Un murmullo que se tornó risa floja recorrió el Museu Nacional d'Art de Catalunya hace ahora un año, cuando se confirmó el rumor que recorría los mentideros y las mesas de la cena y Sonsoles Ónega -presentadora de Atresmedia, perteneciente al Grupo Planeta- se convertía en la ganadora de, efectivamente, el Premio Planeta 2023. Un nuevo episodio, el penúltimo, en esa atávica tensión que mantiene a este longevo galardón, el de mayor dotación económica del mundo con un millón de euros (900.000 tiene el Nobel), en el epicentro de la tormenta perfecta entre la vacuidad de la comercialidad más popular y la crítica voraz de los defensores de las purísimas esencias literarias.
Lejos de resultar un problema, esa tirantez es, de hecho, el as en la manga para un premio que este 15 de octubre alcanza su 73 edición (coincidiendo con el 75 cumpleaños de la editorial Planeta, fundada 1949 por José Manuel Lara Hernández) y que es, en esencia, una mastodóntica campaña de mercadotecnia. Que hablen de ti aunque sea mal también se puede rentabilizar y, es verdad, se hace: no en vano, ya se sabe más que de sobra que son decenas de miles los que acuden a las tiendas pidiendo al dependiente 'el Premio Planeta de este año', haciendo del objeto en sí un regalo impersonal, una colonia que da igual cómo huela, por supuesto sin recordar necesariamente el título y/o el nombre del autor. O ninguna de las dos cosas porque total, sí, es un artefacto al que llamamos libro, pero es exactamente así como se le vacía de significado y contenido cuando, objetivamente, cualquier lector sabe que no hay regalo más íntimo que el título minuciosamente escogido.
'El viejo Lara' siempre decía que James Joyce nunca hubiera ganado el Planeta, pero por supuesto sí que lo habría ganado Dickens
"José Manuel Lara, 'el viejo Lara', siempre decía que el Premio Planeta no busca tanto escritores como lectores. Y decía también que James Joyce nunca hubiera ganado el Planeta, pero por supuesto sí que lo habría ganado Charles Dickens. Esto quiere decir que dentro de una calidad siempre buscaba un autor que pudiera interesar a un público amplio. Ese es el espíritu del premio", defiende Carmen Posadas, ganadora en 1998 y jurado desde entones, quien recuerda a infoLibre, asimismo, que el listado de autores distinguidos es "bastante asombroso", con ilustres en los primeros años como Ana María Matute o Ramón J. Sénder.
Con la premisa clara, sin embargo, el galardón ha pasado por diferentes fases a lo largo de los lustros, quedando bastante desprestigiado literariamente a mitad de los setenta. En un intento por revertir esta imagen, el que fuera director de la editorial entre 1974 y 1983, Rafael Borrás, fue el responsable de que lo ganaran Jorge Semprún, Juan Marsé o Manuel Vázquez Montalbán "y algunos más después de la muerte de Franco", tal y como recuerda Jordi Gracia, codirector de TintaLibre, catedrático de literatura española en la Universidad de Barcelona y presidente del Consejo editorial de PRISA Media, quien explica a infoLibre que desde entonces se siguió la "pauta de que a varios premiados y finalistas de corte más o menos mediático, o periodistas conocidos, se les fuera intercalando autores de calidad literaria" como Francisco Umbral, Antonio Muñoz Molina, Camilo José Cela, Gonzalo Torrente Ballester, Soledad Puértolas, Antonio Gala o Mario Vargas Llosa.
Para la inmensa mayoría de españoles es el premio más importante porque es el que da más dinero y el que todos los medios cubren infatigablemente
"Es el premio más prestigioso y más popular de España, tanto si las obras que lo ganan tienen valor literario como si no. Para la inmensa mayoría de españoles es el más importante porque es el que da más dinero y el que todos los medios cubren infatigablemente", resume Gracia, para quien el prestigio se lo otorgan no tanto los galardonados como "la cobertura unánime de todos los medios y que hasta el Telediario lo emita en directo". "Han hecho muchas veces una política de ganadores dictada no por la gran calidad literaria, sino por su repercusión mediática. Siempre intercalando cada dos, tres o cuatro años autores de peso literario. Es algo así como una compensación en diferido", plantea.
Coincide Juan Eslava Galán, ganador del Planeta en 1987, en que este es un premio "orientado a la creación de lectores", algo que ya decanta "el tipo de libro que se presenta, que no va a ser una novela minoritaria o experimental que después la crítica pueda decir que es exquisita". "Esto va dirigido al gran público", continúa, poniendo en valor que aparte de todos los famosos autores que lo han ganado a lo largo de los lustros, también ha propiciado casos como el suyo, de alguien "desconocido" que después ha "podido tener una carrera literaria". "Por eso creo que el premio goza de una excelente salud que transmite a los que lo ganan", apostilla a infoLibre.
