Lakshmi Mittal sorprendió a propios y extraños el pasado día 10 de mayo, con motivo de la presentación de los resultados trimestrales de ArcelorMittal. Nadie contaba con escuchar al campeón de la globalización salvaje reclamar medidas proteccionistas a Europa con una argumentación y en un tono no muy alejados de los empleados por su enemigo Arnaud Montebourg, al que había calificado pocos meses antes de diplodocus económico.
Tras presentar resultados tan alarmantes como los de 2012 (345 millones de dólares de pérdidas en el primer trimestre), el presidente de ArcelorMittal lanzó un alegato en defensa de la industria europea. “Se deberían imponer tarifas crecientes a las importaciones o establecerse una sobretasa al acero importado por Europa procedente de países donde las normas medioambientales son muy laxas”, argumentó. “Los dirigentes europeos deben salvar la industria europea. Con independencia de cómo se le llame, lo que reclamo son acciones para salvar la industria nacional, incluida la del acero”, añadió para, a continuación, lamentar las políticas de austeridad, carentes de planes de inversión y de crecimiento, impuestas a todos los paises europeos.
Hasta ese momento, Lakshmi Mittal era un ferviente opositor a cualquier restricción a la libre circulación de bienes y servicios. Y lo era por una razón de peso, puesto que su grupo ha sido, y todavía lo es, uno de los principales beneficiados con este sistema, al importar de forma masiva bobinas y palanquillas fabricadas a los precios más bajos en los altos hornos indonesios e indios para su reventa, transformados, en Europa.
Pero cinco años de crisis terminan por echar por tierra incluso las convicciones más firmes. La siderurgia europea, que padece cíclicamente crisis muy importantes, vuelve a estar al borde del colapso. Mientras que aquellas industrias que tradicionalmente habían recurrido al mercado siderúrgico, sobre todo la de la automoción, siguen perdiendo peso, el sector del metal asiste al desembarco en sus mercados de toneladas de acero a precio de saldo, procedentes de siderurgias chinas o de otros países con exceso de capacidad productiva. Las siderurgias del continente reclaman a Europa que al menos adopte unas políticas similares a las norteamericanas. Desde hace décadas, EEUU aplica tasas que pueden suponer hasta el 200% sobre el acero importado, tan pronto como se constatan las dificultades en el sector, con el fin de protegerlo. A día de hoy, Europa, en nombre de la libre competencia sin distorsiones se ha negado a tomar medida alguna por pequeña que sea para preservar la suya.
Más allá de este giro, lo más llamativo es la repentina atención que el presidente de ArcelorMittal le concede al continente americano. Hasta ese momento, Lakshmi Mittal decía estar a la cabeza de un grupo mundial globalizado. Europa no era más que un fragmento del imperio, con poco peso, en cualquier caso bastante menos importante que los países emergentes o EEUU donde, según el dicho liberal, todo es posible. ¿A qué viene esta preocupación europea repentina? ¿Por qué reclamar súbitamente el apoyo de las autoridades europeas? Porque, pese a todas las afirmaciones, el núcleo de ArcelorMittal sigue siendo europeo. Porque Europa le ha dado mucho y porque todavía confía en ella para proteger su fortuna.
Jamás Lakshmi Mittal se habría convertido en millonario sin la ayuda de Europa. A principio de los años 90, las economías europeas del Este se hundían tras la caída del muro. Era un momento, bajo influencia de los partidarios de la estrategia de choque, en la que se defendía la privatización a ultranza, en la que todo estaba a la venta. Laksmi Mittal, que en esa época ya vivía en Londres, era por entonces un completo desconocido. Con el respaldo de los bancos de la City, y por esa época también con el de Goldman Sachs, acudió a hacerse con algunos pedazos de la siderurgia de los antiguos países del Este. Rumania, Ucrania, Kazajistán, Polonia. Todo le interesaba. Las grandes instituciones como el Banco Mundial y el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD) que dirigieron la “reconstrucción” de la Europa del Este solo confíaban en él. Incluso llegaron a obligar a algunos gobiernos, entre ellos al de Praga, a reescribir las leyes de privatización con el único fin de poder meterle mano a ciertas instalaciones siderúrgicas checas. Cerraron los ojos también a las acusaciones de corrupción que se vertieron sobre algunos dirigentes como el de Kazajistán.
