40 años del golpe de Estado
¿Un rey heroico o un 'elefante blanco'? Así ha contado la ficción la memoria del 23F
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“La realidad del 23 de febrero era de tal magnitud que por el momento resultaba imbatible, o al menos lo resultaba para mí, y por tanto era inútil que yo me propusiera la hazaña de derrotarla con una novela”. A esta conclusión llega Javier Cercas después de dos años de investigación sobre el fallido golpe de Estado de 1981, después incluso de haber escrito una novela sobre el golpe de Estado, después de haber descartado esa novela y justo antes de emprender un proyecto a todas luces insensato, el que acabaría siendo Anatomía de un instante. El libro de casi 500 páginas no sería finalmente una novela, en el sentido de que no se servía para nada de la ficción, sino de la documentación histórica, pero tampoco exactamente un ensayo, porque sí utilizaba los rudimentos de la narrativa para arrojar lo contenido en aquel 23F. Esa perplejidad que Cercas describe en el prólogo de su libro es la misma a la que han tenido que enfrentarse otros creadores que decidieron acercarse a esa fecha. No nos referimos aquí a los historiadores, a los periodistas o a los documentalistas, que no tenían que discutir con la verosimilitud, sino con la verdad. Pero ¿cómo se aborda desde la ficción un golpe de Estado? ¿Cómo las series, las películas y los libros han explicado a los españoles lo que ocurrió aquel día de febrero?
Dos versiones del golpe
En el año 2009, los astros parecieron conjurarse. A diferencia de este mes, cuando se cumplen 40 años de la irrupción de Tejero en el Congreso, no se celebraba entonces ningún aniversario redondo. Y, sin embargo, aquel febrero llegaron a televisión de manera simultánea dos series de dos cadenas distintas con dos planteamientos distintos en torno al mismo golpe. En Antena 3, 23-F: historia de una traición, dividida también en dos episodios y emitida el 9 y el 10. En Televisión Española, 23-F: el día más difícil del rey, estrenada en dos capítulos el 10 y el 12 de febrero. Si la emisión se planteó como una competición, ganó sin duda La 1: la serie de la directora Sílvia Quer y la guionista Helena Medina se haría luego con el Premio Nacional de Televisión, pero es que además le llevaría mucha delantera a su contrincante, con 6,4 y 6,9 millones de espectadores frente a 2,8 y 1,5 millones de la apuesta de la cadena privada. Sumando los datos de ambas, podríamos decir que en aquellos días la mitad de los espectadores estuvieron pendientes de ficciones sobre el golpe. Pero los proyectos eran completamente distintos. Televisión Española apostaba por Juan Carlos I (Lluís Homar) como protagonista, y recreaba lo sucedido el 23 y 24 de febrero, desde la proclamación del golpe hasta la confirmación de su fracaso. 23-F: historia de una traición se entregaba plenamente no solo a la ficción... sino a una posible conspiración.
La serie de Antonio Recio estaba protagonizada por Sergio Peris-Mencheta y Pau Cólera, dos guardias civiles que habían trabado amistad durante su formación y a quienes enfrentará la conjura de los militares: Leal (Pau Cólera) se involucrará en el golpe, convencido de que la democracia va por mal camino, mientras Zárate (Peris-Mencheta) tratará de evitar que su amigo se manche las manos. En esta historia anónima —y ficticia— de amistad, amor, celos y rencores se colaba, sin embargo, un mensaje político: en el centro de la trama se encuentran unos documentos que supuestamente implican en el complot a grandes nombres y que supondrían “una amenaza para la democracia”. En el otro extremo se encuentra 23-F: el día más difícil del rey, que sigue el relato más aceptado de los hechos: Juan Carlos I no conocía las intenciones de los militares, y es, al contrario, traicionado por el general Alfonso Armada, que se aprovecha de su amistad para asegurarse el triunfo del golpe. El papel del monarca será en esta serie el de tratar de averiguar primero las intenciones de sus supuestos colaboradores, para neutralizar a los golpistas sin que estos puedan aprovecharse del poder simbólico de su figura.
