que encuentra acomodo en el imaginario de estos raperos especialmente literarios, ya sea juntos o por separado porque en solitario, la mitad del dúo, Ayax, cita en Octubre a autores como Boccaccio, Dante o Baudelarie, así como personajes clásicos como Calisto y Melibea, de La celestina de Fernando de Rojas.

Veintiuno es uno de los grupos del momento en el pop español, gracias principalmente al impulso de su cuarto disco, El arte de perder. Un título inspirado en el poema One art de Elizabeth Bishop, traducido precisamente como El arte de perder, en el que la poetisa plantea que para dominar dicho arte solo tienes que ir perdiendo cosas, darte cuenta de que nada importa tanto y perder cada vez mejor. Aparte de esto, las evocadoras letras de la banda toledana muestran una intención literaria que va desde decir en Pirotecnia que "la vida es pasar de Bucay a Bukowski" hasta hacer un juego de palabras con Neruda, cambiando el "me gusta cuando callas porque estás como ausente" por "me gusta cuando me callas porque te tengo presente". Su vocación letrista llega incluso a tener personajes (Leona y Flaco) que saltan de canción a canción y de disco a disco, interconectando todo su repertorio (esto da para serial). Y, como colofón, para terminar de cuadrar el círculo, nombran a Taylor Swift en la letra de su más reciente single, Telenovela, lanzado este mismo viernes: "Me moriré de celos y haré una escena, como si un tema de Taylor fuera".

Lo cierto es que las referencias concretas y la influencia de la literatura en general en la música son infinitas. Por estos lares tenemos un indie rico poético representado por Sidonie, Love of Lesbian o Vetusta Morla, así como una escena renovada de cantautoras y cantautores con Travis Birds, Andrés Suárez, Marwán o Quique González (recordemos La nave de los locos, su disco con letras de Luis García Montero). Sin olvidarnos de los trabajos de propuestas tan eclécticas como Niño de Elche, Rayden, Kase.O, Leiva, Marea o, para terminar, ese otro Loquillo empeñado desde mucho antes de tener el tupé blanco en salirse de su propio personaje rockero poniendo música a poemas de sus admirados Jaime Gil de Biedma, Juan Eduardo Cirlot o Luis Alberto de Cuenca. Las canciones, como los poemas y como la verdad última en ellos revelada, están ahí fuera.

Los caminos de la cultura popular son inescrutables y los de Taylor Swift insondables. Solo así se explica que la artista estadounidense sea el tema de moda en las universidades de medio mundo. Y no por su música en general, que también, sino por sus letras muy en particular. No en vano, tratan sobre temas universales como el amor, los corazones rotos, el verano infinito que ojalá fuera la vida, las traiciones, el autodescubrimiento, la nostalgia, la igualdad o, en última instancia, las relaciones humanas.

>