Cero en impuestos
Lakshmi Mittal tenía en esos momentos línea directa con los bancos y con las instituciones internacionales. Europa le concedió millones en créditos para ayudarle en su proceso de reestructuración de la siderurgia de los países del Este. Del allí pasó al Oeste para apoderarse de plantas dadas por perdidas por los grupos europeos de la siderurgia como sucedió con la de Gandrange (al noreste de Francia). También en eso, Bruselas dio su visto bueno y concedió todo tipo de facilidades al grupo que ya se había convertido en europeo: la sede del grupo quedó fijada en los Países Bajos por cuestiones jurídicas, aunque bajo control de una estructura basada en el discreto paraíso fiscal de las Antillas holandesas.
Siguiendo con su estrategia de conquista, Mittal se hizo con las riendas del antiguo grupo Bethleem en EEUU, aunque pronto se vio ahogado por las deudas. De la mano de Goldman Sachs lanzó la OPA hostil a Arcelor con el fin de salvarse. Francia que, después de haber gastado más de 100.000 millones de francos para salvar su industria siderúrgica, renunció a cualquier participación en el grupo, ve cómo se le van escapando los trenes. Luxemburgo, como accionista, negoció el control de Mittal. A cambio de su acuerdo en esta operación exigió y logró que la sede del grupo se quedara en el Gran Ducado. Gracias a una fiscalidad muy comprensiva, contaba con atraer todos los flujos financieros del grupo en Europa e incluso de otras partes del mundo. Erró en el cálculo.
Lakshmi Mittal no le entregó nada a cambio a Europa. Desde 2008, ArcelorMittal casi no paga impuestos. En 2010, cuando registró un beneficio de 2.900 millones de dólares solo desembolsó 52 millones en impuestos en Francia y 817 millones en Bélgica (cifra en la que no se pone de acuerdo la prensa belga, que ha llegado a publicar que el grupo lleva sin pagar impuestos desde 2008). En los demás países europeo, Alemania, España, Luxemburgo goza de créditos fiscales por un montante muchas veces astronómico.
Aquel año, en Luxemburgo, su crédito fiscal fue de 2.200 millones de dólares. En 2012, el grupo no pagó ningún impuesto en Europa occidental. Gozó de una posición acreedora de 2.100 millones de dólares en Luxemburgo, Francia, Alemania, España y Bélgica. En Europa del Este no ha pagado impuestos sobre sus beneficios, salvo en Rusia, en Kazajistán y en la República Checa por un importe de 49 millones de dolares. En los demás países europeos también está en posición acreedora. Para el conjunto del grupo, ArcelorMIttal reclama una posición acreedora por impuestos de 2.200 millones de dólares.
¿Cómo es posible? Por supuesto ha influido la crisis que socava cualquier actividad. El grupo registró una depreciación de 4.300 millones en todos sus activos europeos en 2012, conforme a las normas contables IFRS. Acumula pérdidas debidas a la gran reestructuración de la siderurgia europera. Sin embargo este no es el único motivo. Si nos creemos las crifras del grupo, incluso en el momento álgido de la burbuja del acero, en 2008, Europa nunca ganó dinero, mientras que Arcelor antes de la fusión era considerado como el primer grupo siderúrgico mundial, posicionado sobre los segmentos extremadamente rentables del acero de gran valor añadido y obtuvo en 2006, año difícil para el acero, más de 2.000 millones de euros de beneficios.
Opacidad y secreto
Para desentrañar estos misterios, se hace necesario desentrañar los secretos mejor guardados de ArcelorMittal: la organización del grupo desde la fusión.
En el fragor de la batalla bursátil de 2006, las intenciones de Lakshmi Mittal pasaron desapercibidas. Sin embargo, las informaciones que proporcionó fueron esenciales, ya que dibujaban una organización basada en la opacidad y el secretismo.
El accionariado de Mittal anunció entonces que después de la fusión, el grupo quedaría completamente reorganizado. Ya no funcionaría a través de áreas de negocio y centros geográficos, sino como un grupo integrado verticalmente, de la mina a la transformación del acero pasando por la venta. Así, explicó, el grupo se beneficiaría de sus inmensas capacidades, combinando sus diferentes oficios y sus diferentes instalaciones, adaptándose a las oportunidades ofrecidas por el mercado. Todos los centros de producción pasaban a engrosar así un gran saco, con lo que en lo sucesivo sería imposible distinguir unos de otros. La opacidad acababa de instalarse.
La segunda decisión era que su hijo, Aditya Mittal, se ocupara de la dirección financiera del grupo y de la de los productos planos de acero en Europa. En esta tarea le acompañaron un puñado de dirigentes indios. Este pequeño comité es el único que dispone de las cifras completas del grupo, el único que conoce su realidad económica, que se encarga de trasladar la producción de un lado del mundo a otro. Los secretos están a salvo desde ese momento.
