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El Reina Sofía revoluciona su colección permanente con un 70% de piezas inéditas y nuevas obras de Dorothea Tanning o Val del Omar

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“Estamos en otra época y tenemos que darle las herramientas a la gente para que la gente entienda el mundo en el que vive. No podemos pensar que la crisis del 2008 o el 15M o la pandemia no han pasado”. Habla Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía, en un día importante para el centro: el martes se presentaba a los medios el primer capítulo de la nueva disposición de su colección permanente, que cambiará las obras expuestas, las temáticas y la aproximación a las distintas corrientes representadas en el principal museo de arte contemporáneo del país. Desde esta misma semana, el público podrá visitar el primer episodio de una nueva serie expositiva, titulada Nos ven: de la modernidad al desarrollismo. Esta primera parte está dedicada a los años cincuenta y sesenta, donde se subraya la influencia estadounidense en el mercado artístico mundial, el uso de las exposiciones por parte del franquismo como forma de propaganda, el papel de España como potencia colonial y la crítica antifranquista desde el exilio o desde una nueva ola feminista naciente.

En noviembre se presentará la nueva colección permanente al completo, pero hasta entonces el centro irá abriendo otros capítulos de la serie, que irán recorriendo las vanguardias históricas (la apertura está prevista para septiembre), la autarquía y el exilio (julio), Latinoamérica como espacio de experimentación política y artística (junio) y una década de los ochenta atravesada por la crisis del sida y una nueva perspectiva feminista (noviembre). Si la antigua disposición de la colección temporal finalizaba cronológicamente en 1982, esta nueva organización llegará hasta nuestros días —"hasta las hordas de Trump llegando al capitolio", dice Borja-Villel—, utilizando la planta 0 del edificio Nouvel, hasta ahora infrautilizada. La apertura progresiva de la nueva colección permanente implicará el cierre igualmente progresivo de algunas zonas del museo. La Colección 3, que ocupa una parte de la primera planta de Sabatini, se encuentra ahora cerrada debido a la remodelación. 

La obra Trasmundo, de Laxeiro, junto a Acariño galaico, de Val del Omar, en la colección permanente del Museo Reina Sofía. / MNCARS

Aquella primera reorganización de la colección, realizada entre 2010 y 2011, fue el gran proyecto que acometió Borja-Villel tras su llegada al museo en 2008. El equipo apostó por una narración más interesada en las líneas de conflicto que atravesaban el siglo XX que en respetar escrupulosamente la cronología o las escuelas artísticas. Diez años después de que se completara aquella reorganización, esa voluntad continúa en esta nueva disposición, a la que se suman líneas críticas especialmente desarrolladas en los últimos años, como el cuestionamiento del modelo neoliberal que dio lugar a la crisis económica, el feminismo o la mirada decolonial, así como un renovado interés por la arquitectura y el diseño o por territorios como Latinoamérica. Lo único que no cambiará será el GuernicaGuernica, joya de la corona del museo y una pieza especialmente frágil. Seguirá en su sala propia, aunque sí se modificará el relato que lo contextualiza y las obras expuestas en la sala anexa. 

“Normalmente los museos no cambian tanto sus colecciones, pero deberían hacerlo, sobre todo los museos de arte contemporáneo”, defiende el director. En este caso, la nueva disposición refleja la voluntad de mantener vivo el centro. El 70% de las más de 2.000 obras reunidas en la colección permanente no formaban ya parte de ella, y una buena parte de estas nuevas piezas provienen de la labor investigadora del centro, que ha dado lugar a nuevas adquisiciones o donaciones. Los seis capítulos ocuparán seis espacios distintos del museo en sus dos edificios, Nouvel y Sabatini, y duplicarán, con sus 12.000 metros cuadrados, la extensión dedicada hasta ahora a la colección permanente. “La colección es el corazón del museo”, defiende el director del centro. Pero eso no quiere decir que ese corazón no pueda renovarse.

