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Drogas y literatura

Verdes venenos, yerbas letales

Imagen de una planta de marihuana.

Ramon Sender evocaba a Valle-Inclán acostado en una enorme cama y fumando su pipa de kif, la misma que dio título a un largo poema consagrado a varios tipos de drogas.

¡El Heliotropo! Tan eclatantecon su académico griego pedante.***¡Coca! Epopeya del Araucanoque al indio triste torna espartano.***¡Adormideras! Feliz neblina,humo de opio que ama la China.***¡Verdes venenos!¡Yerbas letalesde Paraísos Artificiales!A todos vence la marihuana,que da la ciencia del Ramayana.

"El maridaje entre Ramón del Valle-Inclán y la cannabis índica hay que rastrearlo en los entresijos de la enredadera barroca y esperpéntica que trenza su obra con su biografía. A veces confeso, a veces velado, el lazo que une al escritor gallego con la droga canábica se oculta detrás de una suerte de cortina brumosa que hay que descorrer para adivinar, si ello es posible, los hechos tal y como sucedieron", dejó dicho el escritor y ensayista mexicano Jorge García-Robles, quien sostiene que la vida y la obra del autor gallego se asemejan a una sustancia alucinante que obnubila y deshace los cimientos de la realidad.

En la época de Valle, fumar hachís y proclamarlo a los cuatro versos era un acto simbolista, y desde luego don Ramón María (ay, ay, ay) no era el único, el mismo tratadista recuerda que José Martí, por ejemplo, escribió un largo poema sobre él y Rubén Darío, dos cuentos. Una estirpe, la de los glosadores del cáñamo, que incluye al autor del Arte cisoria, ó tratado del arte del cortar del cuchillo (1423), Don Henrique de Aragon, Marqués de Villena, que menciona la alhaxixa (hachís), y Fernando de Rojas, que en su Celestina (1499) menciona la "yerva paxarera", que los estudiosos identifican con el cáñamo, cuyas semillas sirven de alimento, explica García-Robles, para los pájaros de ornato.

La relación entre la(s) droga(s) y la creación literaria viene, pues, de lejos, y tiene sus modas: hay generaciones partidarias del opio, las hay adoradoras del alcohol. También hay creadores aficionados a la coca, aunque según Antonio Escohotado, el gran experto español en estas sustancias, "sólo Freud, un coloso intelectual, usando muy particulares medios de administración y dosis mínimas bastante seguidas, parece haberle sacado algún provecho conceptual. Probablemente también Stevenson y Conan Doyle, pero sospecho que habrían escrito igual de bien sin ella". En su opinión, "mucho más operativas para estudiar, pensar y escribir son las anfetaminas. El ser y la nada de Sartre se diría embalsamado por ellas"; y hay otras que "ayudan a mantener el ritmo o el entusiasmo laboral. Goya o Goethe tomaban láudano para trabajar".

Un ranking entre otros posibles

Metidos en faena, hay quien se ha tomado la molestia de elaborar guías de la literatura yonqui en la que aparecen los sospechosos habituales, de Thomas de Quincey con sus Confesiones de un inglés comedor de opio a Hubert Selby Jr. y su Réquiem por un sueño pasando por Hunter S. Thompson (Miedo y asco en Las Vegas) o William S. Burroughs (El almuerzo desnudo).

Otras listas incluyen obras españolas: Campos de fresas, de Jordi Sierra i Fabra; Héroes, de Ray Loriga; o Historias del Kronen, de José Ángel Mañas. A esta nómina hispana vienen a sumarse ahora autores como Sara Mesa, Carlos Velázquez, Juan Gracia Armendáriz, Francisco Javier Irazoki o Manuel Astur que en el volumen colectivo Drogadictos (Demipage) comparten sus experiencias.

Cada uno escribe sobre una droga. Irazoki, por ejemplo, eligió el tabaco aunque nunca ha fumado, "el agua que sale del grifo es mi única droga, todavía disfruto con los vuelos lisérgicos que me proporciona el tabaco que plantó y fumó mi abuelo.

Mi ADN está ahogado en aquel veneno".

A Gracia Armendáriz le ofrecieron: alcohol o marihuana, pero sobre aquel ya había escrito una novela, así que se decantó por "la marihuana porque la primera vez que la fumé fue en la Sierra de Lobos, México, hacia 1982, en una especie de delirante rito iniciático. Eso me daba mucho juego literario».

