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Las sombras del libro que deja la crisis

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A la tercera va la vencida. La industria del libro español cierra el sombrío capítulo de la crisis que le llevó a perder mil millones de facturación entre el punto álgido del mercadi (2008, con 3.185 millones de euros) y el más bajo (2013, con 2.181 millones de euros). La Federación de Gremios de Editores de España (FGEE), con su informe presentado el pasado jueves, suspiraba de alivio: es el tercer año consecutivo en el que el sector crece ligeramente. En 2016, aumentó su caja un 2,7%, tras la senda del ejercicio anterior, en el que ya había crecido un 2,8%. Si hace un año Daniel Fernández, el presidente de la institución, hablaba de "optimismo desencantado", ahora hace gala de una discretísima esperanza al cambiarlo por un "optimismo moderado".  

Pero por ahora los editores no pueden más que ver el vaso medio lleno. Como el pasado año, gran parte de la recuperación se debe al libro de texto, que copa el 36,9% de la facturación. La industria de los títulos no universitarios vive un momento dulce desde que la LOMCE reactivó el mercado. Desde 2013, su facturación ha aumentado casi 130 millones de euros por la renovación gradual de los libros de Primaria, ESO, FP y Bachillerato. De hecho, en 2016 subió en 26 millones de euros más, después de haber aumentado 90 millones el año anterior. El problema es que el curso 2016-2017 era el último de esta adaptación, con la incorporación de 2º y 4º de Secundaria y 2º de Bachillerato. En 2017 solo deberá renovar sus libros Andalucía, que se sumó al cambio un año más tarde. 

Lo que sí hace sonreír al sector es una recuperación de la novela. En el pasado ejercicio subió un modesto 1,3%, recaudando cinco millones más que en 2015. Un aumento que, sin embargo, palidece ante el del año anterior, cuando sumó 33 millones más. Con eso y con todo, aunque el género supone el 17,5% de la caja, está aún lejos de los 426 millones de euros que recaudó en el mismo 2013, cuando ya había pasado el vendaval de la crisis. Dentro de esta, la novela contemporánea ha crecido un menos discreto 5,1% con respecto al año anterior.

Pero hay que recordar que esto se produce en un año especialmente bueno para el género: uno de los libros del año, en ventas y en repercusión, ha sido Patria, de Fernando Aramburu, que tuvo buenas ventas en la última campaña de Navidad (incluida en el estudio) y que ya ha superado los 300.000 ejemplares vendidos, según la editorial Tusquets. Su buena marcha durante las ferias del libro permitirán que alegre la novela también en las cuentas de 2017. Otra cosa es que eso sostenga por sí mismo la buena marcha del género. Fernández, presidente también de la editora de infoLibre y tintaLibre, era mucho más optimista a este respecto: "La lectura ha recuperado el terreno entre los lectores habituales, vuelve a ponerse de moda". 

En cualquier caso, y con un ojo puesto en 2017 —los editores confían en que sea un buen año—, el sector da por cerrado el período especial de la crisis. Aunque las ventas se recuperen muy poco a poco —aún no se han alcanzado ni los niveles de 2011—, otros aspectos del mercado no parecen mejorar. Uno de los más significativos es la tirada media, que ha vuelto a caer este año. Lejos quedan ya los 5.035 ejemplares editados por título, y hoy una novedad sale, de media, con 2.749 ejemplares. ¿Qué indica esto? Que el editor sigue siendo conservador, o lo es cada vez más. Los sellos prefieren ajustar las tiradas a sus bajas expectativas de ventas, reduciéndolas y aumentando luego su frecuencia si es necesario. Así, no es raro que una editorial lance varias ediciones de un mismo libro a lo largo de un mes... aprovechando de paso el tirón publicitario de las fajas con el conocido reclamo de "5ª edición". 

Da también la señal de alarma el número de editoriales agremiadas —las únicas que tiene en cuenta las FGEE para su estudio—, que no ha dejado de caer en los últimos años, pese a la estabilización de las ventas. Si en 2012 había 816, ahora son 727. Sucede aquí algo parecido a lo que ha pasado con los cines: las salas pequeñas cierran paulatinamente y son sustituidas por multisalas, con lo que el saldo total de butacas permanece más o menos estable. Las editoriales muy grandes copan ya el 38,8% de la facturación, y junto a las grandes alcanzan el 61,7% de todo el mercado. 

Se produce también una concentración preocupante en el mercado del libro electrónico, que, lejos de haberse convertido en un bálsamo para el sector, supone solo el 5% del total. Los 117,19 millones de euros que genera se reparten de forma muy desigual y premia sobre todo a las grandes comercializadoras. Las plataformas de terceros de venta por Internet venden el 48,1% de esta cantidad, principalmente a través de Amazon (que se embolsa 26,49 millones de euros) y la cadena Casa del Libro (8,7 millones de euros). Después irían las ventas de las propias editoriales, que son un 28,7% del total. Esta es una de las razones que explican que de todos los títulos que se producen al año poco más de la mitad (45.658) salga también en digital. 

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Esto se suma al hachazo sufrido por las librerías en los últimos años. El estudio realizado por la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAL) en 2015 dejaba un panorama desolador: en 2014 murieron 912 librerías independientes, 2,5 al día, y nacieron 226. Quedaban entonces 3.650 comercios en toda España, excluyendo centros comerciales y grandes cadenas, así como las librerías que dividen su negocio con tras actividades (las librerías-cafés son cada vez más habituales) y reciben menos del 50% de sus ingresos del papel. Si se mira a su recaudación, de nuevo se observan dos polos alejadísimos: de un lado, el 1% de las librerías que factura más de 1 millones de euros al año; del otro, el grupo más numeroso, el 28,6% que ingresa entre 30.000 y 90.000. Por debajo de ellas estaría un último grupo, un nada desdeñable 23,4% del negocio, que factura menos de 30.000 euros al año, el equivalente a tres salarios mínimos anuales. 

La actitud del Gobierno tampoco es muy halagüeña. Aunque en mayo presentó un nuevo Plan de Fomento de la Lectura para 2017-2020, el Ministerio de Cultura recortaba al mismo tiempo las ayudas a la edición y a las librerías, convirtiéndolas en las más bajas de los últimos cinco años. Los Presupuestos Generales no parecían anunciar tampoco la recuperación de la compra de libros por parte de las bibliotecas: en esta partida, los gastos de personal se reducían un 36%, compensados con un aumento en inversiones reales que todavía no han dado señales de ir a transformarse en libros nuevos. "Las bibliotecas públicas no están comprando libros", se quejaban los editores el pasado jueves. Y aquí, una vez más, no había ni rastro de optimismo. 

 

A la tercera va la vencida. La industria del libro español cierra el sombrío capítulo de la crisis que le llevó a perder mil millones de facturación entre el punto álgido del mercadi (2008, con 3.185 millones de euros) y el más bajo (2013, con 2.181 millones de euros). La Federación de Gremios de Editores de España (FGEE), con su informe presentado el pasado jueves, suspiraba de alivio: es el tercer año consecutivo en el que el sector crece ligeramente. En 2016, aumentó su caja un 2,7%, tras la senda del ejercicio anterior, en el que ya había crecido un 2,8%. Si hace un año Daniel Fernández, el presidente de la institución, hablaba de "optimismo desencantado", ahora hace gala de una discretísima esperanza al cambiarlo por un "optimismo moderado".  

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