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"Ganamos lo mismo que hace 25 años", la fiesta a medias del Día del Libro en el sector editorial

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Diada de Sant Jordi.

Durante 2023, por ahora el último año con cifras oficiales, se vendieron en España 184,27 millones de libros en papel, a los que hay que sumar 14,86 millones de descargas en soporte digital. En total, casi 200 millones de títulos despachados durante un año en un mercado interior en el que todos los indicadores miran hacia arriba y en el que el santo grial de la facturación por ventas aumentó un 5,1% hasta alcanzar los 2.856,95 millones de euros (2.700,79 millones en papel, 144,13 millones en digital y 12 millones en otros soportes, con el audiolibro ganando adeptos).

Una industria al alza que se frota las manos al llegar abril, el mes del libro, con el día 23 marcado en el calendario en rojo. No es casual ese color de rotulador, pues es el mismo de las rosas que se regalan junto a los miles de volúmenes que cambian de mano siguiendo la tradición de Sant Jordi, que convierte a Cataluña (y no solo, pues es una tradición cada vez más extendida) en epicentro de ese artefacto de lectura conocido como libro, que ha dejado a todos los demás atrás como el regalo cultural más en forma. 

Porque, recordemos para los despistados, el 23 de abril se conmemora el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor. La razón: el 23 de abril de 1616 fallecían Cervantes, Shakespeare y Garcilaso de la Vega. También un 23 de abril nacieron —o murieron— otros escritores eminentes como Vladimir Nabokov, Josep Pla o Manuel Mejía Vallejo. Por este motivo, esta fecha tan relevante para la literatura universal fue la escogida por la Conferencia General de la UNESCO, en 1995, para rendir un homenaje mundial al libro y sus autores y fomentar el acceso universal a la lectura.

Grandes cifras de ventas, autores firmando durante horas (los pocos más populares, la situación del resto, la grandísima mayoría, no es en absoluto tan rutilante y también padece lo suyo). Esa es la cara visible de cada Sant Jordi, de cada 23 de abril. Pero en la cadena de valor del libro -autor, editorial, distribuidor y punto de venta, con reparto de porcentajes siempre cambiantes en función de cada caso particular y de multitud de variables, si bien a grandes rasgos serían 10%, 30%, 60% (y 25% que pertenece de la distribución)- hay otros muchos trabajadores invisibles que también contribuyen a aumentar el atractivo del producto final y de los que apenas nunca se habla. Profesionales que rara vez tienen su hueco en los medios de comunicación y que por lo general son pasados por alto por el propio lector.  

A lo mejor, en lugar de publicar tantos libros, dedicándole el mismo dinero a la mitad, la cadena de valor de ese libro tendría condiciones dignas

Hablamos de correctores, traductores y editores de textos. "Somos los que menos cobramos de todos los que cobran poco", recalca a infoLibre el presidente de la Unión de Correctores (UniCo), Fernando Valdés, quien empezó a trabajar en 2003 "y no se pagaba mucho más de lo que a veces nos hacen cobrar a día de hoy". "Las tarifas no han subido, cobramos lo mismo que hace 25 años", apunta. Y continúa: "Cuando las cosas fueron mal nos pedían rebajas. Incluso alguna editorial como Susaeta nos exigía una rebaja del 10% para trabajar con ellos por la crisis de 2008, y así estuvo hasta 2014. Pero ahora la Federación de Gremios de Editores lleva años anunciando a bombo y platillo que atan los perros con longanizas, y a los trabajadores externos, que somos la mayoría, no nos dan ni un duro. Solamente se benefician los de siempre y no puede ser que estemos en esta situación".

"Estamos en la misma situación, son 20 o 25 años sin actualizar las tarifas", apostilla igualmente a infoLibre la presidenta de ACE Traductores, Marta Sánchez-Nieves, quien también cita la crisis del 2008 como un punto de estancamiento definitivo y pone el foco en las editoriales, que son las que obtienen beneficios al alza año tras año, contratan sus servicios y en las que estos colectivos se encuadran dentro de ese proceso que va desde la escritura hasta la librería: "Una editorial que publica doce libros al año no te puede dar trabajo solo a ti y con eso no puedes vivir. Pero lanzo una pregunta: ¿De verdad necesitamos publicar tantos libros? Las grandes editoriales, que son las que publican muchísimos libros, son las que deberían tirar del carro y dar unas condiciones dignas. A lo mejor, en lugar de publicar tantísimos, dedicándole el mismo dinero a la mitad, la cadena de valor de ese libro tendría condiciones dignas".

Piensas que estás ganando bien, pero a lo mejor resulta que no

Para tratar de mejorar su situación y poner un poco de orden, correctores, traductores y editores de textos han creado La Tarifadora, una herramienta web que permite a los profesionales autónomos (que son muchísimos en estos casos) comparar las tarifas que les ofrece la industria editorial española con el Salario Mínimo Interpofesional (SMI) y el salario medio de un técnico editorial por cuenta ajena. "Es una manera de ponerle cifras a nuestro trabajo comparando con otras profesiones que, según convenio, te exigen más o menos el mismo tipo de formación o preparación", explica Sánchez-Nieves, argumentando asimismo que con este tipo de profesiones se obtienen "unos ingresos muy difíciles de cuantificar". 

