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'Selfie': Autorretrato de la España pija

Santiago Alverú en 'Selfie', una película de Víctor García León.

"Mi padre es un hombre al que le quieren mucho", presume Bosco ante la cámara que le sigue, no se sabe bien por qué. Lo que es un orgullo acaba más tarde siendo una justificación: "A mi padre le quieren muchos mucho. Mi padre no tiene más dinero que la gente normal". ¿La diferencia? Su progenitor, el ministro Alfonso Bermúdez, ha sido detenido y enviado a prisión de manera preventiva tras ser imputado por corrupción. Bosco entonces, con el grifo cerrado y sin oficio ni beneficio, deberá vagar tirando de unos y de otros hasta que el destino le lleve, horror, al barrio de Lavapiés, centro de la izquierda a la que tanto desprecia (y viceversa). 

La propuesta con la que Víctor García León (Más pena que Gloria, Vete de mí) vuelve al cine después de 11 años da para sketch, pero, como ha demostrado en el Festival de Málaga, donde se ha hecho con el Premio de la Crítica, también para construir un autorretrato de la España "subnormal". Esta película rodada durante un año con presupuesto de guerrilla iba a titularse, de hecho, así: Autorretrato. "Pero era demasiado serio para el país en el que estamos", dice el cineasta, "y la palabra selfie, con todo lo pequeña y frívola que es, sí que iba muy bien al tema". Las peripecias de Bosco no dejan títere con cabeza: de los mandamases del PP a los ilusionados activistas de Podemos, todo produce aquí vergüenza ajena. 

"Con la crisis nos hemos caído todos de la cama, y quería contar esa caída de la cama, que he pasado yo y amigos míos, pero desde la perspectiva de aquel para el que la caída va a ser más grande, el niño más protegido: un pijo", resume García León. Bosco —interpretado por el primerizo Santiago Alverú— no corría el riesgo de que la falta de recursos diera al traste con su MBA en la Universidad de Nebrija o su prometedora carrera. Pero el encarcelamiento de su padre, rechazado incluso por sus compañeros de partido, dinamita sus aspiraciones. Por ahora. Porque es inevitable pensar en Guillermo Willy Bárcenas, hijo del extesorero del PP que pasó de ser retratado, cariacontecido, a la entrada de Soto del Real a llenar el Palacio de Deportes con su grupo Taburete

Clase alta idealizada

Pero Bosco no tiene banda de música en la que escudarse, y después de que embarguen la casa familiar y de que su madre decida cortarle el grifo, acaba recurriendo a Macarena (Macarena Sanz), una joven invidente y entusiasta activista de Podemos. "Ese era el origen de la idea: soltemos a un pijo en Lavapiés y veamos cómo se asusta", cuenta el director, que asegura que durante el rodaje el proyecto fue "ganando verdad". En parte, gracias a Alverú, que se define como "pijo" sin apenas culpa y cuya interpretación da solidez a un personaje que roza el cliché. Lo explica el director: "Él nos iba diciendo qué cosas del guion eran una parodia descabellada sin interés, y qué cosas sí eran verdad. La clase media siempre se imagina a la clase alta distinta de como es. La idealizamos como si fuera más digna, pero es igual de cutre". 

Pero también por el falso documental que rige el filme. García León renuncia, por cierto, a explicar por qué a su personaje le sigue una cámara: "¿Por qué graban a las Kardashian o a las Campos? Se hace porque se hace, en esta sociedad en la que nos exponemos tanto… es casi normal". Lo es, sobre todo, para Bosco, que cree merecer la atención que se le prodiga. "Y es la calle, hay un punto en la realidad que es impagable. Reproducirla es imposible, pero retratarla es muy fácil", admite el cineasta, hijo del también director José Luis García Sánchez y de la música Rosa León. Llegó al festival sin distribuidora para Selfie y ahora ha recibido varias ofertas. La larga pausa en su carrera no se debió a otra cosa que a que se le cayeron de las manos seis proyectos, así que cruza los dedos para que le salga la adaptación de Los europeosLos europeos, la novela de Rafael Azcona, en la que trabaja. 

La batucada en pleno Lavapiés que Bosco mira con curiosidad y pasmo es real. Y, sabiendo que la película fue rodada entre diciembre de 2015 y diciembre de 2016, en plena fiebre electoral, es real el acto de Podemos en La Caja Mágica en la que el protagonista se hace un selfie con Ada Colau de fondo —"No recuerdo cuándo fue, pero debe ser antiguo porque sale Errejón", bromea el director—. Y es real la reunión de interventores del PP en Talavera de la Reina en la que aborda a Esperanza Aguirre para preguntarle por su madre ficticia. Ambos partidos, polos opuestos de la trama, dieron todas las facilidades para que el equipo grabara en sus actos. "No sé si no se habían leído el guion, o es que es algo que explotan muy pocos y que casi les hace ilusión", baraja.

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"Les da igual lo que piensen los demás"

Bosco tiene pijamas poco glamurosos y maneras de patán. Mira la ensaladilla rusa del bar de la esquina como si fuera radiactiva, utiliza a su ligue para conseguir piso y trabajo y, ante todo, no se corta. "Los pijos son más listos de los que parecen. Porque les da igual parecer idiotas. Nosotros intentamos aparentar que somos más listos de lo que somos, ponemos la voz más grave y citamos a este y al otro para que nos tomen en serio. Ellos no lo necesitan", defiende García León. Resultado: Bosco ridiculiza ante la cámara a la trabajadora del hogar que limpia su casa. Y acto seguido dice: "Todo mi respeto para la gente como Claudia". "La gente como Claudia". ¿Eso es típico de los pijos? "Claro", suelta el cineasta, "es que les da igual lo que piensen los demás". 

Los otros, esos otros a los que Bosco mira como a extraterrestre, no salen mucho mejor parados. Sus padres no son corruptos y ellos no son racistas, hasta ahí bien. Pero, a través de la mirada del pijo en cuestión, los activistas de izquierdas parecen unos ingenuos confiados —tanto como para creerse que han desahuciado a Bosco y ayudarle—, de entusiasmo fácil y constancia corta. Ramón (Javier Caramiñana), por ejemplo, se escuda en que está estudiando para unas oposiciones pero en realidad se pasa la mañana jugando a rol. Y, cuando amenaza a Bosco con un macarra "Te voy a reventar la cara", este le contesta entre risas: "¿Qué me vas a reventar si no consigues reventar ni el gobierno? Algún día, seguro que algún día". ¿El último plano? Bosco y compañía abandona la plaza del Reina Sofía, donde Podemos celebra el 20-D. "Algún día". 

"Mi padre es un hombre al que le quieren mucho", presume Bosco ante la cámara que le sigue, no se sabe bien por qué. Lo que es un orgullo acaba más tarde siendo una justificación: "A mi padre le quieren muchos mucho. Mi padre no tiene más dinero que la gente normal". ¿La diferencia? Su progenitor, el ministro Alfonso Bermúdez, ha sido detenido y enviado a prisión de manera preventiva tras ser imputado por corrupción. Bosco entonces, con el grifo cerrado y sin oficio ni beneficio, deberá vagar tirando de unos y de otros hasta que el destino le lleve, horror, al barrio de Lavapiés, centro de la izquierda a la que tanto desprecia (y viceversa). 

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