De un día para otro, los trabajadores de ArcelorMittal comprendieron en qué consistía el cambio de rumbo del grupo. Mientras que las directrices previas, marcadas por la sangría que supusieron las reestructuraciones, se articulaban en torno a la transparencia y la puesta en marcha de flujos de información dirigidos a los trabajadores a fin de implicarlos en la reconstrucción del grupo, destinados a evitar errores, a facilitar su implicación, de repente, se hizo el silencio.
Salvo las referencias relacionadas con los temas de salud y de seguridad, el resto de indicadores del grupo se evaporó. Los trabajadores ya no reciben ninguna información. A cambio se les pide que confíen en el buen hacer de la dirección general. Ninguna planta conoce ya cuáles son los resultados del centro, ni del nivel de producción, ni de los costes, ni cuáles son los precios de venta o los clientes. La contabilidad analítica, una preciada herramienta en la gestión industrial, parece haber desaparecido.
El grupo lo centraliza todo. La integración vertical se ha llevado a su extremo. El carbón y el mineral de hierro proceden en parte (en un 60% y un 15% respectivamente) de las minas que en ocasiones son, parcial o totalmente, propiedad del grupo, dado que la familia Mittal posee participaciones en algunos yacimientos. El transporte también está garantizado en parte por la flota que posee el grupo puesto que ArcelorMittal cuenta con su propia compañía marítima con sede en Londres. Y así todo.
“La integración vertical carece de impacto sobre las cuentas elaboradas según las normas IFRS, tampoco lo tienen sobre las cuentas elaboradas conforme a la normativa francesa”, asegura el grupo en respuesta a las preguntas formuladas por Mediapart. Sin embargo, el grupo determina el precio al que se proporcionan estos suministros y servicios, determinantes en los costes de producción. ¿Sobre qué bases? En su informe anual, ArcelorMittal solo indica que los suministros de carbón y de mineral de hierro se contabilizan según los precios mundiales. ¿Es el precio real? ¿Se ajustan en un sentido o en otro? Misterio.
El grupo se guarda bien de entregar la menor información a este respecto. Si la referencia a los precios mundiales es correcta, se plantea la duda del interés de la integración vertical. Esta tiene como objeto garantizar, de un extremo a otro del proceso, cierta seguridad, compensar los vaivenes coyunturales que pueden afectar a la producción tanto antes (a las minas) como después (el acero). ¿Para qué sirve si no proporciona ningún beneficio esperado y deja al grupo a merced de los mercados?
Alumno bueno o malo
Traumatizados por el cierre de los altos hornos de Lieja (Bélgica), tras el cierre de la laminación en caliente y de siete trenes de laminación en frío, los sindicatos belgas, apoyados por el Gobierno valón, tratan desde principios de año de conocer las cifras de la planta para tratar de conseguir un posible comprador. Solo lo han conseguido en parte. ArcelorMittal no les ha proporcionado más que datos parciales. Ha sido incapaz –¿o no ha querido?- de proporcionar por ejemplo las informaciones relativas a los flujos de materias entre las plantas.
Para el profesor Van Caillie, en declaraciones recogidas por el periódico La Libre Belgique, este control de dichos datos radica en la voluntad deliberada de manipular. “La empresa Mittal no va bien y la manipulación de los datos la emplea en estos casos como un arma”, manifiesta este profesor de estrategia industrial en la Escuela de Gestión HEC de Lieja. Habla de un grupo “casi incapaz de tener una visión objetiva de su propia realidad económica. Se constituyó rápidamente mediante fusiones y compra de empresas que disponían de sistemas contables muy diferentes que Mittal mantuvo. Esta constituiría su principal debilidad al impedir al grupo hacer frente a la crisis. Incluso si así lo quisieran, serían incapaces de proporcionar cifras más precisas. Los datos están manipulados y pueden presentar a un centro de producción u otro como un alumno bueno o malo”.
La misma experiencia se ha vivido en Florange (localidad al noreste de Francia). Allí el grupo todavía no ha proporcionado cifras fiables a los sindicatos ni a los poderes públicos. ArcelorMittal habló mucho de costes de reparación de los altos hornos, de las excesos de capacidad en Europa pero nunca ha dicho cuál es la realidad económica de Florange. Investigado por una comisión parlamentaria, Lakshmi Mittal evocó también cargas sociales desorbitadas pero sin llegar a dar tampoco las cifras. El grupo tampoco ha indicado a Mediapart cuáles son los principales logros conseguidos con los 2.000 millones de euros en inversiones realizadas en Francia, a las que hizo referencia el presidente de ArcelorMittal durante su comparecencia ante la comisión parlamentaria. El único rastro que se ha podido encontrar sobre dichos gastos en Francia es la reparación de los altos hornos de Fos y de Dunkerque.