Así, las dos producciones tienen propósitos completamente distintos. La de Antena 3, llena de saltos temporales entre la actualidad y 1981, estaba más interesada en las historias personales de dos personajes ficticios y las sombras de su pasado. El tema de la serie parecía alimentarse, justamente, de la discusión general en torno al golpe y la impresión de buena parte de los españoles de que aún está por aclararse lo verdaderamente ocurrido aquel día. Sobre su relación con la verdad, la producción aclaraba escuetamente en una cartela: “Esta película es un relato de ficción ambientado en los sucesos históricos del 23F. Las situaciones que aparecen son ficticias”. Su competidora en la cadena pública se explayaba mucho más en su mensaje: “Esta obra cinematográfica es resultado de una recreación histórica basada, principalmente, en un compendio de los datos e informaciones que sobre los hechos acaecidos fueron difundidos en los medios de comunicación y en publicaciones de todo tipo y en la interpretación que, de los mismos, realizan los autores de la obra. Por todo ello y aunque los personajes y la trama son reales, los diálogos y algunas de sus actuaciones son fruto de la libertad de creación de los autores del audiovisual, que se han inspirado en el material que, sobre los hechos, ha sido publicado hasta la fecha”. A Televisión Española parece preocuparle mucho más la relación con la verdad histórica, y no es extraño que su versión se acerque también mucho más al relato consensuado sobre aquellos días.
Un rey heroico y un Tejero villano
“Te juro que ni me voy ni abdico. Antes tendréis que fusilarme”. Estas son las palabras de otro Juan Carlos I de ficción frente a las presiones de Alfonso Armada para que se sume al golpe. Estamos en el filme 23-F: la película, dirigida por Chema de la Peña y estrenada en cines el mismo 23 de febrero de 2011. En esta ocasión tenemos a Fernando Cayo como Juan Carlos de Borbón, un papel que ya había interpretado en Adolfo Suárez, el presidente, serie de Antena 3 del año anterior. El planteamiento sobre el papel del monarca en el golpe sigue, en realidad, el de 23-F: el día más difícil del rey: Juan Carlos I no estaba al tanto del plan de los militares sublevados y todas sus acciones van dirigidas al fracaso del golpe. “Para el personaje del rey”, decía el cineasta cineasta en el programa Versión española en 2016, “sí que hay una determinación clara de que el golpe se para en Zarzuela. Eso es evidente”. Pero si aquella serie se construía en torno al Borbón, De la Peña añade dos perspectivas más: la de Alfonso Armada —que en parte ya había quedado retratado en la producción televisiva— y la de Tejero —que tenía un papel muy secundario en la producción de 2009, pero que aquí toma protagonismo, interpretado por Paco Tous.
La película pone especial interés en la recreación de la entrada al Congreso de Tejero y su destacamento, basándose tanto en la grabación de media hora que pudo realizar Televisión Española desde el palco de prensa como en las declaraciones de los testigos. De la Peña llega a filmar incluso con el granulado característico del vídeo de principios de los ochenta, e intercala imágenes de archivo para subrayar la veracidad del relato y para crear la sensación de que estamos frente a una obra de cine documental, una diferencia notable con la serie de Sílvia Quer, más contenida en lo formal. El equipo pudo rodar durante dos días y medio en el Congreso de los Diputados, aprovechando su cierre en agosto, algo que ha pasado solo en contadas ocasiones. Y sobre toda la película planea el fantasma de esa grabación desde lo alto y de esos disparos —quizás los disparos más famosos del audiovisual español—, encarnados en el personaje de Tejero. Escribía Cercas en Anatomía de un instante: “Uno de los rasgos que define el golpe del 23 de febrero es que fue grabado por televisión y retransmitido a todo el planeta. De hecho, quién sabe si a estas alturas el teniente coronel Tejero no será sobre todo para muchos un personaje televisivo”.
Ni rastro del elefante blancoelefante blanco
El elefante blanco: ese alto mando militar cuya presencia esperaban los sublevados del Congreso para que se hiciera cargo del golpe, según el relato de Tejero. Este personaje casi mitológico ha ocupado páginas y páginas de investigaciones históricas y periodísticas: hay quienes defienden que se trataba de Armada, quienes dicen que eso del elefante blanco era una figura retórica que hace alusión al ejército en conjunto... y hay quienes dicen que la figura que todos esperaban era el rey. El papel de Juan Carlos I como instigador del golpe de Estado, ya fuera para procurar su triunfo o para mostrarse como salvador de la democracia, es la contraparte de la presentación del rey como héroe nacional, y casi tan popular como esta. Lo han defendido, de distintas formas, autores como Gregorio Morán, Jesús Palacios o Pilar Urbano. Este última, en el libro La gran desmemoria (2014), la periodista Pilar Urbano aseguraba que el rey había urdido un plan para desplazar a Suárez de la presidencia e instaurar un Gobierno de concentración, plan paralelo al tejerazo y, de hecho, desbaratado por este.
