El Roto, un 'goyesco' contemporáneo

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Dice José Manuel Matilla, jefe de Conservación de Dibujos y Estampas del Museo del Prado, que Andrés Rábago, más conocido como El Roto, no es "goyesco". Así es como llaman él y sus compañeros a las obras que "imitan a Goya en la forma, pero que no llegan al fondo". Él sería, explica, "goyesco en el buen sentido", porque con él "partimos de la forma pero llegamos al fondo". Él parece saber de qué habla. No solo es uno de los responsables de guardar la que es la mejor colección del aragonés, con unas 150 pinturas, 500 dibujos y sus series de estampas, sino que es también el comisario de No se puede mirar, la exposición que El Roto (Madrid, 1947) inauguraba el martes en el mismo museo que se ha convertido en la casa de su admirado artista. 

 

Goya, retrato del pintor aragonés realizado por El Roto para la muestra No se puede mirar.

La muestra reúne hasta el 16 de febrero 36 dibujos originales del humorista, colaborador de El País desde hace años, y se sitúa en un espacio privilegiado. No solo por la luz que cae sobre la planta superior del Claustro de los Jerónimos y baña sus aguadas, la misma técnica que utilizó su maestro. La serie se sitúa, además, en el mismo lugar en el que, dos plantas por debajo, se celebra la exposición Solo la voluntad me sobra, que reúne más de 300 dibujos de Goya con motivo del bicentenario del museo. Matilla es también el comisario de esta última, junto a Manuela Mena, y el responsable de haberle planteado el desafío a El Roto allá por 2017. En realidad, el encargo fue más amplio: se trataba de encontrar elementos humorísticos en la pintura clásica. Pero, tras tomar muchas notas sobre el trabajo de otros artistas, el viñetista llegó de nuevo a Goya. Y ya no pudo salir. 

Rábago utiliza en sus dibujos la misma composición desarrollada por el de Fuendetodos en sus conocidas estampas: una imagen de trazo sencillo, a menudo alegórica, y un un título de interpretación abierta, en ocasiones ausente. En algunos casos retoma incluso los propuestos por el pintor. Es el caso de la aguada que da nombre a la muestra, en la que tres enormes cabezas de búho observan al público con ojos amarillos. No se puede mirar se llama también la obra de Goya perteneciente al Cuaderno C, trazada entre 1810 y 1811 y expuesta en la planta inferior del edificio, en la que un hombre es colgado boca abajo para ser torturado. Y el mismo título le puso a un aguafuerte de Los desastres de la guerra, en el que un grupo de hombres y mujeres entre los que se percibe también a una niña está a punto de ser ejecutado. 

 

Saturno devorando salchichas, dibujo de El Roto sobre la obra de Goya.

"He intentado utilizar algunos elementos de su iconografía", dice el humorista gráfico en la inauguración, "y también algunos de sus temas preferidos, tratando de reflejar su forma de mirar en lo que está ocurriendo ahora". Porque el homenaje —así lo califica El Roto— parte también del juego visual. Por ejemplo, en A caza de dientes, que acabaría formando parte de los Caprichos, Goya dibuja a una mujer extrayendo las piezas dentales de la boca de un ahorcado, ya que se consideraba que estas podían usarse en filtros amorosos. Una crítica del pintor a la superchería y las falsas creencias que Rábago lleva a su terreno: en su propuesta, titulada La última comunión, un sacerdote no extrae sino que deposita una hostia consagrada en la boca del ajusticiado. La muestra se ve completada por un libro del mismo título, editado por el sello Reservoir Books, que funciona a modo de catálogo y contiene las imágenes expuestas y 14 estampas más. 

En otras ocasiones, el viñetista respeta la imagen propuesta por Goya, proponiendo su propia versión y una capa más de significado al mensaje original. Es el caso de Macho cabrío, que retoma un tema ya desarrollado en dibujos como El espartero borracho que no acierta a desnudarse y dando buenos consejos a un candil incendia la casa. Con el trazo de El Roto, al artesano que apenas acierta a mantener los calzones en su sitio —en dibujos anteriores, Goya habría presentado a un cura en esta postura poco digna— le salen pezuñas de cabra, acercando la estampa a otro ámbito temático muy querido por el aragonés, el de las brujas. Con El espartero, por cierto, Francisco de Goya estaba haciendo un comentario de actualidad, como suele hacer su pupilo: no eran poco frecuentes las noticias en las que se informaba de un incendio en el taller de un espartero, asociados a menudo a su alcoholismo. 

 

Moribundo entregando su alma, dibujo de El Roto sobre la obra de Goya.

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El Roto ha querido jugar también con otros iconos goyescos, más allá de sus dibujos o estampas. Ahí está Perro semihundido, lienzo que forma parte de las Pinturas negras y en el que el dibujante sustituye la famosa cabeza del can por la de Goofy, el personaje de Disney. El nuevo título: La contaminación. En Retrato ecuestre, Rábago se fija en La reina María Luisa a caballo, óleo de 1799 residente en el Prado, solo que en la versión de El Roto el embridado no es un equino, sino un hombre humilde. Saturno, la pintura negra conocida como Saturno devorando a su hijo que decoraba una de las habitaciones de la Quinta del Sordo, la casa del pintor a las afueras de Madrid, es una de las más brutales y conocidas de Goya. Al contrario que en otras, aquí El Roto decide restarle dramatismo: aunque Saturno mantiene el mismo rostro desencajado, el dios no tiene ya un cuerpo fibroso y menudo, sino orondo, y lo que sostiene en sus manos no es el cuerpo ensangrentado de un niño, sino una ristra de salchichas

Matilla aprovecha para barrer para casa: No se puede mirar no es solo prueba de la cercanía entre dos artistas, sino demostración de que el Prado es "un museo actual que sigue suscitando obras contemporáneas". Algo similar dice Rábago, que dice sentirse, claro, "muy cercano" del aragonés: "No es que esto sea una copia", se excusaba, "pero sí es una lejana reverberación del terremoto que fue Goya, un vestigio de cómo su trabajo sigue siendo actual". Dos plantas más abajo, los visitantes podrán concluir una cosa parecida mirando solo dibujos de hace 200 años. El Roto no sabe si su obra es goyesca en el buen sentido o no, pero una cosa tiene clara: "Lo de las corridas goyescas... Yo no sé si se le ha pedido permiso a Goya para ese tratamiento". 

 

Dice José Manuel Matilla, jefe de Conservación de Dibujos y Estampas del Museo del Prado, que Andrés Rábago, más conocido como El Roto, no es "goyesco". Así es como llaman él y sus compañeros a las obras que "imitan a Goya en la forma, pero que no llegan al fondo". Él sería, explica, "goyesco en el buen sentido", porque con él "partimos de la forma pero llegamos al fondo". Él parece saber de qué habla. No solo es uno de los responsables de guardar la que es la mejor colección del aragonés, con unas 150 pinturas, 500 dibujos y sus series de estampas, sino que es también el comisario de No se puede mirar, la exposición que El Roto (Madrid, 1947) inauguraba el martes en el mismo museo que se ha convertido en la casa de su admirado artista. 

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