El pacto de ficción del Premio Planeta

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El Premio Planeta, ese al que siempre acompaña la coletilla de “el mejor dotado de las letras en español”, se falló este sábado, un 15 de octubre como todos los años desde hace 65. Los agraciados fueron Dolores Redondo, conocida por su superventas Trilogía del BaztánTrilogía del Baztán, y Marcos Chicot, un finalista intruso en el mundo editorial que se coló autopublicando una de sus novelas, con la que ya quedó cuarto en el galardón hace cuatro años y que luego se convertiría en el e-book en español más vendido desde 2013. Como todos los años —este, con los reyes en escena—, sus nombres fueron leídos ceremoniosamente después de la lectura de la plica del jurado, al que se había visto deliberar a través de unas pantallas gigantescas instaladas en el Palau de Congressos de Catalunya. La moderada sorpresa del alrededor del millar de asistentes era solo uno más de los muchos pactos de ficción que habría que asumir durante la noche.

Porque el ganador del Planeta, ese nombre que se guarda con aparente celo y se retransmite en televisión en riguroso directo, era conocido desde los primeros minutos del acto, ya fuera por filtraciones a la prensa o por el poder de la rumorología. En Twitter, los periodistas —decenas invitados por la organización, incluido este diario— bromeaban con el apellido de la ganadora y varios usuarios comentaron el resultado del premio una hora antes de que se fallara. Los medios digitales tardaron menos de un minuto en soltar la noticia, y aquellos en papel tenían sus páginas compuestas y listas para el cierre, a pesar de que el anuncio llegar a escasos minutos de las doce de la noche.

Ante estas certezas, la imagen del jurado, desde Rosa Regàs a Pere Gimferrer, aislado y fingiendo deliberar a la vez que daban cuenta de los platos, resultaba entrañablemente folclórica. Durante la cena, la presentadora Lourdes Maldonado —de la casa: Atresmedia pertenece a Planeta—, había ido anunciando el resultado de las votaciones, que funcionan por eliminación a lo largo de tres rondas. El misterio solo residía, para los más despistados, en detectar cuál de los falsos títulos y seudónimos —a estas alturas, es extraño que las firmadas con el nombre real de sus autores, siempre desconocidos, lleguen a las primeras posiciones— se correspondía con cada uno de los ganadores.

Así que resultó que Dolores Redondo se escondía tras Jim Hawkins, y que el título real de la triunfadora Sol de Tebas era Todo esto te daré. Una referencia a las palabras demoníacas recogidas en la Biblia (Mateo, 4:9): “Todo esto te daré, si postrándote me adoras”. Redondo se refería a “una condición inapelable de todos aquellos que se acerquen a la codicia, que es la servidumbre para siempre al mal”, unas palabras que resonaban hasta la mesa de autoridades, en la que figuraban Ana Pastor, María Dolores de Cospedal o Artur Mas y Albert Rivera, entre otros. Pero todo el mundo hizo como si aquello no hubiera sido dicho. La escritora siguió hablando de su thriller localizado en la gallega Ribeira Sacrathriller , las “alianzas que se forjan alrededor de la codicia” y “la impunidad”.

Aunque Redondo tiene ya una carrera hecha, con cerca de un millón de ejemplares vendidos de su Trilogía solo en español, a nadie le vienen mal los 601.000 euros del premio, que Planeta, con una autora con esta capacidad de convocatoria, se asegura recuperar. Es, por cierto, el segundo año consecutivo que el premio va a parar a una escritora, toda una rareza si se tiene en cuenta lo infrarrepresentadas que siguen estando estas en los galardones. Tanto esta como la novela de Alicia Giménez Bartlett, vencedora en la pasada edición, están, sin embargo, protagonizadas por hombres.

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El Planeta de 2016 repite la fórmula del éxito que describía hace un año el periodista de infoLibre Miguel Ángel Villena: “En la ley de compensaciones y contrapesos del Planeta si la ganadora es mujer, veterana y consagrada, el finalista tiene que ser mediático y debutante en la literatura, a ser posible”. El otro engranaje del dúo ganador encajaba a su manera en la segunda descripción. Es cierto que Marcos Chicot no es, ni de lejos, tan conocido como Daniel Sánchez Arévalo, director de películas como La gran familia española o Primos y finalista en 2015 con La isla de Alice. Pero también es cierto que su anterior novela, El asesinato de Pitágoras, ha demostrado su enorme capacidad de ventas sin la ayuda siquiera de la maquinaria promocional de una editorial y con un protagonista aparentemente árido.

¿Y por qué cambiar de modelo, si aquel funcionaba? Con El asesinato de Sócrates (cuidado con las confusiones), que de nuevo toma la figura de un pensador para hacer una panorámica del mundo griego, ha logrado entrar en la familia Planeta y llevarse los 150.250 euros reservados para el finalista. Además, la historia personal de Chicot emocionó al público y despertó el interés de la prensa: no es solo la narración de un hombre hecho a sí mismo que se introduce en el mundo literario con tesón y paciencia; el escritor decidió apostar por la novela para asegurar el futuro de su hija Lucía, que tiene síndrome de Down. El pacto de ficción del Planeta consiste también en hacer como si el background de los escritores no tuviera nada que ver con la decisión final del jurado.

Hay algún aspecto más de ese pacto, claro. En los corrillos se repetían afirmaciones como “Este año se van a hinchar a vender”, por mucho que este sea un premio literario. Maldonado hablaba de una "noche mágica" para la literatura, aunque entre el público ilustre se encontraban invitados muy lejanos a ella, como el presentador Risto Mejide, el juez Grande Marlaska, el exalcalde de Badalona Xavier García Albiol o el cocinero Karlos Arguiñano. El pacto de ficción será mucho más fácil de mantener en el interior de las novelas premiadas. La maquinaria Planeta comienza a desperezarse este domingo para crear, un año más, dos superventas.

El Premio Planeta, ese al que siempre acompaña la coletilla de “el mejor dotado de las letras en español”, se falló este sábado, un 15 de octubre como todos los años desde hace 65. Los agraciados fueron Dolores Redondo, conocida por su superventas Trilogía del BaztánTrilogía del Baztán, y Marcos Chicot, un finalista intruso en el mundo editorial que se coló autopublicando una de sus novelas, con la que ya quedó cuarto en el galardón hace cuatro años y que luego se convertiría en el e-book en español más vendido desde 2013. Como todos los años —este, con los reyes en escena—, sus nombres fueron leídos ceremoniosamente después de la lectura de la plica del jurado, al que se había visto deliberar a través de unas pantallas gigantescas instaladas en el Palau de Congressos de Catalunya. La moderada sorpresa del alrededor del millar de asistentes era solo uno más de los muchos pactos de ficción que habría que asumir durante la noche.

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