"Piensas que estás ganando bien, pero a lo mejor resulta que no. Es una forma de que se vea, porque si tuvieras un convenio estarías ganando tres veces más, pero es muy difícil ponerle cifras a profesiones que se basan en la creatividad", resume, añadiendo que, para terminar de complicar su situación, cada libro en el que trabajan "es un mundo", pues "te lleva un tiempo distinto, cambia la tarifa en función de la lengua", o incluso "hay ocasiones que aceptas una tarifa un pelín más baja de lo habitual porque te dan más tiempo para traducir y así puedes hacer otros encargos entre medias". "Además, es que parece que cuando hablas de cultura no se puede hablar de números, ni de dinero, como si las profesiones culturales no comiéramos ni pagáramos alquiler", apostilla.

Eres clase obrera y nunca has dejado de serlo por mucho que en vez de estar en la mina o en un alto horno estés corrigiendo en tu casa

En la misma línea se expresa Valdés, para quien esta Tarifadora es una herramienta que sirve para que todos estos profesionales "tomen conciencia de clase, básicamente". "Para que descubras que eres clase obrera y nunca has dejado de serlo por mucho que en vez de estar en la mina o en un alto horno estés corrigiendo en tu casa", resume. Y continúa: "Cuando se desregularizó toda la industria del libro a finales de los noventa y principios de los dos mil, los correctores eran obreros cualificados con cierto nivel cultural. Pero eran obreros que trabajaban en imprentas y talleres de fotocomposición, que desaparecieron con las imprentas, porque se fueron todos a imprimir a China. La industria siempre mirando por su beneficio, y todos estos obreros ahora nos quedamos trabajando en nuestras casas, lo cual empobrece mucho y te quita absolutamente la posibilidad de negociación para unas mejores tarifas. Hay mucha gente que se está cortando la coleta, está dejando de trabajar y buscándose otras cosas. Yo soy entrenador de rugby a tiempo parcial".

Detallando todo lo posible aún a pesar de la complejidad, explica Valdés que un corrector viene cobrando de media entre 2 y 3 euros (aunque también menos y si acaso un poquito más) por cada millar de matrices, es decir, caracteres con espacios. Teniendo en cuenta que un libro de 300 páginas puede tener unas 400.000 matrices (cifras siempre muy variables), si a un corrector le pagas a un euro por cada mil va a sacar 400 euros para un trabajo que por esta extensión de ejemplo en particular le puede llevar, según calcula desde su propia experiencia, "toda una semanita entera con todas las horas del día". "Luego de ahí tiene que pagar su Seguridad Social, sus gastos de luz y todo lo demás, con lo que no sale a cuenta", recalca.

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Por su parte, Sánchez-Nieves explica que, en su caso particular, cobra por cada traducción un anticipo a cuenta de derechos de autor. Si en los años que se mantiene en vigor el contrato se llega a cubrir ese anticipo con las ventas de ejemplares, el traductor empieza a cobrar por regalías un porcentaje que en su caso es del 5% (aunque puede ser del 3%) si se trata de un autor sin derechos sobre la obra. Si el autor original tiene esos derechos, como hay que "compartir, va a ser un 2% o menos". "Y te digo que hay un gran grupo editorial que te dice que es innegociable y que era un 1% y luego bajó al 0,5% unilateralmente en todos sus sellos", detalla.

Y todavía prosigue: "Como tengo la suerte de traducir muchos clásicos, que son de fondo de armario, llega un momento en el que sí cubres ese anticipo. Pero yo he tenido un año liquidaciones de 6 euros, que me valieron para tres cafés, aunque también tengo compañeras, depende del tipo de libro en particular que sea, como Harry Potter o Los juegos del hambre, que habían cubierto el anticipo al año y que han llegado a cobrar en determinados años liquidaciones de cuatro o cinco cifras. Al mismo tiempo, hay otros que pegan el pepinazo y luego se dejan de vender y no tienes esa liquidación. Yo estoy cobrando regalías desde el primer año, y hace ya diez, por Noches blancas, de Dostoyevski, en la editorial Nórdica. Y ahora mismo es el más vendido de la editorial".

Somos un gasto mínimo e imprescindible y el garante de la calidad del libro. Si encuentras erratas en un libro, devuélvelo, porque es un producto defectuoso

Por todo ello, lamenta Valdés que los correctores estén "avocados a la explotación", igual que los traductores, los editores de textos o los maquetadores. "Todas esas personas están infrapagadas", denuncia, al tiempo que recuerda que se encuadran dentro de los gastos que asume la editorial para la preimpresión de cada libro: "Un gasto mínimo e imprescindible, pues nosotros somos el garante de la calidad del libro. En vez de eliminar o intentar abaratar donde hay más costes, que se notaría más, eliminan un gasto que es necesario y nada superfluo. Pero la gente no se queja, cuando debería devolver libros. Si encuentras erratas en un libro, devuélvelo, porque es un producto defectuoso". "Solo entre un 6 y un 13% de los profesionales culturales viven de su trabajo, el resto tiene que tener otro. En los escritores es igual, porque esta es la dinámica editorial en España: te exprimo y cuando no te puedo exprimir más paso al siguiente", remata Sánchez-Nieves.

Durante 2023, por ahora el último año con cifras oficiales, se vendieron en España 184,27 millones de libros en papel, a los que hay que sumar 14,86 millones de descargas en soporte digital. En total, casi 200 millones de títulos despachados durante un año en un mercado interior en el que todos los indicadores miran hacia arriba y en el que el santo grial de la facturación por ventas aumentó un 5,1% hasta alcanzar los 2.856,95 millones de euros (2.700,79 millones en papel, 144,13 millones en digital y 12 millones en otros soportes, con el audiolibro ganando adeptos).