Obra original de Rogelio López Cuenca sobre el colonialismo español en Guinea para la colección permanente del Museo Reina Sofía. / MNCARS

La metáfora de la serie —de serie televisiva— tiene su intención. La idea es que el relato de la historia del arte que se construye en el museo sea una narración fragmentada, que los capítulos funcionen de manera independiente y que lo que aquí se esboza someramente pueda ser desarrollado allí con más detenimiento. En este capítulo dedicado a los cincuenta y sesenta se reservan dos salas al arte creado por mujeres y con perspectiva feminista —con obras de Louise Bourgeois, de Dorothea Tanning, Isabel Oliver o Ángela García Codoñer—, una genealogía que continuará en las décadas siguientes. Asimismo, el relato del exilio no se queda solo en su propio capítulo (que se presentará previsiblemente en julio), sino que también tiene cabida en el de los cincuenta y sesenta, a través de obras de Max Aub o de Eduardo Arroyo, que huye del país ya en el tardofranquismo.

A lo largo de la colección temporal se rastrean las huellas del trabajo del museo durante esta última década, muy orientado a la investigación y a la recuperación y revisión del patrimonio artístico incluso desde sus exposiciones. En la sala dedicada al turismo y al desarrollismo de los sesenta, se encuentran fotografías de Xavier Miserachs parte de la donación del fondo Autric Tamayo de 2018, a partir de la cual se organizó entonces una muestra sobre el Grupo Afal. El museo encarga a Rogelio López Cuenca una obra nueva a partir de los archivos del centro, así como de piezas de la cultura popular, para reflexionar sobre el imaginario generado por el arte español a partir de las colonias, primordialmente de Guinea. Esto sucede después de que el museo haya celebrado una gran exposición sobre arte contemporáneo marroquí, también antiguo territorio colonial español. Las piezas de la artista Dorothea Tanning exhibidas fueron adquiridas en 2018, coincidiendo con la exposición temporal celebrada en torno a su obra. Y algo similar sucede con las obras de Richard Hamilton, adquiridas al tiempo que se celebraba la muestra sobre su figura en 2014. La obra “Acariño galaico”, de Val del Omar (parte de su Tríptico elemental de España), recuperada y remasterizada en 2011 por el museo, tendrá su propia sala en esta nueva disposición.

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Feliz reunión, de Isabel Oliver, en la colección permanente del Reina Sofía. / MNCARS

Para poder ver la temporada completa de la nueva colección permanente, el visitante tendrá que esperar aún unos meses. En este primer capítulo, encontrará un buen aperitivo de lo que llegará. Nos ven arranca con una sala que explica la hegemonía del american way of lifeamerican way of life, tanto en lo político como en lo cultural, a partir del trabajo de Charles y Ray Eames, arquitectos y diseñadores claves en la nueva estética estadounidense. La legitimación internacional del arte español llegará justamente desde una óptica USA, a través de la Bienal Hispanoamericana de 1955, más interesada en el nuevo arte estadounidense que en las influencias latinas, y en una exposición del MoMA de 1960 dedicada a las vanguardias nacionales. Pero junto a esta corriente hegemónica, auspiciada por las administraciones americana y española —ahora socias geoestratégicas—, el Reina Sofía señala otras tendencias a la contra, más cercanas a las utopías latinoamericanas o a la impugnación feminista. Esta tensión, esta voluntad de mostrar el haz y el envés del arte, engarzada con el contexto histórico de cada nuevo hito artístico, es marca de la casa y recorrerá toda la nueva disposición de la colección permanente.

“El museo tiene que plantearse por qué deja ciertas cosas fuera, y tiene que planteárselo continuamente”, propone Manuel Borja-Villel. ¿Y dentro de diez años? “Dentro de diez años habrá que atender a otros fenómenos que hayan podido ocurrir, y lo deseable sería que el museo siguiera siendo un museo situado en su espacio y en su tiempo”. Pero le tocará a otro, dice, encargarse de hacerlo.

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