Acabar con Vox infiltrándose en el partido ultra: Moha Gerehou nos enseña cómo hacerlo

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¿Seguiríamos hablando de racismo si desapareciera Vox? ¿Va el racismo en nuestro país mucho más allá de la formación de ultraderecha? ¿Sería España un país mejor sin el discurso sobre inmigración de Santiago Abascal y los suyos? ¿Están haciendo lo suficiente los partidos progresistas de izquierdas en estas cuestiones? Preguntas diversas, algunas con respuestas más complejas que otras pero que llevan todas ellas a una conclusión final: No ser racista no basta, hay que ser antirracista.

Estas reflexiones son las que llevan al periodista y activista antirracista Moha Gerehou a tomar una decisión sin vuelta atrás y con un altísimo coste emocional: infiltrase en Vox para destruir al partido desde dentro. Un poco en la línea del cubano Sayde Challing Chong García, quien en la vida real estuvo militando varios años en Vox hasta que descubrió que era una organización racista. 

La diferencia entre ambos es que Gerehou lleva a cabo sus planes en la ficción desde el escenario del madrileño Teatro del Barrio a partir del próximo 22 de junio. "Si Sayde pudo, yo también. Me puse en marcha y ahora ya puedo contar la historia de mi infiltración", relata al principio del montaje, donde tirando de humor cuenta que su aventura en Vox tuvo de todo: "Viajé en metro con Rocío Monasterio, hablé de verduras con Santiago Abascal, tuve un encuentro inesperado con Macarena Olona... ¡y hasta me probé chaquetas con Toni Cantó! Y lo más importante de todo: conseguí mi objetivo".

Gerehou, también escritor, monologuista y experto en redes sociales, llegó a ser presidente de SOS Racismo. Desde todos esos frentes ha impulsado el movimiento y la conciencia antirracista, dando ejemplo de que no ser racista no es lo mismo que ser activamente antirracista. La intención última de Infiltrado en Vox es utilizar las siglas y plataformas del partido como altavoz para desarticular el mensaje discriminatorio que transmite esta organización política. Al mismo tiempo, demostrar que en España el racismo se reconoce solo en las acciones de la entidad, pero tenemos que mirarnos más el ombligo: el racismo está caladísimo en la sociedad y lo desplegamos y exhibimos a todas horas. Busca la obra, además, evidenciar cómo la desinformación es un arma esencial de la extrema derecha, así como qué ocurre cuando una persona que se ha ganado una credibilidad social defiende causas antagónicas con su visión del mundo.

"La clave es que el discurso sobre racismo e inmigración está muy enfocado en Vox. Por un lado, con la gente que solo identifica el racismo de forma clara cuando viene de Vox, lo cual ya es un problema, porque el racismo es una cuestión estructural. Y por otro porque Vox secuestra el debate sobre inmigración y lo lleva a sus términos de criminalización de quienes cruzan la frontera o de los menores migrantes", plantea.

Y todavía argumenta: "Si el problema de que no hablemos de antirracismo está en la existencia de Vox, vamos a acabar con Vox y a partir de ahí podremos hablar de antirracismo. En el texto, además, hay un par de momentos que meto palos a la política migratoria del Gobierno y a Marlaska en concreto. Esto es porque el antirracismo no es oponerse a Vox, el antirracismo es hacer políticas antirracistas. El antirracismo lo conforman las acciones, no la mera oposición a Vox". 

Esto lleva a Gerehou, protagonista de la obra y autor del texto junto a Arahí Beholíy Claudia Coelho, a afirmar que España es "sin lugar a dudas" un país racista. "En España el racismo es estructural y se ve desde muchos ámbitos", subraya antes de encadenar ejemplos: "Lo vemos en el acceso a la vivienda, donde el 85% de las inmobiliarias aceptan que las propietarios les digan que no alquilen el piso a extranjeros. También en la segregación escolar, con colegios públicos infradotados con hijos de inmigrantes y gitanos. Lo vemos en los estadios de fútbol, en las fronteras, en las redes sociales, en las relaciones de amistad y de amor".

"Son una serie de cosas que nos dicen que el racismo, al igual que el machismo, es algo estructural que está en todas las partes de nuestras vidas –continúa–. Eso nos dice que el racismo va mucho más allá de Vox. No es minimizar a Vox, puesto que Vox es la versión radicalizada de ese racismo que ya existe y ellos necesitan sí o sí que exista ese racismo para poder radicalizar el discurso como lo hacen. Sin la existencia de ese racismo, Vox no existiría, eso es importante remarcarlo".

Moha debuta de esta manera en el lenguaje escénico para contar esta experiencia. Tremenda experiencia, aunque sin desistir de su tono de siempre repleto de ironía, humor y crítica. Para darle aún más profundidad al montaje, incluso se apoya en la tecnología deep fake, una técnica de vídeo en pleno auge que permite mostrar imágenes falsas del rostro de una persona, y de la que aquí se encarga el colectivo United Unknown. "Esta técnica hace que pueda interactuar con Santiago Abascal, con Rocío Monasterio o con Toni Cantó. Con diferentes personajes del mundo Vox que van a estar presentes de esta manera en la obra", adelanta.

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Todo ello para dar forma a una autoficción antirracista de comedia y drama en la que el activista se sale con la suya y que durante la hora y cuarto de duración dibuja un horizonte de un mundo en el que Vox no existe. "Luego la gente saldrá del teatro y Vox seguirá existiendo", bromea, añadiendo en cualquier caso que, por lo menos, ponerse ese objetivo "vale la pena y pasito a pasito se irá consiguiendo un mundo antirracista". "Lo consigo en la ficción y espero que ojalá en la realidad. Qué mejor final sería que dentro de muy poco, después de estrenarse esta obra, Vox desapareciera también de verdad en las próximas elecciones", apostilla divertido.

Eso sí, concede que desde dentro es complicado acabar con Vox, por lo que él fantasea con la idea mientras explora temas espinosos de nuestra sociedad que van mucho más allá de la existencia del propio partido. Y es eso lo que le lleva a plantear que es más fácil finiquitar a Vox desde fuera, "siempre y cuando acabemos con las condiciones que dejan que exista el racismo". 

"Por ejemplo, tuvimos unas elecciones en la Comunidad de Madrid, que tiene más de seis millones de habitantes, en las que para Vox el problema fundamental eran los menores migrantes. Ellos hacen campaña con eso porque si luego entramos en la historia de cómo llegan, viven y son tratados aquí esos menores vemos una historia de exclusión muy fuerte. Para poder existir Vox necesita sí o sí que exista antes un racismo. Sin eso, no tienen agenda, no tienen políticas, no tienen nada, como les pasa igual con el feminismo, pues si no existiera el machismo ellos no tendrían ningún tipo de agenda para trabajar", termina.

¿Seguiríamos hablando de racismo si desapareciera Vox? ¿Va el racismo en nuestro país mucho más allá de la formación de ultraderecha? ¿Sería España un país mejor sin el discurso sobre inmigración de Santiago Abascal y los suyos? ¿Están haciendo lo suficiente los partidos progresistas de izquierdas en estas cuestiones? Preguntas diversas, algunas con respuestas más complejas que otras pero que llevan todas ellas a una conclusión final: No ser racista no basta, hay que ser antirracista.

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