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Silvia Nanclares: "La infertilidad es un síntoma del mundo contemporáneo"

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Los titulares son alarmantes. "El número de embarazos en mayores de 40 años se triplica desde el año 2000". "El número de mujeres que congelan sus óvulos en España se multiplica por diez desde 2009". "España es el país de Europa donde se realizan más fecundaciones in vitro". Todo esto podría quedarse en un simple dolor de cabeza para los ultracatólicos, sino fuera porque revelan una cuenta pendiente con la maternidad. Lo dice la escritora y periodista Silvia Nanclares (Madrid, 1975): "La infertilidad es un síntoma del mundo contemporáneo". Lo sabe bien, lo sabe en primera persona, y lo cuenta sin tapujos en Quién quiere ser madre (Alfaguara), una novela autobiográfica en la que refleja el difícil camino hacia la maternidad tardía. 

¿Tardía? Sí, tardía. Los ginecólogos españoles advierten de algo que las mujeres descubrirán al poco: aunque la juventud se haya extendido hasta los cuarenta años largos, los ovarios no atienden a razones. A partir de los 45 años, dicen, solo 1 de cada 100 mujeres consigue quedarse embarazada. A partir de los 35 años, la fertilidad comienza a decaer. Para colmo, los espermatozoides vagos son casi un problema "endémico" en ellos, señala Nanclares. Su libro está poblado, no solo de su propia experiencia, sino de otras mujeres que descubren, al buscar la maternidad, que su cuerpo no responde como ellas esperaban. Y se dan de bruces contra el sistema que ha decidido por ellas que la maternidad podía esperar, y la precariedad y la incertidumbre tienen de pronto una consecuencia más corpórea. La infertilidad. 

"La maternidad ha estado fuera de las temáticas canónicas de la literatura porque quienes la han escrito han sido hombres, aunque tampoco era esa una razón para que se mantuvieran al margen. Es más que ha sido considerado un tema menor", reflexiona la escritora, muy presente en el activismo feminista y cultural, y que ahora entra por primera vez en una gran editorial. No digamos ya si se trata de hablar del antes. De ese período que la Silvia de la novela describe en su ficticio blog: "¿Qué se puede esperar cuando (aún no) se está esperando?". De la narrativa, concretamente, poco o nada. Ella se ha hecho acompañar por Laura Freixas y El silencio de las madres: "Ella tuvo su primera hija en 1994 y se dio cuenta de que en todas sus experiencias había recurrido a los libros, y que ante la maternidad no encontraba ninguna ficción alrededor". Aunque el tema ha sido tratado por autoras como Carme Riera, Cristina Fernández Cubas o, más recientemente, Jenn Díaz, queda todavía el silencio de las no-madres. 

Encontró ensayo, pero no ficción, que suele llegar con retraso a este tipo de temas. Solo han podido acompañarla, en esa larga procesión de pruebas y consultas, de espera y desesperación, un texto de María Fernanda Ampuero, la poesía de Ana Elena Pena. "Pero a mí su tono no me representa", dice de esta última, "porque es muy dramático, muy en la línea de Yerma. La sombra de Yerma es alargada en muchos sentidos: socialmente, pero también en lo estilístico". Ella ha huido del "intimismo" y ha perseguido un "lenguaje de batalla". El que ahuyenta el halo de deshonra que empaña todavía la infertilidad: muchos de sus personajes viven la búsqueda en silencio, traficando dietas secretas y trucos los unos con los otros, envidiando a los que lo tuvieron fácil. Algunos no lo cuentan nunca y fingen que ese bebé llegó sin esfuerzo. Nanclares habla de todo: desde la búsqueda de compañero potencial hasta los precios de los tratamientos en terroríficas consultas privadas. 

Y es literatura. Autobiográfica, porque es la técnica con la que trabaja desde hace años, en su libro El Sur, instrucciones de uso, o en su blog Entorno de posibilidades. "La técnica precede al tema", explica. No ha sentido la necesidad tampoco de protegerse detrás de la ficción pura para abordar un proceso doloroso e íntimo —y largo: aún tiene pendiente empezar con la fecundación in vitro—. ¿No le da miedo llegar, con un tema acusado de menor durante siglos, a la primera fila de un mundo literario masculinizado? "Como he trabajado siempre con lo pequeño, esa propia metodología que es feminista en sí misma me ha empoderado. Pero aquí sí tenía los fantasmas de los estereotipos: 'Me van a llamar la amargada, o la que busca un tío porque está desesperada…". Cuando le contó a la escritora y cronista Gabriela Wiener lo que tenía entre manos, esta, que ya había entrado en estos asuntos con su libro Nueve lunas, le contestó: 'Ya verás, te van a dar p'al pelo"p'al. Se esfuerza para no le importe mucho. 

En la novela hay un personaje esencial para entender este nuevo fenómeno: el de la madre. "A mi madre todo esto le suena a chino", recuerda Nanclares, "y, sin embargo, una amiga suya que también se lo leyó le dijo: 'Ah, pues fíjate, yo creo que mi hija pasó por esto y no me lo ha contado". En esa madre que le dice, en la misma conversación "mejor no tengas hijos" y "pero si vas a tenerlo, tenlos ya", está aglutinada la ambivalencia en la que se mueve la sociedad. La que puede aconsejar a las mujeres que congelen sus óvulos para que su carrera no se vea interrumpida, mientras les afea que sean madres demasiado mayores. La que pregunta insistentemente "Y tú, ¿para cuándo?" pero no permite las condiciones materiales necesarias para criara a un hijo. En palabras de la autora: "Me dices que no tenga hijos, pero lo haces desde tu lugar de tranquilidad, porque nadie puede estar mejor valorado socialmente que la pareja heterosexual con niños".

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El feminismo, que le ha acompañado en tantas batallas, en este tema se encontraba algo perdido. "Yo creo que las generaciones anteriores de activistas no nos entienden. Hay una grieta ahí", opina. "El feminismo", dice, "no ha desarrollado hasta ahora discursos potentes sobre la maternidad. A partir de la crisis, como esto también nos estalla en la cara, sí se está haciendo". En los setenta se plantearon dos opciones: un movimiento "de mujeres deciden no ser madres de una manera muy transgresora", y otro de mujeres "que deciden hacer de la maternidad algo no central en sus vidas". Lo segundo ha llevado a las crianzas en la lejanía o a las dobles y triples jornadas. ¿Ahora qué hay? La "crianza con apego", que defiende una vida que gire en torno a la maternidad y la paternidad, y en la que la escritora ve la huella del neoliberalismo. "Hay que construir un debate continuado", reivindica. 

Si este se pone en marcha definitivamente, tiene pinta de que parecerá incumbir solo a mujeres, por mucho que ellos sean también padres. ¿Veremos pronto un libro sobre un tipo con espermatozoides vagos? Nanclares se ríe: "¡No creo, pero no estaría nada mal!". 

 

Los titulares son alarmantes. "El número de embarazos en mayores de 40 años se triplica desde el año 2000". "El número de mujeres que congelan sus óvulos en España se multiplica por diez desde 2009". "España es el país de Europa donde se realizan más fecundaciones in vitro". Todo esto podría quedarse en un simple dolor de cabeza para los ultracatólicos, sino fuera porque revelan una cuenta pendiente con la maternidad. Lo dice la escritora y periodista Silvia Nanclares (Madrid, 1975): "La infertilidad es un síntoma del mundo contemporáneo". Lo sabe bien, lo sabe en primera persona, y lo cuenta sin tapujos en Quién quiere ser madre (Alfaguara), una novela autobiográfica en la que refleja el difícil camino hacia la maternidad tardía. 

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