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“Puño en alto, mujeres de Iberia...”

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Quedaban dos meses para el golpe de Estado de 18 de julio de 1936. Lucía Sánchez Saornil, poeta, feminista y anarquista, llevaba cinco años militando en la CNT y empezaba a impacientarse. Las mujeres, protestaba, eran minoría en los sindicatos y en los ateneos, pero eso no significaba que sus intereses tuvieran que supeditarse a los de sus compañeros. Había tenido que leer en Solidaridad Obrera, la publicación del sindicato, consideraciones como esta: "La mujer siempre será el lado bello de la vida, y es lo que en realidad debe ser: compañera adorable, que en la lucha por la vida, nos consuele y fortifique, y madre cariñosa de nuestros hijos". Por eso, después de un acalorado debate por escrito con Mariano R. Vázquez, secretario del sindicato, la escritora se plantó: "Tengo el proyecto de crear un órgano independiente, para servir exclusivamente a los fines que me he propuesto", anunció al sindicalista. Se refería a Mujeres Libres, un proyecto que nació como revista y que en solo tres años –y qué años: de 1936 a 1939– acabaría reuniendo a 20.000 mujeres en toda España.

La editorial Virus reedita ahora el trabajo de la investigadora estadounidense Martha Ackelsberg (Nueva York, 1946), publicado por primera vez en castellano en 1999. El libro Mujeres Libres, una de las obras fundamentales sobre el movimiento feminista en España y hermano del trabajo de la historiadora Mary Nash, se había editado originalmente en 1991 por la Universidad de Indiana y tardó ocho años en llegar al país del que trataba. "La traducción y publicación de este libro me causa al mismo tiempo deleite y tristeza", escribió entonces la activista. "Me alegra que por fin sea accesible para las mujeres sobre las que trata y a la vez me entristece que tantas de ellas hayan muerto antes de tener la oportunidad de ver esta edición y poder leerla". De nuevo, han tenido que transcurrir 11 años desde la última publicación del libro para que esta llegue a las estanterías.

 

Para reconstruir la breve historia del movimiento, el primero que tuvo entre sus objetivos de manera explícita la emancipación de la mujer a través de la lucha política, Ackelsberg entrevistó durante años a las integrantes del colectivo, desperdigadas dentro o fuera de España. Entre ellas estaba Mercedes Comaposada, una de las fundadoras del colectivo –o “iniciadoras”, término que preferían– junto a Sánchez Saornil y la escritora y doctora Amparo Poch y Gascón, y ya única superviviente de las tres. "Cuando la invitaron los compañeros de la CNT a dar una serie de clases en los locales del sindicato, le espantó la forma en que eran tratadas las mujeres que asistían a ellas", cuenta Ackelsberg. Tras comentarlo con su compañera poeta y ver que habían tenido experiencias similares, se propusieron crear un espacio seguro para las militantes de CNT, FAI y las Juventudes Libertarias (FIJL) que pusiera al mismo nivel sus necesidades y las de las grandes organizaciones anarquistas.

Lo dejaban claro en sus estatutos. Mujeres Libres se proponía: "a) Crear una fuerza femenina consciente y responsable que actúe como vanguardia del progreso; b) a este efecto, establecer escuelas, institutos, ciclos de conferencias, cursillos especiales, etc., tendentes a capacitar a la mujer y a emanciparla de la triple esclavitud a la que ha estado y sigue estando sometida, esclavitud de ignorancia, esclavitud de mujer y esclavitud de productora". Ese mismo año, la CNT había incluido oficialmente, en su Congreso Confederal de Zaragoza, la igualdad entre los sexos dentro de sus principios. Pero del dicho al hecho... Lola Iturbe, bajo el seudónimo de Kiralina, había escrito en Tierra y Libertad algunos meses antes: "Todos los compañeros, tan radicales en los cafés, en los sindicatos y hasta en los grupos [de FAI], suelen dejar en la puerta de su casa el ropaje de amantes de la liberación femenina y dentro se conducen con la compañera como vulgares ‘maridos". Ante eso, Saornil predicaba: "Lo anarquista, repito, es dejar que la mujer actúe en uso de su libertad, sin tutelas ni coacciones; que ella se inclinará hacia lo que su naturaleza y la índole de sus facultades le dicten".

La emancipación de las mujeres... para después

No fue fácil. En su entrevista con Ackelsberg, Mercedes Camposada era tajante: "Teníamos a un millón de personas en contra". Primero, sus compañeros, que veían en sus propósitos una división de la lucha contra el capitalismo. Camposada recordaba, al respecto, una conversación entre Lenin y la comunista alemana Clara Zetkin: "Él le dice a ella: ‘Sí, todo lo que dices sobre la emancipación de las mujeres está muy bien. Un objetivo muy bueno, pero para después’. Los intereses de un partido tienen siempre prioridad sobre los de las mujeres". Las compañeras más veteranas, como Federica Montseny, tampoco se entusiasmaron con la propuesta. Ni las militantes de otras organizaciones, como de Mujeres, la revista del Partido Comunista Español, que se definían únicamente como "Mujeres contra la guerra y el fascismo" y no tenían entre sus planteamientos las aspiraciones de independencia de las anarquistas. Por último, estaban las trabajadoras, dentro y fuera del hogar, que consideraban el sindicato como un espacio de hombres y las miraban, también a ellas, con desconfianza.