Todos los premios tienen su cocina. No se premia nunca al mejor de todos, sino al que conviene
La periodista y escritora Nativel Preciado ha estado en muchos jurados literarios a lo largo de los años -no en el Planeta, pero sí en el Príncipe de Asturias, el Nacional de Literatura y otros más minoritarios-, y desde su experiencia revela algo más o menos evidente a los ojos del profano: "Todos los premios tienen su cocina, su parte interna, porque no se premia nunca al mejor de todos, sino al que conviene. Y para ganar cualquier premio primero tienes que estar en el bombo, y luego que elijan la bolita, que se elige en función de muchas cosas, como ocurre con el Nobel, Anagrama, Alfaguara y tantos otros".
"De las obras finalistas que llegan, se escoge no la mejor, porque quién te dice cuál es la mejor, pero se elige de manera oportuna. Está claro que hay muchos motivos para seleccionar una novela, que siempre tiene que ser digna, y que para estar en el bombo tiene también que cumplir unos mínimos", argumenta a infoLibre, recordando que al Planeta "le acusan de ser comercial cuando absolutamente todas la grandes editoriales lo son". "Ocurre que el Planeta es el más dotado y, cuanto más dotado, más controvertido y más atacado, porque al ser comercial es muy goloso. Además, tiene una promoción impresionante, por lo que, claro, no está bien visto desde el punto de vista de los popes de la literatura, ni de los críticos o los indies".
Se dice de la crítica o los pontífices, y es verdad, pero no son pocos los propios escritores que hacen recurrentemente esa diferenciación entre 'literatura comercial para todos los públicos' y 'buena literatura para unos pocos'. Pasa en todas las artes, a todos los niveles, solo hay que detenerse un instante a pensarlo para refrendarlo, pues los premios se crean principalmente para la promoción y el autobombo, pero sí que parece que el Planeta se encuentra más cómodo en el lado de la comercialidad, pues el objetivo principal es amortizar con ventas el dinero del galardonado. Y del finalista, no olvidemos, pues aquí el segundo se vuelve a casa sin la medalla de oro, pero con 200.000 euros de 'consolación' y la promesa de unas suculentas tiradas en las tiendas (también hay quien dice que es el verdadero ganador, el valor literario por el que realmente se apuesta desde un segundo plano).
"Han pasado 75 años y ha cambiado todo mucho -continúa Preciado-. Cuando yo fui finalista del Planeta en 1999 todavía experimentaban un poco, pero ahora creo que van a valores seguros, porque hubo algún experimento de escritor premiado no muy comercial que no vendió todo lo que se necesita vender para recuperar esa inversión brutal, que no solo es el premio, sino que es también la promoción y otras muchas cosas más". En este contexto, remarca Eslava que el Planeta siempre incrementa las ventas de "cualquier autor en el que pensemos, que sin duda ha vendido más ejemplares de los que solía". "Y si se le da a una persona famosa, automáticamente crea una ingente cantidad de lectores que no tendría de otro modo", puntualiza.
Los escándalos con Juan Marsé o Miguel Delibes
Tratar de aunar comercialidad con calidad es el quebradero histórico de cabeza del Planeta, que por ello ha vivido no pocas sonoras polémicas con ilustrísimos autores. "Jorge Semprún, Juan Marsé o Juan Benet contaron públicamente que les ofrecían un contrato para quedar finalistas, sin garantizar el premio, pero con un acuerdo previo", rememora Gracia, recordando a su vez concretamente el "pollo descomunal" que montó Marsé al dimitir como jurado en 2005, un año después de haber exigido públicamente una serie de cambios en el sistema de elección y evaluación de las novelas finalistas: "Admitió estar en el jurado y el primer año se cabreó mucho porque el ganador le pareció muy flojo. Exigió garantías de que no volviera a suceder, pero volvió a suceder y dio una rueda de prensa en el Planeta donde dijo que le habían engañado, que él había dicho que seguía porque el premio iba a cumplir unas garantías de calidad. Pero no fue así y se fue".