Sara Mesa sí decidió la sustancia, la morfina, "inspirada en un hecho biográfico. Inspirada libremente, no ha de entenderse como literal".

También pudo elegir Manuel Astur, que se apuntó a un tripi. "Escribir sobre drogas es muy similar a escribir sobre los sueños propios: muy divertido para el que lo cuenta, pero un coñazo para el lector. Al ser algo tan vívido e irreal es tremendamente difícil no caer en la autocomplacencia".

En cuanto a Carlos Velázquez, quien sin presunción sostiene que podría escribir sobre casi cualquier droga, podría decirse que la sustancia se le impuso: "Propuse la cocaína porque acababa de experimentar un viaje a Perú, que es el primero o segundo productor en el mundo. Y como se dice en argot beisbolero, traía el brazo caliente, es decir: la nariz".

Somos lo que consumimos

Enfrentada a este panel de literatos, a una le tienta preguntar qué han aportado las drogas a la historia de la Humanidad. O, expresado quizá con menos ínfulas, ¿cómo seríamos los hombres sin drogas? Y como la mejor manera de vencer la tentación es caer en ella…

"Probablemente nos habríamos extinguido hace mucho tiempo", asevera Astur, quien encuentra apoyo en Mesa: "No seríamos. Entiendo droga en un sentido muy amplio. La adicción es algo que está en la naturaleza humana, son las sustancias las que van cambiando".

Hablando así, en general, Velázquez asegura que las drogas son tan importantes en la historia de la humanidad como lo es la gastronomía; ciñéndose a su caso particular, Gracia Armendáriz admite que sin ayuda no podría ni levantarse de la cama "porque empiezo drogándome con café. Tampoco podría dormir porque uso un hipnótico. No es que sea Elvis Presley, pero hoy todo el mundo consume drogas: antidepresivos, ansiolíticos, relajantes musculares... Eso, sí, como todos los fármacos, las drogas curan y envenenan al mismo tiempo".

Pero no olvidemos que éste es un rincón dedicado al mundo del libro, de modo que centrémonos en el binomio drogas y literatura. ¿Qué han aportado las drogas a la historia de la literatura?

"Toneladas de bazofia y unas pocas visiones maravillosas sin las que ahora no comprenderíamos la existencia como la comprendemos", asegura Astur, y Mesa completa: "Temáticamente mucho, pero la mayoría de los autores escribieron mejor cuando no estaban colocados. El ejemplo es Carver: el alcoholismo es un tema recurrente (su literatura no se entiende sin él), pero él mismo dijo que no fue capaz de escribir ni una sola línea digna estando borracho".

Puestos a precisar, Gracia Armendáriz recuerda Bajo el volcán, de Malcolm Lowry, "que tuvo que reescribir su mujer casi de memoria. Muchos manuscritos extraviados —que se lo pregunten a Hemingway—. Y también mucha impostura que acaba en la mortaja".

"Como todo —sentencia Velázquez—, la droga ha inspirado grandes obras, como Historia general de las drogas de Escohotado, o fraudes como Zero zero zero, de Saviano".

Ya que mencionan títulos concretos…

La biblioteca

… he pedido a estos adictos a la literatura que nos regalen libros para engancharnos definitivamente a las buenas letras.

El día ('day', 'jour', 'tag') del libro

El día ('day', 'jour', 'tag') del libro

Sara Mesa aporta dos títulos autobiográficos: "Morfina, de Mijail Bulgakov, habla de su enganche y es también una reflexión bellísima sobre el dolor y la soledad. Y Malas noticias, de Edward St. Aubyn, que describe el infierno de un politoxicómano tan bien que resulta imposible leerlo sin angustiarse".

Juan Gracia Armendáriz, "Yonki, de Burroughs. Es de una sordidez que asusta" y Carlos Velázquez, "The Pleasures of Cocaine, de Adam Gottlieb, un manual para los usuarios de esta sustancia".

Por fin, Manuel Astur se inclina por Las enseñanzas de Don Juan, de Carlos Castaneda, "que leí con 18 años y supuso un terremoto tras el cual nada volvió a ser igual". Eso sí, prefiere terminar diciendo algo que considera "muy hortera, pero que creo sinceramente: no hay mejor droga que el Arte, muchachos".

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