Las Mujeres Libres tuvieron que desarrollar otros mecanismos para llegar a sus bases. Uno de los más exitosos fue la creación de guarderías y las llamadas "guarderías volantes", en las que algunas voluntarias hacían de canguros para que las madres pudieran asistir a las reuniones. Del mismo modo, las escuelas para mujeres –núcleo central de la organización junto con la revista– solían ir acompañadas de clases para los más pequeños. Las iniciadoras de la revista se cuidaron también se hacer demasiado énfasis en sus ideas libertarias "por el recelo que esto pudiera despertar en la generalidad de las mujeres", como comentaba María Luisa Cobos en abril del 36. Insistieron en que la publicación fuera escrita íntegramente por mujeres, igual que las clases eran impartidas solo por ellas, para evitar injerencias y "lecciones". También se aseguraron de que su financiación no provenía de la CNT o la FAI, de forma que aquellos que no veían con buenos ojos la organización no pudieran sabotearla.

El estallido de la Guerra Civil marcaría, como era de esperar, la marcha del proyecto. "Aunque hubiéramos querido para nuestra obra el sosiego de unos días serenos, pondremos nuestro empeño más decidido en ajustar nuestro tono y nuestra expresión al ritmo acelerado con que la vida se desenvuelve", aceptaban las editoras, que sin embargo no renunciaron a sus principios revolucionarios. Desde el principio, señala Ackelsberg en su estudio, las integrantes de Mujeres Libres tuvieron que navegar ciertas contradicciones: ¿cómo participar en el esfuerzo bélico sin limitarse a ser complemento de los soldados? Muchas optaron por marcharse al frente, como refleja Libertarias, la película de Vicente Aranda. Otras –o las mismas milicianas, rechazadas a menudo por los combatientes masculinos– se dedicaron al racionamiento de los alimentos, la construcción de barricadas y la organización de la retaguardia, lo que a menudo incluyó la toma de fincas y la colectivización de edificios. Allí estaban las Mujeres Libres, cantando el himno compuesto por Sánchez Saornil en 1937:

Luchar con el fusil, no con el trapo de cocina

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Puño en alto, mujeres de Iberia,hacia horizontes preñados de luzpor rutas ardientes,los pies en la tierra,la frente en lo azul.Afirmando promesas de vida,desafiamos la tradición,modelemos la arcilla calientede un mundo que nace del dolor.

La derrota llegó al mismo tiempo que el reconocimiento oficial de Mujeres Libres por parte de los demás anarquistas. El 24 de enero de 1939, con el ejército fascista a las puertas de Barcelona, fueron llamadas a una reunión junto a la FAI, la CNT y la FIJL. Lo cuenta Conchita Guillén: "Nosotras nos pusimos a disposición del movimiento. El movimiento nos dijo que nos lo agradecía mucho, pero que era un sacrificio inútil puesto que no tenían fuerza ninguna y que debíamos marcharnos todos lo más rápido posible". Ackelsberg no oculta la amargura del momento. Además de la derrota de las fuerzas republicanas, las mujeres anarquistas presenciaban el fin de su organización: "La primera vez que Mujeres Libres fue convocada, como organización, a una reunión del movimiento libertario sería, de hecho, la última".

 

Quedaban dos meses para el golpe de Estado de 18 de julio de 1936. Lucía Sánchez Saornil, poeta, feminista y anarquista, llevaba cinco años militando en la CNT y empezaba a impacientarse. Las mujeres, protestaba, eran minoría en los sindicatos y en los ateneos, pero eso no significaba que sus intereses tuvieran que supeditarse a los de sus compañeros. Había tenido que leer en Solidaridad Obrera, la publicación del sindicato, consideraciones como esta: "La mujer siempre será el lado bello de la vida, y es lo que en realidad debe ser: compañera adorable, que en la lucha por la vida, nos consuele y fortifique, y madre cariñosa de nuestros hijos". Por eso, después de un acalorado debate por escrito con Mariano R. Vázquez, secretario del sindicato, la escritora se plantó: "Tengo el proyecto de crear un órgano independiente, para servir exclusivamente a los fines que me he propuesto", anunció al sindicalista. Se refería a Mujeres Libres, un proyecto que nació como revista y que en solo tres años –y qué años: de 1936 a 1939– acabaría reuniendo a 20.000 mujeres en toda España.

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