Cómo olvidar, igualmente, las denuncias de figuras tan respetas como Miguel Delibes o Ernesto Sábato cuando desvelaron públicamente que les habían ofrecido ganar al premio en 1994 (el año que ganó Camilo José Cela), ante lo cual desde la editorial se reconoció que, esto sí, se les había invitado a participar, pero sin garantizarles la victoria. Refriegas todas ellas en detrimento de la honorabilidad de un premio con una dotación fuera de lo normal, por lo que en ningún caso puede ser eso, normal, por mucho que juegue a ello. "Creo que usted todavía cree que los niños vienen de París", fue la jocosa contestación de José Manuel Lara a un suspicaz periodista que, tras la entrega del premio a Soledad Puértolas en 1989, preguntó cómo era posible que estuviera allí la autora si se había presentado con seudónimo y acababan de conocer el fallo del jurado. Teniendo en cuenta que los manuscritos se siguen presentando con un título falso y el autor con seudónimo, sigue siendo ciertamente 'asombroso' que siempre estén presentes en la cena de gala. Por si acaso, caramba.
"La cuestión es que tenemos un sistema de premios averiado desde el origen del Premio Nadal en 1944 -el Planeta es de 1952-, porque somos la excepción mundial en los premios literarios, que en España se dan a manuscritos inéditos en la inmensa mayoría de los casos, mientras en el resto del mundo se da a libro publicado, donde un jurado tiene que contrastar lo que el resto de los lectores ha leído ya y decidir cual es el mejor de los libros. Esta es una singularidad del ecosistema literario español que seguimos arrastrando desde la primera posguerra", explica Gracia.
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Precisamente por esto último, no deja de crecer cada año el número de manuscritos (más o menos) anónimos, todos ellos con seudónimo, que se presentan con la esperanza de dar la campanada: 1.129 en 2023, 461 más que en 2022. Manuscritos con la noble aspiración de convertirse en el libro más vendido, necesario elemento decorativo. "Es una parte de la vida personal de varias generaciones, hay gente que solo compra dos libros al año, el Planeta y el finalista, y los va coleccionando", apunta Posadas, mientras incide Eslava: "Hay una gran cantidad de españoles que el regalo de navidad que hacen es el estuche con el finalista y el premio, y a lo mejor a lo largo del año no compran ni leen otro libro".
La crítica no es mala, siempre es positiva, pero puede haber alguna que sea excesiva
Tal es el poderío del Planeta, que se cuela en las estanterías domésticas quieras o no quieras. "Que yo recuerde, el premio que más ha vendido ha sido No digas que fue un sueño, de Terenci Moix en 1986, que anda por 1,2 o 1,3 millones de ejemplares, una cifra que apabulla con el término de ventas que suele haber en lengua española", apunta Eslava, quien reconoce no saber lo que se vende últimamente, pero comparte divertido con los lectores de infoLibre su propio caso personal: "Puedo decir que a mí me dieron el Planeta hace 37 años con En busca del unicornio y se sigue vendiendo. Lo siguen reeditando, ya en rústica, pero se sigue vendiendo, o sea que el premio tiene una pervivencia importante. Es como tener un finquita".
Pronto saldremos de dudas y conoceremos a la ganadora o el ganador de semejante galardón, que con total seguridad no será del gusto de todos. Pero sea quien sea se sumará a un palmarés en el que encontramos también a Espido Freire, Maruja Torres, Rosa Regás, Alfredo Bryce Echenique, Álvaro Pombo, Juan José Millás, Eduardo Mendoza, Lorenzo Silva o Javier Cercas. "Sonsoles Ónega ha sido la más atacada por todos por muchas razones que se me escapan, pero no por cuestiones de calidad", destaca Preciado, quien rechaza la idea extendida de que "cuanto más vendes peor escribes". "Yo he coincidido con Sonsoles en muchas ferias del libro y tiene unas colas que dan la vuelta al recinto, y yo me alegro de que mis colegas triunfen de esa manera tan apoteósica. Me alegro de que la gente venda libros, sean mejores o peores", apostilla. antes de que Eslava remate con una reflexión: "La crítica no es mala, siempre es positiva, pero puede haber alguna que sea excesiva. Eso sí, cuando es excesiva ella misma se define porque el lector no es tonto y se da cuenta de que el crítico está excediéndose por el motivo que sea. Esas críticas tan negativas que a veces puede haber, no solo en el Planeta, sino en cualquier otro premio u otro libro, se delatan ellas mismas".
Un murmullo que se tornó risa floja recorrió el Museu Nacional d'Art de Catalunya hace ahora un año, cuando se confirmó el rumor que recorría los mentideros y las mesas de la cena y Sonsoles Ónega -presentadora de Atresmedia, perteneciente al Grupo Planeta- se convertía en la ganadora de, efectivamente, el Premio Planeta 2023. Un nuevo episodio, el penúltimo, en esa atávica tensión que mantiene a este longevo galardón, el de mayor dotación económica del mundo con un millón de euros (900.000 tiene el Nobel), en el epicentro de la tormenta perfecta entre la vacuidad de la comercialidad más popular y la crítica voraz de los defensores de las purísimas esencias literarias.