Pero curiosamente, con toda la tinta que han suscitado en la no ficción, estas teorías no han generado tanto interés en la ficción. En el audiovisual 23-F: historia de una traición insinúa algún tipo de complot, que finalmente nunca se descubre. Hay que irse a la película El rey, de Alberto San Juan y Valentín Álvarez, estrenada en 2018 a partir de la obra teatral de 2015, para encontrar una visión crítica del papel de Juan Carlos I en el 23F. Aunque a esa nómina, desde la no ficción y la literatura, habría que sumar en cierta medida Anatomía de un instante: para Cercas, el rey no es el cacareado elefante blanco, pero sí critica su actuación en los meses previos al golpe, cuando desautoriza a Adolfo Suárez en público e incluso expresa su deseo de que salga del Gobierno. “El Rey no organizó el golpe, está claro, lo paró. Nadie podía pararlo si no era él, que tenía el poder de hacerlo”, decía el escritor en una entrevista con El País. “Pero eso no significa que tengamos que santificarlo. El Rey también se equivoca, e hizo cosas que no debería haber hecho. La verdad es que lo facilitó y en eso se equivocó, como se equivocó gran parte de la clase política”.
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Cercas aseguraba entonces que “ya no existen grandes enigmas sobre el 23-F”, sino “zonas de sombra” debido a que un complot de este tipo no genera documentación, y a las memorias contradictorias de los implicados. Pero otros muchos creadores han denunciado justamente la opacidad del Estado en un suceso histórico de primer orden como este. “Cuando el Estado niega a la ciudadanía el derecho a la información a través de lo que llaman secreto de Estado (por ejemplo, se nos niega acceso a documentación esencial para conocer qué pasó el 23F o qué había detrás de los GAL), tenemos todo el derecho a especular y a hacernos preguntas”, decía San Juan a este periódico en el estreno de El rey. El pasado junio, el Congreso aprobó la propuesta del PNV de comenzar a tramitar la reforma de la ley de secretos oficiales de 1968, y en septiembre el Gobierno anunció su intención de presentar su propia iniciativa, sin que lo haya hecho todavía.
Precisamente, la voluntad de denunciar la falta de transparencia del Estado fue lo que propició Operación Palace, el falso documental dirigido por Jordi Évole y emitido por La Sexta el 23 de febrero de 2014. El programa se presentó en su momento como una investigación periodística que se proponía aclarar ciertas sombras en torno al golpe de Estado, y que con la colaboración de figuras como Iñaki Gabilondo, Luis María Ansón, José Luis Garci, Joaquín Lequina o Federico Mayor Zaragoza llegaba a conclusiones tan alucinantes como que la filmación de la irrupción de Tejero en el Congreso había estado dirigida por Garci —a quien le pagarían luego con su nominación al Oscar—, y que la puesta en escena de un "golpe falso" pretendía darle "un empujón" a la democracia. Las teorías presentadas por el falso documental aumentaban en surrealismo a lo largo del metraje, y al final la productora El Terrat introducía las siguientes cartelas: “Nos hubiera gustado contar la verdadera historia del 23F. Pero no ha sido posible. El Tribunal Supremo no autoriza la consulta del sumario del juicio hasta que hayan transcurrido 25 años desde la muerte de los procesados o 50 años desde el golpe. Esta decisión es tierra abonada para teorías y fabulaciones de todo tipo... como esta”.
El programa especial logró un 24% de share y las reacciones en redes sociales y en los medios fueron entusiastas... a favor o en contra. Periodistas como Julia Otero o Juan Ramón Lucas aplaudían la audacia de Operación Palace, mientras otros la condenaban: “Orson Welles se remueve dentro de su tumba”, decía Gaspar Llamazares. La Comisión de Arbitraje, Quejas y Deontología de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España analizó el caso, tras recibir una denuncia, y no encontró mala praxis en el proyecto: “Es evidente que Operación Palace discurre al margen del principio de veracidad, esencial en el trabajo del periodista. Pero calificar el reportaje como 'mala práctica periodística' va más allá de lo que cabe esperar y exigir a esta Comisión”. Un ejemplo más de la difícil relación entre realidad y ficción en torno al golpe de Estado de 1981. Aunque sí había un hecho cierto en Operación Palace que aguanta la prueba del tiempo: el sumario del juicio sigue sin poder consultarse.