Sumergidos en la opacidad más absoluta, los trabajadores europeos del grupo están en tensión. No tienen ningun elemento que les permita saber si su planta es o no competitiva, si deben o no realizarse esfuerzos. Viven en una incertidumbre desestabilizadora, el grupo puede anunciar de un día a otro el cierre de un centro u otro, sin que nadie pueda poner en duda su decisión.
Porque en la lógica de ArcelorMittal, las plantas de producción solo son centros de costes, determinados de forma discrecional desde arriba, pero pocas veces son centros de beneficios. Los créditos fiscales, las ayudas a la investigación, las diferentes subvenciones nunca se contabilizan. Incluso las plantas nunca reciben ingresos en proporción con las cuotas de CO2, tal y como han denunciado los sindicatos de Florange.
Según una nota del Ministerio francés de desarrollo sostenible, que data de febrero de 2010, la planta de Florange, “tras anunciar la continuidad de su actividad al menos hasta 2012” obtuvo 800.000 toneladas de CO2 anuales adicionales. En esa época, el precio de la tonelada de carbono rondaba los 13 euros en el mercado, es decir, todo un regalo de más de 10 millones de euros. El proceso de cierre de los altos hornos se inició en abril de 2011, con lo que ArcelorMittal gozó durante año y medio de una dotación anual de 4,8 millones de toneladas de carbono para una planta que ya casi ha cesado su producción. Según los datos de la agencia Carbon Market Data, que se basa en cifras de la Comisión Europea, el grupo capitalizó entre 2011 y 2012 casi siete toneladas de créditos de carbono solo para la planta de Florange. Si tenemos en cuenta el precio medio del carbono durante estos dos años, supone más de 64 millones de euros.
Sin embargo, de todo esto no hay ni rastro en las cuentas de la planta ni tan siquiera en las cuentas francesas del grupo. Todas las transacciones sobre los créditos de carbono se centralizan en el holding luxemburgués pero nunca se reasignan. En 2012, el grupo ArcelorMittal vendió 21,8 millones de toneladas de certificados de CO2 que le reportaron 220 millones de dólares. A día de hoy, este maná, que ha proporcionado muchos beneficios al grupo estos últimos años, se ha agotado: los créditos de carbono se venden a menos de 5 euros la tonelada. ArcelorMittal ha anunciado que en el futuro no vendería los créditos concedidos por Europa. ¿Hasta que los precios vuelvan a subir, tal vez?
Sin embargo lo que parece más inquietante son las prácticas comerciales del grupo. Una parte de las ventas está centralizada y contabilizada dentro del holding. Se saca el máximo partido al sistema de precios de transferencia pero según nuestras informaciones el grupo ha ido más lejos en el sistema instaurado por todas las multinacionales. Hay un detalle que llama la atención. En su informe anual, el grupo se toma la molestia de diferenciar, después de su margen bruto, un apartado que recogen los costes comerciales, cargas de holding y servicios compartidos. Los montantes detallados son impresionantes. En función de los años, oscilan entre 3.000 y 5.000 millones de dólares. Según René Ricol, esto no corresponde a nada en las normas contables IFRS. “Si hay gastos de comercialización, se contabilizan dentro de los costes de explotación”, dice. Entonces, ¿a qué corresponden estos cargos? Preguntados por su significado y la ncesidad de contabilizarlos a parte, el grupo no ha respondido.
En las cuentas depositadas en la Comisión de vigilancia del mercado de valores (SEC) en EEUU, el grupo indica q los costes de holding y de los servicios compartidos ascendieron a 265 millones de dólares en 2011 y a 158 millones, en 2012. ¿Qué sucede con los aproximadamente 3.000 millones de los costes de venta restantes? ¿A qué corresponden cargas tan elevadas? ¿Quién se beneficia? Reina la opacidad más absoluta.
Según las informaciones a las que hemos tenido acceso, ArcelorMittal ha puesto en marcha un sistema de deducción de gastos de comercialización en cada una de sus filiales y en cada una de sus plantas. Según fuentes conocedoras de estos hechos, el montante se eleva a 14 euros por tonelada vendida en 2008-2009. El mecanismo parece increíble. ¿Cómo un grupo puedo quedarse un porcentaje de cada tonelada vendida? ¿Quién se beneficia? Este sistema se puso en marcha al menos una vez. Reuters, en un despacho de 2007, evocó diferencias entre el grupo y la adinistración fiscal de Kazajistán, país este que sin embargo es muy considerado con Lakshi Mittal. Kazajistán le habría reprochado al grupo la utilización de este sistema en sus minas de carbón para llevar a cabo una evasión fiscal en toda regla y no pagar impuestos en el país. Una auditoría realizada en Mittal Steel Temirtau ponía de manifiesto que la sociedad llevaba a cabo el grueso de sus exportaciones a través de una filial en el extranjero, que utilizaba precios fijados de antemano, sin tomar como referencia alguna los precios mundiales. Después de algunas conversaciones, el gobierno de Kazajistán y Mittal alcanzaron un acuerdo.
Preguntados sobre la eventual existencia de este sistema de cargo comercial, el grupo no respondió a las cuestiones de Mediapart. Si se instauró un mecanismo así, es fácil comprender porqué las plantas europeas jamás pagan impuestos: una parte del margen operacional puede ser transferido y evaporarse de la faz de la tierra. ¿Adónde va a parar?
El milagro de los intereses nocionales
Luxemburgo contaba con ser el gran ganador en este juego de los precios de transferencias y optimización fiscal en el seno de Europa y en el mundo. Sin embargo se topó con un campeón de la evasión fiscal. Al considerar que Luxemburgo no es una planta de producción, tal y como se recoge en sus informes, todas las transacciones comerciales registradas en el Gran Ducado tienen la consideración de exportaciones. Al considerar Luxemburgo como un centro neurálgico en la organización del grupo, ArcelorMittal no paga ni IVA ni ningún otro impuesto.
Del mismo modo, la consolidación de las pérdidas en el holding tiene como consecuencia que el grupo tampoco pague impuesto de sociedades. El Gran Ducado recibe tan solo una tasa del 15% sobre los dividendos. “Se comprende porqué Luxemburgo aceptó unirse a otros países para reflexionar sobre el futuro de la siderurgia europea y de ArcelorMittal. Pensaba salir beneficiado del sistema MIttal. Finalmente, vio como salía tan perdedor como los demás”, apuntan fuentes conocedoras del caso.
De hecho, el Gran Ducado no ha ganado nada. Ni siquiera se benefició de los flujos financieros esperados. Con objeto de sacar partido a la competencia fiscal entre los estados europeos, Mittal prefirió instalar uno de sus centros financieros en Bélgica, bajo el nombre de ArcelorMIttal finance and services Belgium. En esta locura creadora fiscal, el gobierno belga llegó a inventar un sistema único en el mundo llamado los "intereses nocionales". Oficialmente destinado a reestablecer una “injusticia” con relación a las empresas que piden créditos y que pueden así deducir sus cargas financieras, el dispositivo ideado permitía que una sociedadse deduciese de sus impuestos el 3% del montante de los fondos propios o de la tesorería de la que dispone.
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ArcelorMittal vio rápidamente las ventajas de este sistema único en el mundo. El grupo puso lo esencial de la tesorería generada en Bélgica, por un montante de 46.000 millones de euros. En 2009, según la prensa belga, fue el primer beneficiario del mecanismo, lo que le permitió deducirse 1.280 millones de euros por estos intereses nocionales. Como consecuencia de lo cual solo tuvo que pagar 496 euros en impuestos. Dado que también pudo acogerse a una regularización fiscal anterior, el resultado es que no pagó nada en impuestos.
En 2011, el grupo se dedujo de nuevo 1.500 millones de euros de intereses nocionales lo que le permitió de nuevo no pagar impuestos. Según un estudio de PTB, el banco del grupo obtuvo, entre 2008 y 2011, 5.800 millones de beneficios. En el mismo periodo, se dedujo 5.600 milones en concepto de intereses nocionales. El grupo solo pagó impuestos un año, en 2008, lo que se tardó en poner en marcha el sistema. El montante abonado fue irrisorio, 81 milones de euros, que representa una tasa impositiva del 1,4% en 4 años.
Frente a la contestación de la opinión pública belga, que no comprende los regalos que reciben los grandes grupos, el gobierno belga anunció su intención de revisar la fiscalidad sobre los intereses nocionales. Sin perder tiempo, ArcelorMittal tomó la iniciativa. En octubre de 2012 el grupo redujo su posición financiera que pasó de 38.700 millones de euros a 1.000 millones. Los 37.000 millones restantes fueron transferidos a la sede del holding. Oficialmente, están en Luxemburgo. Oficialmente.